Blog personal, no ligado a ninguna Sociedad científica profesional. Los contenidos de este blog están especialmente destinados a profesionales sanitarios interesados en la salud infantojuvenil
El último conflicto entre Israel y Palestina se ha centrado en la guerra en Gaza y está a punto de cumplir un par de años, donde las tragedias se suceden. El conflicto inició el 7 de octubre de 2023, cuando grupos armados de Hamas lanzaron un ataque sorpresa en el sur de Israel, matando a unos 1.195 israelíes, incluyendo 815 civiles, y capturando a aproximadamente 251 personas. En respuesta, Israel lanzó una ofensiva militar con bombardeos aéreos y una invasión terrestre, con el objetivo declarado de destruir a Hamas y recuperar a los rehenes.
Las cifras hablan del horror que persiste. Más de 60.000 muertos en Gaza, casi la mitad de ellos mujeres y niños, y casi 200.000 heridos. El 90 % de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han sido desplazados internamente, viviendo en refugios improvisados sin servicios básicos. Dos tercios de los edificios dañados o destruidos, incluidas escuelas, hospitales y zonas de distribución humanitaria. La ayuda humanitaria ha sido severamente bloqueada desde marzo 2025, exacerbando la crisis; y se denuncian muertes incluso en centros de distribución por acumulaciones y violencia en los puntos de ayuda.
En esta situación, los niños y niñas os niños en Gaza viven una emergencia compleja con todos estos agravantes: muertes directas, heridas graves y discapacidades permanentes; hambre extrema, desnutrición crítica y devastación física; trauma psicológico extremo, sin acceso adecuado a cuidados mentales; educación suspendida, pérdida de desarrollo académico y social; infraestructura sanitaria y escolar casi colapsada.
Ante ello se precisa que despertemos y nos revelemos. Y que nos sumemos a todas las iniciativas en busca de una rápida solución y el fin de las hostilidades. Y por ello, de forma individual y colectiva, nos sumamos a los comunicados de condena a la violación de los derechos de la infancia en Gaza que han surgido desde distintas asociaciones pediátricas como la International Society for Social Pediatrics and Child Health (ISSOP), la International Pediatric Association (IPA) y la La Asociación Española de Pediatría (AEP), ésta en conjunto con el Comité de Bioética de la AEP y la Sociedad Española de Pediatría Social (SEPS). En este enlace se puede revisar el comunicado, pero aquí recogemos aquí los seis puntos esenciales de este comunicado:
- Condenar y detener inmediatamente el genocidio en Gaza, incluida la violencia, la inanición forzada y el bloqueo de la ayuda humanitaria, que afectan de forma desproporcionada a la infancia.
- Exigir a las organizaciones profesionales de salud infantil que ejerzan presión activa para poner fin a los ataques contra hospitales, personal médico y centros de salud, así como contribuir a la reconstrucción del sistema sanitario.
- Reclamar a la comunidad internacional el acceso sin restricciones de ayuda humanitaria, especialmente para garantizar la protección y supervivencia de los niños y niñas.
- Solicitar responsabilidad social a todas las entidades públicas y privadas implicadas directa o indirectamente en la situación humanitaria, para que revisen su papel y contribuyan activamente a frenar la violencia contra la infancia.
- Proteger el derecho a la libertad de expresión de profesionales y entidades que defienden los derechos de la infancia palestina sin temor a represalias.
- Reconocer que en distintos territorios se están produciendo dinámicas de violencia que ponen en riesgo los derechos fundamentales de la infancia, y requieren igualmente una respuesta firme por parte de la comunidad internacional.
Las recomendaciones urgentes de los expertos en la materia, incluyen los siguientes puntos:
- Alto el fuego inmediato y apertura sin restricciones de paso de ayuda humanitaria terrestre y aérea.
- Escalado de programas de nutrición terapéutica infantil y agua potable con combustible para bombeo.
- Atención médica especializada y evacuación urgente de niños heridos o enfermos graves.
- Apoyo psicosocial masivo, incluyendo espacios seguros para niños, atención mental y reunificación familiar.
- Inversión internacional sustancial en educación de emergencia, rehabilitación y reconstrucción a largo plazo.
¡No normalicemos la barbarie! La infancia en Gaza no puede esperar como nos recuerda Amnistía Internacional. Todos tenemos que actuar para exigir su protección.
Las historias alrededor de alumnos y profesores en las escuelas e institutos es un tema recurrente en Cine y Pediatría. Películas llenas de valores desde la ficción o la realidad. Y dentro de la realidad de algunas historias, un buen número de ellas se enmarcan como películas documentales y son ejemplos paradigmáticos las siguientes, desde diferentes nacionalidades: desde Francia, Ser y tener (Nicolas Philibert, 2002), La clase (Laurent Cantet, 2008), Sólo es el principio (Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier, 2010), Camino a la escuela (Pascal Plisson, 2013), El gran día (Pascal Plisson, 2015); desde España, Entre maestros (Pablo Usón, 2012), La hora del patio (Manuel Pérez Cáceres, 2012), El lápiz, la nieve y la hierba (Arturo Méndiz, 2017), Picotazos contra el cristal (Rafael Moles y Pepa Andreu, 2019), Nous, la evolución del pensamiento (Henar Rodríguez y Christian Dehugo, 2019), Las clases (Orencio Boix, 2021); desde Argentina, La educación prohibida (German Doin, 2012), Escuela normal (Celina Murga, 2012), Escuela de sordos (Ada Frontini, 2013), Las clases (Orencio Boix, 2021); desde Bélgica, Pequeña escuela (Lydie Wisshaypt-Claudel, 2022), Una oportunidad para ellos (Thierry Michel, Pascal Colson, 2017); desde Estados Unidos, Esperando a Superman (Davis Guggenheim, 2010); desde Países Bajos, Los niños de la señorita Kiet (Peter Lataster y Petra Lataster-Czisch, 2016); desde Alemania, El profesor Bachmann y su clase (Maria Speth, 2021); entre otras muchas. Y hoy llega la reciente película documental austriaca, Nuestra querida profesora (Ruth Beckermann, 2024).
Nuestra querida profesoraretrata, durante tres años (entre 2020 y 2023) y tres cursos, a un grupo de niños y niñas que crece desde segundo hasta cuarto de Primaria en una escuela pública del distrito de Favoriten, una de las zonas más multiculturales de Viena, y siempre con la misma profesora, Ilkay, de origen turco. De hecho, el título original de esta película es, precisamente, Favoriten. Y en el transcurso de este periodo escolar nos sumergimos en un gran colegio vienés en el que la mayoría de alumnos son inmigrantes (de Turquía, Siria, Túnez, Chechenia, Afganistán, Ucrania, Bulgaria, Macedonia, Albania,…) y están integrándose y aprendiendo en alemán. Además de la falta de recursos, Ilkay y sus colegas profesores se enfrentan a estas clases multiculturales en las que la comunicación a veces se ve dificultada por el idioma.
Es Nuestra querida profesora una película que se transforma en una oda a la infancia, donde se celebra el trabajo de los educadores y el aprendizaje de cada día, tanto dentro como fuera de las aulas. Y con dos aspectos nucleares que son el punto de partida del documental de Ruth Bechermann: uno, el conocer que del 60 % de los niños de las escuelas primarias vienesas no hablan alemán como primera lengua; y, al mismo tiempo, reconocer que hay una aguda escasez de profesores. Dos datos que pueden sorprender de una sociedad tan aparentemente avanzada y estructurada como la austriaca.
Y durante estos tres cursos acompañamos a esta clase de alumnos desde los 7 a los 10 años, allí donde su ambiciosa profesora, Ilkay, está decidida a crear un entorno inclusivo y seguro para los esos niños y niñas que en su mayoría no hablan alemán en casa, y donde muchas familias están marcadas por la guerra y se enfrentan a la discriminación. A pesar de contar con pocos recursos, Ilkay guía a su clase a través de las aventuras de la educación, con visibles derrotas y victorias del día a día. Y durante el metraje vamos conociendo a los 24 alumnos de clase (Majeda, Melisa, Teodora, Mohammed, Egemen, Selin, Eda, Hafsa, Ibro, Valentin, Manessa, Alper, Rebeca, Nerjiss, Dani, Beid, Ibrahim, Liemar, Furkan, Selen, Natalia, Danilo, Fátima, David) y también algo de sus familias, con sus luces y sus sombras, con sus dificultades y oportunidades.
