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lunes, 9 de septiembre de 2019

Los nuevos monstruos que amenazan a nuestra infancia desde internet


En la infancia nuestros hijos e hijas son pequeños seres humanos que están conociendo el mundo y todo lo que habita en él, es decir, animales, objetos, personas… y también monstruos. Su pensamiento es concreto, es decir, construyen su mundo interno a partir de lo que ven y tocan. Todo lo que sienten también se queda registrado en su mente, aunque en un principio no puedan ponerlo en palabras. Durante los primeros años de la infancia ese mundo interno está poblado solamente de seres buenos o de seres malos, es decir, de objetos parciales. 

Además, los niños y niñas se encuentran centrados en sí mismos, lo que implica que sienten que todo lo que ocurre con ellos y a su alrededor es por algo que ellos hicieron o dejaron de hacer. Su pensamiento es además animista, lo que significa que puedan conseguir algo con tan solo pensarlo. 

Y en esa infancia siempre han existido monstruos. Los clásicos, como el “coco el que te va a comer”, Frankenstein, el lobo, el dragón, la bruja… y en los Países Bajos hasta el Duque de Alba, que para todos los gustos hubo y hay. Todos estos seres malvados fueron en algún momento monstruos a quienes se les temía, que habitaban los armarios de los cuartos infantiles y amenazaban nuestro tranquilo sueño pues podían salir en la noche mientras dormíamos. Nos acechaban y en cualquier momento se aparecían convirtiéndose en nuestra peor pesadilla. 

Pero los monstruos de la infancia han ido cambiando con las costumbres. Luego llegaron los aliens, los zombis, Chucky, o seres extraterrestres que les amenazaban, por obra y gracia de las pantallas de cine y televisión. Pero actualmente hay unos monstruos mucho más peligrosos que acechan a nuestra infancia desde internet y las redes sociales (YouTube, Twitter, Facebook, Whastapp,…). Y son más peligrosos por su capacidad de trasgresión, tanto la transgresión activa (porque los más pequeños de la casa acceden a contenidos indebidos) como la transgresión pasiva (porque el menor recibe información que no debería ver, ya sea mediante un "pop-up" o en forma de contenido reenviado por otras personas). Y, además, por la gran capacidad de “viralización” o difusión de estos memes que intentan aterrorizar a nuestra infancia (y a sus padres, que se sienten sobrecogidos por ello). 

Tres memes monstruosos han sido los más comentados en los últimos tiempos: 
- It, el payaso maligno que hacen escalofriantes proposiciones desde una alcantarilla. Se trata de Pennywise, el payaso de la novela “It”, de Stephen King, pero en la versión de la miniserie de 1990 protagonizada por Tim Curry. El terrorífico monstruo aparece en la alcantarilla por donde a Georgie, uno de protagonistas, se le acaba de caer un barco de papel y le ofrece un globo. 
- Luego llegó Momo, el espeluznante protagonista de un peligro reto virtual conocido como el Reto de Momo: este siniestro personaje incita a niños y adolescentes a realizar una serie de tareas peligrosas, incluidos ataques violentos, daño autoinfligido y suicidio. Lo cierto es que la preocupación y la angustia registradas por niños y adultos se debieron principalmente a los informes de los medios de comunicación más que a Momo, lo que ha llevado a organizaciones relacionadas con el cuidado y educación infantil a advertir contra el presunto fenómeno de crear una profecía autocumplida que puede alentar a los niños a buscar material violento en internet. 
- Y tras Momo, llega el Ayuwoki, el espeluznante meme sucesor, un personaje que según cuenta la leyenda puede aparecer en tu cuarto a las 3 de la madrugada, que es conocida como “la hora del diablo”, si es que no estás dormido a estas altas horas de la noche. También se dice que al aparecer el Ayuwoki grita ¡Hee Hee!, una exclamación que el Rey del Pop utilizaba en alguno de sus temas míticos. 
Lo cierto es que el nombre Ayuwoki procede de la frase “Annie, are you okay?” de la famosa canción “Smooth Criminal” de Michael Jackson o mejor dicho, viene de este video que se subió a YouTube en 2009, pero que se ha empezado a hacer viral 10 años después, para crear este nuevo y terrorífico bulo que corre por las redes. 

