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sábado, 25 de noviembre de 2017

Cine y Pediatría (411). "La infancia de un líder", la gestación de un tirano


El joven actor estadounidense Brady Corbet se atreve a introducirse en el mundo de la dirección con tan solo 27 años con una historia basada en un relato de Jean Paul Sartre, una historia que cuenta la infancia de un futuro líder fascista, trasunto de Hitler, durante la I Guerra Mundial. Un film fascinante titulado La infancia de un líder (2015) en la que rastrea las raíces de la crueldad a gran escala que azotó Europa durante el siglo XX, y cuya sinuosa y abrumadora atmósfera le valió a Corbet dos premios en Venecia: el de Mejor Director en Horizontes y el Luigi de Laurentiis a la Mejor Ópera Prima. 

Y quizás nada es casualidad, porque esta película bebe del polifacetismo de Brady Corbet, quien como actor ha podido trabajar en estos últimos años junto a grandes nombres del panorama europeo, pero que recordamos por dos inquietantes papeles: en la película Funny Games U.S. (Michael Haneke, 2007, remake de la película austríaca del mismo director realizada diez años antes) y Melancolía (Lars von Trier, 2011). Y al gestar esta su ópera prima realiza su debut para la posteridad, complemento ideal para la icónica película del año 2009 de Michael Haneke, La Cinta Blanca, y de la que dimos buena cuenta en los inicios de Cine y Pediatría, tantas veces recordada: películas hermanadas de alguna forma, si bien donde Haneke habló de los hechos previos a 1914 y lo hizo en blanco y negro, Corbet nos relata una época inmediatamente posterior y en color (salvo su obertura y epílogo). Pero en ambas sobrevuela una violencia invisible y profética que genera un clima turbio e inestable, preludio del fascismo nacionalista que la (mala) educación genera. 

Una película, además, con ética y estética de otros grandes directores, a lo que a buen seguro recordaremos al disfrutar (o sufrir) de la fotografía de Lol Crawley (esos claroscuros de la casa burguesa de estancias medio abandonadas, paredes descascarilladas y pintura avejentada) o de la música de Scott Walker (esa estridencia casi protagonista en el inicio y final en blanco y negro), pues aquí rememoraremos ecos de Ingmar Bergman, Luchino Visconti, Paul Thomas Anderson, o incluso Stanley Kubrick. 

Es La infancia de un líder una película planteada con una obertura, tres episodios y un epílogo. Obertura y epílogo con imágenes de archivo en blanco y negro y músicas estridentes, y tres episodios con títulos tan sugerentes como "La primera rabieta", "Segunda rabieta, Año Nuevo", "La tercera rabieta: es un dragón...". Las imágenes de archivo que dan comienzo al largometraje, de brillante calidad por pertenecer a los negativos recientemente restaurados de los estudios Pathé, sitúan la narración con exactitud: La Gran Guerra ha terminado y en Francia se estudian las duras condiciones de la capitulación germana. El presidente Wilson, figura clave en el papel supremacista de los Estados Unidos tras la contienda, llega a la capital entre clamores de victoria y esperanza de un futuro mejor. Mientras tanto, en un ajado caserón burgués de las afueras, se instala un alto cargo político (Liam Cunningham) al servicio de Wilson junto a su mujer (Bérénice Bejo, de mirada dura, de rasgos helados, la bella actriz ya nominada al Oscar por la película The Artist, también en blanco y negro, como estas imágenes de archivo) y su hijo Prescott (Tom Sweet, sorprendente descubrimiento, casi tan frío como sus padres). El pequeño, de una belleza que hace que le confundan con una niña, vive carente del afecto paterno por las obligaciones laborales de este y del materno por la frialdad de la mujer al verse confinada en un espacio rural opuesto al cosmopolitismo de su vida anterior, y solo encuentra algo de consuelo y cercanía en la criada (Yolande Moreau) y en su institutriz francesa (Stacy Martin). 

