miércoles, 17 de abril de 2024

Terapia cinematográfica (5). Prescribir películas para entender las enfermedades oncológicas


El cáncer sigue siendo, pese a los espectaculares avances en el campo de la prevención, diagnóstico y tratamiento de estas entidades, una de las principales causas de mortalidad en el mundo. Aunque hay muchos motivos para la esperanza, el diagnóstico de “cáncer” sigue provocando una de las reacciones psicológicas más duras entre personas afectadas y sus familiares. 

El cáncer es un filón para el cine, en películas de muy distinto calado: algunas películas dignas y respetuosas, llenas de valores; otras melodramáticas en busca de la lágrima fácil; algunas obras de arte y otras fácilmente olvidables. Y es así que la mirada del cine al cáncer nos devuelve arte (no siempre, pues algunas películas son de escasa calidad cinematográfica, más en la línea del sentimentalismo fácil que del sentimiento profundo), ciencia (no siempre, pues en la mayoría hay más espectáculo que rigor, donde la presencia del cáncer puede ser una mera anécdota en el guión) y, sobre todo, conciencia. 

Por tanto, el cine es una oportunidad para hablar con arte, ciencia y conciencia de la enfermedad oncológica y, sobre todo, de los pacientes con cáncer y su entorno. Una oportunidad para mejorar la relación profesional-paciente, para mejorar la humanización y para abrir el debate bioético. Y hoy nos centramos al cine relacionado con el cáncer infantojuvenil, películas que nos impactan, como espectadores, como sanitarios, como familiares o como afectados. Porque si el cáncer en un adulto conmociona, este efecto se multiplica cuando afecta a un hijo o a un nieto. Porque la realidad supera a la ficción y cada día, cientos de profesionales de la sanidad hacen una labor humana y científica sin límites en el cuidado de los niños con cáncer. Una labor que dignifica nuestra profesión y que recupera nuestra estima como pediatras. 

Y en este artículo de la serie “Terapia cinematográfica” proponemos un pequeño viaje a la oncología pediátrica a través de 7 películas argumentales. Estas películas son, por orden cronológico de estreno: 

- Planta 4ª (Antonio Mercero, 2003), para comprender el valor del “mundo amarillo” alrededor del cáncer, es decir, el valor de esas personas que apoyan con amistad y amor. 

- Cartas a Dios (Oscar et la dame rose, Eric-Emmanuel Schmitt, 2009), para interiorizar las diversas maneras de manejar el dolor de la pérdida y desmitificar el tema de la muerte. 


- Cartas al cielo (Letters to God, Patrick Doughtie, 2010), para reflexionar sobre el valor de la fe y esperanza como elementos de superación en la enfermedad. 

- Surviving Amina (Bárbara Celis, 2010), para sobrevivir al viaje en primera persona a las fases de diagnóstico y tratamiento de una enfermedad oncológica en un hijo pequeño. 

- Declaración de guerra (La guerre est déclarée, Valérie Donzelli, 2011), para transitar por el maratón emocional de las fases del duelo ante la lucha contra el cáncer de un hijo. 

- Yo soy uno entre cien mil (Penélope Cruz, 2016), para sensibilizar sobre la importancia de la investigación para luchar contra la leucemia infantil. 

Siete películas argumentales que el cine nos regala con el cáncer infantojuvenil como protagonista y que nos devuelve esas emociones y reflexiones para sobrevivir a lo que es una verdadera declaración de guerra personal, familiar, social y sanitaria.

lunes, 15 de abril de 2024

Comienza el curso de Continuum "Lectura sistemática del electrocardiograma pediátrico 2024"


El próximo día 25 de abril comienza el curso "Lectura sistemática del electrocardiograma pediátrico 2024", un curso liderado por la Sociedad Española de Cardiología Pediátrica y Cardiopatías congénitas (SECPCC), en su tercera edición en Continuum (tras las realizadas en los años 2015 y 2017). 

Este curso proporcionará al alumno conocimientos y habilidades necesarios para mantener y mejorar su competencia en la interpretación del electrocardiograma en la edad pediátrica teniendo en cuenta la evidencia disponible sobre su utilidad en el diagnóstico de la patología cardiovascular. 

