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lunes, 28 de julio de 2025

Terapia cinematográfica (15). Prescribir películas para entender el tabú del incesto en menores

 

El término incesto proviene del latín incestus, que significa “no casto”, y define a esas relaciones o encuentros sexuales entre individuos cuya línea de consanguineidad es muy cercana dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio, tal como las relaciones entre madres o padres con sus hijos, encuentros íntimos entre hermanos, y otras. 

El incesto es considerado un tabú casi universal en las sociedades humanas, aunque la definición de "pariente cercano" varía culturalmente. A lo largo de la historia, encontramos referencias al incesto en muchas mitologías del mundo, incluida la mitología griega, egipcia, mesopotámica e incluso en ciertas tradiciones indígenas y orientales. Otro lugar común del incesto es dentro de las familias reales, donde se practicaba para mantener la pureza del linaje o el poder concentrado. 

El incesto con menores de edad es un delito grave en la mayoría de los países, ya que implica una combinación de dos factores criminales: relaciones sexuales entre familiares cercanos y abuso sexual infantil. Y es que las consecuencias del incesto son devastadoras y de largo alcance, afectando profundamente a todos los miembros de la familia: principalmente a las víctimas (a los menores), pero también a otros miembros de la familia y a los mismos perpetradores. La intervención temprana, el apoyo psicológico especializado y la aplicación de la ley son fundamentales para proteger a las víctimas y abordar las complejas dinámicas familiares involucradas. Cabe recordar que ya tratamos previamente el tema del abuso sexual infantil en esta serie de Terapia cinematográfica y enumeramos el incesto entre los tipos de abuso, pero dado el profundo impacto de esta situación es por el que hacemos un análisis individualizado. Porque ningún tema escapa de las pantallas del cine, y el incesto tampoco lo ha sido. Y desde esta sección de Terapia cinematográfica hoy recogemos 7 películas argumentales alrededor del incesto con víctimas menores de edad en la familia. Estas películas son, por orden cronológico de estreno: 

- Lolita (Stanley Kubrick, 1962), para debatir sobre la moralidad que arrastra desear a tu hijastra adolescente. 

- El soplo al corazón (Le soufflé au coeur, Louis Malle, 1971), para adentrarnos en la relación incestuosa aceptada entre una madre y su hijo adolescente. 

- La luna (Bernardo Bertolucci, 1979), para confrontar la compleja relación de amor y autodestrucción alrededor del complejo de Edipo. 

- The War Zone (La zona oscura) (The War Zone, Tim Roth, 1999), para reconocer que el tabú del incesto es una zona oscura que cabe iluminar con la denuncia. 

- Precious (Lee Daniels, 2009), para sumergirnos en la grave problemática familiar y social que acompaña con frecuencia al incesto. 

- Reina de corazones (Dronningen, May el-Toukhy, 2019), para sentir que las relaciones incestuosas no son ninguna aventura de Alicia en el País de las Maravillas. 

- Dalva (Emmanuelle Nicot, 2022), para lograr vencer el síndrome de Estocolmo del incesto en menores de edad. 

Siete películas argumentales para sentir las aristas de un tema tan complicado y espinoso sobre el que no podemos, ni debemos, volver la vista a otro lado. Aquí no es un tema de dioses ni de reyes, sino de niños, niñas y adolescentes que transitan en sus familias en zonas oscuras para la mente, el alma y el corazón. 

Se puede revisar el artículo completo en este enlace o en este otro.

sábado, 5 de julio de 2025

Cine y Pediatría (808) “The Tale”, un cuento que nunca debiera contarse

 

"La historia que estáis a punto de ver es cierta, al menos hasta lo que yo sé...". Así comienza la película distribuida por HBO para la televisión por título The Tale (Jennifer Fox, 2018), una dura e impactante historia real basada en la propia experiencia vivida por la directora del filme, un drama psicológico que cuenta la historia de esta consolidada documentalista,  sobre su abuso sexual en su niñez, del cual toma conciencia cuando su madre (Ellen Burstyn) encuentra un ensayo suyo que escribió cuando tenía 13 años, un texto que revela una relación abusiva con un hombre adulto, que en su momento ella percibía como una historia de amor. Buen guión en dos tramas de espacio tiempo, con continuos saltos temporales al presente de una Jennifer adulta (Laura Dern) y al pasado de una niña y adolescente Jenny (Isabelle Nelisse) que se nos presenta como la anti-Lolita, todo lo contrario a una niña-mujer seductora. Una película para comprender cómo se van tejiendo las historias de abuso entre un adulto y una menor, una iniciación sexual que, por su carácter traumático, se le presenta como algo ambiguo y confuso. Y ahora nuestra protagonista (y directora) tiene que enfrentarse a ello, afrontar sus recuerdos y sanar sus heridas. Una película dura, pero que merece ser vista y analizada. 

Es interesante la manera cómo la mujer se enfrenta a la verdad de un recuerdo idealizado y que oculta lo que tuvo de terrorífico. Y en dos momentos, al principio y final de la historia, aparece esta vez en off de Jenny: “He conocido a dos personas muy especiales a las que cada vez quiero más. Imaginen a una mujer que está casada y a un hombre que está divorciado. Tengo la enorme suerte de compartir el amor de los dos”. Y esas dos personas son Jane, la Sra. G (Elizabeth Debicki), su entrenadora de caballos, y Bill (Jasson Ritter), el entrenador físico que colabora en la escuela de equitación. Entre ellos y las alumnas que acuden a ese centro existe una peculiar relación, especialmente con Jenny, a la que acaban confesando que ellos son amantes, y ella guarda el secreto. Pues ella prefiere este entorno que el de su familia numerosa, las normas de su casa y la relación con sus padres. Y esto llega al punto que todos los fines Jenny pasaba los fines de semana en la granja de la Sra. G, con el consentimiento de sus padres. 

Y en continuas escenas retrospectivas (flashback) y prolepsis (flashforward), donde se desgranan los recuerdos que ese escrito ha sacado a la luz, se nos acerca a algo que presentimos como oscuro. Porque Jane y Bill se presentan como adultos protectores con Jenny y le ofrecen formar una familia basada en la honestidad y el amor. La menor no quiere ser víctima, pero Bill es el prototipo del narcisista perverso que realiza un acoso implacable y sistemático a una niña que quiere dominar como su objeto sexual absoluto; y con el tiempo le pide: “¿Podrías hacerme un favor? Me dejas que te vea…”. Y donde también destaca el ambiguo rol de Jane, su entrenadora. Y a medida que avanzan los abusos, donde Bill usa a Jenny como su amante, esta nos expresa este confundido pensamiento: “Cuando llegamos tan lejos, ya no sé cómo decir que no… Yo le quiero y él a mi”. Característico síndrome de Estocolmo de la víctima… Porque estos abusadores se presentan como personajes complejos, lejos del arquetipo de villanos, lo que nos representa la forma en que los abusadores se infiltran en la vida de sus víctimas desde la manipulación, el afecto y la seducción emocional. 

The Tale aborda temas profundamente personales y dolorosos como el abuso sexual infantil, la memoria, la negación y la reelaboración del trauma. No solo es cine, sino también una forma de terapia y confrontación pública con una verdad silenciada durante años y que tiene que reconstruir. Y al final, la madre de Jenny le confiesa: “Fracasé en lo más importante que una madre debe hacer: ¡protegerte!”. Y nos transporta a esa tramo final donde la Jennifer adulta conversa con la Jenny adolescente, y donde la menor se sigue considerando una heroína y no una víctima. Y para romper ese círculo, Jennifer decide reencontrarse con Jane y con Bill después de décadas. Y todos los fantasmas reaparecen…, también los del espectador. Porque sentimos que esta cuento nunca debiera haber sido contado, por mucho que la Sra. G le diga a Jennifer: “Cambiaría mil cosas si volviera atrás”. 

