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sábado, 24 de mayo de 2025

Cine y Pediatría (802) “Aftersun”, crema solar para una relación paterno-filial

 

Son muchas las óperas primas de directores y directoras de cine que causaron un gran impacto y llegaron a convertirse en películas de culto. Algunas ya las hemos tratado en Cine y Pediatría, y baste recordar títulos como Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959), El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), Tasio (Montxo Armendáriz, 1984), Kids (Larry Clark, 1995), Las vírgenes suicidas (Sofía Coppola, 1999), American Beauty (Sam Mendes, 1999), Boys Don´t Cry (Kimberly Peirce, 1999), El bola (Juanma Bajo Ulloa, 2000), Ghost World (Terry Zwigoff, 2001), Hard Candy (David Slade, 2005), Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2006), Adiós pequeña, adiós (Ben Afleck, 2007), Yo maté a mi madre (Xavier Dolan, 2009), Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin, 2012), Verano 1993 (Carla Simón, 2017), Carmen y Lola (Arantxa Echevarria, 2018), Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa, 2022), 20.000 especies de abeja (Estibaliz Urresola Solaguren, 2023), entre otras. Y hoy llega otra ópera prima, considerada por algunos como una película de culto en el cine independiente británico, Aftersun (Charlotte Wells, 2022), conmovedora carta de amor y reconciliación de una hija a su padre en unas vacaciones pasadas en la costa de Turquía en la década de los 90. Con una puesta en escena sutil, una estructura narrativa fragmentada (donde se combina grabación profesional e imágenes de video casero de nuestros protagonistas, lo que la hace más real) y un trabajo actoral conmovedor, la directora construye una historia que resuena de manera íntima con quienes alguna vez han intentado reconstruir momentos del pasado. 

A la costa del mar Egeo, en la ciudad turca de Ayvalik, y a un complejo turístico de poco lujo, llegan la adolescente escocesa de 11 años, Sophie (Francesca Corio, seleccionada tras un casting de más de 800 jóvenes), y su padre, Calum (Paul Mescal, en una interpretación que fue muy premiada, incluyendo la nominación a mejor actor en los Premios Óscar). Y ese recuerdo de hace dos décadas lo rememora una Sophie adulta (Celia Rowlson-Hall) que nos aparece de forma recurrente bailando en lo que parece ser una discoteca. Sophie, que vive separado de su padre, le dice: “Me gusta que compartamos el mismo cielo”. A través de una serie de videos caseros, Sophie rememora los tiernos recuerdos de las vacaciones junto a su idealista padre, lo que le permite ir conformando las memorias (reales o imaginarios) de aquel mundo a su alrededor: tiempo de piscina, de juegos de billar, de visita a tiendas de alfombras, de mar, de ajedrez, de excursiones contratadas, de karaoke, de crema antisolar,… Y es que el guion, de la propia Charlotte Wells, está compuesto de su propia infancia y el ajuste de cuentas pendientes con su padre. 

La película es un retrato sensible y conmovedor de la relación entre un padre y una hija en el que las imágenes hablan por sí solas. Y ello con ángulos de cámara imposibles, desenfocados a veces, y esas tomas debajo del agua, aderezados con canciones de aquel verano que transitan entre el inevitable “Macarena” de Los del Río al “Losing My Religion” de R.E.M., concluyendo con esa última noche en el resort al ritmo de “Under Pressure” de David Bowie y Queen. Y en esos días de verano vacacional aparecen las confesiones del padre: “Tengo la sensación de que cuando te vas del lugar donde creciste, ya no formas parte de este sitio. No del todo. Y Edimburgo nunca sentí que era de allí realmente”. Y los consejos a su hija: “Puedes vivir donde quieras. Ser quien quieras. Tienes tiempo”. Y aquella nota guardada: “Sophie, te quiero mucho. Lo olvides nunca. Papá”. 

En Aftersum es clave la naturalidad en la interpretación de Paul Mescal y Francesca Corio. Se cuenta que pasaron dos semanas juntos en un hotel resort antes de comenzar el rodaje, permitiéndoles construir un vínculo auténtico que se refleja en pantalla. Y también destaca la excelente dirección de fotografía de Gregory Oke, que captura la calidez de los recuerdos con una luz tenue y texturas de video que evocan la sensación de mirar un fragmento del pasado atrapado en el tiempo. Con una sensibilidad casi etérea, no es solo una historia de un padre y una hija, sino un retrato de la memoria en su forma más elusiva y narrada de forma fragmentada, lo que nos aproxima a ese recuerdo desdibujado por el paso del tiempo. 

Una relación padre-hija en el séptimo arte con la sensibilidad de lo “indie”, y que se suma a otras películas con esta misma temática bajo distintos primas del caleidoscopio emocional - por cierto, algunas también óperas primas de sus directores -: Luna de papel (Peter Bogdanovich, 1973), Todo está perdonado (Mia Hansen-Löve, 2007), Magical Girl (Carlos Vermut, 2014) o La princesa de la fila (Max Carlson, 2019).    

