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lunes, 1 de julio de 2024

Entre el decálogo profesional del médico del futuro y el decálogo de los pecados de la Medicina

 

Hace varias décadas ya, se publicó en la revista Medicina Clínica un decálogo profesional sobre el médico del futuro: 
1. Un médico que trate enfermos, no enfermedades 
2. Un médico con actitud crítica 
3. Un médico comunicador y empático 
4. Un médico responsable individual y socialmente 
5. Un médico que tome buenas decisiones para el paciente y para el sistema 
6. Un médico líder del equipo asistencial 
7. Un médico competente, efectivo y seguro 
8. Un médico honrado y confiable 
9. Un médico comprometido con el paciente y con la organización 
10. Un médico que vive los valores del profesionalismo 

Y es una reflexión que hago con mis alumnos en cada grupo de rotatorio en el taller de comunicación médico-paciente, Y que como allí comentamos, es un decálogo que aceptaríamos como válido para cualquier profesión, pero que es capital en una profesión tan humana y humanista como es el ejercicio de la Medicina. 

Pues bien, frente a este decálogo, vale la pena reflexionar sobre otro decálogo, el de los pecados de la Medicina y que fueron descritos como siete hace un tiempo por el médico británico Richard Asher, pero al que se le han añadido tres, quizás por haberse vuelto más evidentes actualmente. 

1. Oscuridad. Las palabras habladas y escritas existen para facilitar la comunicación entre las personas, por lo que el uso de palabras y expresiones complicadas dificulta la comprensión del paciente, quien es el más interesado en entender su propia enfermedad. Así, nuestra falta de claridad verbal (cabe evitar tecnicismos con los pacientes) y el uso de mala caligrafía hace más oscura la comunicación. 

2. Crueldad. Asher define algunas de estas crueldades, como comunicar un diagnóstico de una enfermedad grave sin el mínimo de empatía o dejar de comunicar aquellas cosas cruciales para el paciente, someter a los pacientes a exámenes, tratamientos y procedimientos inútiles, innecesarios y molestos, o someter a personas en fase terminal a tratamientos que solo aumentan su sufrimiento. 

3. Falta de educación. Porque en relación a los pacientes hay cosas fundamentales como presentarse al hacer el primer contacto y siempre demostrar buenos modales al tratar con personas ya fragilizadas por la enfermedad. Es decir, utilizar “la medicina basada en la etiqueta” ya publicada en NEJM. 

4. Hiperespecialización. No es que esté mal que un médico se especialice en determinada área, lo que parece ser un problema es el resultado de fragmentar los cuidados de las personas, con resultados no siempre benéficos. 

5. Espanofilia. Término que viene a referirse no el amor a lo español, sino al amor por lo raro. Esto es muy común en algunas fases de la vida profesional y en determinadas especialidades, donde se pueda dar preferencia a lo raro y se dejan pasar cosas comunes. 

6. Mal sentido. Como contraposición al buen sentido, básico para cualquier aspecto de la vida y más en el desarrollo de la profesión médica. 

7. Pereza, Y que es diferenciada por Asher como física (no realizar una adecuada anamnesis y exploración física) y mental (no profundizar en el estudio para reflexionar, cuestionar y sacar sus propias conclusiones). 

Y tras estos siete pecados capitales descritos por Asher, tres más propios del estado actual de nuestra profesión. 

8. Prisa. La prisa no es una buena consejera, ni para el tiempo que dedicamos a una consulta médica ni para los tiempos de curación previstos. En un mundo internético cada vez más virtualizado e inmediatista, merece hacer una reflexión al respecto. 

9. Neomanía. Es decir, esa tendencia a pensar que todo lo que es más nuevo es mejor simplemente por ser más nuevo. Esto nos lleva al exceso en el uso de nuevos medicamentos y tecnologías que no siempre son beneficiosos y que muchas veces no añaden nada a los cuidados más allá de su costo exorbitante. Aplicar la prevención cuaternaria y algunos pasos del “menos es más” puede resultar importante. 

10. Certeza. Se dice que existen pocas cosas más peligrosas que un médico lleno de certezas, pues en nuestra profesión lo que tenemos, la mayoría de las veces, son varias probabilidades, las cuales deben ser combinadas entre sí para llegar a una determinada conclusión. Es el reconocimiento de nuestras incertidumbres lo que puede hacer que el médico actúe en pro de la seguridad del paciente. 