Vale la pena subrayar que uno de los mayores logros de The Tale es su uso de una narrativa no lineal. La historia se desarrolla como una investigación personal, con constantes saltos temporales entre el presente y los recuerdos del pasado, que se van modificando a medida que Jennifer se acerca más a la verdad, lo que refleja cómo la memoria humana se ve influenciada por emociones, mecanismos de defensa y el paso del tiempo. Y otro punto a destacar es la interpretación de Laura Dern, conmovedora, matizada y valiente. Una gran actuación a la que nos tiene acostumbrada esta actriz con centenares de películas en su haber, muchas de las cuales ya forman parte de Cine y Pediatría, como Máscara (Peter Bogdanovich, 1984), Un mundo perfecto (Clint Eastwood,1993), Yo soy Sam (Jessie Nelson, 2001), Alma salvaje (Jean-Marc Vallée, 2014), Mujercitas (Greta Gerwing, 2019), Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019) y El hijo (Florian Zeller, 2022). Pero si bien en estas películas citadas su papel es secundario, en The Tale se lleva todos los honores, con un papel protagonista a la altura de Rambling Rose (Martha Coolidge, 1991), Corazón salvaje (David Lynch, 1990) o Inland Empire (David Lynch, 2006).        çç

Lo dicho, The Tale es un cuento que ningún menor debiera vivir ni recordar. Pero una vez visualizada la película nos permite debatir sobre varios temas importantes, como la reconstrucción de la memoria (no como archivo, sino como una narrativa en constante reescritura), el abuso y la negación, así como el empoderamiento y autoexploración (que nos ofrece un camino hacia la comprensión y la resiliencia). Porque al tratarse de un caso real contado por la propia sobreviviente, se convierte en un testimonio urgente y honesto que trasciende lo individual, quizás una de las películas más importantes del siglo XXI en cuanto a representación de abuso sexual y trauma infantil. Y Jennifer Fox demuestra que el cine puede ser una herramienta poderosa para narrar lo que durante años no pudo decirse en voz alta.

 

sábado, 3 de mayo de 2025

Cine y Pediatría (799) “Las chicas de la estación” y la música urbana de menores tuteladas

 

La directora madrileña Juana Macías es otro nombre femenino a considerar entre el elenco de directoras españolas de esta nueva hornada de la última década. Su debut fue con el cortometraje Siete cafés por semana (1999), por el que obtuvo el premio Goya al mejor cortometraje de ficción. Y tras un breve recorrido por el corto, se estrenó en el largometraje con Planes para mañana (2010), obra por la que fue nominada al premio Goya al mejor director novel. Llegaron luego una serie de comedias de regular resultado de público y crítica, hasta que en el año 2024 da un golpe sobre la mesa con una serie y una película, dos dramas sociales basados en hechos reales. La serie (codirigida junto a Polo Menárguez) es Las abogadas, seis capítulos alrededor de los últimos años de la dictadura franquista y con el protagonismo de cuatro abogadas laboralistas bien reconocidas en la reciente historia de España (Cristina Almeida, Manuela Carmena, Paca Sauquillo y Lola González). Y la película es la que hoy nos convoca, Las chicas de la estación, y que comienza con este mensaje: “Esta película está basada en hechos reales. La identidad de los personajes y la trama se han alterado por motivos dramáticos. Septiembre, 2019. Palma de Mallorca”. 

Las chicas de la estación centra la historia en tres adolescentes de 14-15 años tuteladas que viven en un centro de acogida: Jara (Julieta Tobío), Álex (Salua Hadra) y Miranda (María Steelman). Es peculiar cómo cada una de ellas nos presenta a su compañera en el primer cuarto del metraje: Jara nos presenta a Alex como la más del barrio, la dispuesta a ayudar, aunque con genio y por ello nadie la aguanta mucho; Miranda nos dice de Jara que cuando perrea se te mete dentro, que a ella nunca se le ve el lado oscuro y que le gusta que le miren; Alexa comenta de Miranda que la peña cree que está chalada, pero es tope y dibuja cosas chulas en la libreta esa que tiene, que siempre está happy, pero a veces se le cruzan las nubes negras. 

Las tres viven en este centro de acogida con otros chicos y chicas y al cuidado de sus monitores, allí conviven en espera de un hogar de adopción o acogida. Pero algunos fines de semana regresan a sus hogares cuando vienen a buscarlas, y confirmamos la familia disfuncional que a cada una les ha llevado allí: Jara va con su moderna madre y nuevo novio, junto a su hermano pequeño; Alex acude a su casa, donde la relación con el padre es muy tensa; a Miranda nadie la viene a buscar, pues sus padres la abandonaron de pequeña, y ante los demás se inventa que tiene unos padres espías a los que no puede ver. Pero lo más duro, es que la madre de Jara decide que vaya a otro hogar de acogida, y el padre de Alex le pide que no vuelva a casa durante un tiempo y que les dejen espacio. 

Con estos mimbres no es duro percibir que Jara, Álex y Miranda han crecido sin saber qué es el amor en sus familias. Es el cumpleaños de Jara y las tres quieren celebrarlo en el concierto de su rapera preferida (todo un guiño a la importancia de la música urbana en el desarrollo de la historia). Necesitan dinero para ello y no tienen muchas opciones para conseguirlo. Ahí es cuando aparece una joven del barrio, La China, quien funciona como intermediaria de encuentros y trapicheos, extravagante hasta con el diente que le falta. “No te puedes fiar de nadie, pero de La China menos”, piensa Miranda, pero aún así Jara acepta encuentros sexuales con adultos en los baños de la estación de autobuses, y, más adelante, también convence a Álex para acudir a una fiesta nocturna. 

Y a partir de aquí llega el núcleo duro de la historia. La escena de la furgoneta llena de niños y niñas menores de edad en busca de una fiesta de adultos para intercambios sexuales es dramática, donde la fiesta es grotesca y la vuelta atroz. Al día siguiente Jara busca la píldora del día después, y la exploran en busca de enfermedades de transmisión sexual, mientras ella nos devuelve este pensamiento en off: “La primera pastilla del día después me la dio mi madre cuando pilló a un novio suyo metiéndome mano… y la polla, claro. Aunque tampoco me acuerdo muy bien, pues hace mucho”. Finalmente logran ir al concierto, pero colándose, pues no consiguen el dinero: “Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida”, dice Jara a sus amigas. 

Llega la Navidad al centro de acogida y todos abren sus regalos. Pero el de Alex queda sin abrir, porque la noche previa se fue en un coche con chicos y no ha regresado. Se descubre que ha sufrido una violación múltiple en manada y uno de los monitores del centro le da un consejo para que hable con la policía, en lo que es un declaración de muchos quilates actorales: “Y piensa también una cosa: no puedes elegir de dónde vienes, pero sí a dónde vas”. Finalmente, por miedo, Alex prefiere cambiar de centro e ir a la Península. Porque estas jóvenes no solo son víctimas de la sociedad y víctimas de abusos, sino que no se sienten protegidas por las instituciones y la sociedad. Las palabras de la detective de policía son difíciles de olvidar: “No existen niños y niñas prostitutas. Son víctimas de abuso. Y los adultos que tiene relación con estas niñas son los culpables”. 

Tanto agobio y sufrimiento para un final esperanzador, con este colofón final para la reflexión: “En toda España, cientos de menores tuteladas han sido captadas por redes de prostitución sin que la Administración haya tomado medidas para evitarlo. La mayoría de las denuncias por explotación sexual a menores tuteladas están pendientes de juicio o han sido archivadas”, Y por ello la directora, Juana Macía, se documentó sobre esta problemática de la explotación sexual de menores tutelados en España, particularmente en casos que salieron a la luz en Mallorca y una violación grupal que tuvo lugar en la Nochebuena de 2019. Y sitúa la acción en el barrio de Palma de Mallorca conocido como "Corea", un nombre que se remonta a la época de su construcción en la década de los 50, coincidiendo con la Guerra de Corea. Aunque no hay un consenso claro sobre el porqué exacto de este nombre, fue un barrio de viviendas sociales que en la actualidad es una de las zonas más vulnerables y conflictivas de la ciudad, con problemas de marginalidad, delincuencia y okupación. 

Una historia tan dura como real, donde cabe destacar su banda sonora original, compuesta por Isabel Royán, pero que cuenta con una importante selección de música urbana que funciona como hilo narrativo y refleja el estado emocional de las protagonistas. En ella se incluyen canciones de artistas como: La Zowi, Yung Beef, Albany, Negro Jari, Somadantina, Kitty110, L'Beel, La Blackie, Gata Cattana, Pipo Beatz, Dalila… y canciones de bella factura como “Nadie”, “Mis niñas”, “Sueños rotos”, “La gata baila”, “Perra del futuro”, “Habibi”, “Niña suicida”, “Estoy bien” y otra decena más de ellas. Una música que es mucho más que leitmotiv, es la música urbana de sus vidas, la de estas menores tuteladas.