El curso está dividido en seis módulos, que son: 
- Nociones básicas del electrocardiograma. Alteraciones de la conducción ventricular 
- Amplitud del complejo QRS, onda Q y onda P. Crecimiento auricular y ventricular 
- Repolarización y preexcitación 
- Guía sistemática de lectura del ECG pediátrico 
- Arritmias supraventriculares y ventriculares 
- Canalopatías y bloqueos 

Al finalizar los dos meses de formación de la actividad, el alumno habrá conseguido una serie de conocimientos, habilidades y actitudes, que se recogen a continuación: 
- Conocer la técnica de realización del electrocardiograma (localización derivaciones, ajustes velocidad y voltaje). 
- Reconocer las variaciones normales del trazado ECG que aparecen con el desarrollo, debidas a los cambios fisiológicos del aparato circulatorio. 
- Conocer y aprender a utilizar las tablas de valores normales. 
- Mostrar un método sistemático de lectura del ECG. 
- Conocer las indicaciones del ECG en pediatría. 
- Identificar las anomalías electrocardiográficas sugestivas de hipertrofia auricular y ventricular. 
- Identificar las anomalías electrocardiográficas sugestivas de alteraciones de la conducción; bloqueo completo e incompleto de rama derecha, bloqueo de rama izquierda, hemibloqueos anterior y posterior. 
- Identificar otras anomalías electrocardiográficas sugestivas de alteraciones de la conducción; preexcitación y síndrome de Wolf Parkinson White. 
- Identificar los cambios anómalos ST-T en el ECG. 
- Identificar los hallazgos electrocardiográficos sugestivos de pericarditis. 
- Identificar los hallazgos electrocardiográficos sugestivos de miocardiopatía hipertrófica. 
- Conocer las indicaciones del electrocardiograma en un niño con síncope. 
- Reconocer las arritmias más frecuentes. 
- Identificar una arritmia benigna. 
- Diferenciar las arritmias que requieren tratamiento urgente de aquellas que lo requieren crónico o que no lo precisan. 
- Identificar los extrasístoles auriculares, los ventriculares, la taquicardia supraventricular y la taquicardia ventricular por medio de criterios electrocardiográficos. 
- Identificar los hallazgos electrocardiográficos sugestivos de canalopatías: Síndrome de QT largo, QT corto y Síndrome de Brugada. 
- Comprender la relevancia clínica del intervalo QT corregido prolongado. 
- Identificar los bloqueos cardíacos (1º, 2º 3º grado) mediante el electrocardiograma. 
- Conocer los cambios electrocardiográficos producidos por las alteraciones iónicas: hipo- e hiperpotasemia, hiper e hipocalcemia. 

El curso estará en activo hasta el 20 de junio de 2024 y es un curso para cualquier profesional sanitario interesado en la mejor lectura del ECG. Y, aunque pediatras y residentes de pediatría son los receptores principales, también es un curso que puede interesar a médicos de familia y otros especialistas vinculados con la Pediatría. 

Toda la información e inscripciones en la página web de Continuum, con el poder del e-learning y web-based learning.

sábado, 13 de abril de 2024

Cine y Pediatría (745) “Mi hermano pequeño” y la deconstrucción de una familia inmigrante


“Mamá me hablaba dándose aires de importancia. Pero al mismo tiempo parecía estar siempre en otra parte. Era difícil saber cómo se sentía. Quiero decir, cómo se sentía de verdad. La noche que llegamos a Francia, no hacía más que mover las caderas. Supongo que eso le ayudaba a mantenerse en pie. Quizás por ser el pequeño, me aferré a la luz que irradiaba, a nada más. La maleta llena de dolor que había traído de casa, era su secreto”. Con esta voz en off, acompañado de la imagen fija de una madre negra y sus dos hijos que viajan en tren, comienza esta película francesa por título Mi hermano pequeño (Léonor Serraille, 2022), con la que la realizadora francesa ganó la Cámara de Oro a la mejor ópera prima en el Festival de Cannes, premio creado en el año 1978 y que ya ganaron antes otras películas de las que hemos hablado en Cine y Pediatría: la belga Totó, el héroe (Jaco Van Dormael, 1991), la iraní El globo blanco (Jafar Panahi, 1995) y la alemana Girl (Lukas Dhont, 2018).    