Y es que conocer lo que debemos hacer y no hacer es un buen comienzo para ser mejores profesionales de la Medicina. Y estos dos decálogos (no el de Moisés) permiten una reflexión. Y reflexionar bien vale la pena…

lunes, 16 de agosto de 2021

El Juramento Hipocrático y sus variantes

 

El Juramento Hipocrático es un texto ético que recoge las obligaciones morales de los médicos para con sus pacientes, con el objetivo de orientarlos en su labor profesional. Es una tradición que se conserva en muchas universidades del mundo y sirve como rito de iniciación para que los médicos tomen conciencia de su papel a la hora de servir a la sociedad. 

Este texto tiene su origen en la antigua Grecia y es la primera forma de ética en el campo de la medicina . Se calcula que se escribió entre los siglos V y III a.C. Su nombre se debe al médico griego Hipócrates (460-370 d.C.), considerado el padre de la medicina occidental. Hipócrates fundó su propia escuela de medicina, que destacaba por su profesionalidad y disciplina. Según su método, había que anotar todos los descubrimientos y métodos de manera objetiva para poder adquirir conocimiento y compartirlo con otros médicos. Los Tratados Hipocráticos son una recopilación de textos de más de mil páginas sobre cuestiones médicas, aunque los expertos consideran que estos escritos fueron redactados por los discípulos de Hipócrates y no por el propio médico. 

La tradición dice que escribió el texto del Juramento para enseñar a sus discípulos a comprometerse con la profesión. Con los años, el texto se ha ido actualizando para adaptarlo a las necesidades de la sociedad actual. Actualmente hay varias versiones y, dependiendo del país y de la universidad, se recita una u otra. 

Recientemente pude revisar el libro del año 2020 “Manual de gestión emocional para médicos y profesionales de la salud. Transformar la vulnerabilidad en recurso”, cuya autora es Belén Jiménez Gómez. Y en el texto se recogen varios de estos “juramentos”, que bien vale recordar. 

1. Juramento Hipocrático clásico 

Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higía y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas, tomándolos como testigos, cumplir fielmente, según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso: 
Venerar como a mi padre a quien me enseñó este arte, compartir con él mis bienes y asistirles en sus necesidades; considerar a sus hijos como hermanos míos, enseñarles este arte gratuitamente si quieren aprenderlo; comunicar los preceptos vulgares y las enseñanzas secretas y todo lo demás de la doctrina a mis hijos y a los hijos de mis maestros, y a todos los alumnos comprometidos y que han prestado juramento, según costumbre, pero a nadie más. 
En cuanto pueda y sepa, usaré las reglas dietéticas en provecho de los enfermos y apartaré de ellos todo daño e injusticia. 
Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura. 
No tallaré cálculos sino que dejaré esto a los cirujanos especialistas. 
En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción, principalmente de toda relación vergonzosa con mujeres y muchachos, ya sean libres o esclavos. 
Todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable. 
Si el juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posterioridad. Pero si soy transgresor y perjuro, avéngame lo contrario. 

2. Convención Ginebra 1948 

En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. 
Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento del que son acreedores. 
Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. 
Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. 
Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos. 
No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. 
Tendré absoluto respeto por la vida humana. 
Aun bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. 
Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor. 

3. Juramento modificado por Louis Lasagna, 1964 

Prometo cumplir, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este pacto. 
Respetaré los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido los médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con aquellos que vengan detrás. 
Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico. 
Recordaré que la medicina no solo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico. 
No me avergonzaré de decir «no lo sé», ni dudaré en consultar a mis colegas de profesión cuando sean necesarias las habilidades de otro para la recuperación del paciente. 
Respetaré la privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los desvele. Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano el poder de tomar una vida; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad. Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios. 
Recordaré que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano enfermo cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad económica. Si voy a cuidar de manera adecuada a los enfermos, mi responsabilidad incluye estos problemas relacionados. Intentaré prevenir la enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la curación. 
Recordaré que soy un miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los sanos de cuerpo y mente así como los enfermos. 
Si no violo este juramento, pueda yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras viva y recordado con afecto después. Actúe yo siempre para conservar las mejores tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar a aquellos que busque mi ayuda. 