 

lunes, 16 de diciembre de 2024

Terapia cinematográfica (10). Prescribir películas para entender el abuso sexual en la infancia

 

Se considera abuso sexual infantil a involucrar a niños, niñas y adolescentes en actividades sexuales que no llega a comprender totalmente, a las cuales no está en condiciones de dar consentimiento informado, o para las cuales está evolutivamente inmaduro y tampoco puede dar consentimiento, o en actividades sexuales que trasgreden las leyes o las restricciones sociales. Estos son los tres elementos que caracterizan los comportamientos abusivos sexuales (y que los diferencia de aquellos comportamientos no abusivos): a) el desequilibrio de poder que conlleva la posibilidad de controlar a la víctima física o emocionalmente; b) la diferencia de conocimientos que implican que la víctima no pueda comprender cabalmente el significado y las consecuencias potenciales de la actividad sexual; y c) la diferencia en las necesidades satisfechas: el agresor/a busca satisfacer sus propios impulsos sexuales. 

Ni que decir tiene que una situación tan complicada, compleja y perversa tiene consecuencias traumáticas en los niños, niñas y adolescentes, que se pueden agrupar en cuatro grupos de secuelas psicológicas y comportamentales: la sexualización traumática, la estigmatización, la traición y el desvalimiento. 

Por tanto, el abuso sexual infantil es una de las formas más crueles de maltrato infantil, donde la sociedad puede ser parte del problema (si lo obviamos y miramos a otra parte) o parte de la solución (si estamos vigiles y lo detectamos); y este mismo planteamiento es válido para nuestra profesión como pediatras . Y los casos pueden ser sospechados al consultar en Atención Primaria o en los Servicios de Urgencias Pediátricas, donde la anamnesis es, seguramente, el punto más importante del diagnóstico y debe realizarse con especial atención, donde la exploración física requiere una gran especialización, donde las pruebas complementarias suelen tener valor clínico y judicial y donde, una vez aplicado el tratamiento, el diagnóstico de abuso obliga a asegurar la protección del menor y dar parte a las Autoridades Judiciales. 

Y es que si el maltrato infantil debe ser denunciado siempre, lo mismo ocurre en cualquier tipo de abuso sexual infantil. Y muchas son las películas donde pedofilia, pederastia, incesto, pornografía infantil, prostitución infantil, y otras formas de abuso sexual en niños, niñas y adolescentes forman parte de la historia (real o ficticia) llevada a la pantalla, films incómodos a los que no debemos dar la espalda, sino enfrentarnos a ellos para concienciarnos y mantener una lucha activa. Y hoy proponemos un recorrido por 7 películas argumentales alrededor de este incómodo tema. Estas películas son, por orden cronológico de estreno: 

- El leñador (The Woodsman, Nicole Kassell, 2004), para sumergirnos en la convulsa reinserción social de un pedófilo y pederasta. 

- Hard Candy (David Slave, 2005), para conocer el acoso al que someten los lobos feroces del ciberespacio a nuestras Caperucitas rojas. 

- No tengas miedo (Montxo Armendáriz, 2011), para dimensionar y denunciar el abuso sexual infantil dentro de la propia familia. 

- La caza (Jagten, The Hunt, Thomas Vinterberg, 2012) , para no olvidar la fragilidad de la presunción de inocencia ante una denuncia por abuso sexual a menores. 

- Spotlight (Thomas McCarthy, 2015), para no olvidar la lacra de la pederastia alrededor de la Iglesia católica. 

- Atrapados en la red (V siti, Barbora Chalupová y Vit Klisák, 2020), para sumergirnos en una experimento revelador sobre los peligros de abusos sexuales cibernéticos en menores. 

- Sonido de libertad (Sound of Freedom, Alejandro Monteverde, 2023), para introducirse en el escabroso mundo del tráfico sexual infantil. 

Siete películas argumentales para sumarnos a la denuncia frente a cualquier tipo de abuso sexual en menores, un monstruo con muchas caras y diversos nombres: pedofilia, pederastia, incesto, pornografía, prostitución,… 

Se puede revisar el artículo completo en este enlace o en este otro.  

sábado, 11 de noviembre de 2023

Cine y Pediatría (722) “Sonido de libertad”, los niños de Dios no están en venta

 

Alejandro Monteverde es un director de cine mexicano que ya en su ópera prima, Bella (2006), se unió al actor mexicano, pero también productor y activista político conservador, Eduardo Verástegui para dejar esta película pro vida que abordó el aborto y la adopción, en lo que pretendió ser un poema de amistad y amor a una mujer y un canto a la vida y a la generosidad como forma de encontrar la paz con uno mismo. Años después, Monteverde abordó en su segundo largometraje, Little Boy (2015), un drama bélico repleto de sentimiento y valores, apología de la familia en esa historia de superación donde la fe y el amor permiten luchar siempre hasta el final. De nuevo Eduardo Verástegui estuvo a su lado como productor y actor. Y esa unión entre ambos se vuelve a dar en la tercera película de Monteverde, la recién estrenada Sonido de libertad (2023), una obra que ha tenido un gran sonido (más bien estruendo) a su alrededor.  

Porque Sonido de libertad ha sufrido una agresiva campaña mediática, boicoteada por las grandes plataformas digitales del mundo y los “majors” de Hollywood, donde la política y los discursos de odio se han apoderado de la conversación dejando al cine y a la propia película de lado, quizás porque molesta que se muestre esta historia basada en hechos reales y donde se expone que la infancia de muchos países sufre el secuestro y explotación sexual de niños y niñas. Una película que no deja indiferente y cuya polémica solo ha servido para convertirla en una de las más taquilleras del año, donde el boca a boca ha llevado a las salas de cine a los espectadores, pese a ser denunciada por los progresistas como una película conspiranoica y ensalzada por los conservadores como necesaria denuncia. 

Pero el caso es que la historia y el personaje, por nombre Tim Ballard (interpretado por Jim Caviezel), son reales. Un agente que renunció a su trabajo en el Departamento de Seguridad Nacional para localizar a un niño desaparecido que había sido secuestrado por traficantes sexuales. Su misión lo llevó a Colombia, donde, con la ayuda de la policía, salvó a numerosos niños de una red de tráfico, como se muestra en la película. Y en 2013, Tim Ballard fundó Operation Underground Railroad (OUR), una organización sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos que trabaja para acabar con el tráfico sexual infantil y, según el sitio web de la asociación OUR, ya ha salvado de la trata a más de 7.000 personas, ha estado involucrada en más de 6.500 detenciones en todo el mundo y ha llevado a cabo más de 4.000 operaciones. Pero tras el lanzamiento de Sonido de libertad y la campaña generada a su alrededor, la historia de Ballard se ha visto salpicada por varias polémicas: es acusado de haber falsificado la cantidad de niños que ha salvado, de tener unas prácticas poco éticas y al margen de la ley, así como que la mayor parte de la historia de Ballard es una invención; pero la polémica más reciente es que han acusado al propio Ballard de acoso sexual por parte de trabajadoras de OUR a las que pudo utilizar en su labor de rescatar a víctimas del tráfico sexual. Lo cierto es que cada vez se vuelven más confusas las verdades y mentiras sobre su persona y su trabajo, y es fácil reconocer que todo esto no es para facilitarle el camino. Pero la realidad es otra, y una película que costó 15 millones dólares lleva ya recaudados más de 250 (y subiendo), situándose muy por delante de la última de Harrison Ford, Indiana Jones y el dial del destino (James Mangold, 2023) y de la última de Tom Cruise, Misión imposible: Sentencia mortal-parte 1 (Christopher McQuarrie, 2023). 

Pero centrémonos en la película y dejemos por ahora la polémica de lado. Una película sobre el sórdido submundo del tráfico sexual en Latinoamérica, cuya historia nos pasea por Tegucigalpa (Honduras), Calexico (California, USA), San Diego (California, USA), Cartagena de Indias (Colombia), Tijuana (México), Bogotá (Colombia) y la provincia colombiana de Nariño. Las imágenes iniciales de grabaciones reales de vídeo robando niños y niñas en la calle nos introducen en el tema. Y la historia se centra en los hermanos Aguilar, Rocío de 11 años y Miguel, de 7, quienes son engañados con una audición fotográfica para ser secuestrados. En breve conocemos a Tim Ballard y su compañero Paul (Eduardo Verástegui), agentes policiales en busca de pederastas y la conversación entre ellos no deja duda: “Es un mundo jodido. He visto muchos escenarios del crimen. Pero esta mierda es muy diferente”, “Nuestro trabajo es capturar pedófilos… pero el problema es encontrar a los niños”. 

