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sábado, 29 de abril de 2023

Cine y Pediatría (694) “Las nadadoras”, una historia digna de ser filmada para no morir en la orilla

 

En Oriente Medio y el Norte de África hubo en el año 2011 un estallido sin precedentes de protestas populares y exigencias de reformas. Comenzó en Túnez y, en cuestión de semanas, se extendió a Egipto, Yemen, Bahréin, Libia y Siria. Fueron derrocados líderes autoritarios que ostentaban el poder desde hacía mucho tiempo, como Hosni Mubarak en Egipto y Zin el Abidín Ben Alí en Túnez. Se le conoció como la Primavera Árabe y se albergó la esperanza de que instaurara nuevos gobiernos que traerían reformas políticas y justicia social. Pero la realidad fue muy diferente en cada país. En concreto, en Siria desencadenó el conflicto armado más sangriento de la región, que estalló como respuesta a la brutal represión del gobierno de Bachar al Asad a las protestas multitudinarias; se cometieron crímenes atroces a una escala masiva, y la mitad de la población fue desplazada. Y sigue siendo la norma que se reprima a quienes se atreven a alzar su voz por una sociedad más justa y abierta.

Un comienzo necesario para contextualizar esta reciente película con una historia basada en hechos reales: Las nadadoras (Sally El Hosaini, 2022), la historia del viaje milagroso realizado por las hermanas nadadoras Yusra (Nathalie Issa) y Sarah Mardini (Manal Issa), dos adolescentes de 17 y 19 años que huyeron como refugiadas de la Siria devastada por la guerra para vivir una nueva vida en Alemania, donde surgió la oportunidad de competir en los Juegos Olímpicos de Río de 2016. Una película que comienza con la siguiente nota “2011, suburbio de Damasco, Siria”, donde se atisban ya en internet los primeros movimientos sociales de esta Primavera Árabe, aunque el padre de esta familia, entrenador de natación de sus hijas, aún mantiene sueños: “No eres una atleta de verdad si no piensas en los Juegos Olímpicos”

Enseguida la historia nos traslada a una Damasco que lleva sumida cuatro años en una guerra civil con continuos bombardeos (“2015, cuatro años más tarde”), una ciudad donde intentan llevar una vida normal entre soldados en las calles, aviones sobrevolando la ciudad, francotiradores, casas destruidas, apagones de luz y miedo. Y pintadas en árabe en los muros: “Vuestros aviones no pueden destruir nuestros sueños”. Allí donde el padre dice a Yusra, la menor de las hijas y en quien tiene volcadas sus mayores esperanzas de triunfo: “Concéntrate. En el agua, estás sola. Es tu lucha. Tu objetivo es ganar, no ser amable. Tienes una meta y debes alcanzarla. Céntrate en las cosas que puedes controlar. La salida. La hidrodinámica. El impulso en la pared. La respiración. Encuentra tu calle. Nada a tu meta”

Pero con el escalofrío de la escena de la bomba que cae en la piscina, comienzan a pensar también los padres que no hay futuro para sus hijas en Siria. Y planean la forma y trayecto para llegar a Europa, con la compañía de un primo. Y la escena de los distintos refugiados de diferentes países que quieren cruzar en lancha a Lesbos es desgarradora, y nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida alrededor de los refugiados que huyen de su país en busca de una vida mejor o salvar la vida. Se siente la angustia a cada momento de la travesía… y entre las hermanas se dicen: “Sería absurdo que unas nadadoras murieran en el mar”. Y cuando llegan a la costa de Lesbos no pueden por menos que pensar: "No saben que en ese mar muere gente”. Y de ahí la aventura no es menos ardua para llegar a Alemania, a Berlín, pues ahora el riesgo no es el mar sino las fronteras y los traficantes de emigrantes que se aprovechan de ellos. 

En Berlín son acogidos como refugiados. El encuentro con un entrenador de natación, Sven (Matthias Schweighöfer) les cambia la vida, pues saca a las hermanas del centro de refugiados y les instala en las instalaciones de un centro deportivo. Solo Yusra se lanza a recuperar la forma física y los tiempos para intentar llegar a la Olimpiada de Río de Janeiro 2016, algo muy complicado por su situación. Pero no lo pueden hacer por Alemania ni por Siria, y aunque llega a decir “Nada ha salido como teníamos pensado”, si llegó a formar parte del equipo de Atletas Olímpicos Refugiados y consigue algo que no pudo realizar su entrenador. 