Sea It, Momo o Ayuwoki, el caso es que este es un fenómeno más que habla de los peligros de internet y las redes sociales para nuestra infancia y adolescencia. Porque siempre ha habido monstruos en la infancia, pero estos de ahora son más difíciles de controlar… y están detrás de la pantalla. Para aquellos que los crean y difunden, más les valdría recordar el Evangelio según San Lucas 17,1-6: «Después dijo a sus discípulos: Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños». 
Mientras se cumple la profecía frente a los que escandalizan a la infancia, no queda más remedio que seguir protegiendo y educando a nuestros hijos frente a internet y las redes sociales.

sábado, 24 de agosto de 2019

Cine y Pediatría (502). “Donde viven los monstruos”, donde maduran los sentimientos de un niño


Era el año 1963 cuando un autor tan controvertido como Maurice Sendak escribe e ilustra un libro que tras su publicación recibe críticas enconadas con términos como “inapropiado”, “demasiado oscuro”, “inquietante” y “aterrador” para la infancia. Un libro que cuenta la historia del niño Max, quien ataviado con su disfraz de lobo hace una travesura tras otra hasta que su madre, y una noche, al grito de “¡eres un monstruo!”, le castiga sin cena. Encerrado en su cuarto, triste y rabioso, viajará hasta el mundo de las cosas salvajes, donde no sólo domará a los monstruos, sino que se coronará su rey y organizará desenfrenados juegos con ellos. Al final, como en toda epopeya, se produce el regreso del héroe al hogar y el pequeño Max emprende el viaje de vuelta a su casa, donde un tazón de sopa bien caliente le está esperando. Un argumento sencillo, crudo y sin moraleja que provocó no poco revuelo. Su título “Where the Wild Things Are” y al propio Sendak le costó cuatro años de peleas con sus editores conseguir publicar esta lucha interna de Max para manejar sentimientos tan complejos como la soledad, la rabia, la frustración o el miedo. En un tiempo en el que en la literatura infantil predominaban las buenas intenciones y las lecciones morales, romper con la imagen inocente y feliz de la niñez o mostrar a una madre perdiendo los papeles con su hijo era una tarea tan subversiva y descabellada que sólo un autor como Sendak, tan salvaje como sus criaturas, se atrevería a llevar a cabo. 

Pero Sendak no se limitó a ilustrar y escribir libros. También se encargó del diseño de montajes de ballets y óperas de Tchaikovsky o Prokofiev, y colaboró incluso en la adaptación cinematográfica de su obra más famosa. Y en esta labor se atrevió un director también controvertido (y que no deja indiferente) como Spike Jonze, un personaje multifacético (productor, guionista, director de vídeos musicales y también actor) autor de películas especiales como son Cómo ser John Malkovich (1999), Adaptation/El ladrón de orquídeas (2002) y Her (2013). Y quizás su peculiar forma de entender el arte es lo que le hizo atreverse a adaptar esta peculiar novela e historia... Y Jonze y Sendak se unen para la estupenda adaptación de Donde viven los monstruos (2009), donde nos hablan de la soledad del hermano pequeño, del hogar roto, de celos y frustraciones infantiles, y consigue recrear esa atmósfera, onírica y tenebrosa, que subyace en el relato de Sendak. Y la pantalla se llena de nuevo de monstruos taciturnos, confusos, y violentos, trasunto del niño que busca de forma desesperada el amor y la aceptación, y para ello se combina acción en vivo, actores disfrazados, animatrónica e imágenes generadas por ordenador. 

En el primer tercio de la película conocemos a nuestro protagonista, Max (Max Records), un niño de 8 años, y lo conocemos en sus dos ámbitos: el hogar y la escuela. En su casa vive con su madre (Catherine Keener) y su hermana mayor, sin figura paterna, cuyo mensaje encontramos debajo del globo terráqueo de su habitación: “Para Max. El dueño de este mundo te quiere. Papá”. Y vamos descubriendo el poder de su imaginación cuando la madre le dice: “Me vendría bien uno de tus cuentos”. Y en su colegio un profesor les envía este mensaje, ante la mirada atónita de la clase: “Y el Sistema Solar se apagará para siempre. Pero para entonces la raza humana ya se habrá extinguido, víctima de las guerras, la polución, el calentamiento global, los tsunamis, los terremotos o los meteoritos, ¿quién sabe?”. 

