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sábado, 12 de julio de 2025

Cine y Pediatría (809) “Perros de presa”, el señor de las SS

 

Las filmografías poco conocidas siempre son un descubrimiento en Cine y Pediatría. Y es curioso que tras superar las 800 entradas (y, posiblemente, más de mil películas) en Cine y Pediatría, solo una película tenga la nacionalidad polaca: Playground (Patio de recreo) (Bartosz M. Kowalski, 2016), una película basada en hechos reales que nos saca de nuestra zona de confort alrededor del último día de colegio de tres preadolescentes de 12 años y ese lado oscuro de la infancia.  Es cierto que otras dos películas estadounidenses en Cine y Pediatría cuentan con directores polacos: La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) e Hijos de un mismo Dios (Yuran Bogayevicz, 2001). La última película en relación con las secuelas de la Segunda Guerra Mundial en la infancia, una de las grandes secuelas de este país. Y también este es el tema de nuestra película de hoy, la segunda de nacionalidad polaca en nuestro proyecto, y donde también se nos muestra un lado nada luminoso de sus protagonistas infantiles: Perros de presa (Adrian Panek, 2018). Porque en ese universo trillado del cine de nazis que prácticamente ocupa un espacio propio dentro del género bélico y dramático, empiezan a hacer falta nuevas visiones, que adapten la historias a terrenos más imaginativos, que alejen en parte ese fantasma de lo repetitivo. Buenos ejemplos ya revisados son Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948), La infancia de Iván (Andrei Tarkovsky, 1962), El tambor de hojalata (Volker Schöndorff, 1979), La vida es bella (Roberto Benigni, 1997), El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008), La ladrona de libros (Brian Percival, 2013), o Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019), entre otras muchas.       

La trama de Perros de presa comienza en febrero de 1945 en el campo de concentración de Gross-Rosen, conocido por el tratamiento brutal de los presos, y que llegó a tener en su apogeo hasta 60 subcampos, situados en el este de Alemania y en la Polonia ocupada. Aquí nos sitúa en el subcampo de Wolfsberg y apreciamos cómo maltratan a los prisioneros antes de abandonarlos y que entren las tropas del Ejército Rojo para liberarlos. Entre estos presos se encuentran ocho niños y niñas judíos de diferentes edades, quienes terminan refugiados en una enorme mansión, un orfanato abandonado en mitad del bosque sin agua ni luz, y que será básicamente el único escenario. Un nuevo retrato sobre esos menores víctimas del nazismo, algo que ya es un género en sí mismo (La vida es bella, El niño del pijama de rayas), en el que convergen los mecanismos de disputa por el poder y el liderazgo de El señor de las moscas (Peter Brook, 1963) con la fantasía alegórica de Cujo (Lewis Teague, 1983) película basada en la novela de Stephen King sobre un San Bernardo rabioso que aterroriza sistemáticamente a todo un vecindario, o Cuerdas (José Luis Montesinos, 2019), película española alrededor de una niña tetrapléjica y su perro pastor belga. El trauma sociohistórico se encierra en un microcosmos y se carga sobre los hombros de unos menores inocentes que tienen tanta hambre como las fieras que les acechan, curiosamente perros y no lobos, perros entrenados por las SS para cazar prisioneros. “Comeremos con cubiertos, como las personas normales”, instruye Hanka, la mayor entre un grupo de niños de aspecto famélico.  