Y este colofón final: “El resto de la familia Mardini cruzó a Europa por mar ese mismo año. Ahora viven en Berlín. Sarah Mardini volvió a Lesbos para ayudar a los refugiados que llegan a la costa cada día. Yusra Mardini nadó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Eligió competir en el Equipo Olímpico de Refugiados. Ahora es embajadora de buena voluntad en ACNUR y una voz para los refugiados en el mundo. En 2018, las autoridades griegas arrestaron a Sarah y sus compañeros por tráfico de personas, al ayudar a los refugiados en Lesbos. Según el Observatorio de Derechos Humanos, hubo “motivos políticos” y, según Amnistía Internacional, fue “injusto e infundado”. De ser condenada, le esperan 20 años de prisión. Desde 2011, 5,7 millones de sirios se han convertido en refugiados. Hay más de 30 millones de refugiados en el mundo. La mitad de ellos son menores de 18 años”. Queda todo dicho el por qué ver esta película. Y porque ha sido una historia digna de ser filmada, para después de tanto nadar, no morir en la playa.

 

lunes, 8 de febrero de 2016

Una crisis con rostro de niño


En la revista de enero de 2016 de UNICEF aparece un artículo que vale la pena revisar, como la mayoría de las experiencias de esta organización. El artículo lleva el título del post. 

Porque no importan dónde se encuentre o de dónde procedan, todos los niños tienen los mismo derechos. Pero en un contexto de guerra, violencia y persecución, los niños son más vulnerables y necesitan una atención y protección especiales. 

Actualmente más de 4,5 millones de niños han tenido que huir de sus casas debido a los conflictos y la inestabilidad que viven sus países de origen, como Siria, Afganistán , Iraq, Sudán o Somalia. Lo hacen, solos o con sus familias, en busca del lugar seguro y de una vida mejor, llámese Turquía, Líbano, Jordania o Europa. 

La crisis actual de refugiados y migrantes en la Unión Europea es una crisis sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial y es un crisis con rostro de niño. Estos son algunos números terribles: 
- Más de 1 millón de refugiados y migrantes han llegado a Europa por mar en 2015 
- De ellos, la mitad son sirios. 
- Uno de cada cuatro solicitantes de asilo son niños. 
- Necesitan ayuda urgente alrededor de 25.000 niños. 

Pero detrás de los números hay niños y niñas con rostro y con derechos internacionales. Para la mayoría de ellos que abandonan su país, el peligro que implica quedarse es muchísimo mayor que el de marcharse.  
Siria es un ejemplo horríblemente paradigmático: casi un lustro de violencia ha reducido a escombros las principales infraestructuras, privando a millones de niños de educación, atención sanitaria y servicios básicos como el agua o la electricidad. Una de cada cuatro escuelas y dos de cada tres hospitales están destruidos. 

Y lo peor de todo: el estado de anestesia moral permanente en el que nos hemos acomodado en el llamado Primer Mundo. El bombardeo de noticias trágicas un día sí y otro día también, a través de prensa escrita, radio y televisión, parece producir cierto estado de indiferencia ante las tragedias que están teniendo lugar ahora mismo en diversas zonas del planeta... y casi todas tienes rostro de niño.

sábado, 10 de octubre de 2015

Cine y Pediatría (300). "Silvered water, Syria self-portrait", cuando la realidad supera la ficción


Hoy es una fecha especial para Cine y Pediatría. Hoy llegamos a nuestro post número 300 y merece una entrada especial. 

Celebramos las primeras 100 entradas de Cine y Pediatría en el blog con un recopilatorio de las películas comentadas hasta entonces. Celebramos la entrada 200 con una película muy especial: La vida de Adèle (Abdallatif Kechiche, 2013), ese vértigo a que nos enfrenta el primer amor. Y hoy celebramos la entrada 300 con otra película muy especial también, una película documental que contiene unas imágenes tan duras que pueden herir la sensibilidad del espectador, imágenes de una realidad injusta que todos conocemos, el conflcto de Siria: Sylvered Water, Syria self-portrait (Ossama Mohammed y Wiam Simav Berdixan, 2014) nos despierta de ese posible estado de anestesia moral permanente en que caemos. 