 

sábado, 23 de octubre de 2021

Cine y Pediatría (615) “Uno para todos”, todo un compromiso por la reconciliación


Es Caspe una pequeña localidad zaragozana con menos de 10.000 habitantes, capital de la Comarca del Bajo Aragón, Y a la que se le conoce como “la ciudad del Compromiso”, un hecho que marcó nuestra historia y que tuvo gran influencia en el desarrollo de la Monarquía Española. Porque el Compromiso de Caspe fue un pacto establecido en 1412 por representantes de los reinos de Aragón y de Valencia, así como del principado de Cataluña, con el objetivo de elegir un nuevo rey ante la muerte en 1410 de Martín I de Aragón (el Humano) sin descendencia y sin nombrar un sucesor aceptado. Acaeció que dos años y medio después de la muerte de María de Luna, esposa de Martín el Humano, falleció Martín el Joven, el único hijo que habían tenido; y aunque el rey había conseguido legitimar como hijos suyos a varios bastardos, estos no eran aceptables según el derecho de herencia aplicable. Fueron seis los candidatos, todos ellos vinculados a la corona de Aragón, y con alguna relación familiar con Martin el Humano, y donde Fernando de Trastámara, infante de Castilla y su sobrino, fue el elegido. 

Y esta introducción es para adentrarnos en la película española Uno para todos (David Ilundain, 2020), cuya historia tiene lugar en Caspe. Pero el título no debe confundir con una película de mosqueteros, o un película histórica, tampoco un western. Nos encontramos ante la enésima aproximación al tema de un profesor que se enfrenta a un peculiar grupo de alumnos. En este caso un maestro interino que viene a hacer una sustitución en pleno curso de sexto de Primaria, allí donde en los alumnos se mezclan aspectos como el cáncer en la infancia y el acoso escolar

La canción “Tornarás a tremolar” del grupo Mishima suena en el coche de nuestro protagonista, Aleix (David Verdaguer), un joven maestro catalán que llega a un nuevo destino. Escaso equipaje para un destino fugaz de maestro sustituto en este pequeño pueblo en la provincia de Zaragoza. Alquila un piso al dueño del bar e inicia su andadura en su nueva clase. Allí donde enseguida conoce que falta un alumno, Carlos (Néstor Romero), a quien se le detectó un linfoma a final del pasado curso. Se interesa por este chico, que vive solo con una madre superprotectora y allí conoce a Ana (Patricia López Arnáiz), su profesora domiciliaria con quien establece una peculiar relación: “Lo niños son supervivientes por definición”, le dice. 

El tiempo que dedica a la clase y a apoyar a Carlos, llenan los días de Aleix (nombre que le sustituyen por el de Alex en la escuela), un joven por si introvertido y que nos confiesa que desde la muerte de su padre no se habla con su madre y hermanos. Su patrono lo intuye cuando le dice “Tú no tenías ganas de venir a este pueblo. Te sentirás solo”. Y él le contesta: “Tengo 18 alumnos en clase”. Pero pronto descubre que la pronta vuelta de Carlos a clase no es bienvenida por casi nadie, pues acosaba a muchos de ellos con distintas formas de lo que conocemos con el anglicismo “bullying”. El compromiso del maestro con su clase y este conflicto a solucionar le lleva a ofrecerles, aprovechando los conocimientos informáticos de Carlos, la idea de crear un videojuego de superhéroes, siendo ellos los protagonistas. Y parece funcionar, pues, no sin dificultad, poco a poco llega la reconciliación de Carlos con su clase al finalizar el curso. 

Y con el fin del curso, Aleix deja la escuela, la casa alquilada y el pueblo. Y antes de partir en el coche unas lágrimas preceden a la llamada por teléfono a su madre. Y, así, su compromiso con la reconciliación tuvo también efectos en sí mismo. Y cuando parte en coche, vuelve a sonar la misma canción que al principio. 

Es Uno para todos, aparentemente, una película menor o quizás ya vista, pero con valores. Así lo ha reconocido la última edición de los Premios Cinematográficos José María Forqué, al concederle como merecedor del premio Cine y Educación en Valores. Cabe tener en cuenta que estos premios fueron creados en 1996 por la Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales (EGEDA) y son sus objetivos fundamentales contribuir a la promoción del sector audiovisual español, premiando la película con mayores valores técnicos y artísticos de entre las estrenadas cada año en España. También esta película tuvo otra nominación, para David Verdaguer como Mejor actor principal, y es que este actor está entre lo mejor de la película, un buen actor al que ya conocemos en Cine y Pediatría con otras películas con valores y con compromiso: Verano 1993 (Carla Simón, 2017) y Los días que vendrán (Carlos Marques-Marcet, 2019). 

Y es así como Uno para todos es una historia que tiene un compromiso con la reconciliación. Y ello en Caspe, “la ciudad del Compromiso”.