Toda una fábula de terror con tintes de thriller de supervivencia y coming of age sobre los efectos de la crueldad en la psique humana. Niños y adolescentes con demasiadas cicatrices físicas y psíquicas tras lo vivido, como esa niña pequeña que dejó de hablar o ese adolescente obsesionado con el hallazgo de un cadáver. La cuidadora del orfanato nos dice: “Si los chicos pasan hambre, se matarán entre ellos”. Porque este grupo de jóvenes ha sido liberado de uno de estos campos nazis gracias a la intervención de los soldados soviéticos, y tienen que buscarse la vida en medio del bosque, donde encontraran un viejo orfanato abandonado y allí tendrán que salir a delante. Muchos de los adolescentes entraron en los campos de concentración cuando eran niños, después de separarlos de sus familias y allí lo único que han conocido ha sido la violencia y el horror. Todavía se encuentran en estado de shock e incluso ninguno de ellos se ha quitado la ropa que llevaban cuando estaban presos. El verdadero problema llega cuando se encuentren con un grupo de perros salvajes abandonados por los nazis poco antes de que terminara la guerra y contra los que tendrán que luchar. “¿Los oficiales de las SS se han convertido en lobos?”, pregunta uno de los pequeños. Y los chicos gritan “¡Arriba! ¡Abajo!”, expresiones que antes los nazis les gritaban a ellos y ahora son ellos los que ordenan a los perros a los que acaban de tener a su lado… en lo que para muchos es una alegoría del nazismo. Porque, lo que comienza como un proceso de recuperación de la infancia arrebatada, se transforma en un delirio terrorífico en el que el Holocausto vuelve a llamar a las puertas de estos niños y niñas, reconvertido ahora en una jauría de perros rabiosos que dibujan con su hambre insaciable la más violenta metáfora sobre las heridas de la Segunda Guerra Mundial. 

Perros de presa es una acusación implícita sobre cómo la barbarie del mundo adulto (la guerra, los campos de concentración) es la que ha "creado" a estos niños y niñas, allí donde se nos subraya cómo la iniquidad humana se proyecta y deja cicatrices profundas en las generaciones futuras, convirtiéndolos en víctimas y, en cierta medida, en reflejos distorsionados de la crueldad que sufrieron. Y cómo están sometidos a un doble peligro, el externo representado por los perros símbolo implacable de la crueldad de la guerra que los persigue, y el interno, esa brutalidad que se ha infiltrado en los propios menores, la pérdida de su inocencia y la facilidad con la que pueden ceder a sus instintos más primarios. Es una advertencia sobre cómo el mal externo puede corromper el interior, y por ello Perros de presa viene a ser el señor de las SS. 

Decir que para llevar a cabo esta película, su director, Adrian Panek incumplió las dos reglas que decía Hitchcock sobre nunca trabajar con animales o niños.

 

sábado, 2 de septiembre de 2023

Cine y Pediatría (712) Embarazo en adolescentes y sus variados puntos de vista en los géneros cinematográficos



El embarazo (así como la maternidad/paternidad) en la adolescencia es un tema recurrente en Cine y Pediatría, donde ya, al menos, un par de decenas de películas han abordado este asunto que pretende acercarse a las circunstancias personales, familiares, sociales - y también sanitarias - que lo rodean. Y entre ellas incluso podemos seleccionar algunas películas argumentales para “prescribir” a los espectadores: la película británica Una sabor a miel (Tony Richardson, 1961), la belga 9 meses (Guillaume Senez, 2015), la estadounidense Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Eliza Hittman, 2020), la francesa El acontecimiento (Audrey Diwan, 20219 y la española La maternal (Pilar Palomero, 2022). Y como guinda, Juno (Jason Reitman, 2007), una película que, más en tono de comedia que drama, fue capaz de incomodar a todas las partes (los pro vida y los pro aborto) por los temas bioéticos planteados. 

Y es así que en el camino de películas alrededor del embarazo y crianza en la adolescencia nos topamos con películas de muy diferente calidad y muy distinto género. Y hoy expongo dos ejemplos más para refrendar este contraste: una película documental dramática desde Escocia (sabiendo que la herencia del Free Cinema y la sombra de Ken Loach hace que en los dramas británicos el cielo siempre sea muy plomizo), aunque realizada por dos directoras suecas: Pájaros sin alas (Ellen Fiske, Ellinor Hallin, 2018), difícil de ver; y una comedia francesa (conociendo que el cine en francés tiene un plus de calidad, incluso en sus comedias): ¿Y esto… de quién es? (Emmanuel Poulain-Arnaud, 2021), simpática de ver. 

