sábado, 27 de enero de 2018

Cine y Pediatría (420). “El niño y el mundo”, la conciencia del mundo de un niño


La animación no es ajena a Cine y Pediatría. Y dulces recuerdos nos acompañan ya como la japonesa La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988), la danesa Princess (Anders Morgenthaler, 2006), la francesa Persépolis (Marjane Satrapi y Vicent Paronnaud, 2007), la australiana Mary and Max (Adam Elliot, 2009), la belga Color de piel: miel (Laruent Boileau y Jung Henin, 2012), la estadounidense Del Revés (Pete Docter, 2015) o la suiza La vida de Calabacín (Cluade Barras, 2016).

Y hoy compartimos una película que muchos consideran una excepcional obra de animación, igual pero diferente a las demás (porque la animación es así, muchas técnicas, y ésta más artesanal pero efectiva). Una película que ya ha recibido más de 40 premios internacionales y de la que se han dicho cosas como "Un viaje lleno de color y emoción", "Una deslumbrante obra maestra", "Cautiva a niños y adultos", "Cada dibujo es una maravilla", "Simplemente una de las películas de animación más hermosa que se han hecho nunca". Con una presentación así, quien se resiste a verla. Hablamos de la película brasileña El niño y el mundo (Alê Abreu, 2013), nominada en su momento al Oscar a Mejor Película de Animación (y que se llevara ese año Del Revés), un viaje lírico y onírico que ilustra los dilemas del mundo actual bajo la mirada inocente de un niño. Una excepcional joya de la animación actual que carece de diálogos, y las pocas frases que los personajes dicen son portugués al revés (en busca de inventar un idioma universal), pero que se acompaña de una hermosa música. Cuando un folio en blanco, unos trazos en movimiento, colores de acuarela... se convierten en un nuevo mundo, el mundo de este niño pequeño, Cuca.

Cuca vive con su familia en una idílica zona rural de Brasil, hasta que su padre tiene que irse a trabajar a la ciudad debido a la crisis económica que aqueja al mundo actual. El niño decide emprender un viaje para encontrarlo, una aventura apasionante que le llevará a descubrir otro mundo controlado por la tecnología, las máquinas y los medios de comunicación. Una realidad que Cuca se mirará con sus ojos de niño, intentando sobrevivir siempre de la manera más juguetona e inocente ante un mundo en que la tecnología está muy presente en el mundo y que, para bien o para mal, ejerce una gran influencia sobre la vida de la gente.

Y con Cuca viajaremos con él por la recogida de algodón y su transporte, los telares, con él cruzaremos el proceloso mar, la gran urbe y la playa repleta de sombrillas, con Cuca miraremos por el caleidoscopio, saltaremos por los cargueros con contenedores, disfrutaremos de los colores del telar, observaremos la lucha entre el ave de color y el de blanco y negro, y notaremos el contraste entre las ciudades montículo y los vertederos,... Y finalmente las imágenes reales de la contaminación, la deforestación, el deshielo, los incendios, los residuos,... Y esos círculos de colores flotando por el aire que son la representación del sonido y de la música. Magia, colores y música, con una banda sonora que cuenta con la participación de Emicida, Naná Vasconcelos, Barbatuques y GEM.

Porque en su película, Alê Abreu también añade algo de crítica social sobre muchos de los problemas que afectan a la sociedad actual, como la inquietud laboral fruto de la crisis económica o la dependencia de la tecnología. Porque este mundo y este niño pasean ante los ojos del espectador en imágenes ultra coloridas, inspiradas en las obras de pintores como Paul Klee y Joan Miró, que también traían en sus creaciones la perspectiva infantil, y se combinan con las más diversas técnicas de animación. El resultado es una explosión de collages y texturas, para conocer el niño, para conocer el mundo, para conocer el mundo del niño.

Pude disfrutar de esta película en el portal de Filmin, y quiero destacar los cuatro motivos que señala por lo que conviene no perderse esta obra producto del ingenio:
1. Por esa otra animación, más allá (y más acá) de la hegemonía del estudio Pixar en la última década y media. Y es aquí donde El niño y el mundo forma parte de esta otra cara de la animación, la que nace de la mano del artista, pasa por la pintura, y acaba impregnada en el más puro collage fílmico en el que podemos ver múltiples técnicas, todas igual de coloristas y preciosistas, que sirven para dotar a la película de una plasticidad que traspasa la pantalla, sin efectos 3D. Porque no todo acaba y comienza en Pixar.
2. Por despertar nuestra conciencia social, como buena ventana al mundo que es la gran pantalla. Y es en este mundo donde descubre que el sacrifico paterno y familiar forma parte de un cuadro mucho mayor donde se dan mano la explotación y expolio paulatino que lleva sufriendo Brasil desde hace décadas. La destrucción de la selva amazónica, la lamentable situación laboral que viven los trabajadores, la fuerza empleada por el gobierno de Brasil para acallar al pueblo. Puro cine conciencia que intenta visibilizar iniciativas para construir una sociedad responsable con las personas y el medio.
3. Por ser puro cine para padres e hijos. Una película que es posible ver en familia y que deja espacio al diálogo, la reflexión y, sobre todo, a reflexionar con los mensajes que flotan en ella: la igualdad, el respeto por la naturaleza y el consumo responsable de los recursos de nuestro planeta. Una lección de una riqueza sin igual para nuestros hijos.
4. Porque una imagen vale más que mil palabras. Porque sobran las palabra, y el mensaje de la película se construye a través de sus bellas imágenes y arrebatadora banda sonora, y no necesitamos más.

Por esas cuatro razones, y alguna más, El niño y el mundo debe prescribirse para ver en familia y con ella profundizar en la conciencia del mundo de un niño.

 

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