Mostrando entradas con la etiqueta realidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta realidad. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de julio de 2017

Cine y Pediatría (392). Continuará..."En la casa"


Que el cine francés (y en francés) tiene un plus de calidad es algo que venimos defendiendo en Cine y Pediatría hace mucho tiempo. Y hoy acude un ejemplo más, de un director del que ha hemos hablado en este foro. Porque François Ozon es indudablemente uno de los grandes exponentes del cine europeo contemporáneo, con una filmografía con títulos más que destacables y laureados en el mundo como Amantes criminales (1999), Gotas de agua sobre rocas calientes (2000), 8 mujeres (2001), La piscina (2003), Potiche: Mujeres al poder (2010) o Joven y bonita (2013), obra ya analizada en Cine y Pediatría como la sexualidad de una adolescente en cuatro estaciones. Pues este "enfant terrible" del cine francés y europeo nos regaló un año antes la película En la casa (2012), libre adaptación de la obra "El chico de la última fila" del dramaturgo español Juan Mayorga, escrita en el año 2006 y que juega con la teatralidad, algo que a Ozon siempre le ha atraído.

En la casa narra la historia de Germain (Fabrice Luchini), un escritor frustrado y un profesor de literatura harto de la mediocridad de su curso (“¿Hay algo más triste que enseñar literatura en el bachillerato?", “Lo peor no es su ignorancia, es su futuro”, piensa), que se ve iluminado por la sorprendente creatividad y por el talento del chico de la última fila de clase, quien entrega un trabajo relatando su fin de semana: su ingreso en una casa de "una familia normal" que le ha obsesionado durante meses, perteneciente a uno de sus compañeros de curso y en el que describe a la madre con “el inconfundible olor de la mujer de la clase media”. El alumno se llama Claude (Ernst Umhauer) y lo que empezó como un ejercicio aislado se convierte con el tiempo en una serie de entregas literarias donde va relatando sus experiencias dentro de la casa de su amigo Rapha (Bastien Ughetto), al volverse estratégicamente el amigo que le ayuda en matemáticas, y recibiendo de él una confianza ciega.

Y la acción transcurre en tres ámbitos, con la voz en off de Claude como nexo de unión. El primer ámbito es el que transcurre en la casa de su amigo Rapha, un buen chico estrábico que vive con sus padres de clase media, y en donde la madre (Emmanuelle Seigner) pasa a ser una especia de musa para nuestro protagonista. El segundo ámbito son las confesiones que Germain realiza a su esposa (Kristin Scott Thomas), propietaria de una galería de arte por nombre "El laberinto del Minotauro", a través de los progresivos escritos del alumno sobre aquella familia. Y, finalmente, las escenas protagonizadas por Claude y Germain, alumno y maestro, mano a mano de lecciones recíprocas, intenso y arrogante combate de genios que pugnan por discernir la realidad de la ficción, lo bueno de lo malo, lo artístico de lo mundano, la literatura de la perversión. Una relación más allá del alumno y y su Pigmalión en la que este chico de 10 años le dice a su profesor: "Usted es un sultán. Yo soy su Sherezade".

Una novela, la de Mayoral, que parte de una anécdota como profesor de la asignatura de matemáticas, y que el guión de la película logra transmitir esa patina de "master class" del suspense haciendo alarde de eso que se llama la “obra dentro de la obra”. Mezcla de realidad y ficción, donde los miembros de la familia se convierten en los personajes de una novela en construcción y donde lo que se busca, al final, es sorprender al lector. Una novela en la que cada nuevo capítulo termina con la expresión "....Continuará". Y en la que, curiosamente, apenas sabemos nada de la familia de nuestro protagonista: solo que la madre les abandonó a él y al padre, quien en una escena apreciamos que está inválido.

Una película con un guión inquietante, acompañado de una música inquietante de Philippe Rombie (quien también participó de la música de Joven y bonita), y que nos devuelve unas cuantas preguntas. Porque la literatura, de alguna manera, es el arte del voyeur en la que se decide pausar nuestra vida y rutinas para dedicarnos al conocimiento de otras historias, dentro de otras casas. Cuando uno lee cualquier obra de ficción está siendo el ojo detrás de la cerradura, está siendo Claude mirando por la ventana indiscreta.