Tras conocer el caso de estos hermanos desaparecidos, Tim pide a sus superiores un tiempo para poder infiltrarse en la red de pederastia, y es apoyado por su esposa (y 7 hijos). La pregunta que le hace el padre de Rocío y Miguel no le deja indiferente: “¿Podrías dormir sabiendo que una cama de tus hijos está vacía?”… Y Tim acaba renunciando a su trabajo por seguir con esta misión que se ha propuesto, y a la pregunta de sus superiores de por qué lo hace, él responde: “Porque los niños de Dios no están en venta”. En ese momento pide ayuda a Paul y a un personaje conocido como Vampiro (Bill Camp), quien ha cambiado en su vida y ahora se rige por otros patrones: “Cuando Dios te dicta qué debes hacer, no debes vacilar”. 

Y esta película de cine independiente estadounidense funciona como un thriller, quizás con más defectos que virtudes, pero lo que ha llamado la atención no es el cómo (la técnica cinematográfica) sino el qué (se cuenta y denuncia). Y es así como logran rescatar de este secuestro a un buen número de niños y niñas, quienes en un momento juegan a tocar las palmas y entonces Tim comenta: “Oyes eso. Es el sonido de la libertad”. Y al finalizar suena la canción “Pienso en ti” de Shakira, mientras los espectadores podrán seguir pensando en esta historia, tan cruel como la vida misma. 

Terminada la película, un cartel conmina a los espectadores a permanecer en sus butacas durante los títulos de créditos. En ese momento, el propio actor Jim Caviezel se dirige a la audiencia con un mensaje muy directo, sin tapujos, describiendo cómo esta película ha tardado cinco años en poder se emitida dadas las dificultades puestas a su estreno y en la que nos invita a recomendar la película y hacer que Sonido de libertad se convierta en similar a lo que fue la novela “La cabaña del tío Tom” frente a la esclavitud (y en este caso también frente a la pederastia). Y con el eslogan "Los chicos de Dios no están en venta" suena la canción “Sound of Freedom” de Justin Jesso. 

El nombre de tres católicos practicantes, el director Alejandro Monteverde, el actor y productor Eduardo Verástegui, y el actor Jim Caviezel (que a nadie dejó indiferente a partir de interpretar a Jesucristo en La pasión de Cristo de Mel Gibson, y ahora por su supuesta cercanía a las teorías QAnon, que denuncian la existencia de una red pedófila formada por famosos y políticos a lo largo y ancho del globo) se unen en esta película y esta historia que ha provocado un estruendo. Pero ya saben el dicho: ¡ladran, luego cabalgamos!. 

Y, sí, el tema de abusos a menores es incómodo, pero no hablar de ello no es la solución, pues se trata del segundo negocio criminal más lucrativo, solo por detrás del tráfico de drogas. Porque de los 40 millones de personas que son víctimas de la trata, el 25%, es decir, 10 millones, son menores de edad, quienes padecen desde matrimonios forzados a trabajos forzados, participación en grupos armados, vinculación a la pornografía, turismo sexual y abuso sexual, etc. Unos datos de UNICEF que tienen poco de conspiranoicos…

 

miércoles, 31 de agosto de 2022

Sumisión química: conocer para evitar


La sumisión química se define como la administración de una sustancia con efectos psicoactivos a una persona sin su conocimiento, con el fin de modificar su estado de consciencia, su comportamiento o anular su voluntad. En tal estado de sumisión, la persona, independientemente de su sexo, puede ser víctima de cualquier tipo de delito (robos, acosos, abusos y agresiones sexuales). Sin embargo, los delitos más frecuentes son de índole sexual y la víctima es, en su mayoría, una mujer joven menor de 30 años. Se han descrito más de treinta sustancias implicadas en casos de sumisión química y el alcohol etílico y los hipnóticos son las más frecuentes. 

No es un tema nuevo, pero en los últimos años este fenómeno ha adquirido una notable relevancia por el incremento de los casos y su importante repercusión social y sanitaria. Y sobre todo, por su amplia repercusión en los medios de comunicación en los últimos meses. Por su importancia, antes y ahora, cabe revisar este tema y conocer los protocolos de actuación que se están poniendo en marcha en los distintas consejerías de salud, en muchos casos con un procedimiento coordinado de actuación entre sanitarios y Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. 

Teniendo en cuenta el protocolo activado en la Comunidad Valenciana, el nuevo documento establece que se deberá informar a la víctima de la conveniencia de formalizar denuncia para continuar el proceso judicial, incluso “en el caso de únicamente haber recibido un pinchazo sin clínica de ningún tipo, ya que este también es un delito penal”. Si decide denunciar, se contactará desde Urgencias con las Fuerzas de Seguridad y en los casos de un diagnóstico de sospecha confirmado de sumisión química se comunicará al Juzgado de Guardia. 

De este modo, la Conselleria establece un procedimiento de actuación normalizado y homogéneo para la detección clínica y atención ante la sospecha de sumisión química y conseguir que la intervención médica asistencial y, si procede, la intervención de medicina forense sea lo más precoz posible. Así, en el caso de una atención ambulatoria la posible víctima de sumisión química se remitirá al Servicio de Urgencias del hospital, mientras que la atención extrahospitalaria de un posible caso se reducirá a lo estrictamente necesario para evitar tardanzas y duplicidad en la exploración y en el relato de los hechos, dado que se ha de remitir sin demora al hospital. 

Ante la llegada a un hospital de una persona que declara haber sido víctima de posible caso de sumisión química, o únicamente de un “pinchazo”, el jefe de la guardia será responsable de coordinar y garantizar el cumplimiento del presente protocolo. Además, se recalca que tanto si se confirma como si se descarta la agresión sexual, la víctima será atendida en un área donde se le pueda garantizar la mayor privacidad posible. Lo primero que harán los facultativos será la recogida de muestras para tóxicos, dado que desaparecen con el tiempo, se detallarán los síntomas y se registrará el consumo voluntario de medicamentos o cualquier tipo de sustancias psicoactivas por parte de la víctima que pueden enmascarar los síntomas propios de la intoxicación delictiva. 

La atención incluirá una exploración física y un parte de lesiones. Ante la sospecha de que además haya habido una agresión sexual se contactará con el Servicio de Ginecología y el médico forense de guardia, se informará a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y se activará el protocolo para estos casos. Sanidad recalca que se debe garantizar “la trazabilidad, autenticidad e integridad” de las primeras muestras obtenidas por el centro sanitario ya que pueden constituir una prueba. Además, se valorará proporcionar a la víctima profilaxis frente al VIH y VHB, y en los casos de sospecha de contacto sexual se le practicará asimismo una prueba de embarazo y profilaxis antibiótica para infecciones de transmisión sexual, así como estudiar la necesidad de una profilaxis antitetánica. 

Según la sintomatología que se presente, se decidirá si precisa o no ingreso hospitalario y la pertinencia de derivación a otros recursos asistenciales. En todo caso, se remitirá para su posterior control y seguimiento por Atención Primaria u hospitalaria, si necesitara profilaxis postexposición. 

Se distinguen tres tipos de sumisión química: la oportunista (cuando la víctima ingiere de manera consciente y voluntaria drogas o bebidas alcohólicas, y el agresor aprovecha su estado para cometer los delitos), la proactiva (el agresor intoxica a la víctima de forma deliberada sin consentimiento ni conocimiento de ésta) y la mixta (si se combina el consumo voluntario e involuntario de sustancias). 

Para constatar que este es un tema ya conocido, os dejamos en este enlace esta Guía informativa sobre sumisión química para adolescentes y jóvenes publicada hace más de cuatro años en la revista Cuadernos de Medicina Forense. 