4. Versión adoptada por la 2ª Asamblea General de la AMM 
Ginebra, Suiza, Septiembre 1948 y enmendada por la 22ª Asamblea Médica Mundial Sydney, Australia, Agosto 1968 y la 35ª Asamblea Médica Mundial Venecia, Italia, octubre 1983 y la 46ª Asamblea General de la AMM Estocolmo, Suecia, Septiembre 1994 y revisada en su redacción por la 170ª Sesión del Consejo Divonne-les-Bains, Francia, Mayo 2005 y por la 173ª Sesión del Consejo, Divonne-les-Bains, Francia, Mayo 2006 y enmendada por la 68ª Asamblea General de la AMM, Chicago, Estados Unidos, Octubre 2017 

COMO MIEMBRO DE LA PROFESIÓN MÉDICA: 

PROMETO SOLEMNEMENTE dedicar mi vida al servicio de la humanidad; 
VELAR ante todo por la salud y el bienestar de mis pacientes; 
RESPETAR la autonomía y la dignidad de mis pacientes; 
VELAR con el máximo respeto por la vida humana; 
NO PERMITIR que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor se interpongan entre mis deberes y mis pacientes; 
GUARDAR Y RESPETAR los secretos que se me hayan confiado, incluso después del fallecimiento de mis pacientes; 
EJERCER mi profesión con conciencia y dignidad, conforme a la buena práctica médica; 
PROMOVER el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; 
OTORGAR a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que merecen; 
COMPARTIR mis conocimientos médicos en beneficio del paciente y del avance de la salud; 
CUIDAR mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar una atención médica del más alto nivel; 
NO EMPLEAR mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, ni siquiera bajo amenaza; 
HAGO ESTA PROMESA solemne y libremente, empeñando mi palabra de honor. 

Y esto entronca con una de las últimas entradas de Cine y Pediatría, titulada como “Juramento hipocrático, primero no dañar”. 

lunes, 11 de marzo de 2019

Profesionalismo médico: calidad y calidez


La ética y el profesionalismo constituyen el fundamento de la actividad de la medicina, que es una empresa intensamente moral. El profesionalismo no es sólo la base del contrato social de la medicina, sino, principalmente, una fuerza estructuralmente estabilizadora y moralmente protectora de la sociedad. El concepto de profesionalismo médico no es nada nuevo, pues hace décadas que se habla de él, pero reaparecen los artículos para concienciar y cimentar este fundamento esencial en nuestro quehacer. 

El profesionalismo incluye cuatro componentes fundamentales: 
1. Conocimiento especializado, o sea erudición y sabiduría en la medicina como ciencia. 
2. Autonomía en la toma de decisiones, que, en el caso específico de la medicina constituye la esencia del acto médico. 
3. Compromiso de servicio a la sociedad, en el contexto ético, moral y deontológico de la medicina. 
4. Autorregulación, que diferencia a las profesiones de los oficios. 

El Medical Professionalism Project plantea una hoja de ruta para el nuevo milenio: el fortalecimiento del profesionalismo médico, con base en tres principios y 10 compromisos. 

Los tres principios fundamentales son: 
1. Principio de primacía del bienestar del paciente. Se refiere a la obligación de servir los intereses del paciente, con altruismo en la construcción de la relación médico-paciente. Ni las fuerzas del mercado, ni las presiones sociales, ni las exigencias administrativas pueden interferir con la aplicación de este principio. 
2. Principio de la autonomía del paciente. Los médicos deben tener respeto por la autonomía del paciente, deben ser honestos y darle el poder para la toma de decisiones informadas sobre su tratamiento. Pero las decisiones del paciente no deben ir en contra de las prácticas éticas ni dar lugar a demandas por atención inadecuada. 
3. Principio de justicia social. La profesión médica debe propender por la justicia en los sistemas de salud, incluyendo la adecuada distribución de los recursos. Los médicos deben esforzarse en eliminar la discriminación en los servicios de salud, sea por raza, género, estatus socioeconómico, etnia, religión o cualquiera otra categoría social. 