La película En la casa logra preservar la credibilidad de sus errantes personajes con diálogos hilarantes, con un duelo interpretativo que mantiene la curiosidad del espectador y frases de este calado: "La gran pregunta es : “¿Cómo es la casa de una familia normal?”, “Es mejor descargarse con palabras que incendiar autos”, “Sentarse atrás en la clase es lo mejor, ves todo sin que nadie te vea”, “Por cómo maneja el control del televisor se nota que es el jefe de familia”, “La vida sin historias no vale nada”, “No hay un gramo de arte en esta casa, le tiras una poesía y es como una bomba atómica”, “Ni siquiera la lluvia baila descalza”, “La primera pregunta que debe hacerse un escritor es: ¿para quién escribo?”.

Y en la parte final nuestro joven protagonista va en busca de un final para su historia. Y este colofón: "El Sr. Germain lo había perdido todo: su mujer, su trabajo. Pero ahí estaba yo, dispuesto a contarle una nueva historia... Continuará". 

sábado, 29 de abril de 2017

Cine y Pediatría (381). "La historia interminable" y el valor de la lectura en la infancia


Un niño de 11 años llamado Bastian vive solo con su padre tras la muerte reciente de su madre, y apreciamos que sufre acoso escolar en el colegio, allí donde se evade de la realidad pintando unicornios (aunque los profesores ven solo caballos). Huyendo de sus compañeros, casualmente entra en una peculiar librería, un tienda de libros antiguos donde no es inicialmente bien recibido por el dueño. "Aquí solo vendemos unos pequeños objetos rectangulares que se llaman libros. Requieren algún esfuerzo y no hacen bip-bip-bip. Vete ya". Y Bastian le responde: "Yo sé lo que son libros. Tengo 186 en casa. He leído La isla del tesoro, El último de los mohicanos, El Mago de Oz, El señor de los anillos, 20.000 leguas de viaje submarino". Y el librero le comenta del libro que tiene entre sus manos: "Tus libros son inofensivos. Mientras los lees puedes convertirte en Tarzán o en Robinson Crusoe. Pero después de leerlos vuelves a ser un niño otra vez... Olvídalo jovencito, este libro no es para ti". Porque el libro que Bastian ve sobre la mesa se titula La historia interminable... y sí es para él, pues premeditadamente se lo dejan llevar, aunque Bastian tiene intención de devolverlo tras su lectura. 

Con esta introducción está ya claro que hablamos de la película La historia interminable (Wolfgang Petersen, 1984), la adaptación de "Die Unendliche Geschichte", novela fantástica del escritor alemán Michael Ende publicada por primera vez en alemán en 1979. Fue un verdadero éxito desde el mismo momento en que se publicó y ha sido traducida a más de 36 idiomas y conocido diversas adaptaciones cinematográficas, pues tuvo dos partes más además del film que hoy nos convoca: hablamos de La historia interminable 2. El siguiente capítulo (George T. Miller, 1990) y Las aventuras de Bastian (La historia interminable 3) (Peter MacDonald, 1994). 

Y es que la novela de Michael Ende y la película de Wolfgang Petersen traspasa la simple aventura de fantasía épica para erigirse como una fábula cargada de reflexiones -y críticas- sobre la sociedad moderna, los movimientos políticos y sociales y el devenir de una Europa en crisis, desencantada y, por ello, fácilmente manipulable por los más oscuros poderes. Y solo a través del conocimiento, la templanza, la valentía, la modestia y el pensamiento profundo se podrán construir los salvavidas para escapar de la oscuridad. 

En La historia interminable, la realidad de Bastian (Barret Oliver) le gusta tan poco como el cubo de basura al que le introducen. El dueño de la tienda de libros antiguos, el señor Koreander (Thomas Hill), le permite que robe ese libro tan especial, la primera pieza del juego de matrioskas de una narración que salta constantemente hacia dentro y hacia fuera de los distintos niveles del mundo fantástico y la ficción cinematográfica. Como en el teatro brechtiano del que tanto bebió Ende, el público es consciente en todo momento de que está viendo una película sobre un niño que está leyendo un libro, como un alegato a favor de la imaginación entre el reino de Fantasía y la Nada, un mundo multirracial donde conviven comepiedras, dragones voladores, enanos, tortugas milenarias parlantes, lobos y otros seres. Pero un mundo que, de pronto, se ve amenazado por la invasión de la Nada. Poco a poco la Nada irá avanzando y Fantasía necesitará un héroe, encarnado en el personaje de Atreyu (Noah Hathaway), que atravesará los Pantanos de la Tristeza, bosques y desiertos camino de la Torre de Marfil, donde tendrá que salvar a la Niña Emperatriz (Tami Stronach) para, a su vez, salvar Fantasía. Sin embargo, la película apelará al héroe que hay dentro de cada uno de nosotros, que conducirá a la salvación o a la destrucción del mundo de acuerdo a las decisiones que se tomen. 