Y recuerda que, ante una sospecha de sumisión química: 
- Pide ayuda 
- Acompaña a la víctima en todo momento 
- Observa los síntomas 
- Acude a #urgencias o llama a Emergencias 
- Denuncia

Os dejamos en este enlace la reciente nota informativa de la SEUP (Sociedad Española de Urgencias de Pediatría) acerca de la actitud en urgencias ante un paciente que haya sufrido una agresión mediante pinchazo.

sábado, 5 de enero de 2019

Cine y Pediatría (469). “El libro secreto de Henry” y la complicidad del silencio


“La mayoría de la gente es buena. Y digo la mayoría, porque siempre sabemos que hay algún imbécil suelto. La gente buena sabe muy bien como relacionarse: te respetan e, incluso a veces, te sonríen. Aunque otras no es así”.  Con esta voz en off nos adentramos a una historia llena de matices, de emociones y reflexiones, de vivencias y experiencias, de enseñanza y aprendizajes para no olvidar. Una película especial para comenzar bien el 2019 desde el punto de vista cinematográfico: El libro secreto de Henry (Colin Trevorrow, 2017). 

Una película con un resumen tan sencillo como complejos los mensajes, en la que conocemos a Susan Carpenter (Naomi Watts), una madre soltera con dos hijos: Peter (Jacob Tremblay), de 8 años, y Henry (Jaeden Lieberher), un niño superdotado de 12 años que se encarga de gestionar el hogar mientras trata de salvar a su vecina y amiga Christina (Maddie Ziegler) de los presuntos abusos de su padrastro, un jefe de policía de la ciudad. 

Y con ello conocemos a los cinco nombres que hace de este film una película argumental en Cine en Pediatría: 
- En primer lugar, el director estadounidense Colin Trevorrow, quien, después de dirigir y escribir  dos años antes Jurassic World, cambia radicalmente de registro y se atreve a abordar este profundo y conmovedor drama con tintes de suspense, gracias al primer guión para la gran pantalla del autor de novelas criminales Gregg Hurwitz, capaz de mezclar tramas de familias disfuncionales, pederastia, dramas médicos, historias de pérdidas y de encuentros, así como algunos inesperados giros. 
- Naomi Watts, la actriz que sigue paseando su belleza en películas del estilo de Mulholland Drive (David Lynch, 2001), 21 gramos (Alejandro González Iñárritu, 2003), King Kong (Peter Jackson, 2005) o Lo imposible (Juan Antonio Bayona, 2012),  y que aquí interpreta a Susan, una madre que escribe cuentos para niños y trabaja de camarera, una madre algo inmadura y que consulta todas sus decisiones con su inteligentísimo hijo. Una Naomi Watts que no es ajena a Cine y Pediatría, pues ya ha estado presente en tres películas: Madres e hijas (Rodrigo García, 2009), Dos madres perfectas (Anne Fontaine, 2013) y St. Vincent (Theodore Melfi, 2014) y que en esta película se atreve incluso a cantar el tema principal, la canción “Your Hand I Will Never Let It Go” de Steve Nicks. 
- Y tres jóvenes actores en apogeo, dos chicos y una chica. Los chicos ya han estado presentes también en Cine y Pediatría: Jaeden Lieberher hizo tándem con Naomi Watts en St Vincent y Jacob Tremblay ha sido el protagonista de dos películas icónicas, como La habitación (Lenny Abrahamson, 2015) y Wonder (Stephen Chbosky, 2017). Y la chica es una joven bailarina, gimnasta y modelo estadounidense, Maddie Ziegler, quien debuta en el cine con esta película, pero que reconocemos como la musa de la cantante australiana Sia en la mayoría de su videoclips de mayor éxito: “Chandelier”, “Elastic Heart”, “Big Girls Cry”, “Cheap Thrills” o “The Greatest” y siempre con sus icónicas pelucas. 

Henry es un niño extremadamente ingenioso y maduro que vive de acuerdo a una sencilla y firme premisa: "si alguien le hace daño a otra persona, entonces sí es asunto nuestro". Con esta premisa intenta defender a su vecina, quien sufre cada noche los actos de pederastia de su padrastro, y Henry lo denuncia a la directora del colegio, a los teléfonos de ayuda al maltrato, y a su propia madre, pero no encuentra apoyo ni comprensión. Porque el silencio es cómplice y más en un tema como el de los abusos infantiles y el maltrato a la mujer, dos circunstancias que vive nuestro protagonista y contra las que se rebela. 

Y así describe Henry su legado en el colegio: “Podría seguir hablando de cómo dejar huella, pero ¿no acaba siendo una tirita para nuestra crisis existencial?...Pero nuestro legado no queda reflejado en nuestro curriculum ni en nuestra cuenta corriente. Es con quien tenemos suerte de compartir nuestras vidas y qué podemos dejarles. Lo único que hoy sabemos es que hoy estamos aquí. Hagámoslo lo mejor posible estando en este lado. Y eso es lo que pienso de mi legado”. Y parece premonitorio en su vida, pues a mitad de metraje nuestro protagonista presenta un status epiléptico y se le descubre una masa cerebral, que resulta sorprende como él interroga al propio neurocirujano sobre las posibilidades diagnósticas, un ependimoma o un glioblastoma, ya extendido y sin curación. Y con su muerte deja una gran tristeza (pocos dolores son comparables para un hijo adolescente que conoce su fin y para una madre), pero también un gran legado en forma de su libro rojo, su libro secreto y sus secretos. 

Y el tercio final de la película adquiere el formato de thriller de suspense, con la combinación de la escenas de Susan cumpliendo la misión que le dejó grabada Henry con las escenas de la representación de Got Talent del colegio, allí donde Christina/Maggie Ziegler realiza uno de sus habituales danzas. Y Susan consigue vencer el silencio, y se enfrenta al padrastro: “Visitas a urgencias, ausencias en la escuela, moratones, llamadas a servicios sociales borradas por tu hermano. Henry lo registró todo. Y nunca supiste que te estaba observando… Me aseguraré de que nunca más le vuelvas a poner la mano encima a esa niña. Y te haré pagar por lo que has hecho. ¡ Mírame ¡, quiero que veas a quién te enfrentas ahora”. 

Y un colofón tan duro como esperanzador, con la grabación final de Henry: “A veces una buena historia te recordará quién quieres ser. A lo mejor por eso hay tantas. Historias sobre el bien y el mal. Historias sobre el triunfo del espíritu humano. Historias sobre la vida y la muerte y cómo hay que seguir con una a pesar de la otra. Esta historia es sobre tú y yo, sobre mi hermano y la chica que vivía al lado. Pero ya no es mi historia. Es la tuya”. Y yo añado, es la nuestra. 

Es El libro secreto de Henry una película con posiciones extremas de los críticos de cine. No me voy a poner de lado de ninguno, ni de los que hablan de sus defectos ante un guión imposible y poco creíble, ni del lado de los que ven en ella una película valiente con el recuerdo del buen cine de los años 80. Lo que si puedo decir es que es una buena película para ver en familia, una maravillosa carta de amor a los buenos sentimientos, y que transita del drama al thriller dejándonos continuas emociones y reflexiones sobre diferentes temas. 

Y el mensaje principal es claro: no debemos ser cómplices de las injusticias con nuestro silencio.

 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Cine y Pediatría (254). “Las vidas de Grace” y los adolescentes sin brújula


Las vidas de Grace es el penúltimo milagro del cine independiente americano. Y decimos el penúltimo, porque el cine “indie” y el “cine de autor” nos deparan continuamente buenas noticias y buenas películas (no todas, claro). En este caso viene de la mano de Destin Cretton, un joven director (con sólo una película en su haber, I am not a hipster, inédita en España) que el año 2013 dirige esta película sobre un centro para adolescentes problemáticos y lo hace con la autoridad de alguien que conoce mejor que nadie lo que cuenta, pues su experiencia como trabajador (antes de dedicarse al cine) en un centro residencial en San Diego para adolescentes problemáticos le ha servido para contar esta historia, un lugar donde los juzgados envían a estos jóvenes que necesitan atención durante 24 horas, bien por problemas psicológicos menores o mayores, bien por otros temas.

Y es así como Las vidas de Grace se convierte en una película terapéutica y casi catártica alrededor de los distintos personajes que habitan ese centro, Short Term 12 (título original de la cinta y que tiene el mismo nombre que aquel corto que le hizo triunfar en Sundance en 2010), a través de una brillante muestra de naturalismo fílmico (a medio camino entre la técnica Dogma de Lars Von Trier en Los idiotas y el guión de Laurent Cantet en La clase), sobre un grupo de cuidadores veinteañeros y los adolescentes disfuncionales de los que se hacen cargo. Cámara en mano y sin apenas tiempo para ensayos, Las vidas de Grace es casi un ensayo emocional que ha seducido y nos ha seducido la interpretación de su protagonista, Brie Larson, nuestra Grace. 