Ambientada históricamente en las negociaciones de paz en la conclusión de la Primera Guerra Mundial, la excusa argumental no puede ocultar que sus verdaderas intenciones son las de manifestar el germen de una bestia, una bestia inofensiva, un cachorro aparentemente arisco y desobediente pero al que cualquiera podría dominar, cualquiera menos todos los que le rodean, y por la ceguera de tener a un enemigo en casa, al que, cesión tras cesión se le convierte en un déspota dominante. Que al niño Prescott la gente que no le conoce le confunda con una niña le incrementa su rabia interior. Esa melena rubia, ese león prematuro que se esconde tras una cabellera que es sinónimo de su indómita voluntad rebelde contra toda norma impuesta. 

Una película en que cada capítulo, centrado en un conflicto familiar y sus consecuencias, magnifica el despotismo del niño hacia un entorno que siente como ajeno y hostil, y que funciona como caldo de cultivo para su génesis de tirano. La violencia sobrevuela la película y Corbet la personifica en el niño, mientras Haneke, más sutil, la retrataba en el estado de las cosas y en las pequeñas brechas generadas en lo cotidiano. No es por ello casualidad que Haneke aparezca en los agradecimientos finales de la película junto a Sartre (de quien Corbet adapta muy libremente su homónimo relato corto) y Hannah Arendt, cuya teoría sobre el origen de los totalitarismos remite al fracaso humano de cada nueva generación, rechazando todo optimismo histórico-filosófico relativo al progreso. 

En La infancia de un líder desde el inicio queda claro que nos encontramos ante la encarnación de un personaje siniestro, egocéntrico, imperativo, autodidacta. Ya en la primera escena, cuando apedrea a los asistentes a un ensayo de una representación religiosa, o en aquellas otras en las que reniega de cualquier creencia dogmática o se pasea desnudo en plena conferencia diplomática, su fe inquebrantable en hacer lo que quiere se mantiene cualquiera que sea el castigo o la amenaza, aumentando su tozudez su carácter retador cuanto más incomoda al poder instituido, en este caso representado por los padres. Pero no deja de ser un niño que dice a sus padres: "He tenido una pesadilla y he mojado la cama". Un niño que dispone de una bella institutriz que le enseña bellas cosas, como las fábulas de Esopo con mensaje: "Los pequeños amigos pueden ser grandes amigos". Un niño que vive rodeado de las reuniones políticas en su hogar y donde se confabula con el presente y el futuro de la nación: "Se habla de venganza o victoria, pero se dice sin emoción, de modo demasiado intelectual. Lo que quiero decir es que un modo u otro haremos que el mundo sea un lugar mejor. Acordaos de lo que digo". Un niño cuyos padres, nada afectivos, no son ajenos a lo que están criando y esto son algunos mensajes de ellos: "Mientras estoy fuera, pon firme al chico. Lo quiero como solía ser", "Solo es un niño. No puedes permitir que un niño mande en esta casa", "Ya es mayor y necesita aprender a comportarse" o "Ya estoy más que harto de tus jueguecitos. Soy tu padre, y vas a mostrarme respeto. Si no contestas, si no abres la puerta, te voy a dar los azotes más fuertes de tu vida"

Un niño que es criado sin amor en el hogar, es fácil que genere soberbia y odio con el tiempo. Un niño que recibe solo cariño y atención de la Mona, la aya que le habla en francés, una buena mujer que es cruelmente despedida por la madre y que ante el dolor llegar a decir: "Emplearé cada día de mi vida en destruir vuestra familia". Y vemos que esa misma frialdad con la que la madre despide a la criada, es con la que Prescott despide a su institutriz..., porque lo que se vive, se aprende. Y ante tal camino hasta la madre le llega a preguntar: "¿No te gustaría hacer amigos?" 

Si los tiranos se hacen o nacen puede ser una interpretación muy simple como resumen de la película, pero no deja de ser más cierto que resulta inevitable establecer esa conexión con todo lo que hemos presenciado, ese salto temporal de la infancia a la madurez de Prescott invita a pensar en educación, padres, personalidad, crear hijos consentidos bajo el sentimiento de culpabilidad que procede de las faltas, las carencias, los complejos de los progenitores. 

Porque La infancia de un líder es una magnífica reflexión sobre cómo gestar un tirano, un fascista, un nacionalista. Basta con no cuidar la educación en las familias y en las escuelas. Nos lo dijo Michael Haneke en blanco y negro; ahora nos lo recuerda Brady Corbet en color. 
Y el que tenga oídos, que oiga...