Porque durante estos tres cursos asistimos a muy diversos momentos de esa interacción entre alumnos y su profesora, desde las clases tradicionales a las clases de relajación o natación, desde las visitas a una mezquita a la visita a la catedral de San Esteban de Viena, desde la celebración de la llegada del Ramadán (“Aún sois niños. Los niños aún no estáis obligados a ayunar. Pero también podéis probarlo. El fin de semana, el sábado o el domingo”) a los debates sobre las guerras de Siria y Ucrania (y el mensaje de Ilkay: “Para mí es muy importante que lo recordéis. La paz es lo más importante del mundo. La guerra, las peleas y los golpes, eso también lo aprendemos en la escuela…,¿sirve de algo?”), desde los exámenes a las tutorías con los padres de los alumnos. Y esa continua mediación de la profesora en los conflictos y peleas de sus alumnos en busca de la conciliación. Y todos integrándose al alemán, tal como una alumna recuerda a otra: “No hables turco. Habla alemán. Eso no está permitido”.
En un momento dado, el director del centro reúne a los profesores y les cuenta que no contarán este curso con trabajadora social ni con psicóloga por varios motivos, y no saben si tendrán sustituta. Y así ocurre cuando, en cuarto de Primaria, Ilkay comunica a sus alumnos que está embarazada y tendrá que irse de baja a mitad de curso. Y la despedida de sus alumnos es muy emotiva, e incluye mensajes como este que una alumna le regala: “Un buen profesor es difícil de encontrar, difícil de dejar e imposible de olvidar”. Y en el momento de la despedida Ilkay se pone a llorar porque no han conseguido que nadie la releve para el resto del curso y muchos de los niños y niñas también lloran desconsoladamente. “Estudiad mucho, demostrar a los demás de lo que sois capaces…Habéis aprendido mucho en los últimos cuatro años… Que sean lágrimas de alegría porque nos volveremos a ver”. Y tras el final, uno a uno se van presentando los 24 alumnos. Y este mensaje como colofón: “Tres días después, se encontró un nuevo profesor para la clase. Rodada entre otoño de 2020 y primavera de 2023 en la escuela primaria más grande de Viena Bernhardsthalgasse, distrito 10, Favoriten”.
Una película especial, una vivencia especial. Porque Ruth Beckermann filma con una mirada empática pero sin idealizar, y para ello su dirección es contenida y deja que las escenas hablen por sí mismas. Usa ese cine de observación sin entrevistas ni voz en off, donde la cámara es casi invisible, lo que permite una naturalidad y espontaneidad sorprendentes. Y donde hay una clara intención de no juzgar, sino de observar y comprender esta realidad que se nos cuenta en un momento donde Austria, como gran parte de Europa, enfrenta debates sobre la inmigración, la identidad nacional y la integración. El documental evita lo panfletario, pero es profundamente político en su elección de tema: mostrar cómo se construye la sociedad desde abajo, desde el aula.
Nuestra querida profesora nos regala varios temas para el debate, como el multiculturalismo y migración (donde esa aula se convierte en un retrato de la nueva Europa, un microcosmos de nuestra sociedad, donde la integración, el entendimiento y los choques culturales son parte del día a día), la educación como herramienta social (con el papel central de esta profesora firme y paciente, dialogante y creativa, que intenta integrar los valores familiares y culturales para enseñar respeto mutuo y fomentar la convivencia) y esa construcción de la identidad desde la infancia (porque la película da voz a los alumnos, a sus sueños, sus frustraciones, sus preguntas sobre género, religión y pertenencia, por lo que, a través de ellos, se refleja la tensión entre las raíces culturales de sus familias y los valores del país que los acoge). En general, una película documental conmovedora y reflexiva que destaca la importancia de la educación y la dedicación de los docentes. Y como esta profesora, también una película difícil de encontrar, difícil de dejar e imposible de olvidar.
Las organizaciones gubernamentales (educativas, científicas, tecnológicas y sociales) y no gubernamentales desempeñan un rol clave en la definición, implementación y supervisión de las normativas que regulan el uso de internet por parte de niños y adolescentes. Estas entidades no solo establecen directrices y marcos legales, sino que también fomentan una cultura digital segura y responsable a través de políticas públicas y programas de concienciación.
Y también la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), como no podía ser de otra forma, ha participado en este vital enfoque colaborativo y multidimensional para construir un entorno en el que la tecnología actúe como un instrumento de crecimiento y bienestar, sin comprometer la seguridad y la integridad de los usuarios jóvenes.
En este enlace de la AEPD os dejamos la infografía sobre la PROTECCIÓN DEL MENOR EN INTERNET a través de 10 recomendaciones para padres y tutores, y que sintetizamos aquí:
- EDUCA A LOS MENORESsobre los riesgos para su privacidad y su seguridad en el uso de tecnologías móviles. Fomenta el uso responsable de la tecnología.
- LIMITA el tiempo que los menores permanecen conectados.
- HAZLES SABER que es necesario tomar medidas por su propia seguridad.
- USA EL CONTROL PARENTAL. Emplea sistemas operativos, proveedores de internet y terceros que faciliten opciones de control parental para saber el uso que se hace de los dispositivos móviles. Configura las opciones, ya que el control parental ofrece diferentes funcionalidades como el filtrado de contenido, limitación de horarios, bloqueo de aplicaciones, detalles de uso de las redes sociales, localización GPS, etc.
- ELIGE LA HERRAMIENTA que mejor se ajuste a tus necesidades y ofrezca garantías para no introducir nuevos riesgos.
- INFÓRMATE de los periodos de retención de datos y asegúrate de que no se utilizan los datos para finalidades distintas de las que necesitas.
- EMPLEA NAVEGADORES, LAUNCHERS Y APLICACIONES EN SU VERSIÓN INFANTIL, que son alternativas que pueden ser menos intrusivas.
- NO OLVIDES que otros dispositivos conectados como Smart TV o videoconsola están expuestos a riesgos similares.
- UN BLOQUEO EXCESIVO PUEDE SER CONTRAPRODUCENTE. Ten en cuenta que algunas herramientas bloquean en exceso. Mantén abierta la posibilidad de desbloquear contenido a petición del menor y acuerda con él los filtros y restricciones.
- MANTENTE ALERTA Y EN COMUNICACIÓN CON TUS HIJOS. Recuerda que las herramientas de control parental no son infalibles, así que configura adecuadamente las opciones de privacidad y seguridad en aplicaciones y redes sociales. Habla con tus hijos y explícales por qué en internet también es necesario tomar precauciones.
Es fácil reconocer la importancia de estas normas de uso y protección en internet, en aspectos como la educación en el uso responsable, la protección de la privacidad y seguridad, la prevención del acoso cibernético y la explotación sexual en línea, el desarrollo de normativas y estándares internacionales en el ámbito digital, y conseguir la colaboración entre el sector público y privado en esta materia.
Este no es un tema nuevo, tampoco en este blog, donde con frecuencia recordamos este aspecto de promover el buen uso de internet en la infancia y adolescencia, evitar el abuso, y combatir el mal uso. Sirva como ejemplo entradas previas de la última década en este blog:
Es tradicional en este proyecto de Cine y Pediatría que cada entrada centenaria se corresponda con una película que tenga un especial valor o impacto, y así lo hicimos con películas como la danesa Pelle el conquistador(Bille August, 1987), la francesa La vida de Adèle(Abdellatif Kechiche, 2013), la siria Silvered Water, Syria Self-Portrait (Wiam Bedirxan, Ossama Mohammed, 2014), la belga Aves de paso (Olivier Ringer, 2015), o la estadounidense La ballena (Darren Aronofsky, 2022). Y hoy, en esta entrada número 800 vamos a hablar una de las películas míticas del cine indio y del cine internacional, una trilogía que es una metáfora visual de la infancia, juventud y madurez: la Trilogía de Apu del director Satyajit Ray.
Cierto que el cine indio sigue siendo un gran desconocido para Occidente, aunque en el caso de Satyajit Ray, con 29 largometrajes y varios documentales en su filmografía, quizás represente al realizador por excelencia de la India, quien tuvo su trono desde la década de los 50 y durante más de tres décadas. Admirable y admirado, resuenan las palabras de Akira Kurosawa quien nos decía que “no haber visto el cine de Ray es como existir en este mundo y no haber visto el sol o la luna”. Y es que se cuentan con los dedos de la mano los directores que han dejado una huella tan profunda como el cineasta bengalí, un autor de culto, hábil orfebre de la composición visual y poeta de la imagen. Sus tesoros cinematográficos se concentran en la década de los 50 y 60, donde aparecen obras como El salón de música (1958), La diosa (1960), Teen Kany (Dos muchachas-Tres muchacha) (1961), La gran ciudad (1963), Charulata. La esposa solitaria (1964) El cobarde (1965) o El héroe (1966). Pero donde todo empezó con su impactante ópera prima, Pather Panchali (La canción del camino) (1955), el inicio de la Trilogía de Apu, que cabe recordar que se financió recurriendo a los propios ahorros del director, con precariedad de medios y grandes dificultades, por lo que tardó tres años en concretarse.