Max se desquicia cuando su madre está con una alguna pareja. Y una noche que pierde los estribos y la madre le castiga, ocurre lo ya referido. Y entonces los restantes dos tercios de la película transcurren con ese viaje de Max disfrazado de lobo y que a través de una tormenta en el mar llega a una isla con monstruos de aspecto muy peculiar, y que simulan diferentes animales (un toro, una cabra, un rinoceronte, una gallina, un perro,…). Siete monstruos y cada uno representa las emociones más latentes: Carol, el monstruo de estar solo y el temor a ser abandonado; Alexander, el monstruo de ser invisible; Judith, el monstruo de ser cruel y dar miedo; KW, el monstruo del cariño y el afecto; Ira, el monstruo de ser bueno y colaborador; Douglas, el monstruo de la razón; y Judy, el monstruo del ser ignorado. Y Max logra convencerles de que es un rey y le coronan como su rey. Y Max intenta comprenderlos: “Cuidaremos unos de los otros y dormiremos juntos como una piña”. Y juega con ellos a hacer el bestia – nunca mejor dicho -, por lo que se gana el afecto y ellos le dicen: “Eres el mejor rey del mundo. Todo va mucho mejor que antes” o “Te voy a comer. Te quiero tanto”. Y allí también conoce a Bob y Terry, los dos búhos que dan consejos cuando las preguntas tienen siete palabras. 

Pero finalmente, tras diversas aventuras en bosques, desiertos y mares, acaban descubriendo que no es un rey. Y KW le dice: “¡Qué difícil es ser una familia!”. Y Max acaba sintiendo que solo es un niño mandando como único rey en sus propias emociones-monstruos y eso nunca puede salir bien sin el apoyo, el cariño y el amor de una madre/padre. Y por eso Max decide volver y les dice: “Ojalá tuvierais una madre. Voy a volver a casa”. Y al final todos los monstruos aúllan en la playa mientras Max se aleja en el mar y le alagan con “Eres el único rey que no nos comemos”. Y cuando Max regresa a casa su madre le está esperando y la cena aún está caliente. Y fin… 

Es fácil entender que Donde viven los monstruos no es una película para niños, ni exclusivamente para adultos. Es una película principalmente para adultos con el fin de entender cómo vive, siente y piensa un niño con un formato difícil de clasificar. Porque un niño de 8 años piensa, vive y actúa en búsqueda de cariño y de atención, que precisa entender – y que le entiendan - sus miedos, su egoísmo, su impulsividad, sus fracasos, su diversión, su imaginación, su creatividad, y también sus limitaciones y errores. Porque la familia y la escuela es el lugar habitual donde maduran los sentimientos de un niño… y también donde viven los monstruos de sus emociones.

La película, como la novela, recibió críticas contrapuestas. Queda en tu mano, espectador - y lector – atreverte a entender y revivir ese lugar donde viven los monstruos de la infancia.

sábado, 15 de octubre de 2016

Cine y Pediatría (353). “Un monstruo viene a verme” y a cuidar nuestros miedos



Una fórmula mágica para crear un monstruo con, al menos, seis nombres. El principal es el de la escritora anglo-irlandesa Siobhán Dowd, autora de varios libros juveniles (alguno de ellos galardonado con varios premios importantes en el mundo de la literatura), y quien por desgracia falleció en 2007 dejando sin acabar un libro que ya tenía personajes, premisa y un comienzo. Y fue el estadounidense Patrick Ness quien supo dar forma a todo ello, junto con el ilustrador Jim Kay, y consiguieron crear un relato fascinante que se publicó en el año 2014 bajo el título de "A Monster calls". El otro nombre principal es el del directo español Juan Antonio Bayona, y la elección de sus dos personajes principales para llevar a la gran pantalla esta obra, el niño Connor (interpretado por Lewis MacDougall, un inmenso niño actor elegido entre miles en el casting) y el propio monstruo (cuya voz la pone Liam Neeson, quien ya pusiera voz al león Aslan de Las crónicas de Narnia). 

Así es como nace en el año 2016 la película Un monstruo viene a verme, una historia emocionante y extraordinaria sobre un niño, su madre enferma y el monstruo que viene a visitarle. Una historia que nos habla de nuestra dificultad para aceptar la pérdida y de los lazos frágiles, pero extraordinariamente poderosos, que nos unen a la vida. Porque Un monstruo viene a verme es como una fusión de las dos únicas (y exitosas) película previas de Juan Antonio Bayona: el misterio de El orfanato (2007) - la gran triunfadora de los Goya de ese año, con 14 nominaciones, de las que consiguió siete - y los efectos especiales de Lo imposible (2012) - la gran triunfadora de los Goya de ese año, también con 14 nominaciones, de las que consiguió cinco -. En ambos años consiguió el Goya a Mejor Director, pero no el de Mejor película, que en el 2007 fue para La soledad de Jaime Rosales y en el 2012 para Blancanieves de Pablo Berger. Y todo apunta a que el "monstruo" de Bayona, en el más amplio sentido de la palabra, dará la campanada este año también. Porque este barcelonés nacido en el humilde barrio de Trinitat Vella convierte en oro todo lo que le toca, por lo que no es de extrañar que le ha llamado el rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, para que sea el próximo director de la secuela de Jurassic World