Los adolescentes conflictivos son parte indispensable de la vida de Grace (Brie Larson) en Short Term 12, en su trabajo como supervisora en esta casa de acogida y con estos chicos de entornos disfuncionales en situación de vulnerabilidad y carentes de afectividad. Su implicación está afectando a su propia vida, y está empezando a afectar seriamente su relación amorosa con Mason (John Gallagher Jr.), un compañero de trabajo. Distintas vidas de adolescentes desorientados sobre la que gira la vida de Grace, mientras descubre que pronto será madre. Cuando ingresa en el centro Jayden, una chica inteligente y rebelde, Grace descubre que no puede seguir dando la espalda a los problemas propios que arrastra desde su propia infancia, y tiene que enfrentarse también a sus fantasmas. Drama de espíritu independiente que viene acreditado por el éxito conseguido en certámenes cinematográficos, una conmovedora historia, llena de buenos sentimientos, logra emocionarnos mediante hermosas lecciones vitales, llenas de generosidad y esperanza. 

Y Las vidas de Grace da comienzo y concluye con una secuencia más o menos idéntica: delante del centro de acogida algunos de los instructores hablan distendidamente, pero la tranquilidad de la escena se ve interrumpida por un chico que sale del lugar corriendo y gritando, y al que tiene que perseguir para devolverlo al centro. Esos dos instantes casi idénticos marcan el principio y final de la película en sí, pero al mismo tiempo indican una repetición de esquema vital, de la rutina diaria, de que ciertas cosas no cambiarán nunca, o simplemente necesitarán más tiempo para ello en caso de hacerlo. Y es así como Cretton maneja material sensible, pero susceptible de caer en tópicos, por lo que la sutileza e ingenio la demuestra en tres secuencias fundamentales sobre la manifestación del dolor de sus protagonistas, que intentan narrar lo que no pueden pronunciar: una es a través de un rap inesperado, pero coherente; otra desvelará la pérdida de la inocencia con la historia de un pulpo, narrada en dibujos; y la confesión de los traumas de infancia de la propia Grace, una madurez aprendida y asimilada antes de tiempo, a través del dolor y la inocencia literalmente violada por una herida en la sociedad como es la pederastia en la familia. 

Aún así, lo interesante de la cinta reside en su análisis, no de las causas de los traumas, abusos y maltratos, sino de cómo superarlos a través de sus relaciones. Abusos sexuales, familias disfuncionales, conflictos generacionales, violencia callejera y todo un catálogo de problemáticos adolescentes que son el combustible de la vida de Grace, esta joven que abrió una brecha entre su pasado (un suplicio en manos de un padre violador y alcohólico) y su presente (un horizonte de realización profesional y aparente estabilidad sentimental). Esas son las dos vidas de Grace, permanentemente en conflicto, porque ni el pasado acierta a dar sentido al presente ni viceversa. Y esa escisión entre lo que Grace fue y lo que le gustaría poder ser es el sugerente espacio en el que se mueve Destin Cretton, que retrata el espinoso universo de los adolescentes desfavorecidos como una realidad poliédrica y que intentan encontrar fuerza y motivación para salir del agujero negro, para caminar hacia adelante. 
Y tú, ¿cuántas vidas tienes?, ¿cuántas vidas tenemos…?

 

martes, 2 de septiembre de 2014

Protejamos a nuestros hijos de los delincuentes sexuales



Lo estamos leyendo en la prensa estos días. Hay por Madrid suelto un pederasta que secuestra a menores, abusa de ellos y después los libera. Como inexplicablemente este tipo de fenómenos se contagian, ahora mismo parece existir más de una persona actuando en Madrid con un "modus operandi" similar.

Esperemos que la policía lo (o los) atrape con diligencia y den con sus huesos en la cárcel. Mientras tanto, hemos de tener claro todos los que somos padres que cualquier precaución es poca para proteger a nuestros hijos. Es facilísimo que un pederasta se acerque de una forma "encantadora" a sus víctimas. UNICEF ha creado este vídeo que así lo demuestra. Es un vídeo muy eficaz y que termina con un mensaje a los padres de los niños que salen en la filmación. Merece la pena contemplar sus reacciones. 

Y merece la pena que este vídeo sea conocido y difundido para que todos seamos más conscientes aún de la necesidad de proteger estrechamente a nuestros niños.


sábado, 2 de febrero de 2013

Cine y Pediatría (160). “La zona oscura” debiera llenarse de luz en la infancia


El novelista y guionista Alexander Stuart escribió su obra más controvertida en 1989 bajo el título de “The War Zone”, la historia de un incesto que se produce en el seno de una familia que se ha trasladado de Londres a una casa de Devon, en plena costa inglesa. Pero fue Tim Roth, actor inglés fetiche en las principales obras de Quetin Tarantino (Reservoir Dogs, 1992; Pulp Fiction, 1994) quien adaptó la novela a la gran pantalla en 1999, lo que constituyó su ópera prima como director bajo el título homónimo de La zona oscura, película que cosechó polémica, muy buenas críticas y diversos galardones cinematográficos, como la Espiga de Plata en el Festival de Valladolid o el premio al descubrimiento del año de la Academia de Cine Europeo. La polémica ya surgió cuando la novela consiguió el prestigioso premio Whitbread, que le fue retirado poco antes de la ceremonia de entrega por las presiones de uno de los miembros del jurado que se sitió ofendido por su contenido. 

El debut de Tim Roth detrás de la cámara lo ejecuta con una historia terrible y contada de forma deliberadamente cruda. Y lo hace con esta opresiva película sobre secretos familiares, que contaba a su favor con un excelente guión del propio Alexander Stuart. Una familia de clase media compuesta por el matrimonio (un cínico Ray Winstone y una siempre inquietante Tilda Swinton) y tres hijos: Jessie, de 18 años (una atemorizada Lara Belmont), Tom, de 15 años (un perplejo Freddie Cunliffe), y un bebé. Una familia aparentemente feliz, hasta que el tímido Tom descubre el terrible secreto que comparten su padre y su hermana; entonces, aislado y confuso por su rabia de adolescente, Tom está decidido a descubrir toda la verdad, una verdad dolorosa que su hermana mantiene en secreto por miedo. La frialdad con que está tratada la película está incentivada por dos recursos paisajísticos: unos cielos siempre grises, lluviosos y melancólicos; y un mar siempre turbulento. Recursos que acompañan al espectador a adentrarse dentro de los problemas de esa familia. El ambiente oscuro y lluvioso de la película (¿por qué el ambiente de las películas británicas me producen una tristeza muy superior a la media?) favorece ese entorno de desconfianza y distanciamiento entre los personajes, donde nuestro adolescente protagonista es el inocente espectador del morboso secreto que rodea a la familia. El tratamiento del tema, que afortunadamente no cae en los convencionalismos del cine de concienciación social, es sobrio y se desarrolla conforme a las expectativas. Lo más interesante del trabajo de Roth hay que buscarlo en la fuerza de las sutiles escenas que van surgiendo esporádicamente a lo largo de la narración. Son sugerentes apuntes que se esbozan de la manera más simple y que conforman un conjunto sombrío y fascinante, hasta alcanzar el tremendo clímax final. Gran final: los dos hermanos abatidos en el búnquer; y la frase de Tom: “Qué vamos a hacer?”. Él se levanta y cierra la puerta; entonces, se aleja la cámara mostrando poco a poco la escarpada costa sobre la que está asentado el búnquer abandonado en la Segunda Guerra Mundial (que vuelve a ser testigo, al igual que lo fue durante la contienda bélica, de un terrible acontecimiento), sobre un mal bravío y un tiempo gris. Un alejamiento con el fondo musical de Simon Boswell, que nos deja pensando en la zona más oscura del ser humano… Algunos momentos de la película no dejarán indiferente al espectador sensible, pues son psicológicamente muy duras. Porque el incesto entre un padre y su hija es un tabú y una losa que introduce en zona de guerra a la familia y en zona oscura a la sociedad. 

Desde siempre, algunos actores deciden pasarse al otro lado de la cámara y dirigir sus propias películas. Para mí el caso paradigmático (y casi increíble) fue el de Clint Eastwood, a quien hemos dedicado un par de entradas por su visión de la infancia en su cine (ver Cine y Pediatría 95 y 96). Otros actores que han seguido ese camino, con mayor o menor éxito, son Kevin Costner, John Malkovich, Mel Gibson, Quentin Tarantino, Johnny Depp, Gary Oldman, Sean Penn, Antonio Banderas…; y que me dicen de Ben Affleck y su actual película Argo, premiada con el Globo de Oro a la Mejor película dramática. Con La zona oscura, el actor Tim Roth se une a este grupo con un nivel que nada tiene que desdeñar al de su labor como intérprete. 