"¿Por qué se está muriendo Fantasía entonces" pregunta Atreyu al lobo Gmorr, y éste contesta: "Porque los hombres han empezado a perder sus esperanzas y olvidar su sueño. Por eso la Nada avanza cada día más". "¿Qué es la Nada?" vuelve a preguntar, y le responde: "El vacío que queda, como un fiera desesperación que destruye este mundo... Porque las personas que no tienen ninguna esperanza son fáciles de dominar". Y así es como cada detalle de la película está cargado de simbolismo y significado, y va más allá de un cuento infantil, como cuando habla con la vieja tortuga Morla ("Si la Nada sigue avanzando, todos moriremos") o Atreyu ("Tú no te rindas nunca y la buena suerte te acompañará siempre"). 

Porque el inolvidable libro de Ende quiso envolverlo Petersen un cuidado embalaje de espectaculares e imaginativos decorados, con maquillajes y efectos especiales artesanos que hoy pueden parecernos pasados de moda, pero la elevaron al nivel de clásico impagable del cine fantástico ochentero, allí donde encontramos también con El cristal oscuro (Jim Henson y Frank Oz, 1982) y Dentro del laberinto (Jim Henson, 1986), y que con ojos del siglo XXI pueden parecernos algo anticuadas. Si es cierto que se cuenta que a Michael Ende no le gustó nada la película, pero quizás nunca imaginó el éxito y repercusión de la misma. Y, como el colofón de la película, valga reflexionar sobre el pensamiento final: "Al principio, siempre está oscuro".

Y esta película, que parte de un libro y que tiene a un libro de protagonista, la recordamos hoy, en la misma semana que hemos celebrado el Día Internacional del Libro (ese 23 de abril, elegido por coincidir con el fallecimiento en el año 1616 de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, aunque siendo veraz solo el último falleció en tal fecha) y el Día de la Lengua Española, un idioma que nos une y sobre el que tantos grandes mensajes hemos recibido en honor a la lectura, y recordamos algunos:
"Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él" (Nicolás de Avellaneda)
"Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee" (Miguel de Unamuno)
"Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído" (Jorge Luis Borges)
"La pluma es la lengua del alma" (Miguel de Cervantes).

Y recordando al autor de la Triste Figura, hoy esa lengua del alma la hemos revivido con La historia interminable. Película de la que tarareamos su canción principal como verdadero "leitmotiv", "The Neverendig Story", la canción que hizo brillar a su autor, el cantante de pop inglés Limahl... Y con ella recordamos a Bastian Baltasar Bux, Karl Konrad Koreander, Atreyu, La Niña Emperatriz, Fújur, Xayide, Morla y Gmork. Otra historia interminable que nos regalan los libros...

Porque fomentar la lectura no es una tarea fácil ni para los padres ni para los educadores. Aprovechar la niñez para que adquieran este hábito es una de las mejores formas de desarrollar al máximo su personalidad y su educación.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Cine y Pediatría (151). El alma de la infancia en “Un puente hacia Terabithia”


Se dice que las tres cualidades del alma son creatividad, curiosidad y emoción. Se dice que cuando estas tres cualidades están alineadas y actuando, el alma brilla en todo su esplendor. Ese brillo del alma es lo que sentirás al ver Un puente hacia Terabithia (Gábro Csupó, 2007), el brillo del alma de la infancia a través del mundo imaginario que Jess y Leslie se encuentran, ese reino ideal que aparece al cerrar los ojos y abrir la mente, allí donde estos adolescentes pueden escapar de los problemas que tienen en la vida real. 