Y los 10 compromisos profesionales son: 
1. Compromiso con las competencias profesionales. Los médicos deben estar comprometidos con el aprendizaje de por vida para mantener actualizados su conocimiento y habilidades en tal forma que siempre puedan prestar servicios de calidad, y la profesión médica establecer mecanismos para garantizar este objetivo. 
2. Compromiso de honestidad con los pacientes. Este compromiso implica que el médico provea información completa y honesta al paciente antes de su consentimiento para iniciar tratamiento. Si un paciente resulta lesionado como consecuencia del tratamiento, él o ella deben ser prontamente informados. El reporte en el análisis de los errores médicos sirve para la prevención y la implementación de estrategias de compensación. 
3. Compromiso con la confidencialidad. La confianza del paciente depende en grado extremo de la confidencialidad. Este principio es hoy de capital importancia, dada la amplia utilización de los medios electrónicos y la creciente accesibilidad a información genética. Sin embargo, el médico debe considerar el sacrificio de la confidencialidad si se pone en peligro el bien público, por ejemplo el daño que puede ocurrir a otros. 
4. Compromiso de mantener buenas relaciones con los pacientes. Dada la vulnerabilidad y dependencia de los pacientes, se deben evitar determinadas relaciones entre los médicos y sus pacientes, especialmente en cuanto a asuntos sexuales, explotación financiera u otro propósito similar. 
5. Compromiso de mejorar la calidad de la atención. Los médicos deben estar continuamente empeñados en la superación de la calidad de la atención. Esto se refiere no sólo a mantener sus competencias, sino también a la colaboración con otros profesionales para reducir el error médico, elevar los niveles de seguridad del paciente, minimizar la excesiva utilización de los recursos y optimizar el resultado final de la atención. Este propósito debe ser tanto una acción individual, como una acción colectiva a través de las asociaciones y sociedades profesionales y científicas. 
6. Compromiso de mejorar el acceso a los servicios de salud. Los médicos, en forma individual y colectiva, deben preocuparse por reducir las barreras al acceso a servicios de salud equitativos y de calidad. 
7. Compromiso con una distribución justa de los recursos finitos. El médico, al tiempo que brinda una atención adecuada para las necesidades del paciente, debe tener en cuenta el uso juicioso y costo-efectivo de los limitados recursos. La provisión de servicios innecesarios puede resultar en daño al paciente y desperdicia los recursos que deben estar disponibles para otros. 
8. Compromiso con el conocimiento científico. Mucho del contrato social de la medicina con la sociedad se basa en la integridad y el uso apropiado del conocimiento científico y de la tecnología. Los médicos deben ser baluartes de los estándares científicos, promover la investigación y crear nuevos conocimientos. 
9. Compromiso de mantener la confianza manejando los conflictos de interés. Los médicos y sus organizaciones se enfrentan a oportunidades que pueden poner en peligro sus responsabilidades profesionales cuando aceptan ganancias económicas o ventajas personales. Esto puede ocurrir en la relación con las industrias con ánimo de lucro, incluyendo las de los equipos médicos, las compañías aseguradoras y las casas farmacéuticas. 
10.Compromiso con las responsabilidades profesionales. Como miembros de una profesión, los médicos deben trabajar en colaboración a fin de maximizar la calidad de la atención, respetarse los unos con los otros y participar en el proceso de autorregulación, el cual incluye aplicar medidas disciplinarias a quienes fallen en la observación de los estándares profesionales. 

Recordamos estos tres principios y 10 compromisos, y recordamos el último artículo sobre la materia de mi buen amigo Pablo González, "Enseñando profesionalismo médico: una reflexión humanística", quien cita una frase del profesor Nuccio Ordine: "Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad".

Porque el profesionalismo da calidad y calidez a nuestra profesión...

lunes, 6 de agosto de 2018

Declaración de Ginebra, el Juramento Hipocrático moderno


El JURAMENTO HIPOCRÁTICO es un juramento público que pueden pronunciar los que se gradúan en medicina ante los otros médicos y ante la comunidad. Su contenido es de carácter ético, para orientar la práctica de su oficio. 