Satyajit Ray creció en Calcuta con ambas culturas, bengalí y occidental, pues en la primera mitad del siglo XX la ciudad estaba llena de militares estadounidenses y allí se proyectaba todo Hollywood. Fue un enamorado del cine americano, pero también del neorrealismo italiano, del cine soviético y de los documentales de Robert J. Flaherty, aunque la mayor influencia fue la del poeta y filósofo Rabindranath Tagore, en cuya escuela se formó. Fue un maestro enamorado del séptimo arte que envolvió sus imágenes de exotismo, observando detenidamente la condición humana, por lo que todas sus películas destilan importante carga social. Y así expresa el amor a su oficio: “El cine es más bello que la vida: no hay atascos ni tiempos muertos y avanza como un tren que atraviesa la noche”.
¿Y qué tiene de especial La trilogía de Apu? Supongo que muchas cosas y ello se ha analizado desde distintos puntos de vista a lo largo de la historia. La trilogía está constituida por tres películas en blanco y negro, basadas en las novelas autobiográficas de Bibhutibhushan Bandyopadhyay en lenguaje begalí: Pater Panchali (La canción del camino) (1955), 115 minutos de metraje, abarca los años de la infancia del protagonista y especialmente su relación con las dos mujeres más importantes de su vida: su madre y su hermana; Apajarito (El invencible) (1956), 105 minutos, se centra en la adolescencia, la relación con su padre, su profesor y en particular con su madre, además de tomar contacto con el mundo adulto; y Apur Sansar (El mundo de Apu) (1959), 117 minutos, con un Apu idealista, ya maduro, quien al terminar sus estudios debe de enfrentarse al mundo, al matrimonio y a la paternidad. Un paseo por la infancia, juventud y madurez con una idea que se repite: las cosas en la vida son cíclicas y, por lo tanto, no nos queda otra que aprender de ellas, bien sea el amor, la soledad o la muerte. Y ello a través de planos y secuencias llenas de belleza plástica, con la naturalidad que ya nos directores como Jonh Ford o Jean Renoir, y que nos permite transitar por un camino tan realista como poético, apoyados por la fotografía de Subrata Mitra y la música de Ravi Shankar, donde ambas se combinan para trasladarnos a la India en ese camino de crecimiento, pérdida y búsqueda del significado de la vida para Apu.
Adentrémonos un poco más en cada una de las partes de la trilogía...
- Pather Panchali (La canción del camino). La infancia
Nos introduce en la vida de una familia pobre en una aldea rural de Bengala a principios del siglo XX: "En este remoto rincón, lejos del bullicio de la ciudad, vivían dos niños. Durga, la mayor, y Apu, su hermano pequeño. Su mundo era pequeño, pero lleno de maravillas". El padre Harihar Ray (Kanu Banerjee) es un sacerdote y poeta con sueños de una vida mejor, pero sus ingresos son escasos; su esposa, Sarbojaya Ray (Jaruna Benerjee), se encarga de las tareas del hogar y de criar a sus dos hijos: Durga (Runki Banerji), la hija mayor, traviesa y cariñosa, y Apu (Subir Banerjee), el hijo pequeño, curioso y observador. También vive con ellos Indir Thakrun (Chunibala Devi), una anciana pariente de Harihar, a la que Sarbajaya resiente por suponer una carga económica adicional.
La película retrata la vida cotidiana de la familia, donde Durga y Apu comparten juegos y travesuras, disfrutan de la naturaleza y se maravillan con las pequeñas cosas, como la llegada ocasional de un vendedor ambulante o el sonido lejano del tren. Cuando la situación económica de la familia se vuelve más precaria, el padre tiene que ausentarse durante largos periodos en busca de trabajo y la tensión aumenta en el hogar, especialmente entre Sarbajaya e Indir. El punto de inflexión viene marcado por la muerte, primero de Indir y posteriormente de Durga, y el dolor por la pérdida de esta última hace que la familia decida abandonar su hogar ancestral y mudarse a Benarés con el pequeño Apu, en busca de un nuevo comienzo con la incertidumbre del futuro.
Pather Panchali (La canción del camino) captura la belleza y la dureza de la vida rural, la inocencia de la infancia y los lazos familiares frente a la adversidad. Nos marca el inicio de la conmovedora historia del crecimiento y las experiencias de Apu.
- Aparajito (El invencible). La juventud
Ya en la ciudad sagrada de Benarés, Sarbajaya trabaja como sirvienta para una familia adinerada, aunque añora su hogar y la vida sencilla del campo, mientras Apu (Pinaki Sengupta) explora la vibrante ciudad. El padre fallece poco tiempo después y somos espectadores de la creciente dependencia mutua entre madre e hijo. Pero también como Apu siente la necesidad de buscar nuevos caminos y muestra gran curiosidad por el aprendizaje, destacando en la escuela. El amor materno luchando contra la necesidad de dejar caminar solo a su hijo.
La película da un salto temporal y nos presenta a un joven Apu (Smaran Ghosal) que acaba de conseguir una beca para estudiar en Calcuta, donde queda fascinado por la gran ciudad. En Calcuta, Apu se sumerge en sus estudios, y se distancia cada vez más del mundo rural y de su madre, cuyas cartas se vuelven menos frecuentes y más llenas de añoranza. Finalmente, Sarbajaya enferma gravemente. Apu regresa al pueblo, pero llega demasiado tarde. Consumido por el dolor y el remordimiento, se enfrenta a la pérdida de su último lazo familiar directo, y de poco valen algunos consejos: "No llores, Apu. Los padres no viven para siempre. Lo que tiene que pasar, pasa".
Aparajito (El invencible) explora el tema del crecimiento y la separación, el choque entre la tradición y la modernidad, y el doloroso proceso de la individuación.
- Apur Sansar (El mundo de Apu). La madurez
Un Apu ya en su madurez (Soumitra Chatterjee) instalado en Calcuta, sueña con ser escritor, pero vive con dificultades económicas y se dedica a trabajos esporádicos. El destino hace que conozca a Aparna (Sharmila Tagore), con la que acaba casándose para evitar el escándalo y deshonra familiar que supuso que fuera rechazada por su novio en el último momento. “Mi padre murió cuando tenía 10 años. Mi madre murió cuando tenía 17. Tuve una hermana mayor… No tengo nada, ni casa, ni trabajo siquiera. Mi futuro es muy vago. ¿Qué voy a hacer contigo’…”, pregunta a la esposa con la que le han obligado a casarse y que no se conocen. Él que iba a una boda con su amigo Pulu y, sin querer, se viene con la novia. Pero, contra todo pronóstico, surge un profundo amor entre ellos, a través de una vida sencilla repleta de complicidad y donde Aparna apoya las ambiciones literarias de Apu y le brinda la estabilidad emocional que nunca antes había tenido. Sin embargo, la felicidad se ve truncada cuando regresa la muerte a su vida: Aparna muere al dar a luz a su hijo, Kajal. Devastado por la pérdida, Apu se sume en una profunda depresión y aislamiento, abandona a su hijo recién nacido y se marcha, vagando sin rumbo durante años.
La película da un salto temporal y nos traslada al reencuentro de Apu con su hijo Kajal, quien ya tiene 5 años y vive con sus abuelos maternos. Apu lucha por conectar con su hijo, quien inicialmente lo rechaza. La película culmina con una escena emotiva donde Apu logra finalmente abrazar a su hijo, simbolizando la reconciliación y la aceptación de su papel como padre. Aunque la sombra de la pérdida de Aparna siempre estará presente, Apu encuentra una razón para vivir y reconstruir su mundo junto a su hijo. El abrazo final, aunque lleno de cicatrices emocionales, ofrece una poderosa sensación de esperanza y reconciliación.
Apur Sansar (El mundo de Apu) es una poderosa conclusión para la trilogía, explorando temas profundos como la naturaleza inesperada del amor, el devastador impacto de la pérdida, la dificultad de la paternidad y la redención a través del amor filial, la continuidad de la vida a pesar del dolor, la complejidad de la condición humana.
La Trilogía de Apu en su conjunto ofrece una visión profunda y poética del ciclo de la vida, con emotivas enseñanzas traducidas en poéticas imágenes que nos llevan a reflexiones profundas sobre temas universales: la belleza y la fragilidad de la infancia, el amor incondicional y a menudo sacrificado de los padres, el dolor de la pérdida y el proceso del duelo, la búsqueda de la identidad y el lugar en el mundo, la tensión entre las tradiciones y la modernidad, la resiliencia del espíritu humano ante la adversidad, sí como la importancia de las conexiones humanas y el amor para encontrar sentido en la vida. Y todo ello en una de las más bellas metáforas visuales que haya regalado el séptimo arte a ese ciclo de la vida que transcurre por la infancia, juventud y madurez.