- Pájaros sin alas (Ellinor Hallin y Ellen Fiske, 2018) 

Película con tono documental (que se alzó con el premio a mejor documental y guion en el Festival Tribeca) que sobrevuela el universo de Ken Loach y lo hace chocar de bruces con el de Larry Clark. Golpe en el estómago de un grupo de adolescentes con poco presente y casi peor futuro en una ciudad escocesa convertida en escombros a causa de las políticas del gobierno de Margaret Thatcher al cerrar la industria del acero. Un retrato íntimo y sobrecogedor de una ciudad en decadencia, un documental que se siente ficción mientras acompañamos a la adolescente Gemma, a su abuelo y grupo de amigos (su novio Patt, su vecina Amy, su amigo JP,…) y cómo a través de su embarazo y su hijo intenta remontar el vuelo en Motherwell, un pueblo cercano a Glasgow, fustigado por el desempleo, la violencia y el alcoholismo, ya solo suscrito a ayudas sociales. 

La abundante voz en off de la protagonista nos delimita la ciudad (“Nos llaman pájaros de viviendas sociales… Una vivienda social es la antítesis de lo snob. Si te quedas aquí, acabas entre rejas o embarazada. No creo que me vaya de aquí. Creo que aquí voy a pasar el resto de mi vida”) y su familia (“Mis padres eran muy jóvenes cuando me tuvieron. Pero no he tenido contacto con mi madre desde que era un bebé. Sé que suena mal, pero ya no quiero conocerla. No la he necesitado en 18 años, ni ella a mí”), y conocemos que vive con su abuelo, quien le enseña su afición al boxeo y a la colombicultura. Una película más de realismo británico donde el cielo siempre es gris, las casas son tristes y la humedad se siente, y la gente se palpa muy proletaria y perjudicada por el thatcherismo. Y así nos explica Gemma porque su generación nació entre huelgas, impotencia y rabia: “Te voy a contar una cosa. Así empezó todo. Hace tiempo nos llamaban Acerópolis, porque proveíamos acero a todo el mundo… Mientras la planta siderúrgica estuvo en activo, Motherwell era boyante. Maggie Thatcher se llevó las siderúrgicas de Escocia e Irlanda a Inglaterra. Los ingleses odiaban a los escoceses y, de repente, las cerraron. Dejó un montón de gente sin trabajo…En el año que nací, 1997, demolieron las siderúrgicas. El cielo se volvió gris. Después de aquello a Motherwell no le quedó mucho. Hoy en día seguimos sin tener nada que hacer”

Vive con ilusión el tener ese hijo con Patt, quien ya ha estado dos veces en la cárcel y piensa que el nacimiento de ese niño cambiará sus hábitos poco centrados de fumar, beber, pelearse o jugar a la Xbox con su pandilla de adolescentes, algunos con peores antecedentes delictivos que él. Pero nada de eso ocurre y en poco tiempo se desentiende, de ahí la reflexión de Gemma: “Es mi hijo. Tiene tres semanas. Es un bebé. Depende de mí. Lo tengo que dar de comer, cambiarlo, bañarlo,… Todo. Me hace pensar en cómo mi madre pudo dejarme, porque yo jamás podría dejar a Liam. Jamás”. En el transcurrir de la historia, JP acaba en coma tras una pelea y sufre graves secuelas (la imagen de sus lesiones craneales nos pone evidencia de que es un documental, aunque parezca una película de ficción) y Amy también tiene que llevar adelante su embarazo adolescente, justo cuando la relación con JP se había acabado. 