Durante casi dos milenios la medicina occidental y árabe estuvo dominada teóricamente por una tradición que, remontándose al médico griego Hipócrates (s. V a.d.C.), adoptó su forma definitiva de la mano de Galeno, un griego que ejerció la medicina en la Roma imperial en el siglo II. Según la tradición, fue redactado por Hipócrates o un discípulo suyo. Lo cierto es que forma parte del corpus hipocraticum, y se piensa que pudo ser obra de los pitagóricos. Los escritos de Galeno han sido el fundamento de la instrucción médica y de la práctica del oficio hasta casi el siglo XX. 

A partir del Renacimiento, época caracterizada por la veneración de la cultura grecolatina, el juramento empezó a usarse en algunas escuelas médicas, y esa costumbre se ha ido ampliando, desde el siglo XIX, en algunos países, y desde la Segunda Guerra Mundial en otros, aunque es completamente ignorada en muchos. Aun cuando sólo tenga en la actualidad un valor histórico y tradicional, allí donde se pronuncia, el tomarlo es considerado como un rito de pasaje o iniciación después de la graduación, y previo al ingreso a la práctica profesional de la medicina.

Pero el Juramento Hipocrático al leerlo llama poderosamente hoy la atención tal como podemos revisar en este enlace, por lo que fue actualizado por la DECLARACIÓN DE GINEBRA de 1948, tal como se nos recordó por la madrina de la última promoción de Medicina de nuestra Universidad Miguel Hernández, en un acto que tuvo lugar el pasado 16 de junio. La Dra. Colom dio lectura al clásico Juramento Hipocrático, y también a su versión moderna, mediante la Declaración de Ginebra. Un árbol hipocrático con tres ramas clave: 1) Transmisión del conocimiento, 2) Buena praxis, y 3) Secreto profesional.

Como el sucesor contemporáneo del juramento hipocrático de 2.500 años, la Declaración de Ginebra, que fue adoptada por la Asociación Médica Mundial (AMM) en su segunda Asamblea General en 1948, describe en términos concisos los deberes profesionales de los médicos. La versión actual de la Declaración, que hasta este momento se enmendó solo mínimamente en los casi 70 años desde su adopción, aborda una serie de parámetros éticos clave relacionados con la relación médico-paciente, la confidencialidad médica, el respeto por los maestros y colegas y otros asuntos. Una versión revisada recientemente adoptada por la Asamblea General de la AMM el 14 de octubre de 2017, incluye varios cambios y adiciones importantes.

Os dejamos la versión que actualmente se lee (o bien se combina la lectura del Juramento Hipocrático original con esta versión):

COMO MIEMBRO DE LA PROFESIÓN MÉDICA: 
• Me comprometo solemnemente a dedicar mi vida al servicio de la humanidad.
• La salud y el bienestar de mi paciente serán mi primera consideración.
• Respetaré la autonomía y la dignidad de mi paciente.
• Mantendré el máximo respeto por la vida humana.
• No permitiré que consideraciones de edad, enfermedad o discapacidad, credo, origen étnico, género, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, posición social o cualquier otro factor puedan intervenir entre mi deber y mi paciente.
• Respetaré los secretos que se me confían, incluso después de que el paciente haya muerto.
• Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad y de acuerdo con una buena práctica médica.
• Fomentaré el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica.
• Brindaré a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que les corresponde.
• Compartiré mi conocimiento médico para el beneficio del paciente y el avance de la atención médica.
• Atenderé a mi propia salud, bienestar y habilidades para brindar el cuidado del más alto nivel.
• No utilizaré mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades civiles, incluso bajo amenaza.
• Hago estas promesas solemnemente, libremente y por mi honor.

 Aunque seguro que la mayoría conocen este particular, conviene recordarlo a menudo… y quizás no solo cuando acabamos nuestra formación (quizás porque la formación médica no acaba nunca).

viernes, 16 de marzo de 2018

Ser médico


Ayer, mi buen y docto amigo Enriqe Ortega (que primero fue padre de una pequeña paciente en nuestro hospital, la gran Jimena), me regaló este vídeo: SER MÉDICO, una coproducido del Instituto de Ética Clínica Francisco Vallés–UE y la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), y que pretende destacar las virtudes que debe tener un médico para ser un buen médico. 