Fue en 1997 cuando la escritora estadounidense (nacida en China) de literatura infantil, Katherine Paterson, escribió “Bridge to Terabithia”, su obra más conocida y que se basó en una historia real entre su hijo y la mejor amiga de éste. Esta novela ha sido adaptada al cine en dos ocasiones, ambas de la mano de la factoría Disney: la primera en 1985, en formato de telefilm y dirigida por Eric Till; la segunda, ésta de 2007, en formato de gran pantalla y dirigida por Gábro Csupó, director húngaro y también cofundador del estudio de animación Klasky-Csupo. En esta segunda versión, el guión fue redactado por David L. Paterson, hijo de la autora del libro. 

Un puente hacia Terabithia se enfoca en la profunda amistad entre Jessie Aarons (Josh Hutcherson) y Leslie Burke (AnnaSophia Robb, en una interpretación de las que enamoran al espectador), dos adolescentes solitarios. Jess tiene 13 años, vive con sus padres y cuatro hermanas (“Yo tengo cuatro hermanas, pero las cambiaría por un perro”, asegura), un chico introvertido y con tendencia a la tristeza, poco adaptado a su familia y objeto de burlas en el colegio, quien encuentra en el dibujo su evasión. Leslie acaba de mudarse al mismo pueblo, vive con sus padres y no tiene hermanos, y es una chica alegre y extrovertida, cuya evasión es escribir las cosas que imagina. 
Leslie acude a la misma clase de Jess e insiste en convertirse en su amiga. Eso sólo ocurre cuando se percatan de sus semejanzas y afinidades: “El rarito ha encontrado rarita”, dice una de las hermanas de Jess. Descubren un bosque cercano y Leslie comienza a imaginar un reino mágico y aconseja a Jess a que cierre los ojos y mantenga siempre su mente abierta a la imaginación. Almas afines y delicadas que dejan un lugar a la complicidad y al poder de la imaginación para crear el Reino de Terabithia, refugio y lugar de juegos donde todo es posible, donde una ardilla se transforma en un ardiogro y una piña en una granada, donde un árbol es un troll gigante y un pájaro se convierte en un buitre peludo. Allí encuentran criaturas mágicas con un singular parecido a sus familiares y compañeros del colegio. Sobre un árbol establecen su castillo, y al término del día regresan a sus respectivas casas y a sus vidas reales. 
En la película tienen valor añadido algunos pocos personajes más, como la hermana pequeña de Jess (Bailee Madison) y su padre (Robert Patrick), o como la señorita Edmunds (Zooey Deschanel, esta actriz devenida en cantante), profesora de música de la escuela. 

Pese a su simplicidad narrativa y una puesta en escena convencional, la propuesta de Csupo resulta eficaz como historia de unos niños diferentes de mentes abiertas que no quieren renunciar a su mundo interior y que descubren por primera vez la amistad, el amor, la belleza de la naturaleza y hasta la misma muerte. Funciona porque el guión se la confabula con la cámara y sabe volar con sus travellings para crear una sensación de libertad y fantasía, porque la banda sonora refuerza el clima mágico y porque la pareja protagonista responden con frescura y sin excesos a unas interpretaciones bien asimiladas. Así, entre las aguas de la realidad que se abren paso y el mundo encantado de la imaginación, Jess y Leslie se plantean los fundamentos de la vida, con una actitud abierta al hablar de la existencia de Dios y de la fe (“No es posible que Dios vaya condenando a personas al infierno…, está muy ocupado dirigiendo todo esto”, dice Leslie a su amigo) o sobre el sentido de la vida y la muerte (“Te sucedió algo especial cuando la conociste. Recuerda eso. De ese modo la mantendrás viva”). 

Película para toda la familia, película intimista y llena de valores, a medio camino entre Mi chica (Howard Zieff, 1991) y Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario (Andrew Adamson, 2005). Curiosamente, las principales secuencias de Un puente hacia Terabithia fueron filmadas en Nueva Zelanda, considerado ya escenario natural de los reinos y tierras de la imaginación, no sólo del Reino de Terabithia según Gábro Csupó, sino también de la Tierra de Narnia según Andrew Adamson o de la Tierra Media de El señor de los anillos según Peter Jackson. 

Un puente hacia Terabithia nos regala el puente que lleva al alma de la infancia, porque nos regala la creatividad, la curiosidad y la emoción que debe acompañar a los primeros años de nuestra vida… , pero que ojalá nos acompañaran siempre. Porque siempre debiéramos tener una Leslie a nuestro lado que nos recordara aquello de “Tú cierra los ojos y abre bien la mente”