Una película contada en off por sus protagonistas, en un inglés escocés difícil de entender, pero auténtico. Adolescentes que quieren volar y cambiar, pero no tienen alas para hacerlo, pues el medio en el que se desenvuelven hace que sea épico conseguirlo.  La metáfora con las palomas sobrevuela todo el metraje, pues algunas palomas regresan a su jaula, pero otras desaparecen para siempre, como los ciudadanos de Motherwell. Y así no encaminamos al final entre el vuelo de cientos de palomas, la demolición de las Allison Tower y las reflexiones de Gemma que huye de la ciudad alcanzada su mayoría de edad. Y Liam, su hijo, comienza a dar sus primeros pasos en otra ciudad de Inglaterra. 

- ¿Y esto… de quién es esto? (Emmanuel Poulain-Arnaud, 2021) 

Se nos presenta la feliz familia de Annie (Alexandra Lamy) con su marido Laurent, geriatra de profesión, y sus cuatro hijos, los tres mayores en diferentes etapas de la adolescencia: César y Max son chicos brillantes y sensibles, y Poupi (Louvia Bachelier), quien practica la gimnasia rítmica. Pero la tranquilidad familiar se pierde cuando descubre una prueba de embarazo positiva en el baño de casa e intenta descubrir a quién pertenece. Esa alocada investigación para averiguar quién es la propietaria del test, hará que Annie vea cómo se rompen sus certezas al descubrir que su marido tiene una amante psicoanalista, que a César le ha dejado su novia, que Max es un seductor escondido entre sus gafas de empollón y que Poupi tiene un secreto difícil de confesar. 

La comedia francesa tiene la destreza de usar bien los “macguffin”, en este caso el hallazgo del test positivo de embarazo, que sirve como pretexto para hacer una radiografía amable sobre la familia y la sociedad francesa, y cómo abordar sin dramatismo el embarazo en una adolescente (o decisiones de mayor calado como el aborto, que aquí se intuye, pero no se afronta). Y donde la canción “Thunderclouds” del grupo LSD (ese supergrupo musical es el acrónimo que forman el rapero británico Labrinth, la cantante y compositora australiana Sia y el producto estadounidense Diplo) pone el núcleo musical a esta película y todo el color, como el del propio vídeo musical con el habitual color que este grupo da a sus producciones y que cuenta de nuevo como protagonista a la joven bailarina Maddie Zigler, y que en tantos videos musicales ha acompañado ya a Sia. Y porque parece una canción bien elegida, ya que el mensaje de la misma entronca con el de la propia película: sobre las luchas que surgen cuando el miedo y la desconfianza aparecen en las relaciones personales. 

Porque las nubes de tormenta que pueden traer un embarazo en la adolescencia se pueden visionar desde varios puntos de vista y distintos géneros cinematográficos. Y sirvan estos dos ejemplos, dos fórmulas diferentes de abordar la resiliencia.

 

miércoles, 8 de julio de 2020

Aprendiendo de las crisis, con corona o sin corona



Estamos viviendo una pandemia que ha parado el mundo y cuyas consecuencias sanitarias en afectados y muertes está siendo catastrófica, pero cuyas oleadas posteriores y resacas, pueden tener un efecto aún más grave. Y la crisis del coronavirus y la crisis del postcoronavirus debe sacar de nosotros la mejor de las resiliencias para conseguir doblarnos, adaptarnos y no rompernos.

Pero no nos enfrentamos a nada nuevo, si quizás diferente. Porque la historia de la humanidad está repleta de crisis en todas las épocas y de todo tipo, ya sean nucleares (Chernobyl, 1986), militares (Ruanda, 1994), terroristas (World Trade Center, 2001) o financieras (Lehman Brothers, 2008), así como desastres naturales como tsunamis (Sudeste asiático, 2004),  terremotos (Haití, 2010) o epidemias (Ébola, 2014), y así podríamos continuar por las diferentes épocas del pasado.