Desde el año 2014 celebramos en nuestro Departamento de Salud Alicante-Hospital General las Reuniones Departamentales de Pediatría entre pediatras Atención Primaria y Atención Hospitalaria, y cuyo objetivo es claro: sumar es la clave.
Las reuniones se han realizado periódicamente (salvo el periodo de esa pandemia de cuyo nombre no quiero acordarme y de la que ya nadie se acuerda) y en este enlace os dejamos las 63 sesiones departamentales realizadas hasta la fecha, en la que se ha intentado un recorrido por todas las áreas temáticas de la Pediatría, temas que hemos considerado que puedan tener utilidad en la práctica clínica habitual.
Y hoy, por su interés queremos compartir una de las últimas realizadas, en colaboración con el Servicio de Neurofisiología y que versa sobre los problemas de sueño en la infancia y adolescencia y el valor de las pruebas diagnósticas (incluidos las agendas de sueño, los cuestionarios y los estudios neurofisiológicos).
Los problemas de sueño en la infancia y la adolescencia son más comunes de lo que se piensa y cabe prestar atención a estos problemas, ya que pueden llevar a consecuencias a corto y largo plazo. La importancia del sueño en la infancia y adolescencia se manifiestan en el desarrollo físico (pues durante el sueño se libera la hormona del crecimiento y fortalece el sistema inmunológico), cognitivo (el sueño es fundamental para la consolidación de la memoria y el aprendizaje), emocional (el sueño reparador favorece la regulación emocional y el bienestar psicológico) y comportamental (el sueño adecuado contribuye a un comportamiento más equilibrado y socialmente adaptado). Y algunas de las consecuencias de la falta de sueño son bajo rendimiento escolar, problemas de conducta, mayor riesgo de accidentes, desarrollo de trastornos de salud mental, o mayor riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares, entre otras.
En este enlace os dejamos la presentación de esta sesión, en la que se abordan estos cuatro apartados:
- Cribado de los trastornos del sueño en las revisiones de salud.
- Orientación diagnóstica de los trastornos del sueño.
- Valor de la polisomnografía.
- Algoritmo de derivación.
Ya lo dijo Miguel de Cervantes, "El sueño es el mejor remedio", y William Shakespeare, "El sueño es el bálsamo de las mentes heridas". Y muchos otros, incluido ese proverbio irlandés que nos recuerda que "una buena risa y un largo sueño son los mejores remedios en el libro del doctor". Por todo ello, resulta una buena oportunidad incorporar la higiene del sueño en las revisiones de salud en pediatría de Atención Primaria.
La monitorización y los cuidados de la diabetes tipo 1 son fundamentales en la infancia y adolescencia por varias razones: por el adecuado control glucémico (que reduce el riesgo de complicaciones a corto y largo plazo, como hipoglucemias, hiperglucemias y daño a órganos), por asegurar un adecuado crecimiento y desarrollo saludables, para ayudarles a afrontar la enfermedad y mantener una buena calidad de vida, para prevenir complicaciones (y reducir el riesgo de complicaciones a largo plazo, como enfermedades cardiovasculares, nefropatía, retinopatía y neuropatía), así como por el apoyo psicológico (algo fundamental para esta enfermedad crónica en esta edad).
Es por ello que todo recurso para esta población es bienvenido. Así, hace 5 años compartimos en este blog la aparición del manual sobre "Lo que debes saber sobre la Diabetes en la edad pediátrica". Y este año, el Grupo de Trabajo de Diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP), ha diseñado unas infografías para apoyar el manejo y cuidado de niños y adolescentes con Diabetes Tipo 1 en diversos contextos clínico:
No son pocas las actrices famosas que han decidido probar suerte también tras la cámara en este siglo XXI, algunas de forma esporádica, otras de forma más consistente: Shirley MacLaine, Diane Keaton, Jodie Foster, Angelina Jolie, Natalie Portman, Kristen Stewart, Olivia Wilde, Maggie Gyllenhaal, Greta Gerwig, entre otras. Pero este fenómeno se ha reproducido en España, donde quizás tuvo como pionera a la valenciana Helena Cortesina, y luego llegarían otras actrices como Ana Mariscal, tal como recordamos con su alabada película El camino (1963). Y ya en las últimas décadas aparecen los nombres de Iciar Bollaín, Silvia Munt, Leticia Dolera, a los que acaba de sumarse Paz Vega.
La sevillana Paz Vega tiene una amplia filmografía como actriz, bajo la dirección de destacados directores españoles (Julio Medem, Pedro Almodóvar, Vicente Aranda, Emilio Martínez-Lázaro, Javier Balaguer, Ray Loriga,…) y extranjeros (James L. Brooks, Paolo y Vittorio Taviani, Frank Miller, Danis Tanovic, Michael Cuesta, Lee Tamahori,…). Y ahora nos ha regalado su aclamado debut como directora y guionista con la película Rita (2024), una historia inmensamente trágica de una familia bajo la tierna mirada de sus dos hijos pequeños. Una historia que representa esa violencia machista que tantas infancias truncó y que no ha desaparecido.
La película nos sitúa en Sevilla, en el mes de junio de 1984, en plena Eurocopa de Fútbol y con el inicio de las vacaciones escolares. Las primeras escenas, antes del título, nos ponen en situación y allí conocemos a esta familia: Rita (Sofía Allepuz), nuestra protagonista de 7 años, su hermano de 5 años, Lolo (Alejandro Escamilla), su madre (Paz Vega), ama de casa hacendosa, y el padre (Roberto Álamo), un taxista malhumorado y violento en su proceder. Y la primera frase es la voz alegre de Rita al levantarse de la cama: “Lolo, despierta, que no hay cole”. A partir de aquí es la mirada de Rita la que nos acompaña en la historia, filmada a la altura de los niños y con adultos fuera de plano en numerosas ocasiones, con esa recurrente presencia de los pies y zapatos, y con la frescura de interpretación de los dos hermanos. Con su mirada (y sus pies) nos adentramos en su vida en la familia y en el barrio, mientras en el telediario se debate la ley del aborto en España o por la radio la madre escucha el espacio radiofónico de Rita Francis. Un guiño a lo que vamos sintiendo poco a poco, cuando Paz Vega (directora, guionista y actriz) nos va haciéndonos sentir en la piel de los hermanos.
Transcurre el día a día y se repiten escenas duras, con palabras gruesas que el padre machista dirige a esa esposa sometida, ante la mirada y los oídos de sus hijos, demasiado pequeños para entenderlo todo, pero con edad suficiente para sufrir. Y la pregunta de Rita a su madre: “¿Y por qué siempre tenemos que hacer lo que dice papá?”. Y es que las palabras violentas resuenan en el espectador con violencia, pero aún menor que la que sienten Rita y Lolo: “Te lo digo de verdad. El día menos pensado cojo la maleta y me largo. Y te quedas en Sevilla sola. A ver qué cojones hace, más sola que la una. Se acabó, a tomar por culo. Estoy trabajando todo el puto día en el taxi y vengo a casa y ni una puta cerveza fría. ¿Eh, qué pasa aquí? Tu marido es un mono, una puta mierda, ¿qué cojones pasa, a ver? No me faltes el respeto, no me jodas…” Solo un ejemplo del maltrato vejatorio del marido al llegar a casa y que contemplamos con la cámara fija en la cara de los niños mientras la discusión transcurre en un segundo plano. Cruel, muy cruel. Y Rita calma a su hermano con un cuento de fantasía que les evade la cruda realidad familiar.
Otros personajes de la vecindad se asoman a la historia. Como esa vecina que cuida ocasionalmente de los niños y enseña a Rita a bailar sevillanas, mientras le da ese consejo: “Porque los hombres en el fondo son todos unos cabrones, lo que yo te diga”, palabras que parten de su experiencia y de lo que sabe que ocurre en casa de la niña. Y ese niño algo mayor al que le gusta Rita y la regala una navaja, todo un símbolo o una premonición. Y transcurre el día a día de esa niñez con las máquinas de bolas, el afilador, los titiriteros con la cabra, el hule como mantel y el tabaco por doquier. Y ese día con el padre en la piscina, un día aparentemente feliz pero donde no falta el comentario machista: “Tu madre no tiene ni puta idea”. Y cuando fallece la abuela y Rita le dice a su hermano: “Lolo, arrodíllate y pídele cosas a Dios”.