Es difícil reconocer en una guerra como la de Siria quienes son los “buenos” y los “malos” de algo que no es una película, sino una cruda realidad, como lo son todos conflictos bélicos. Llevamos años con bombardeos de noticias trágicas en prensa, radio y televisión sobre este estado no reconocido de guerra civil en ese país, y es tanto el ruido que ya casi nos hemos acostumbrado al horror… y sería lo peor que nos podría ocurrir. Porque la indiferencia ante las tragedias del mundo es uno de los males que cabe combatir. 

Y porque la población civil es la primera víctima de las guerras y, como siempre nos informa UNICEF, la población infantil es la que peor lo pasa en estas trágicas circunstancias. El caso de Siria es paradigmático. Y estas son las cifras que nos da UNICEF, cifras que quedan desactualizadas desde el mismo momento que se publican, pues el problema crece: 
- Más de 4 años de guerra está dejando unas profundas cicatrices en más de 14 millones de niños en los conflictos que se dan en Siria y gran parte de Irak. Ya se habla de una generación perdida. 
- De ellos, casi 6 millones de niños sufren situaciones extremas de pobreza, desplazamiento y estado de sitio. 
- Dos millones viven como refugiados en Líbano, Jordania, Irak, Egipto y otros países del norte de África. 
- Casi 3 millones de niños iraquíes se han visto obligados a abandonar sus hogares, muchos de los cuales se encuentran atrapados en las zonas controladas por los grupos armados. 

Todo ello ha creado una crisis de refugiados y migrantes sin precedentes en la Unión Europea desde la Segunda Guerra Mundial. Más de medio millón de personas han llegado a Europa por mar en lo que va de 2015, la mayoría huyendo de Siria y lo más trágico: uno de cada cuatro solicitantes de asilo son niños. Huyen de sus raíces víctimas de malos tratos y abusos a manos de traficantes y bandas locales. Es por ello que toda ayuda (en temas de agua, higiene, saneamiento, nutrición, salud, educación y protección) es bien recibida, pero para tomar conciencia de ello quizás hagan falta películas de la crudeza que hoy vamos a presentar. Para tomar conciencia de la realidad, una realidad que sí que supera a la ficción. 

Porque en 1959, Alain Resnais, con la complicidad de la escritora y también cineasta Marguerite Duras, resolvió el desafío moral y estético de levantar una película sobre la catástrofe de Hiroshima convocando dos voces abstractas (una masculina y otra femenina) en el centro de un sofisticado laberinto narrativo sobre las trampas de la memoria y la gestión del recuerdo del horror. El resultado fue Hiroshima, mon amour, uno de los títulos fundacionales de la modernidad y, por lo tanto, uno de esos trabajos cuyos ecos siguen resonando sobre el cine contemporáneo. Y en el año 2014 los directores sirios Ossama Mohammed y Wiam Simav Berdixan nos regalan (o lanzan al rostro) la película documental Silvered Water, Syria self-portrait, y no es solo un guiño gratuito a la película previa que le sirvió de referente, porque este documental es tan incómodo como conmovedor sobre la situación actual de caos y horror en Siria. 

Para empezar, esta es una película a cuatro manos y dos voces: la del cineasta exiliado Ossama Mohammed  que recopila, monta y ordena cronológicamente las imágenes que sus compatriotas han registrado con pequeñas cámaras y teléfonos móviles y han subido a YouTube, y la de la joven profesora de primaria y documentalista de urgencia Wiam Simav Berdixan, que registra sobre el terreno del sitio de Homs no solo la barbarie de la guerra civil, sino las afirmaciones vitales de sus pequeños alumnos, marcados por la condición de supervivientes desde el momento en que nacieron. Ossama y Wiam Simav se conocieron a través de internet, trabajaron juntos en la distancia y no se vieron en persona hasta el estreno parisino de la película, con esta ya terminada. Este es un trabajo al que, sin duda, le queda corto el lenguaje de una crítica de cine, porque es un documento fílmico molesto en ocasiones, tanto por lo que nos muestra como por cómo lo muestra, con el desorden, el caos y la mala técnica de grabaciones robadas. No resulta exagerado subrayar que, tal como opina muchos comentaristas, estamos ante algo que es mucho más que una película. 