Y todo empieza con una pesadilla. Una pesadilla que Connor repite a medianoche (concretamente a las 12,07 horas) desde que su madre comenzó con el tratamiento de su grave enfermedad. Porque nuestro protagonista de 12 años no está pasando por un buen momento: el cáncer de su madre por un lado, el acoso escolar por otro ("Tú siempre perdido en tu mundo, ¿qué hay tan interesante?" le dicen los matones) y, por si fuera poco, su padre vive en América, donde ha conocido a otra mujer. Pero una noche, un anciano tejo enfrente de su ventana se transforma en un monstruo que le visita en su habitación. Porque el tejo (este árbol que es uno de los seres más longevos en la faz de la Tierra y que recibe los sobrenombres de "Príncipe de los botánicos", "Segundo Adán" o "Árbol de la Muerte"), ese árbol viejo y robusto con propiedades curativas y connotaciones religiosas que vive junto a un cementerio, ahora tiene brazos, piernas y una cara aterradora. El monstruo no quiere asustarle, tan solo busca una cosa: la verdad, aquello que Conor más teme contar

En un primer momento, parece que estamos ante una historia de terror, pero lo que realmente nos espera es una trama verdaderamente profunda, que mezcla la fantasía con la más cruda realidad. Y comienza la pista cuando Connor y su madre (Felicity Jones) ven juntos la tele, en concreto la clásica película King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) y ella le dice: "A la gente no le gusta lo que no entiende". Porque tras la separación de sus padres, Connor tendrá que ocuparse de llevar las riendas de la casa ("Creer es la mitad de toda curación", se dice a sí mismo) , mientras intenta acomodarse a su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver). Y ahora Conor intenta superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo ("Al final, Conor, no es lo importante lo que pienses, lo importante es lo que hagas", "Va a ser duro, va ser más que duro. Pero podrás con ello, Conor O´Malley") , quien le cuenta tres relatos (y, para ello, en la película se recurre al recurso de dibujos animados en un atractivo recurso visual al estilo del manga de Jiro Taniguchi), hasta que al final él tendrá que contarle "su" historia. 

Y con estos recursos, Bayona apela por igual a la emoción, a la superación y a la fantasía, materias de la que está hecho el propio cine. Y nos regala una película a medio camino entre dos recientes estrenos: en el fondo con una historia de amistad que podría asemejar la de Mi amigo el gigante (Steven Spielberg, 2016) y en la forma con El Principito (Mark Osborne, 2015). 

Cuando su madre le dice, "Ojalá tuviera 100 años para dedicártelos", entendemos que el monstruo no llegó para curar a su madre, sino para sanar a Connor. Y por ello era importante llegar a la cuarta historia y desbloquear los miedos. Porque al final el niño abraza muy fuerte a su madre, y al abrazarla puede dejarla ir. Y nos confirma que el monstruo de la pérdida viene a vernos a menudo, también en nuestra infancia. 

Y ahora la anécdota que nos acompañó en esta película tan especial. Porque una tarde fuimos a ver al monstruo. Y la casualidad vino a vernos, una vez más. Era media tarde de un día entre semana y muy pocos espectadores para ver la versión original (siempre imprescindible, más si Liam Neeson es la voz del monstruo). Elegimos dos butacas y, entre toda la sala, nos tocó junto a Vicente y David Seva, hermanos gemelos y almas del Festival Internacional de Cine de Alicante, allí donde nace y permanece Cine y Pediatría. Que viéramos juntos la que será posiblemente la película del año, con anécdota de un "monstruo" que ellos me recordaron, no deja de ser el preludio de Cine y Pediatría 6 y de próximas visitas: porque quién sabe si algún día Juan Antonio Bayona pudiera nuestro próximo prologuista. Ya Vicente fue quien sirvió como intermediario para que Bayona grabara el espectacular tsunami de Lo imposible en los Estudios Ciudad de la Luz de Alicante: ¿por qué no va a poder conseguir esto?. En el fondo tienen mucho en común, además del cine, también tienen hermanos gemelos. 

Y como nos dice la película: "La vida siempre está en los ojos". Solo hace falta aprender a mirar la vida bien. Porque "¿Cómo comienza la historia? Con un chico, muy grande para ser un niño, muy pequeño para ser un hombre".