Si es cierto que en junio de 1981 se había aprobado en España la Ley del Divorcio, pero también resultaba aún algo extraordinario y que marcaba inicialmente a las mujeres. Y ese es el camino que intenta tomar la madre y por ello le aconseja a su hija: “Escúchame bien, Rita: ¡nunca dependas de nadie!”. Y que nos aboca a un final aún más duro, por mucho que suene la canción “Todo pasará” de Matt Monro. Y que nos lleva a otro travelling final, casi como al principio de la película, pero ahora el ventilador ha pasado a ser una máquina de aire acondicionado. El tiempo ha pasado, no sabemos si Rita ha conseguido su sueño de ver el mar, pero la dedicatoria de esta película sigue siendo igual de contundente: “A todos aquellos que perdieron a su madre y vieron truncada su infancia por culpa de la violencia machista”.
Y es que los problemas de los adultos de la familia vistos a través de los ojos de los niños no es nada nuevo en el cine, y menos en nuestro cine español, donde nos acompañan grandes ejemplos como El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), Alas de mariposa (Juanma Bajo Ulloa, 1991), Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997) o Pan negro (Agustí Villaronga, 2010). Y hoy llega Rita, que mezcla esa visión infantil a través de los resquicios de las puertas, con la denuncia a la violencia de género, como recientemente también hiciera la contundente película italiana Siempre nos quedará mañana (Paola Cortellesi, 2023), curiosamente otra ópera prima en la dirección de otra actriz, esta italiana. Bien por Paola Cortellesi, desde su Roma en la década de los 40, bien por Paz Vega, desde su Sevilla en la década de los 80. Sus voces son poderosas y las han filmado.
Las películas de piratas es un subgénero de aventuras que ha cautivado al público con historias de ambientación exótica, batallas navales, búsqueda de tesoros y personajes icónicos, y para ello se suele combinar acción, drama, humor y romance. Y sirvan algunos ejemplos, desde títulos más clásicos a otros más actuales, y que han sido habitualmente la delicia de nuestra infancia: La isla del tesoro (Victor Fleming, 1934), El capitán Blood (Michael Curtiz, 1935), Posada Jamaica (Alfred Hitchcock, 1939), El cisne negro (Henry King, 1942), Piratas del mar Caribe (Cecil B. DeMille, 1942), Los Goonies (Richard Donner, 1985), Hook (Steven Spielberg, 1991), La isla de las cabezas cortadas (Renny Harlin, 1995), Master and Commander: Al otro lado del mundo (Peter Weir, 2003), Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra (Gore Verbinski, 2003) y toda la saga de Jack Sparrow.
Pero hoy despedimos el año con una de piratas muy especial, una película compleja que mezcla elementos de aventura con piratas y drama psicológico alrededor de la infancia, un film basado en la novela de Richard Hughes “A High Wind in Jamaica”, la historia de un grupo de niños que son secuestrados por piratas, lo que da pie a una narrativa que explora la inocencia, la moralidad y la adaptación infantil a circunstancias extremas. Una obra clásico por título en español Viento en las velas (Alexander Mackendrick, 1965), una adaptación de la que el propio director no quedó satisfecho por la falta de libertad a la que le sometió el productor Darryl F. Zanuck, que quería convertir la película en una aventura convencional de piratas y niños.
Todo comienza con una tormenta tropical en la paradisíaca isla de Jamaica, posiblemente lo que da título a la novela y a la película en su título original. Suena una melodía y una voz alegre canta una historia sombría. Y en ese caos conocemos a la familia británica Bas-Thornton con sus cinco hijos, refugiados en el sótano de la casa junto a los criados negros que realizan hechizos. La casa se destruye y entonces los padres deciden que sus hijos vayan a Inglaterra a una escuela decente, no solo por el riesgo del Caribe, sino por su educación, pues según la madre: “No se parecen nada a los niños ingleses. Este lugar les convierte en salvajes. Te aseguro que no soy la única madre de la isla que piensa de este modo”. Y es así como embarcan camino de Inglaterra a sus cinco hijos (Emily, John, Edward, Laura y Rachel) y también les acompaña dos niñas de una familia vecina, los Fernández. Y en la despedida el capitán del barco, Marpole (Kenneth J. Warren), dice a los padres: “No se preocupen. Un barco es la mejor guardería infantil”. Y algo así acabará siendo la aventura de estos niños que tendrán en Emily (Deborah Baxter) a su principal protagonista y sobre la que gira esta particular aventura y quien nos dice: “Los mayores nunca te dicen nada. Tienes que adivinarlo”.
Y es así que el barco es secuestrado por unos piratas, con el capitán Chávez (Anthony Quinn) y su hombre de confianza, Zac (James Coburn), y nos enfrentamos a ese choque entre el mundo adulto y el infantil, bajo esta declaración de uno de ellos: “Si yo fuera pirata, un pirata de verdad, no llevaría chicos a bordo. Los dejaría en una isla desierta”, pues algunos creen que los niños traen mala suerte y se vuelven supersticiosos con su presencia, a riesgo de amotinarse. Pero entre Chávez y Emily se acaba construyendo una relación peculiar con ambigüedad latente, como si fueran dos almas que se entienden aunque se enfrente a cada instante.
Cuando el barco llega a tierra, a Tampico, los piratas se dan cuenta de que están perdidos. Pues están en busca y captura por secuestrar niños y su condena está sellada, más cuando ocurre un nefasto suceso con uno de los hermanos y Emily sufre un accidente en el barco. Poco después los niños son rescatados por un barco británico y los piratas detenidos. Los niños cuentan a un abogado su estancia en el barco como una gran aventura y presentan a Chávez como un héroe divertido. Sin la ayuda de los pequeños no pueden tener una acusación, por lo que Emily es llamada a juicio. Y ya con los hermanos jugando en un parque de Inglaterra, la película finaliza con la misma canción que al inicio, mientras Emily mira a un barco de juguete en el lago.
Porque Viento en las velas es mucho más que una de piratas… Es una obra llena de mensajes alrededor de la ambigüedad de la inocencia infantil, pues estos pueden adaptarse a situaciones difíciles de maneras que desafían las expectativas adultas (y que pone en cuestión la pureza moral de la infancia, pues estos son capaces de actuar de manera instintiva o incluso manipuladora), alejando esa visión idealizada de la infancia como un periodo de inocencia absoluta. Porque a lo largo de la historia, los piratas no son completamente villanos, ni los niños completamente víctimas, con una ambigüedad que desdibuja las líneas entre el bien y el mal. Allí donde los niños demuestran una sorprendente capacidad para adaptarse a un mundo peligroso y extraño, resiliencia que puede ser vista como una fortaleza, pero también como una pérdida de la inocencia. Así pues, la película desafía al espectador a reflexionar sobre cómo entendemos la moralidad, la infancia y la humanidad misma, usando un escenario de aventuras para contar una historia profundamente psicológica.
Y cuando recordamos esta película, que es mucho más que una película de aventuras con la infancia de protagonista, recordamos los versos de esa canción que abre y cierra la historia: “Cuando un hombre es joven y apuesto / espera que el destino le envíe un amor sin lágrimas, / un amor sin fin, mi amor. / Pero cuando la vida pasa y le convierte en hombre / el destino le envía un amor que le cuelga / de un árbol del ahorcado, mi amor”. Porque el poder destructivo de la inocencia no es nuevo en el cine de Alexander Mackendrick, como ya nos demostrara con El quinteto de la muerte (1955), pero aquí con la senectud (y no la infancia) de protagonista.
Y con esta última película comentada en este año 2024 ponemos rumbo hacia un nuevo año, esperando que el viento sople en las velas.
Studio Ghibli es una de los estudios de animación más prestigiosos del mundo, reconocido por su capacidad para contar historias conmovedoras y visualmente impactantes. Fundado en 1985 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, el estudio ha producido algunas de las películas animadas más icónicas y queridas de todos los tiempos. Este estudio nació después del éxito de Nausicaä del Valle del Viento (Hayao Miyazaki, 1984), una película que versa sobre la lucha por la supervivencia en un mundo postapocalíptico, con una protagonista fuerte y compasiva. Y, aunque técnicamente no es una producción de Ghibli, esta película marcó el tono y los valores del estudio.