En Mi hermano pequeño, su directora toma como base las vivencias del padre de sus hijos para componer esta conmovedora crónica de la construcción y deconstrucción de una familia inmigrante. Y nos narra la historia de Rose y de sus hijos, Jean y Ernest, durante algo más de 15 años. Una historia que comienza en 1989, cuando Rose (Annabelle Lengronne) abandona su Costa de Marfil natal y llega a París para intentar iniciar una nueva (y mejor) vida. Tras dejar en África a sus dos hijos mayores, todas las esperanzas de Rose están puestas en Jean y Ernest, dejando atrás a su ya segundo marido. Y la voz en off es del hermano pequeño, Ernest, es la que inicia este film y la que nos acompañará durante todo la historia. 

Inicialmente son acogidos en casa de unos familiares y la mujer le da un consejo (“En la vida tienes que escoger a alguien que quiera a tus hijos. No a alguien que tú quieras. Es importante”) que Rose no parece tener muy en cuenta. Su belleza la hace ser atracción de los hombres, pero no acierta en la compañía. Y ella, que se afana en salir adelante como asistenta de limpieza en un hotel, da estos consejos a sus hijos: “Estudiar mucho. Ser los mejores… Y nada de llorar. No se llora delante de la gente. Si queréis llorar os escondéis”. Y así también ella llora en la soledad, porque quizás es cierto lo que le dicen: “No sabes ni lo que quieres”

Mientras ella busca su lugar, conoce a otro hombre casado que funcionará de padrastro y cambian de ciudad, como nos recuerda la voz en off del hijo menor: “Nos dijo que nos íbamos a vivir a Ruán. A un apartamento en el centro. Iríamos a buenos colegios. Iríamos con buenas compañías. Ella quería lo mejor para nosotros. Nosotros no queríamos irnos de nuestro cuchitril. Pero ello no era de las que cambian de opinión. Hizo las maletas y nos fuimos”. Y con ello un salto temporal nos presenta a los dos hermanos yan adolescentesY a partir de aquí, la película se fragmenta en dos partes: la primera se centra en Jean, la segunda en Ernest. Y un noticiario nos sitúa temporalmente alrededor de ley de Charles Pasqua, unas despiadadas leyes antiinmigración instauradas en por este ministro de Interior gaullista en el año 1993, cuyo objetivo era claro: “La regla de oro: debe restringirse el derecho a entrar en Francia”. 

Ahora los dos hermanos viven juntos y la madre solo viene los fines de semana. Las relaciones de pareja de la madre no funcionan y ahora decide casarse con un compatriota que la pretendió desde su llegada a Francia, a lo que Jean expresa: “No es un nuevo comienzo. Es el principio del fin”. Y Jean acaba abandonando el hogar y decide regresar a Costa de Marfil, lo que enfada de tal forma a Ernest que culpa a su madre. 

En el salto temporal final ya nos encontramos a un joven Ernest que vive independiente, ahora como profesor de filosofía de un instituto de París y lee un texto muy significativo a sus alumnos: “Que cada uno examine sus pensamientos. Los encontrará ocupados en el pasado y en el futuro. Apenas pensamos en el presente y si pensamos en él, solo es para tomar luz de él y proyectarla en el futuro. El presente nunca es nuestro fin. El pasado y el presente son nuestros medios. Solo el futuro es nuestro fin. De tal forma no vivimos, sino que esperamos vivir”. Porque ha pasado mucho tiempo, pero aún le recuerdan que es un emigrante en un país en el que no nació… 

Y en el encuentro con su madre se preguntan por sus vidas y él le recuerda que ha tenido muchos padres, pero el verdadero padre fue el colegio, y ella se excusa con lágrimas: “Yo hice todo lo que pude. Aunque cometiera errores”. Y la madre le da una carta de su hermano, que acaba así: “Espero verte algún día. Un hermano pequeño no es poca cosa”. Y un fundido en negro nos deja pensando en esta película alrededor de una familia africana inmigrante que entra en deconstrucción y este peculiar “coming of age” de dos hermanos en busca del sentido de pertenencia. 

Una película realizada con el sentido y sensibilidad del cine francés, sobre un tema que no les es ajeno, pues en Francia viven cerca de 9 millones de inmigrantes, lo que supone un 13% de su población. Pero la inmigración es una constante en muchos países, y baste recordar que en España hay casi 7 millones de inmigrantes (un 15% de la población), y las historias de superación y supervivencia se repiten.