El documental juega con una referencia conceptual a "Las mil y una noches", porque no se trata de una acumulación de vídeos sino de “mil y una imágenes grabadas por mil y un sirios”, como refiere el propio director, con el valor añadido de que en la Siria en estado de guerra, una cámara de vídeo puede ser un pasaporte a la muerte. No es fácil ver Silvered Water. Syria self-portrait y su desfile de imágenes brutales, en las que se acumulan cadáveres de niños, brutales torturas y cuerpos destrozados. La película, lejos de explicar la guerra, lejos de ofrecernos respuestas y seguridades, como haría cualquier documental concienciado, nos enfrenta a un mundo de horrores y dolor sin ofrecernos más asideros que el testimonio de esa cineasta y su sempiterna voz en off y cómo entre el cine y la vida elige la vida: la que le proporcionan esos niños que rebuscan entre los escombros una flor para sus madres.

Un documental que atesora algunas de las secuencias más estremecedoras del cine reciente, por duras unas, por bellas otras, por desconcertantes la mayoría. Una película que mezcla sin pudor imágenes extraídas de redes sociales, filmaciones amateurs, con las imágenes que la cineasta envía desde la retaguardia, no en un intento de alcanzar la verdad a través de la suma de puntos de vista, sino para intentar descontextualizar unas imágenes y darles la vuelta: el horror filmado como testimonio del sinsentido de cualquier guerra y un grito de los directores frente al horror del conflicto sirio.  Porque Ossama Mohammed, es un cineasta refugiado en Francia que asiste impotente a la pasividad de la comunidad internacional con respecto a Siria. Y antes de que la barbarie se apoderara de su país, desea movilizar a la comunidad internacional que se muestra dramáticamente indiferente y nos golpea con este documental tan desgarrador y sangriento como conmovedor.

Un documental que apoya el desorden de sus imágenes con la voz en off (que no habla de Siria, es Siria quien habla y llora a través de esa voz) y el sonido (con la mezcla de los disparos, las pisadas de los soldados, el chat de Facebook, ciertas melodías y algunos cánticos). Un documental que comienza así: “Un día después del colegio un chico escribió en la pared: “La gente quiere derrocar el régimen”. Fue detenido. Le arrancaron las uñas. Esto sucedió en Dar´a. Su familia fue a la comisaría para exigir libertad. “Olvidaos de él” dijo la policía., “Id y hace otro”. Luego un fundido en negro persistente e inquietante e imágenes difíciles de cuadrar. Y una sucesión de partes del documental con estos títulos: El primer mártir, La primera noche, Maratón, Espartaco, La primera notación musical, El cineclub (allí donde se nos dice “Cine de realismo. Cine de maravilloso. Cine del asesino. Cine de la víctima. Cine de lo poético. Fantasía. .. Me llamo Ossama Mohammed. Me fui de Siria el 9 de mayo de 2011. El 9 de mayo, el día del triunfo sobre el fascismo. Ahora voy rumbo a Cannes sin una película. Yo soy la película. Un director sirio con 1001 imágenes. Las llevo para contar la historia. Para hablar”), Cannes 2011, programa de entrevistas (donde se nos cuenta “Hay dos personajes en esta foto: un adolescente y una bota. El adolescente está solo con su desnudez. Es quien es. El otro protagonista es una bota. Así es como se presenta asimismo en su película. Ya no podemos preguntar al adolescente sobre sus sueños. ¿Qué pensaba ayer por la noche antes de entrar en este infierno? ¿Besar a su chica como todos hacemos? ¿A quién habrá besado? Cuando vi lo que vi, me vi a mi mismo en él. Besé la bota con él”), Agua plateada, La primera toma y Los sentidos.

Con esta película tan extraña como necesaria quiero conmemorar esta entrada de hoy en Cine y Pediatría, para demostrar que el cine es mucho más que un arte o un espectáculo, porque deber ser -y lo es muchas veces- también conciencia. Este es el trabajo conjunto de Ossam Mohammed y Wiam Simav Berdixan, y Simav significa en curdo agua plateada, de ahí el especial título de este especial documental. Simav decidió entonces filmar su entorno, su vida diaria a pesar de las bombas, y parte de la película es la historia de Omar, un niño huérfano, “una luz en las tinieblas”, y que según el director “encarna el futuro de Siria” con esas flores recogidas entre los escombros de la ciudad. 