El nombre "Ghibli" proviene de un modelo de avión italiano y significa "viento caliente del desierto". La elección simboliza el deseo del estudio de ser un soplo de aire fresco en la industria del cine animado. Y bien que lo logró, pues ha acabado convirtiéndose en un referente tanto artístico como cultural, con unas características bien definidas: narrativas profundas (aunque orientadas hacia el público infantil, sus temas y personajes son universales, explorando cuestiones como el amor, la pérdida, la guerra, el medio ambiente y la identidad personal), animación artesanal y preciosista (donde los fondos, pintados a mano, son detallados y creíbles y su belleza trasciende la animación convencional), con protagonistas principalmente femeninas (y que son niñas y jóvenes de gran complejidad), mundos fantásticos, gran respeto por la naturaleza y la ecología, valores éticos y de humanización, y una fuerte influencia cultural profundamente enraizadas en la cultura japonesa.
El principal cineasta y rostro reconocible de Studio Ghibli es Hayao Miyazaki, uno de los cineastas más importantes y reconocidos en la historia de la animación y el cine japonés en general. Pero cabe no olvida a otros como son: Isao Takahata, cofundador y autor de películas como La tumba de las luciérnagas (1988), Mis vecinos los Yamada (1999) o El cuento de la princesa Kaguya (2013); Yoshifumi Kondō, que fue considerado el sucesor de Miyazaki, aunque falleció prematuramente, y nos dejó obras como Susurros del corazón (1995); o Gorō Miyazaki, hijo de Hayao, quien ha dirigido películas como Cuentos de Terramar (2006) y La colina de las amapolas (2011).
Dos películas de Studios Ghibli ya han formado parte de Cine y Pediatría:La tumba de las luciérnagas (Hayao Miyazaki, 1988), una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos, y que nos habla de la niñez rota, de la violación de la inocencia, de la crueldad humana, del desinterés y el egoísmo en tiempos de guerra; y El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2001), un poema intimista a través de la odisea física y espiritual de esa niña de 10 años atrapada en un mundo mágico y ancestral, y que quizás sea el mayor éxito de su director, ganadora del Óscar a mejor película animada. Pero hoy, vísperas de Navidad, vale la pena revisar la filmografía de este gran director y de la película que se convirtió en el símbolo de Studio Ghibli: Mi vecino Totoro (1988).
La filmografía de Hayao Miyazaki comienza en 1971 con Lupin, una serie de animación para la televisión que adaptaba el cómic de Monkey Punch. Y tras otras obras, llega el éxito de Nausicaä del Valle del Viento (1984), el prolegómeno de Stduiso Ghibli que sí comienza ya con El castillo en el cielo (1986), con la joven Sheeta como protagonista de esta aventura espacial, y continúa como Mi Vecino Totoro (1988), un clásico icónico que merece una revisión. Continúa con Porco Rosso (1992), un valiente cerdo aviador, y La Princesa Mononoke (1997), quizás la obra que tieen un tono más oscuro y complejo, donde aborda temas de industrialización y ecología. A continuación estrena la citada El viaje de Chihiro (2001), quizás su obra más reconocida (imbatida durante dos décadas como la película más taquillera en Japón). Y después de un buen número de cortometrajes llega El castillo ambulante (2004), inspirada en la novela de Diana Wynne Jones y que narra la historia de Sophie, una joven sobre la que pesa una horrible maldición que le confiere el aspecto de una anciana, y Ponyo en el acantilado (2008), una reinterpretación de La Sirenita, con un estilo más orientado a los niños, que celebra la inocencia y la conexión con el mar. Continúa con un buen número de corto y mediometrajes, entre los que cuelan sus últimos largometrajes: El viento se levanta (2013), su obra más personal, aborda la vida del diseñador de aviones Jiro Horikoshi, entrelazando su pasión por la aviación con el contexto histórico del Japón prebélico; y El chico y la garza (2023), lo que supuso su regreso tras un supuesto retiro, aquí con un chico protagonista (no una chica) donde se explora la vida y la muerte con una narrativa introspectiva y surrealista.
Y con ello, Miyazaki se ha convertido en un ejemplo de cómo el cine puede ser un vehículo de cambio cultural y reflexión personal, porque sus películas van más allá del entretenimiento e invitan a los espectadores a cuestionarse sobre su relación con el mundo. Y con ello no solo elevó la animación japonesa a nivel mundial, sino que también demostró que este medio de la animación puede abordar temas profundos y emocionales. Su influencia trasciende generaciones y ha sido reconocido por artistas como Guillermo del Toro, Wes Anderson y John Lasseter. Y para explorar ese simbolismo e impacto cultural, vale la pena revisar una de sus obras más queridas y una de las piedras angulares del cine japonés: Mi vecino Totoro.
Mi vecino Totoro tiene como protagonista a dos hermanas, Satsuki y Mei, quienes se mudan en la década de los 50 con su padre a una casa en el campo para estar cerca de su madre hospitalizada. En este entorno rural, las niñas descubren un mundo mágico habitado por criaturas espirituales, incluida la encantadora y enigmática figura de Totoro. A través de sus encuentros con Totoro y otros espíritus del bosque, la película celebra la inocencia infantil, la conexión con la naturaleza y la capacidad de encontrar esperanza en momentos difíciles.
El punto de partida de Mi vecino Totoro es bastante similar al de El viaje de Chihiro, pues en ambos hay un cambio drástico en la vida de los personajes infantiles: aquí una mudanza, más compleja si cabe porque se hace con la ausencia de la madre. Los personajes principales son esas dos hermanas (que representan dos perspectivas de la infancia: Satsuki, la hermana mayor, es responsable y protectora, mientras que Mei, la menor, es curiosa y traviesa) y sus padres (el padre que cuida de ellas, con cariño y responsabilidad, mientras la madre enferma sigue hospitalizada). Y a partir de aquí aparecen las criaturas fantásticas, que cabe plantear si son reales o producto de su imaginación que le sirven para afrontar situaciones difíciles que no son capaces de procesar con su corta edad. Y conocemos a Totoro, ese espíritu del bosque que simboliza la conexión entre los humanos y la naturaleza, quien pese a no hablar, su diseño cálido y expresivo lo convierte en un emblema universal de bondad y misterio; y también está el Gatobús, que funciona como medio de transporte mágico, combinando elementos del folklore japonés y la creatividad característica de Miyazaki. Y otro protagonista más: la propia naturaleza de ese entorno rural dentro de la cosmovisión japonesa sobre la naturaleza como algo sagrado, en donde Totoro representa el espíritu protector de este ecosistema (de hecho está inspirado en los kami del Shinto, deidades o espíritus que residen en los elementos naturales, y cuyo diseño es una mezcla de varios animales: un búho, un gato y un mapache japonés).
Una historia que esconde el drama detrás de las sonrisas y vista desde la perspectiva de las niñas, lo que refuerza la importancia de la imaginación para enfrentar situaciones difíciles, como la enfermedad de un ser querido. Y donde aflora el tema de la familia y la resiliencia, o cómo las relaciones familiares proporcionan consuelo y fuerza, incluso en tiempos de incertidumbre. Y ello bajo la banda musical de Joe Hisaishi, que perfilan bien el tono alegre y melancólico de la historia. Y en donde nos quedan algunas sabias reflexiones de sus protagonistas como "Si eres amable con los espíritus del bosque, ellos serán amables contigo" o "La naturaleza está llena de cosas mágicas, si aprendes a mirar". Y el mensaje de su canción final: "Vamos a caminar, juntos con alegría. Descubriendo todo lo mágico en el camino".
Mi vecino Totoo es un icono de Studio Ghibli. Y tal es así que Totoro es el símbolo oficial del estudio y una de las figuras más reconocidas del cine animado. Una película con un mensaje atemporal y que ha hecho que la película sea querida por personas de todas las edades. Y que Totoro se haya convertido en un fenómeno global, carne de merchandising, cuya influencia ha trascendido al cine y ha inspirado a generaciones de creadores, así como también al activismo medioambiental.
Así pues, Mi vecino Totoroes más que una película infantil; es una celebración de la imaginación, la naturaleza y los lazos humanos. Una obra maestra del cine animado que bien vale ver en familia, muy apropiada para estas fechas de Navidad. Y de paso poder conocer a Hayao Miyazaki, el mayor representante de Studio Ghibli, allí donde sus películas de animación nos invitan a reflexionar sobre la humanidad, la naturaleza y la imaginación. Porque la animación de Miyazaki se fundamenta en dos grandes cuestiones: ¿qué es la vida? y ¿qué es un ser humano? (y donde nos acompaña a reconocer que el ser humano es una parte de la naturaleza)
Quien quiera profundizar en este director, recomendable la película documental francesa Miyazaki: el rey del anime (Léo Favier, 2024), un documental estrenado en la última edición del festival de Venecia que nos presenta a Hayao Miyazaki, quien lleva más de medio siglo transportándonos a universos únicos con sus películas. También ahora en Navidad… Porque si buscas arte que toque el alma, Ghibli siempre será una elección infalible.