 

sábado, 7 de octubre de 2017

Cine y Pediatría (404). "Evil", el demonio de la violencia


La violencia no es una buena compañera de viaje, y violencia es cualquier forma de maltrato (físico, psicológico o social), más en la infancia y adolescencia. La violencia es el demonio que nos acompaña como miembros de una sociedad en la que convivimos con otros, incluso con identidades e ideas diferentes. Y es bueno reflexionar sobre ello, y por ello la película de hoy. Una película basada en la novela autobiográfica de Jan Guillou, una película sueca del año 2003 dirigida por el también sueco Mikael Hafström y que fue seleccionada en su momento por su país para optar a los Oscar en su categoría de Mejor película de habla no inglesa: su título original Ondskan, pero conocida en nuestro país como Evil

Evil es un drama de principio a fin, lleno de todo tipo de escenas violentas. El comienzo marca la pauta: una escena del maltrato que un padrastro somete hacia su hijo en una familia que parece de bien, mientras la madre mira con dolor a otro lado y toca el piano; y, sin dilación, violencia de ese hijo hacia otros jóvenes en una reyerta callejera. Ese joven es Erik Ponti (Andreas Wilson), un adolescente de 16 años que reproduce en la calle casi lo que ve en casa, una existencia fundamentada en la violencia. "Solo una palabra le define: maldad" le dice el director del instituto antes de expulsarle por su comportamiento agresivo, aunque solo reproduzca patrones de su irascible padrastro sobre él. Debido a todo ello, Erik es internado en un centro educacional para adolescentes de familias aristocráticas y acaudaladas, Stjärnsberg como una última posibilidad para liberarse de su vida anterior y seguir sus estudios. 

Por tanto, nos adentramos en una película más sobre la interrelación de un internado escolar, sus profesores y alumnos. Hay ejemplos de diferentes tipo, desde la musicalidad de Los chicos del coro (Christophe Barratier, 2004) a la descripción de una realidad como en Adiós, muchachos (Louis Malle, 1987), pasando por la dureza de ciertos internados vinculados a la iglesia con prácticas inapropiadas, como fueron Las hermanas de la Magdalena (Peter Mullan, 2002), Los niños de San Judas (Aisling Walsh, 2003), Philomena (Stephen Frears, 2013) o El refugio (Marc Brummund, 2015). Y hoy en Evil viene a profundizar en las agresiones de los bachilleres a los alumnos de cursos inferiores, algo que está tolerado por la dirección, quienes miran para otra parte. Y no son las novatadas de Novatos (Pablo Aragüés, 2015), son algo más...

Erik comparte su habitación con el empollón Pierre, quien desde el principio intenta darle buenos consejos: "Procura no destacar. Lo mejor es ser del montón". Porque Erik llega al internado con la idea de retomar sus estudios, sacar buenas notas, evitarse problemas y que su madre se sienta orgullosa de él. Pero es esta escuela una jungla donde el más fuerte consigue lo que quiere presionando cruelmente al débil, donde hay unos códigos fundamentados en el acoso escolar continuo, impune a la dirección (como lo es el bullying en determinados centros escolares que ni se plantean este problema). Y donde los profesores, salvo honrosas excepciones, derraman su ponzoña, su hiel y sus ideología políticas sobre los alumnos: ¿nos suena...?.

Aprecien la disertación del maestro ante dos alumnos, para diferenciar las tribus germánicas de las tribus eslavas procedentes del este. Así describe a Erik delante de toda la clase: "Mirada fija, nariz recta, mentón fuerte, una mandíbula ancha. Observen el armónico desarrollo que ha tenido la musculatura de sus brazos y piernas. En definitiva, como pueden observar es el prototipo germánico. Muchos de los carolingios de Carlos XII debían tener el mismo aspecto. Los azules". Y luego describe, también delante de todos, a su compañero de habitación, Pierre: "Ojos incrustados, vista pobre, nariz carnosa, hombros caídos como en una botella, la cintura es como la base de un bolo. Observen además sus piernas delgadas. Seguramente tiene los pies planos. Como pueden observar, es un espléndido ejemplo de oriundo meridional". Cruel, ¿verdad? Pues esto está ocurriendo en realidad en ciertas escuelas catalanas con educadores fanáticos independentistas, los que han amasado el nacionalismo en las mentes de las nuevas generaciones desde los años 80.