Porque en Siria hay demasiadas tinieblas para la infancia y es tremendamente injusto que no tengan la luz necesaria para crecer.

 

martes, 15 de septiembre de 2015

Documento de los Grupos de Cooperación Internacional de la AEP y la AEPap sobre la crisis de refugiados

http://www.aeped.es/grupo-cooperacion-internacional/noticias/documento-grupo-cooperacion-internacional-aep-y-aepap-sobre-crisis-re

Sesenta millones de refugiados y desplazados en todo el planeta suponen el 1% de la población mundial. La cifra es aterradora. Se dice que desde la II Guerra Mundial no había tenido lugar una tragedia semejante y es cierto.

La espantosa guerra de Siria está obligando a los habitantes de aquel país a huír de sus casas y ciudades. Y para ellos Europa supone una especie de "Tierra Prometida" y hacia aquí vienen. La cuarta parte de estos ciudadanos sirios es menor de edad  Son las principales víctimas de esa guerra salvaje.

La AEP y la AEPap, por medio de sus grupos de cooperación internacional, han elaborado un documento conjunto posicionándose de forma clara en este tema. creemos que este documento es importante y por este motivo lo transcribimos a continuación tal cual está escrito en la web de la AEP con el fin de promover su difusión:

Europa vive una tragedia humanitaria sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Los medios de comunicación y las redes sociales nos han acercado a esta realidad con imágenes estremecedoras. En especial la del niño sirio Aylan Kurdi, de tres años, ahogado en una playa de la costa de Turquía ha sido la gota que colmó el vaso de la indiferencia: Europa no puede seguir mirando hacia otro lado y levantando muros… La actual crisis de refugiados es un tema central no solo de la política europea, sino también de la propia sociedad. Las sociedades científicas de pediatras españoles nos sumamos a la petición de una respuesta integral a corto, medio y largo plazo, de esta dramática situación que afecta a tantos niños, y hacemos una llamada a la responsabilidad y a la solidaridad.
En realidad, la guerra de Siria empezó hace 4 años, pero como con tantos otros problemas, nos dejó indiferentes hasta que estalló la crisis de los refugiados en Europa. En lo que llevamos de año, más de 225.000 refugiados e inmigrantes han llegado a través del Mediterráneo y se estima que unos 2.100 han perdido la vida o desaparecido en su intento de alcanzar Europa. Se calcula que desde el inicio del conflicto, han huido de Siria, alrededor de un millón y medio de niños.
Los niños, y en particular los menores no acompañados, son los más vulnerables. El viaje supone enfrentarse a múltiples riesgos: deshidratación y malnutrición, secuestros, detención y extorsiones, tortura, esclavitud infantil, tráfico de personas y abuso sexual. Por ello, es prioritario que todos los niños y las niñas reciban el cuidado, la protección y el apoyo adecuados, tanto en el momento de su llegada a las costas europeas como en su posterior acogida e integración en Europa.
La Asociación Española de Pediatría (AEP), como asociación científica de 9.000 pediatras y cirujanos infantiles para el cuidado de los niños y adolescentes, a través de los Grupos de Cooperación Internacional de la AEP y la AEPap, manifiesta que:
  1. La toma de conciencia propiciada por las redes sociales debe traducirse en gestos reales, con un mayor compromiso político. La ONU advierte a Europa de que deberían prepararse para acoger al menos a 200.000 personas. Es necesario y urgente un mayor compromiso por parte de España, en cumplimiento de la responsabilidad compartida que tienen los Estados miembros de la UE frente a esta crisis humanitaria.
  2. Los menores son especialmente vulnerables en situaciones de crisis como ésta. Su salud, educación y bienestar general pueden verse afectados y necesitan apoyo urgente. Independientemente de su condición de migrantes o refugiados, los derechos de todos los niños y niñas deben ser respetados de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño. Y no es sólo cuestión política o humanitaria sino de justicia y respeto a los derechos humanos.
  3. Se deben unificar los criterios de asilo recordando la prioridad de niños y adolescentes de acuerdo con el derecho internacional de los refugiados y la garantía de la unidad familiar. La deportación inmediata, el retorno forzoso, o la detención de un niño son violaciones de los derechos de los niños y no deberían ser parte de las medidas utilizados por la Unión Europea para promover la readmisión de los migrantes en los países de origen y tránsito.
  4. Solicitamos una mayor ayuda en su país de origen reconstruyendo un estado de derecho. Asimismo, se hace necesaria la adopción de medidas claras contra las redes ilegales de tráfico de personas que atentan gravemente contra la dignidad y los derechos de las personas.
Y se compromete a participar activamente tanto en la atención sanitaria directa como en el diseño y puesta en marcha de un programa de acogida para las personas necesitadas de protección internacional, que tenga como consideración primordial las necesidades especiales de la infancia.