“Yo nací para médico y no lo cambiaría por nada”. “Es la única profesión que merece la pena”. “La razón de ser médico es el paciente”.  Estas son algunas de las afirmaciones que cierran el documental. Estructurado en siete virtudes que debe tener el médico (voluntad, sacrificio, investigación, humanidad, excelencia, universalidad y compromiso), cuenta con los testimonios del presidente del director de cine José Luis Garci, del líder sindical y médico José María Fidalgo, del filósofo Javier Sádaba, del presidente del ICOMEM D. Miguel Ángel Sánchez Chillón, y de otros médicos jóvenes y no tan jóvenes. Además, recoge las grabaciones históricas recuperadas del Dr. D. Santiago Ramón y Cajal, del Dr. D. Severo Ochoa, del Dr. D. Gregorio Marañón, del Dr. D. Carlos Jiménez Díaz o del Dr. D. José María Segovia de Arana. 

Vale la pena revisar los 26 minutos del documental. 
Y de paso, revisar algunos post que ya hemos publicado en este blog sobre el tema, como: 

Y aquí recordamos un decálogo básico del perfil profesional deseable para el médico del futuro: 
1)  Un médico que trate enfermos, no enfermedades 
2)  Un médico con actitud crítica 
3)  Un médico comunicador y empático 
4)  Un médico responsable individual y socialmente 
5)  Un médico que tome buenas decisiones para el paciente y para el sistema 
6)  Un médico líder del equipo asistencial 
7)  Un médico competente, efectivo y seguro 
8)  Un médico honrado y confiable 
9)  Un médico comprometido con el paciente y con la organización 
10)Un médico que vive los valores del profesionalismo

 

sábado, 17 de septiembre de 2016

Cine y Pediatría (349). "Manos milagrosas" en la neurocirugía pediátrica


Dos especialidades médicas y quirúrgicas son especialmente proclives a la épica en Medicina, más en la medicina del niño y adolescente, nuestra Pediatría: las que afectan al corazón y las que afectan al cerebro. Ni mucho menos queremos decir con esto que el resto tengan menos importancia (y especialmente la siempre presente Oncología Pediátrica), pero el consciente e inconsciente colectivo nos lleva a estos dos órganos esenciales del organismo y las historias que hay detrás. 

Ya revisamos una historia especial alrededor de la Cardiología y Cirugía cardíaca pediátrica: A corazón abierto (Joseph Sargent, 2004) con un significativo título original, "Something the Lord made", la historia de tres profesionales (Vivien Thomas, Alfred Blalock y Helen Taussing) que marcaron un momento clave de la cirugía cardíaca. Y hoy revivimos otra película especial, en este caso alrededor de la Neurocirugía pediátrica: Manos milagrosas (Thomas Carter, 2009) con el título original de "Gifted Hands: The Ben Carson Story", la historia de Ben Carson, un neurocirujano pediatra de renombre conocido por realizar operaciones de muy alto riesgo y con una historia de superación digna de la gran pantalla, y en la que podemos revisar en su biografía que ha combinado con su faceta de filántropo, escritor, seguidor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y político (llegó a ser precandidato presidencial republicano de Estados Unidos este mismo año 2016). 

Ben Carson llegó a ser conocido por sus habilidades quirúrgicas e innovadoras técnicas que le hicieron acceder a tratar casos desesperados. Entre ellas se cuentan el primer tratamiento intrauterino para aliviar la presión sobre el cerebro en hidrocefalia fetal, convirtiéndose en el primer cirujano en operar a un feto dentro del útero. Además, Carson realizó en 1985 un peligroso procedimiento quirúrgico, la hemisferectomía, que consiste en extraer la mitad del cerebro en pacientes con epilepsias graves rebeldes refractarias al tratamiento y con lesión orgánica demostrable. Y también, y es el motivo sobre el que gravita esta película, Carson se hizo conocido como un experto en uno de los tipos de cirugía más difíciles: la separación de gemelos siameses

Y así comienza Manos milagrosas. Primeras escena: Ulm, Alemania Occidental, 1987; a un matrimonio se le da una mala noticia, que intuimos por la prueba de imagen del fondo. Segunda escena: Hospital John Hopskings, Baltimore, y allí reconocemos en la sala de quirófano una operación de neurocirugía, donde le presentan el caso de la familia alemana al prestigioso Dr. Carlson. Son dos gemelos que comparten el cráneo, lo que se conoce como craneópagos: son Johan y Stephan Rausch... 