Y también la película nos muestra la violencia entre los alumnos, con los matones impunes ante la mirada de los profesores y cuidadores, con un acoso escolar continuado contra los nuevos y débiles. La humillación de las matones, el seguimiento sin sentido de las masas, la locura colectiva, el mal lo puede todo: y esto que ocurre en un centro escolar es perfectamente extrapolable a nuestra sociedad... y más en estos días.

Pero en esta difícil situación, Erik intenta reconducir su vida y casi lo consigue: tiene un amigo de habitación que le ayuda a estudiar, su entrenador le apoya en la natación, su gran afición, y se enamora de Marja, una de las camareras. Pero no acepta la violencia y el chantaje, y le llaman "Rata", intentando aguanta ante las continuas humillaciones. Porque no puede revelarse, pues sería expulsado. Pero ¿hasta cuándo se puede aguantar la humillación?

Y solo la voz de un profesor surge, de los pocos con alma en ese centro: "Lo que distingue a los humanos de los animales no es solo la inteligencia, también es la moral. La capacidad de distinguir el bien del mal. Os habéis comportado como animales, como buitres. Es indecoroso. Esto tiene que acabar".

Mañana es mi cumpleaños, y en estas fechas siempre me regalo una película especial. Quizás esta no lo sea por su belleza, pero sí es necesaria por su mensaje. Y sobre todo es necesaria la frase final para que la tengan en cuenta todos aquellos que han provocado la profunda quiebra de la sociedad catalana y española a espaldas de la legalidad y el marco democrático y de libertades en que se mueven las sociedades del siglo XXI. 

 

sábado, 14 de enero de 2012

Cine y Pediatría (105). “La Ola”, un experimento naZionalista en la educación de la juventud


Ron Jones, un profesor de historia en el Cubberley High School de Palo Alto (California) llevó a cabo en 1967 un experimento con sus alumnos: quería demostrar que, incluso las sociedades libres y abiertas, no son inmunes al atractivo de ideologías autoritarias y dictatoriales, lo que explicaría que en la primera mitad del siglo XX el Partido Nazi exterminara a millones de judíos. Convenció a sus estudiantes de que el movimiento eliminaría la democracia, y Jones hizo hincapié en ello a través de su lema: "fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la unidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo".
Jones llamó al movimiento "Tercera Ola", debido a la noción popular de que la tercera de una serie de olas en el mar es siempre la más fuerte. Un experimento que evidencia la maleabilidad mental del ser humano y lo fácil que es manipular a las masas. En 1981, Todd Strasser (con el pseudónimo habitual de Morton Rhue) escribió una novela sobre el tema (titulada "La Ola"), que en el año 2000 fue adaptada a un musical ("The Wave - The Musical") y el año 2008 al cine (La Ola), por el poco conocido director alemán Dennis Gansel.