Fuentes recomendadas para ampliar información:

viernes, 7 de marzo de 2014

"No dejemos que se pierda una generación de niños sirios"


Este es el lema de una campaña de UNICEF destinada a concienciar a todo el mundo sobre la desdichada situación de la infancia en Siria, un país golpeado por una guerra civil que ya dura demasiado tiempo.

La situación de los niños sirios es catastrófica. El hambre, las muertes derivadas de las acciones de guerra, las secundarias a enfermedades prevenibles, están haciendo que una generación entera esté siendo borrada de la faz de la tierra. Ante la indiferencia general.

Soy escéptico sobre la eficacia de este tipo de campañas... pero peor aún es no hacer absolutamente nada. Pero ver que ayer sólo había apenas 29.000 firmas que apoyaran una declaración sensata que pide "a quien corresponda" que ponga fin a este horror es algo que me enciende. Así que yo ya he firmado. No sé qué más puedo hacer y posiblemente tú, amable lector, estés en mi misma situación. Pero, mientras pensamos "qué más podemos hacer".... no cuesta nada adherirse a este manifiesto de UNICEF. No puede ser que a tan pocas personas les importe la vida de millones de niños. Ojalá en vez de 29.000 firmas hubiera 2.900.000... ¿Te animas?  Si es así, haz clic sobre la imagen que he colocado bajo estas líneas.






jueves, 8 de agosto de 2013

Los desastres de la guerra. Su repercusión sobre la infancia


A mi entender, vivimos en un estado de anestesia moral permanente. El bombardeo de noticias trágicas un día sí y otro día también, a través de prensa escrita, radio y televisión, parece producir cierto estado de indiferencia ante las tragedias que están teniendo lugar ahora mismo en diversas zonas del planeta.

Una de esas zonas conflictivas es Siria. Se trata de un país que vive en un estado no reconocido de guerra civil. No sé quienes son los "buenos" y los "malos", si es que alguno de los bandos se ha hecho merecedor a cualquiera de estos dos adjetivos. Lo que sí sé es que la población civil es la primera víctima de esta guerra. Y, según nos informa UNICEF, la población infantil es la que peor lo está pasando. Es la principal damnificada de esta guerra en cierto modo olvidada.

Las cifras que ofrece UNICEF son escalofriantes: más de cuatro millones de niños afectados, más de 6.500 niños fallecidos, decenas de miles de niños desplazados a otros países y viviendo en condiciones infrahumanas.

UNICEF es una de las organizaciones que está trabajando sobre el terreno para paliar esta situación. En el vídeo que acompaña a esta entrada podéis recabar más información. En cualquier caso, es mucho lo que nosotros podemos hacer para paliar las consecuencias sobre la infancia de la guerra civil siiria. En la web de UNICEF podemos consultar las formas en que podemos echar una mano. Y es mucho lo que podemos hacer con poco dinero:
  • 10€: 7 niños pueden tener acceso a agua potable durante un mes.
  • 25€: podemos enviar un kit de primeros auxilios para responder en una situación de emergencia. 
  • 40€: 4 familias pueden recibir un kit de agua para emergencias, que incluye cubos, jabón y pastillas potabilizadoras. 
  • 60€: 492 niños pueden recibir suplementos de micronutrientes durante 1 semana.
No vamos a poder parar la guerra nosotros, ni esta ni ninguna otra. Pero sí podemos ayudar a sus víctimas.