sábado, 5 de enero de 2019

Cine y Pediatría (469). “El libro secreto de Henry” y la complicidad del silencio


“La mayoría de la gente es buena. Y digo la mayoría, porque siempre sabemos que hay algún imbécil suelto. La gente buena sabe muy bien como relacionarse: te respetan e, incluso a veces, te sonríen. Aunque otras no es así”.  Con esta voz en off nos adentramos a una historia llena de matices, de emociones y reflexiones, de vivencias y experiencias, de enseñanza y aprendizajes para no olvidar. Una película especial para comenzar bien el 2019 desde el punto de vista cinematográfico: El libro secreto de Henry (Colin Trevorrow, 2017). 

Una película con un resumen tan sencillo como complejos los mensajes, en la que conocemos a Susan Carpenter (Naomi Watts), una madre soltera con dos hijos: Peter (Jacob Tremblay), de 8 años, y Henry (Jaeden Lieberher), un niño superdotado de 12 años que se encarga de gestionar el hogar mientras trata de salvar a su vecina y amiga Christina (Maddie Ziegler) de los presuntos abusos de su padrastro, un jefe de policía de la ciudad. 

Y con ello conocemos a los cinco nombres que hace de este film una película argumental en Cine en Pediatría: 
- En primer lugar, el director estadounidense Colin Trevorrow, quien, después de dirigir y escribir  dos años antes Jurassic World, cambia radicalmente de registro y se atreve a abordar este profundo y conmovedor drama con tintes de suspense, gracias al primer guión para la gran pantalla del autor de novelas criminales Gregg Hurwitz, capaz de mezclar tramas de familias disfuncionales, pederastia, dramas médicos, historias de pérdidas y de encuentros, así como algunos inesperados giros. 
- Naomi Watts, la actriz que sigue paseando su belleza en películas del estilo de Mulholland Drive (David Lynch, 2001), 21 gramos (Alejandro González Iñárritu, 2003), King Kong (Peter Jackson, 2005) o Lo imposible (Juan Antonio Bayona, 2012),  y que aquí interpreta a Susan, una madre que escribe cuentos para niños y trabaja de camarera, una madre algo inmadura y que consulta todas sus decisiones con su inteligentísimo hijo. Una Naomi Watts que no es ajena a Cine y Pediatría, pues ya ha estado presente en tres películas: Madres e hijas (Rodrigo García, 2009), Dos madres perfectas (Anne Fontaine, 2013) y St. Vincent (Theodore Melfi, 2014) y que en esta película se atreve incluso a cantar el tema principal, la canción “Your Hand I Will Never Let It Go” de Steve Nicks. 
- Y tres jóvenes actores en apogeo, dos chicos y una chica. Los chicos ya han estado presentes también en Cine y Pediatría: Jaeden Lieberher hizo tándem con Naomi Watts en St Vincent y Jacob Tremblay ha sido el protagonista de dos películas icónicas, como La habitación (Lenny Abrahamson, 2015) y Wonder (Stephen Chbosky, 2017). Y la chica es una joven bailarina, gimnasta y modelo estadounidense, Maddie Ziegler, quien debuta en el cine con esta película, pero que reconocemos como la musa de la cantante australiana Sia en la mayoría de su videoclips de mayor éxito: “Chandelier”, “Elastic Heart”, “Big Girls Cry”, “Cheap Thrills” o “The Greatest” y siempre con sus icónicas pelucas. 

Henry es un niño extremadamente ingenioso y maduro que vive de acuerdo a una sencilla y firme premisa: "si alguien le hace daño a otra persona, entonces sí es asunto nuestro". Con esta premisa intenta defender a su vecina, quien sufre cada noche los actos de pederastia de su padrastro, y Henry lo denuncia a la directora del colegio, a los teléfonos de ayuda al maltrato, y a su propia madre, pero no encuentra apoyo ni comprensión. Porque el silencio es cómplice y más en un tema como el de los abusos infantiles y el maltrato a la mujer, dos circunstancias que vive nuestro protagonista y contra las que se rebela. 

Y así describe Henry su legado en el colegio: “Podría seguir hablando de cómo dejar huella, pero ¿no acaba siendo una tirita para nuestra crisis existencial?...Pero nuestro legado no queda reflejado en nuestro curriculum ni en nuestra cuenta corriente. Es con quien tenemos suerte de compartir nuestras vidas y qué podemos dejarles. Lo único que hoy sabemos es que hoy estamos aquí. Hagámoslo lo mejor posible estando en este lado. Y eso es lo que pienso de mi legado”. Y parece premonitorio en su vida, pues a mitad de metraje nuestro protagonista presenta un status epiléptico y se le descubre una masa cerebral, que resulta sorprende como él interroga al propio neurocirujano sobre las posibilidades diagnósticas, un ependimoma o un glioblastoma, ya extendido y sin curación. Y con su muerte deja una gran tristeza (pocos dolores son comparables para un hijo adolescente que conoce su fin y para una madre), pero también un gran legado en forma de su libro rojo, su libro secreto y sus secretos. 

Y el tercio final de la película adquiere el formato de thriller de suspense, con la combinación de la escenas de Susan cumpliendo la misión que le dejó grabada Henry con las escenas de la representación de Got Talent del colegio, allí donde Christina/Maggie Ziegler realiza uno de sus habituales danzas. Y Susan consigue vencer el silencio, y se enfrenta al padrastro: “Visitas a urgencias, ausencias en la escuela, moratones, llamadas a servicios sociales borradas por tu hermano. Henry lo registró todo. Y nunca supiste que te estaba observando… Me aseguraré de que nunca más le vuelvas a poner la mano encima a esa niña. Y te haré pagar por lo que has hecho. ¡ Mírame ¡, quiero que veas a quién te enfrentas ahora”. 

Y un colofón tan duro como esperanzador, con la grabación final de Henry: “A veces una buena historia te recordará quién quieres ser. A lo mejor por eso hay tantas. Historias sobre el bien y el mal. Historias sobre el triunfo del espíritu humano. Historias sobre la vida y la muerte y cómo hay que seguir con una a pesar de la otra. Esta historia es sobre tú y yo, sobre mi hermano y la chica que vivía al lado. Pero ya no es mi historia. Es la tuya”. Y yo añado, es la nuestra. 

Es El libro secreto de Henry una película con posiciones extremas de los críticos de cine. No me voy a poner de lado de ninguno, ni de los que hablan de sus defectos ante un guión imposible y poco creíble, ni del lado de los que ven en ella una película valiente con el recuerdo del buen cine de los años 80. Lo que si puedo decir es que es una buena película para ver en familia, una maravillosa carta de amor a los buenos sentimientos, y que transita del drama al thriller dejándonos continuas emociones y reflexiones sobre diferentes temas. 

Y el mensaje principal es claro: no debemos ser cómplices de las injusticias con nuestro silencio.

 

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