La historia del séptimo arte está sembrada de actores y actrices infantiles. Pequeños grandes actores que Hollywood ya nos regaló en su cine en blanco y negro, pero que nos sigue regalando en color. Y del que España no ha sido ajeno, y todo ello con sus luces y sus sombras de lo que supone la fama y los premios a tan temprana edad.
Y entre las grandes interpretaciones infantiles cabe recordar las de Tatum O´Neal en Luna de papel (Peter Bogdanovich, 1973), Rick Schroeder en Campeón (Franco Zeffirelli, 1979), Anna Paquin en El piano (Jane Campion, 1993), Mara Wilson en Matilda (Danny De Vito, 1996), Andoni Erburu en Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997), Haley Joel Osment en El sexto sentido (M Night Shyamalan, 1999), Juan José Ballesta en El Bola (Achero Mañas, 2000), Jamie Bell en Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000), Dakota Fanning en Yo soy Sam (Jessie Nelson, 2001), Abigail Breslin en Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2006), Ivana Baquero en El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), Nerea Camacho en Camino (Javier Fesser, 2008), Quvenzhané Wallis en Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin, 2012), Waad Mohammed en La bicicleta verde (Haifaa Al-Mansour, 2012), Sofía Otero en 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola Solaguren, 2023), entre otras muchas más.
Pero lo que algunos críticos consideran la mejor interpretación infantil de la historia es la de la niña francesa Victoire Thivisol, quien con solo 4 años interpretó la película Ponette (Jacques Dillon, 1996) y por la que fue galardonada con la Copa Volpi (premio a mejor actor o actriz en el Festival de Venecia) más precoz. Pero la epopeya no es tanto por el premio, pues muchos otros niños han conseguido sendos Óscar, Goya u otros galardones por sus papeles, sino por la emoción permanente que supone ver a esta niña viviendo su personaje. Una niña que, como pasa en otras ocasiones, no tuvo una trayectoria sólida posterior en el séptimo arte, y solo se podría rescatar otra aparición de pequeña en Chocolat (Lasse Hallström, 2000), aunque una vez que llegó a la edad adulta, no se ha vuelto a dejar ver en la pantalla grande.
Ponette es un desgarrador drama sobre esta niña de cuatro años que acaba de perder a su madre en un accidente de tráfico, en la que ambas viajaban juntas. Como su ausencia le resulta insoportable, la niña la llama, le habla, la espera y la busca. En su camino, Ponette vivirá una experiencia que los mayores no pueden entender, pero que le servirá para aceptar el hecho de la pérdida de su madre. Y todo ello con su omnipresente y angelical presencia con el antebrazo izquierdo escayolado y su muñeca Yoyotte, con sus preguntas, sus miradas, sus lágrimas y sus silencios. Una mirada infantil al duelo por la muerte de un ser querido (ni más ni menos que una madre) y la búsqueda de la resurrección.
Tras salir del hospital acude con su padre al lugar del accidente y éste le dice: “¿Quieres prometerme una cosa? Que nunca te vas a morir”. Y ella le responde: “Puedo escupir para que no te mueras”. Queda al cuidado temporal con una joven tía viuda y sus dos primos, Delphine y Mathias. Destacan las conversaciones, casi metafísicas, sobre la vida, la muerte y la resurrección de estos tres pequeños, y así lo explican: “Ponette juega a esperar a su madre”. Y, aunque no la entienden, ella mira al cielo y demanda a su madre: “Ahora se han ido todos. Podrías venir. Podrías hacer el esfuerzo”. Y les dice a todos que su madre vuelve a verla todas las noches en sus sueños y que regresará volando.
Ante esta situación que persiste en el tiempo, el padre de Ponette le habla con crudeza: “Dios no habla con los vivos. Dios es para los muertos… Debes volver al mundo conmigo, con tus primos y con los seres vivos. No te quitará la pena inventar historias”. Y en el colegio conoce a otros compañeros, entre ellos a Ada, la niña judía que lo sabe todo de Jesús y a la que pide consejo, pero también a algún compañero más cruel con sus sentimientos: “Cuando una madre muere es porque su hija ha sido muy mala, malísima ¿entiendes?”. Y es que también en la infancia se puede esperar todo, bueno y malo, por lo que nuestra protagonista llega a confesar: “Tengo ganas de desaparecer para siempre. Para ir a ver a mi madre”.
Y es así como Ponette se constituye en un cuento tan cruel como maravilloso que se adentra en la muerte, el duelo y la religión a través de la humilde e inocente mirada de la infancia, con ese espíritu que tuvimos todos alguna vez en nuestro intento por comprender la vida. Y nuestra protagonista juega repitiendo la expresión “talitha qum”, las palabras que resucitaron a la hija de Jacob… y al final consigue ver a su madre (Marie Trintignant, hija del actor Jean-Louis Trintignant, la que, poco años después de esta película, tuvo una triste experiencia con su muerte), quien le trae un jersey rojo y un gran consejo, que repite a su padre: “Me ha dicho que aprenda a estar contenta”. Un final, antes del fundido en blanco, tan desgarrador y bello como la interpretación de Victoire Thivisol. Sin duda, ya, inolvidable (eso sí, para captar toda la esencia, es preciso ver la película en versión original, aconsejable siempre, pero más aquí) cuando llora, cuando reza o cuando se chupa el pulgar del brazo escayolado.
Bendita infancia…, pero a veces con un cruel devenir.
Este post no me pertenece, sino que pertenece a la editorial del próximo número de la revista Pediatría de Atención Primaria, y que acaba de ser publicada como adelanto. Y el contenido volcado por su autora, la Dra. Ana Garach, a favor de la lectura en toda la infancia y en familia, tiene tanta belleza en el título (el mismo que este post) como verdad en su contenido. Os dejo el enlace al texto para su revisión, pero no quiero dejar de destacar estos mensajes.
Uno de los hábitos que se pueden promover desde los primeros días de vida es la práctica de lecturas compartidas, lecturas en voz alta. Y hay muchas razones por las que instar a las familias que atendemos desde las consultas de Pediatría a que lean en voz alta con sus hijos:
- Desde los primeros días, los bebés disfrutan estando en los brazos y escuchando la voz de su madre o de su padre. Las historias contadas desde etapas tempranas se pueden convertir en material que posteriormente conformará una herencia familiar compartida a la que todos se pueden referir en varias ocasiones de su vida. Las historias compartidas se convierten en un repertorio de ejemplos que los niños pueden aprovechar para relacionar con pequeños y grandes acontecimientos personales.
- Al disfrutar de esta práctica diaria y conservar este hábito en el tiempo, los menores adquirirán mayor riqueza de vocabulario y más capacidad para mantener la atención y la concentración. Esto favorecerá su proceso de aprendizaje. Al compartir lecturas, el niño, durante las pausas que se realizan a lo largo de la misma, puede elaborar conceptos y reflexiones que contribuyan a la formación del pensamiento narrativo necesario para la comprensión de las historias.
- Cualquier momento es bueno para disfrutar de la lectura, pero establecer el ritual de la lectura en voz alta antes de acostarse ayuda a relajar al menor, sobre todo si se seleccionan historias que calman y que terminan con claridad.
- Los libros ofrecen una amplia gama de temas, personajes y eventos que hacen que el niño descubra el mundo. Un mundo que se le revela en los diferentes ambientes de narración, atmósferas, acontecimientos inéditos y extraordinarios.
- La primera lectura de un libro estimula un tipo de atención centrada en la historia, en los acontecimientos, en la creación mental de las situaciones presentadas. Provoca un fuerte placer mientras el niño se concentra en la comprensión general. La relectura, además de provocar el placer de la anticipación mental de la historia conocida, posibilita el descubrimiento de nuevos detalles y otros aspectos que permiten una mayor reflexión.
- Los libros o cuentos pueden describir hábitos simples, como ir a la cama o jugar al escondite, pero también pueden favorecer el trabajo del mundo de las emociones. Las emociones surgen en nuestra vida diaria, así que debemos hablar de ellas, y podemos hacerlo a través de los libros.
- También las ilustraciones ejercen un papel importante. Educan la mirada y la imaginación a través de las numerosas propuestas estilísticas de los ilustradores de la literatura infantil. Las imágenes del libro nos ayudan a contar la historia. Podemos señalarlas, preguntar a los niños sobre lo que ven en ellas, hablarles de sus sentimientos, preguntarles si les recuerdan a algo, etc.
Qué hermoso llegar a entender y transmitir a nuestros hijos, nietos, alumnos o pacientes el hecho de que leer es soñar con los ojos abiertos, que la lectura es la fábrica de nuestra imaginación (pero también de nuestra formación), una ayuda para abrir las alas a la vida.