Y a continuación un largo flash back que ocupa la mayoría de los 90 minutos de metraje, un flash back de su infancia, adolescencia, juventud y madurez (aquí interpretado por Cuba Gooding Jr.). Porque Ben Carson tenía muy pocas posibilidades de triunfar en la vida. Hijo de padres separados, afroamericano criado en la pobreza y rodeado de prejuicios raciales, tuvo una infancia con muy poca confianza en sí mismo (aunque su madre le decía: "Tienes todo el mundo aquí adentro. Solo tienes que ver más allá de lo que puedes ver"), una adolescencia en que se volvió un niño irascible y un mal estudiante. Aun así, su madre, su eterno gran apoyo, siempre creyó en él, fomentó su imaginación, su inteligencia y, sobre todo, la confianza en sí mismo. Fue precisamente esa fe la que hizo cambiar y que en una de esas historias de superación, se convirtiera en uno de los mejores neurocirujanos del mundo. 

Conviene recordar la escena en que consigue el premio al mejor expediente académico del instituto y entonces oímos las palabras de la directora, tan negativas como equivocadas: "Benjamin es un chico de color. No tiene padre reconocido. Vino a nosotros con una enorme desventaja. No hay razón por la que ustedes no lo hicieran mejor que él. ¿Qué ocurre con ustedes? Deberían estar avergonzados". La cara de Benjamín y de su madre nos lo dice todo... Pero ya se sabe en la vida: de las dificultades se sale ganando si lo leemos bien. Y ellos lo hicieron. Porque la gente se equivoca, pero el destino no. 

Y la película prosigue por etapas importantes de su vida: en 1969 logra ingresar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, y allí se enfoca a la Neurocirugía, simplemente porque el cerebro le apasiona. En 1976 logra todo un reto: ser el primer afroamericano en incorporarse como residente en la John Hopkins, entidad que solo acepta dos estudiantes al año en Neurocirugía frente a cientos de aspirantes. En 1985 logra la plaza de Jefe de Neurocirugía Pediátrica de tan prestigioso hospital, y allí comienza a ver casos sindrómicos bien complicados de Von Hippel Lindau, de Rasmunssen, de epilepsias graves rebeldes polirresistentes a fármacos, etc. Y ya en 1987 se le considera ya uno de los mejores neurocirujanos pediátricos del mundo... Porque tuvo fe y esa fe le acompañó durante su formación y profesión. 

Porque la película nos muestra la belleza y la magia de aprender, del conocimiento, del superarse a sí mismo, de la nobleza de ser un poco mejor cada día y salir del analfabetismo. Le pasó a Ben, a su hermano y le pasó a su madre..., quien era analfabeta y no quiere lo mismo para sus hijos, que iban por el mismo camino. Las imágenes frente a la tele en blanco y negro viendo un programa cultural de preguntas (al estilo de nuestro "Cifras y Letras") es una forma bien sencilla de contarnos los avances conseguidos por ellos... O también esa costumbre tan extendida en las escuelas estadounidenses de deletrear, y que tuvimos de revisar en Cine y Pediatría en la película Spellbound, Al pie de la letra (Jeffrey Blitz, 2002). 

Y el colofón de toda película de estas características: "Los gemelos Rausch sobrevivieron a la cirugía y regresaron a Alemania donde viven en la actualidad. Ben Carson ha operado desde entonces cinco pares de gemelos craneópagos. Ha operado a cientos de niños y hoy en día las hemisferectomías son tratamientos aceptados en niños propensos a convulsiones frecuentes y graves. El Dr. Carson continua como Jefe de Neurocirugía Pediátrica del hospital Johns Hopkins. Él y su esposa Candy fundaron la Beca Carlson que se otorga a estudiantes que se esfuerzan por lograr la excelencia académica". 

Así son las historias que merecen ser contadas. Excelencia académica, excelencia profesional para conseguir unas manos milagrosas... Esa manos milagrosas que hoy se han visto relacionadas con la neurocirugía pediátrica, pero que es posible conseguir en cualquier especialidad pediátrica y en cualquier área de la medicina. Los pacientes lo esperan de nosotros.