El abuso sexual infantil es una forma desdeñable de malos tratos. Si ese abuso sexual ocurre en el mismo territorio de la familia el horror se vuelve exponencial. El abuso sexual infantil supone una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño y adolescente; y tiene unas lacras perennes, incluso en la edad adulta. Uno de los mayores problemas de esta lacra es poder sacarla a la luz y que las situaciones se denuncien a tiempo. Películas como La zona oscura nos sitúan, al igual que otras ya comentadas (Precious de Lee Daniels, 2009; Inocencia interrumpida de James Mangold, 1999; No tengas miedo, de Montxo Armendáriz 2011), ante el horror, para recordarnos que la infancia hay que protegerla con luz de cualquier zona oscura.

 

sábado, 21 de julio de 2012

Cine y Pediatría (132). “Forrest Gump”, una metáfora sobre la superación en la vida


" Run, Forrest, run ! " . Es una de esas frases famosas del séptimo arte que han atravesado la pantalla y se han convertido ya en un grito de esperanza y superación. Pertenecen, como no, a una de las películas más emotivas de la historia, una película que se disfruta más y más en cada una de las re-visiones que realizamos de ella. Hablamos de Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994). 

Basada en la novela del mismo nombre escrita en 1986 por Winston Groom, nos narra la vida de Forrest Gump (increíble Tom Hanks), un niño de Greenbow (Alabama) afecto de diferentes discapacidades (no posible conocer cuál es su diagnóstico, pero atesora un leve retraso mental, escoliosis y defecto de extremidades inferiores), quien, con el amor y enseñanzas positivas de su madre, consigue conquistar grandes metas en su vida. Una vida que se pasea en primera mano por algunos de los eventos históricos más importantes de la historia sociocultural americana de finales de los años cincuenta y principios de los ochenta (el Ku Klux Klan, la guerra de Vietnam, el movimiento hippie, la llegada del hombre a la luna, el movimiento de las Panteras Negras, el periodo Ping-Pong, el huracán Carmen en Alabama, el escándalo Watergate, el nacimiento de Apple Computer, los primeros casos del sida,…) y por personajes simbólicos de la cultura (Elvis Presley, John Lennon) o de la política (John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon). 

Gran parte de la filosofía de Forrest proviene de su madre (Sally Field), y de una de sus frases favoritas: "My mama always said life is like a box of chocolates; you never know what you're gonna get". También, gran parte de su motivación, se basa en el amor eterno a Jenny (Robin Wright), desde aquel primer día de colegio en que la conoció en el autobús, una Jenny cuya vida estuvo marcada por los vaivenes que le causó un trauma infantil (los abusos sexuales por parte de su padre). Como Forrest nos dice, “Es curioso lo que un joven recuerda. Porque yo no recuerdo haber nacido, no recuerdo lo que me regalaron para mi primera Navidad y no recuerdo a dónde fui para mi primer pic-nic. Pero sí recuerdo la primera vez que escuché la voz más dulce de todo el mundo”. En ese momento Jenny le pregunta si es tonto, y él le contesta que según su madre “tonto es el que hace tonterías”.

Forrest tuvo una infancia complicada: vivía sólo con su madre en una casa en la que alquilaban las habitaciones; tenía una sería de hándicaps mentales y físicos, por lo que tuvo que llevar ortesis en sus piernas y, por ello, recibía la burla y agresiones de sus compañeros de colegio. Su madre siempre tuvo palabras positivas para él y sus circunstancias: "Cada uno crea su propio destino: aprovecha lo que Dios te ha dado. Haz todo, lo mejor posible. Si Dios hubiera querido que fuéramos iguales, nos habría puesto a todos aparatos en las piernas". Esas mismas estructuras metálicas en sus piernas es las que le hicieron desarrollar las piernas fuertes que utilizaría en toda su vida, para hacer lo mejor que solía hacer: correr. 

Forrest corrió toda su vida; y con ello consiguió entrar en la Casa Blanca con sendas medallas como premio, sobrevivió en Vietnam (en donde conoció a dos de sus grandes amigos: el teniente Dan Taylor -Gary Sinise- y Bubba -Mykelti Williamson-), fue campeón nacional de ping-pong, dio un discurso que nadie escuchó en una manifestación por la paz de hippies, se compró un barco camaronero, alcanzó casarse con el amor de toda una vida, y hasta tuvo un hijo, Forrest Gump Junior (Haley Joel Osment, el niño que luego alcanzó la fama en El Sexto sentido). 

Forrest Gump es una metáfora de la vida, de la lucha por encontrar cuál es la meta de cada uno, una mezcla de destino y sueños propios. Forrest comienza a correr a través del país: corre de costa a costa, y lo hace continuamente a lo largo de "3 años, 2 meses, 14 días, y 16 horas" y, como él explica: “Aquel día, sin ninguna razón en particular, decidí salir a correr. Corrí hasta el final del camino, y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el final del pueblo. Y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el condado de Greenbow. Noté que si había llegado tan lejos, tal vez podía correr a través del gran estado de Alabama. Y eso fue lo que hice. Corrí atravesando Alabama. Sin ninguna razón en particular seguía corriendo. Corrí derecho hasta el océano. Y cuando llegué, noté que ya había llegado lejos, y que tal vez debía dar la vuelta y continuar corriendo. Y cuando llegué al otro océano, noté que debía dar la vuelta y continuar corriendo. Cuando tenía sueño, dormía. Cuando tenía hambre, comía. Cuando debía... tú sabes, iba...”

Forrest Gump no es producto de la casualidad y su magia está indiscutiblemente ligada a tres nombres: su director (Robert Zemeckis), su guionista (Eric Roth) y su actor (Tom Hanks). Robert Zemeckis es un director al que le preceden y suceden grandes éxitos como Tras el corazón verde (1984), la trilogía Regreso al futuro (1985, 1989 y 1990),  ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), Contact (1997), Lo que la verdad esconde (2000), Náufrago (2000) o Polar Express (2004). Eric Roth cimentó su fama de guionista con esta película, al que han sucedido otras grandes obras: El hombre que susurraba a los caballos (Robert Redford, 1995), El dilema (Michael Mann, 1999), Munich (Steven Spielberg, 2005), El curioso caso de Benjamin Button (David Fincher, 2008) o Tan fuerte, tan cerca (Stephen Daldry, 2011), entre otros. Y qué decir de Tom Hanks, quien ya encadenó dos Oscar seguidos a mejor actor (en el año 1994 por Forrest Gump y en el año anterior por Philadelphia de Jonathan Demme) y ha sido candidato en otras tres ocasiones: Big (Penny Marshall, 1988), Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) y Náufrago (Robert Zemeckis, 2000). 

Éxito de público y crítica, Forrest Gump ha sido merecedora de múltiples galardones. Los más sonados, sin duda, correspondieron al de ser la vibrante ganadora de los Oscar de ese año, con 6 premios de sus 13 candidaturas: mejor película, mejor director, mejor actor, mejor guión adaptado, mejores efectos visuales y mejor montaje. Curiosamente, no consiguió la de mejor banda sonora para Alan Silvestri, a pesar de que esta banda sonora ha llegado a ser uno de los lanzamientos discográficos más exitosos de todos los tiempos; la responsabilidad de esto hubo que achacársela a otro de los grandes de la música cinematográfica: Hans Zimmer por la música de El rey león (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994). En el año 2011 la película Forrest Gump fue incluida en la lista de tesoros fílmicos de los Estados Unidos, junto a otras 25 películas entre las que se encuentran El Silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) o Bambi (David Hand, 1942), entre otras. 

Un éxito sin parangón que perdura en nuestra memoria y nos dibuja una sonrisa al recordarla, porque Forrest Gump es ya un icono del siglo XX y está en nuestras vidas. Una sonrisa que se dibuja en nuestro rostro incluso con sólo oír algunas de las notas de la brillante banda sonora original de Alan Silvestri. Con ella os dejamos, con ellas soñamos, como esa pluma que la brisa eleva al cielo al final de la historia… Esa pluma que resume lo que es un ejemplo de superación en la vida. 