Durante un proyecto semanal, el profesor Rainer Wenger (magistral Jürgen Vogel, inspirado en el propio profesor Ron Jones) enseña a los estudiantes de su clase el tema de la autocracia como forma de gobierno. Los estudiantes se muestran escépticos ante la idea de que pudiera volver una dictadura como la del Tercer Reich en la Alemania de nuestros días y creen que ya no hay peligro de que el nacionalsocialismo vuelva a hacerse con el poder. La historia narra el transcurrir de los hechos en los sucesivos días de la semana y como “la ola” se aproxima con los sucesivos cambios que van surgiendo entre los alumnos:
- Montag: el grupo de la asignatura Autocracia tiene un comienzo complicado. Todos están más que hartos de discutir el fascismo, un tema perenne y agotador en las escuelas alemanas que solamente consigue enojar a la clase. En ese mismo momento, el profesor decide llevar a cabo un experimento con la clase. En primer lugar, necesitan a un líder, una figura de autoridad: será él mismo y ordena a los alumnos que le llamen Mr. Wieland y siempre deberán dirigirse a él de pie. De un momento a otro, impone a la clase la idea de “fuerza a través de la disciplina”, si bien algún alumno no lo ve claro.
-Dienstag: sorprendentemente, el profesor tiene ante sí una clase ordenada y de comportamiento impecable. A continuación ofrece el eslogan del día: “fuerza a través de la unidad”; así los alumnos con peores calificaciones son sentados al lado de otros alumnos con mejores resultados, ya que "si todos trabajamos juntos, seremos más fuertes." La clase acoge la sugerencia de introducir una indumentaria común, que refuerce esa unidad: será una camisa blanca.
- Mittwoch: se presentan sugerencias para dar un nombre al movimiento y sale elegida Die Welle (La Ola). La energía de La Ola comienza a extenderse por la clase, por el grupo de teatro y por el equipo de waterpolo. El espíritu de equipo aparece y el siguiente paso es diseñar un logo, crear una página web y un blog en MySpace. La Ola avanza con fuerza y el profesor Rainer lo llama "fuerza a través de la acción". Un lema que sus seguidores no tardan en hacer realidad: en una sola noche llenan las paredes de la cuidad con graffittis del logo.
- Donnerstag: La Ola se ha adueñado del instituto. Y ahora idean un saludo: un movimiento del brazo ondulante. Cuando se niega el acceso a la escuela a alumnos que no hagan el saludo, es cuando Rainer piensa que el experimento está descontrolado; y cuando un alumno aparece en su casa para ofrecerse como guardaespaldas, es cuando ya es consciente de que el experimento ha llegado demasiado lejos. Además, empieza a tener problemas con su mujer y con los demás profesores.
- Freitag: algunos miembros de la clase se rebelan contra La Ola. En un partido de waterpolo la situación se descontrola. Rainer se da cuenta de que todo ha ido demasiado lejos, pero ¿cómo pararla?. Para ello reúne a todos los alumnos en el salón de actos…

Hay películas que parten con ventaja porque el tema es atractivo, y porque el espectador se siente interpelado directamente en sus ideas y sentimientos. Dennis Gansel se atreve a mirar de frente al surgimiento de grupos neonazis, para cuestionarse si los hombres hemos aprendido alguna lección del pasado, o si la historia podría repetirse de nuevo. Estremecedora, provocadora e impactante, seguro que esta cinta generará polémica por poner el dedo en la llaga y apuntar con inteligencia hacia algunos de los factores (personales y sociológicos) que propician el surgimiento de esos movimientos racistas y cerrados en nuestra sociedad, sean movimientos ultras del deporte o movimientos políticos nacionalistas irracionales y separatistas. También nos alerta sobre el precipicio de cierta educación (o falta de educación) que pueden estar recibiendo las nuevas generaciones, poco humanística y de escasa valoración ética, explícitamente tecnológica y orientada al éxito personal. Sobre el valor de la educación en la infancia y adolescencia hemos dado buena cuenta en otras entradas (Cine y Pediatría 61 y 62). Y también podríamos establecer alguna conexión de esta película con los valores reflejados por Michael Haneke en La cinta blanca.

La Ola nos plantea un debate a medio camino entre la política, la sociología y la educación: alumnos con complejo de inferioridad, fomento del propio ego, carencias afectivas y éticas personales, superficialidad de la sociedad del confort… son hándicaps que se mezclan con la necesidad individual de pertenencia a un grupo y notar su apoyo, acompañada del ansia juvenil de dar cauce a los más altos ideales y seguir a un líder que marque el camino, con la dificultad para discernir la teoría y la práctica.
Realizada con vigor narrativo y frescura, La Ola se nos presenta como una película óptima para un largo coloquio posterior alrededor de un café y una profunda reflexión individual y social. La Ola se nos presenta como un experimento naZionalista en la educación de la juventud, aunque aparentemente se disfracen de conceptos positivos como "fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la unidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo".

Nos quedamos con las palabras del profesor Rainer: “Fascismo. Todos nos hemos considerado mejores, mejores que los demás. Y lo que es aún peor, hemos excluido de nuestro grupo a todos aquellos que no pensaban igual. Les hemos hecho daño...”. Se puede decir más alto, pero no más claro. La educación que mostremos a los niños y adolescentes es el futuro que labramos a las sociedades venideras. Prefiero la educación tolerante, plural y universal; rechazo la educación intolerante, exclusiva y exclusivista.