Un año más, y un nuevo libro del proyecto "Cine y Pediatría" llega a las librerías (y a Amazon). Y hoy presentamos Cine y Pediatría 13 (o 12 + 1 para algunos, porque para algunos se relaciona con la mala suerte). Porque el número 13, a diferencia de lo que se piensa, es el número que representa la energía de la sabiduría, la fuerza y la espiritualidad que nos ayudan a vivir una vida plena y feliz…
Porque el 13 es un número que es símbolo de paz y armonía. Y mi número preferido.
Pero hoy nos quedamos con el número 13 como símbolo de paz y armonía. Todo lo contrario a lo que va a ser nuestra reivindicación de hoy en este libro, que no es otra que una denuncia frente a las violencias contra la infancia en los conflictos bélicos. Porque vivir algo así sí que es mala suerte, la peor de las suertes. Y baste recordar el informe que recientemente publicó UNICEF sobre las violaciones graves contra la infancia cometidas entre 2005 y 2022 en más de 30 situaciones de conflicto en todos los continentes. Y aunque hay muchos conflictos bélicos activos en el mundo, en los dos últimos años las noticias nos recuerdan sin cesar dos guerras muy presentes: la invasión rusa de Ucrania, y la guerra de Israel y Gaza.
Son numerosas las historias que nos ha devuelto el séptimo arte para evocar su mensaje antibélico. Pero hoy queremos recopilar aquellas películas que, ya publicadas a lo largo de los años en Cine y Pediatría, se centran en los conflictos bélicos y su repercusión en la infancia.
Y el vídeo de presentación de este Cine y Pediatría 13 es un recuerdo a las infancias de la guerra desde Cine y Pediatría. Y por un tema didáctico, hemos dividió estas decenas de películas en tres apartados:
a) Infancia, Guerra Civil Española y la postguerra:El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984), Tranvía a la Malvarrosa (José Luis García Sánchez, 1997), La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001), El viaje de Carol (Inmanol Uribe, 2002), El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), Las 13 rosas (Emilio Martínez-Lázaro, 2007), Pan negro (Agustín Villaronga, 2010), Insensibles (Juan Carlos Medina, 2013), El maestro que prometió el mar (Patricia Font, 2023),…
b) Infancia, Segunda Guerra Mundial y holocausto nazi: Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948), Juegos prohibidos (Réne Clément, 1952), El diario de Ana Frank (George Stevens, 1959), La infancia de Iván (Andrei Tarkovsky, 1962), El niño y el muro (Ismael Rodríguez, 1965), El tambor de hojalata (Volker Schöndorff, 1979), Masacre. Ven y mira (Elem Klimov, 1985), La vida es bella (Roberto Benigni, 1997), La tumba de las luciérnagas (Hotaru no Haka, Isao Takahata, 1998), Hijos de un mismo Dios (Yurek Bogayevicz, 2001), Napola, escuela de élite nazi (Dennis Gansel, 2004), El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008), Rutka: un diario del Holocausto (Alexander Marengo, 2009), La cinta blanca (Michael Haneke, 2009), La llave de Sarah (Gilles Paquet-Brenner, 2010), Lore (Cate Shortland, 2012), La ladrona de libros (Brian Percival, 2013), La profesora de Historia (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014), El viaje de Fanny (Lola Doillon, 2015), La infancia de un líder (Brady Corbet, 2015), Una bolsa de canicas (Christian Duguay, 2017), Sestrenka (mi hermana pequeña) (Aleksandr Galibin, 2019), Los niños de Windermere (Michael Samuels, 2020),…
c) Infancia y Otras guerras: Los juncos salvajes (André Téchiné, 1994), Voces inocentes (Luis Mandoki, 2004), Machuca (Andrés Wood, 2004), De mayor quiero ser soldado (Christina Molina, 2010), Klip (Maja Milos, 2012), Volver a nacer (Sergio Castellitto, 2012), Infancia cllandestina (Benjamín Ávila, 2012), La cigüeña metálica (Joan López Lloret, 2012), El cohete (Kim Mordaunt, 2013), Inch’Allah (Anaïs Barbeau-Lavalette, 2013), Silvered Water, Syria Self-Portrait (Ma'a al-Fidda, Wiam Bedirxan, Ossama Mohammed, 2014), Macondo (Sudabeh Mortezai, 2014), Nacido en Gaza (Hernán Zin, 2014), El pan de la guerra (The Breadwinner, Nora Twomey, 2017), El cuaderno de Sara (Norberto López Amado, 2018), Anton, su amigo y la revolución rusa (Anton, Zaza Urushadze, 2019), Pequeño país (Petit pays, Eric Barbier, 2020), Belfast (Kenneth Branagh, 2021),…
Porque el cine es (y debe ser) también conciencia, memoria y reivindicación. Y los actuales más de 460 millones de niños y niñas de la guerra, aquellos que viven en países afectados por conflictos bélicos, necesitan que no nos olvidemos de ellos, y luchemos por preservar su seguridad y garantizar sus derechos.
Y con esta triste (pero necesaria) reivindicación, hoy comienza Cine y Pediatría 13. Y, como todos los anteriores libros, viene acompañado de tres prólogos, dedicados al Cine, a la Pediatría y a la Docencia.
• El Prólogo desde el punto de vista de la Pediatría es un regalo que procede del Dr. Albert Balaguer, gran amigo “basado en la evidencia” desde hace varias décadas (con el Comité de Pediatría Basada en la Evidencia y la revista Evidencias en Pediatría como punto de encuentro común), quien desde hace años lidera el proyecto de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universitat Internacional de Catalunya, como decano y también catedrático de Pediatría. Y su prólogo, bajo el título de “El cine como instrumento de reflexión en la práctica del pediatra”, viene enmarcado por el equilibrio del saber estar y saber ser de su autor, como clínico, docente e investigador, y quien me regala un colofón así en su texto: “Y así transcurre todo el libro, repleto de información exhaustiva, tratada con la sensibilidad y la mirada amable, de amante del cine, de este gran pediatra, amigo de los niños y del arte y la belleza, que es Javier González de Dios”.
• El Prólogo desde el punto de vista del Cine lleva la firma de José Antonio Hurtado, escritor cinematográfico y, desde hace mucho tiempo, programador de la Filmoteca de Valencia, una de las más prestigiosas del país. Su prólogo, bajo el título de “La mirada en acción”, subraya algo conocido, pero que es bueno reconocer: que el cine puede ser una herramienta útil, que cumple un papel de mediación, para hablar y reflexionar sobre otras disciplinas o ámbitos del conocimiento. Y por eso, bajo sus amplios conocimientos y estudios sobre el séptimo arte, es un placer leer su reflexión final: “Y para terminar de cerrar el círculo en este mundo de miradas, te invito, lector, a que tu mirada se adentre en las páginas que vienen a continuación, porque encontrarás abundante información y lúcida elocuencia en torno al cine y la infancia desde una mirada que sabe de lo que habla”.
• El Prólogo desde el punto de vista de la Docencia es una buena amiga alicantina, Asunción Sánchez Zaplana, Suni para los amigos, y una de las responsables de que este proyecto de Cine y Pediatría fuera profeta en su tierra, pues ella fue quien me dio el espaldarazo, desde su puesto de concejala de Acción Social en el Ayuntamiento de Alicante, para vincularme al Festival Internacional de Cine de Alicante. Aunque química de profesión, su vida profesional ha rondado alrededor de la política, habiendo alcanzado los puestos de Consejera de Bienestar Social de la Comunidad Valenciana, así como senadora en las Cortes Generales.
Nos conocimos hace 12 años y, gracias al impulso de Suni, Cine y Pediatría es una sección obligatoria en la sección de Cine Solidario del Festival Internacional de Cine de Alicante, que regresa a “la millor terreta del mon” todos los meses de mayo-junio. Su prólogo, bajo el título de “¡Hasta el infinito y más allá!”, con reminiscencias de la película Toy Story, es un recorrido afectivo a este camino juntos. Y donde el infinito y más allá es seguir uniendo arte y ciencia a favor de la humanización, tal como nos recuerdan sus palabras: “He aprendido en esta colección que el cine, como impulsor de creatividad y maestro de emociones, ayuda a comprender mejor al paciente. Hoy en día, medicina y humanismo van de la mano. La sociedad necesita médicos que atiendan a las personas, las cuiden, se preocupen de su salud y de su bienestar físico y emocional”.
Y finalizo con sus mismas palabras finales: “Más cine, por favor, más medicina de compromiso con la persona y más libros que nos llenen de emociones. ¡Pasen y lean!”.