En una entrada previa de “Cine y Pediatría” comenté, tras analizar Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962), que las familias necesitan un Atticus Finch en sus vidas. Creo que también puedo declarar que esta película nos hace sentir, de alguna forma, que necesitamos alguno de los valores de Forrest Gump en nuestras vidas.

  

sábado, 21 de mayo de 2011

Cine y Pediatría (71). “No tengas miedo” y denuncia el abuso sexual infantil


Se considera abuso sexual infantil (o pederastia) a toda conducta en la que un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la madurez o el poder. Se trata de un fenómeno complejo y un grave problema, pues constituye una experiencia traumática. Experiencia que es vivida por la víctima como un atentado contra su integridad física y psicológica, por lo que constituye una forma más de victimización en la infancia, con secuelas similares (o mayores) a las generadas en casos de maltrato físico. El abuso sexual infantil supone una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño y puede dejar unas secuelas que no siempre remiten con el paso del tiempo. Si la víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, el malestar puede continuar incluso en la edad adulta.
En su mayoría, los abusadores son varones heterosexuales que utilizan la confianza y familiaridad, y el engaño y la sorpresa, como estrategias más frecuentes para someter a la víctima. La media de edad de la víctima ronda entre los 8 y 12 años y el número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.

Uno de los mayores problemas de esta lacra es poder sacarla a la luz y que las situaciones se denuncien a tiempo. Varios son los problemas por los que la denuncia se produce en general pocas veces y/o tarde: 1) la relativa imprecisión del concepto de “abuso sexual” y su consideración como un tabú, lo que favorece su ocultamiento y silenciamiento; 2) la ausencia de testigos en la mayoría de las ocasiones, por lo que la única vía para su revelación sea el testimonio de la víctima; 3) la condición de “menor” de la víctima no favorece la denuncia, bien sea por su incapacidad para comunicarlos o por el miedo que sienten; 4) dado que la mayoría de estos abusos se cometen en el interior de las familias o de círculos muy próximos al menor, es frecuente que se creen estrategias de ocultamiento extraordinariamente eficaces.

Estos elementos son los que se ha atrevido a plasmar en pantalla Montxo Armendáriz con su última obra, No tengas miedo (2011), en formato de película-documental y en clave de drama de denuncia social. Tras seis años de silencio (su último estreno fue con Obaba, 2005), Armendariz retoma el pulso al cine, con un tema (el de la infancia y juventud) que no le es ajena en su no muy pródiga (pero interesante) trayectoria como director: en concreto, se hacía eco de los problemas de la juventud en Historias del Kronen (1994) y de los secretos de los adultos vistos a través de los ojos de un niño en Secretos del corazón (1997).
En No tengas miedo, Silvia (Michelle Jenner) es una joven de 25 años que ha tenido una infancia y adolescencia llena de sombras, en las que un terrible secreto le supuso vivir una pesadilla real de la que intenta escapar con grandes esfuerzos de superación personal. Silvia es la única hija de un matrimonio de clase media-alta de Pamplona que viven aparentemente feliz (tal como se insinúa en su escena inicial), con un padre cariñoso y muy atento al cuidado de su hija (Lluis Homar) y una madre también aparentemente normal, si bien no excesivamente proactiva ante algunas señales de alarma que aprecia en su hija, por lo que prefiere mirar a otro lado (Belén Rueda). No tengas miedo no es original por el qué se cuenta (muchas películas lo han abordado ya, como veremos), sino por el cómo. Un guión inteligente (y una cámara que evita la sordidez) convierte un retrato desgarrador del abuso sexual en la familia y del miedo en los seres más vulnerables e indefensos, en una experiencia fílmica aceptable. Tema difícil, con buen resultado y en el que sus tres protagonistas ponen señales de credibilidad en sus personajes. La originalidad de la película también procede del carácter seudo-documental de algunas partes, sobre todo de los testimonios (algunos reales, otros interpretados por actores) sobre personas que han sufrido abusos y que se exponen sucesivamente a través de una sesión de terapia colectiva.

El peligro del cine, en general (y del cine español en particular), es la tendencia al discurso de brocha gorda cuando se profundiza en cuestiones candentes de temática social. No es este el caso. Aunque el tema es escabroso, la forma de abordarlo se soporta como espectador, pues no hay demasiados subrayados ni parches melodramáticos. Y el dolor y la tragedia la imaginamos como espectadores en el relato fuera de campo o en los fundidos. Porque, como ya nos tiene acostumbrado el cine que se deja en buenas manos, lo que sugieren las imágenes es peor que lo que se hubiera mostrado. Tampoco hay estereotipos (ya conocidos y que hubieran desgastado la película antes de tiempo): no se nos presenta al padre como un depravado, ni a la madre como una protectora, ni al entorno familiar como una calamidad,… Todo (o casi todo) aparenta normalidad, una normalidad escalofriante que conlleva a que Silvia, al final de la película le diga a su psicoterapeuta: “Cómo es posible que la persona que más me quiere me haya destrozado la vida”.

Tratamos de soslayo (y bajo otra perspectiva) la pederastia en Precious, en Inocencia interrumpida y, principalmente, en Hard Candy.En esta última ya enumeramos algunas películas más sobre el tema. Aquí os dejamos otras en las que el abuso sexual infantil (la pederastia o el incesto en el contexto de la familia) forma parte principal o secundaria del guión, pero en todas las cuales deja una profunda huella en los protagonistas:

-La luna (Bernardo Bertolucci, 1979): tortuosa trama que narra la relación entre una cantante de ópera recientemente viuda y su hijo adolescente enganchado a la droga, con el incesto como escabroso tema de fondo con matices freudianos.

-El Príncipe de las Mareas (Barbra Streisand, 1991): Tom (Nick Nolte) tiene que revivir una infancia traumática de manos de una psiquiatra (Barbra Streisand), de la que se está enamorando. Parte de estos recuerdos incluyen la humillante declaración de abusos sexuales en su infancia.

-Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994): en el banco de un parque somos partícipes de la increíble historia de amor entre Forrest Gump (Tom Hanks) y su muy amiga Jenny (Robin Wright Penn), una historia llena de poesía, sabiduría y corazón, y que sólo queda empañada porque intuimos los abusos sexuales a los que Jenny es sometida por parte su padre alcohólico.

-Sleepers (Barry Levison, 1996): narra la historia de cuatro amigos (Brad Pitt, Kevin Bacon, Jason Patric y Billy Crudup) en el complicado barrio neoyorkino de Hell´s Kitchen, y entre cuyas vivencias en la infancia se incluye la entrada en una prisión para menores por un homicidio por imprudencia, en donde son víctimas de abusos sexuales por parte de varios guardias.

-Happiness (Todd Solondz, 1998): película controvertida de un controvertido director, sobre todo por algunas subtramas fuertemente sexuales, especialmente en el personaje de Bill (Dylan Baker), padre de familia con afición por la pederastia y obsesionado por un niño de 11 años, compañero de uno de sus tres hijos.

-Mystic River (Clint Eastwood, 2003): narra la historia de tres amigos (Sean Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon) en un peligroso distrito de Boston, y en los que aparecen los demonios del pasado y de la infancia, incluyendo el profundo trastorno psicológico que le ocasionó a uno de ellos el cautiverio de 4 días y los abusos a los que le sometieron dos adultos.

-En nuestra filmografía también podemos encontrar algunos ejemplos sobre este tema. Luis Buñuel lo trató en dos ocasiones, con relaciones incestuosas entre sobrina y tío, una entre Don Jaime (Francisco Rabal) y su sobrina novicia (Silvia Pinal) en Viridiana (1961) y otra entre Don Lope (Fernando Rey) y su hermosa y huérfana sobrina (Catherine Deneuve) en Tristana (1970). Pero el abordaje más director viene desde De Nens (Joaquim Jorda, 2004), película documental que narra la red de pederastia descubierta en el año 1997 en el barrio barcelonés del Raval, que afectaba a personas relacionadas con asociaciones culturales del barrio que trabajan primordialmente con niños.

Pero es Montxo Armendáriz quien ha roto el silencio con No tengas miedo. Y nos relata esta historia que habla de secretos del corazón y de mucho más: nos habla de ese dolor inquebrantable que provoca en la infancia (también en la vida de las personas y en la sociedad) el abuso sexual, máxime si se da en el contexto familiar. Tema complicado, pero que conviene mirar a la cara y denunciar con nombres y apellidos.