El problema, como nos recuerda Francisco Alcaide - conferenciante, formador, escritor y coach en liderazgo y motivación -, es que tenemos muy poca memoria histórica. Como se suele decir, «la historia no sirve para nada, pero el que no sabe de historia no sabe de nada». Y Francisco Alcaide, cuyo best seller "Aprendiendo de los mejores", le ha encabezado a ser el único autor español entre los 25 autores más leídos en el mundo en desarrollo personal. Abajo os dejamos el vídeo de presentación a este recomendable libro, porque "las personas verdaderamente inteligentes aprenden de la experiencia de los demás" y cabe trabajar bien nuestros cinco ámbitos: desarrollo personal, espiritualidad, libertad financiera, emprendimiento y liderazgo.

Francisco Alcaide nos regala algunas enseñanzas de esta crisis que bien se podrían aplicar a otras épocas de la historia. Y que me atrevo a compartir por sus potenciales beneficios.

1. CREATIVIDAD. Lo importante no es tener respuestas, sino la capacidad de inventarlas.
Donde hay un problema, hay una solución. No queda otra. La creatividad está incrustada en la naturaleza humana y es infinita. La creatividad se alimenta de curiosidad. En realidad, eso es lo único que hace falta, porque la curiosidad lleva a preguntar, observar, investigar y trastear hasta dar con la tecla. Ya lo decía Albert Einstein: «No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso». Quien busca, siempre encuentra, sólo es cuestión de tiempo hallar una solución.

2. CAMBIO. Si no cambias, es probable que termines allí donde te diriges.
La frustración procede de no aceptar la realidad. Pero si la realidad cambia, uno está obligado a cambiar con ella o se queda atrás. El precio de hacer lo mismo siempre es mayor que el precio del cambio, aunque a corto plazo sea más placentero porque el cambio asusta, duele y lleva tiempo. Lo que evitas se pospone, y habitualmente, con mayor dolor. El éxito consiste en admitir la responsabilidad y luego responsabilizarse. Todo lo demás es una forma segura de seguir con un problema. Todos nos sentimos inclinados a la negación cuando la verdad es demasiado incómoda. La aceptación siempre es una liberación, porque sólo lo que aceptamos lo podemos transformar.

3. REINVENCIÓN. Reinventarse no es cambiar de profesión como quien cambia cromos.
Reinventarse, como todo, es posible, pero no es automático. Reinventarse es un proceso, y como todo proceso, exige constancia y tiempo. Reinventarse exige aprender nuevas competencias, habilidades y actitudes. Reinventarse, como todo lo que merece la pena, lleva esfuerzo, resiliencia y paciencia.

4. ADVERSIDAD. En la vida todos nos movemos por dos fuerzas: inspiración o desesperación.
Es posible que en más del 90% de los casos nos movamos por 'desesperación'. En el ser humano hay una tendencia grande a la inercia, la rutina y lo cómodo. Siempre es más fácil ser cobarde que ser valiente. Por eso, muchas veces la mejor alternativa es no tener alternativas, porque entonces ya sólo queda tirar para delante. Por ello, jamas debemos desaprovechar una buena crisis.

5. PROBLEMAS. La riqueza se logra resolviendo problemas.
Quienes aspiran a conquistar cotas altas no pueden esperar a que la vida sea fácil. Nunca lo es. Problemas, problemas y más problemas. Y curiosamente lo que la mayor parte de la gente no quiere son problemas. Para ello es esencial aprender a mirar la realidad cara a cara. Sólo desde esa postura se puede encontrar una solución. Negar la realidad u ocultar los problemas no los resuelve. Y en todo el proceso es clave mantener la calma y la serenidad para poder pensar con claridad y actuar con eficacia.

6. ACTITUD. La actitud que tomes con la vida es la que la vida tomará contigo.
Las personas de éxito no son infalibles pero sí saben interpretar todo lo que les ocurre de manera positiva. Cómo interpretas, afrontas y reaccionas a todo lo que te sucede, especialmente los momentos difíciles (fracaso, derrota, error, adversidad...), es un buen indicador de tu potencial y va a determinar en buena medida la altura de tu éxito. Porque la vida no es de color de rosa, pero puedes convertir cualquier circunstancia en una fuente de aprendizaje si tienes la actitud correcta. Nuestra actitud es una de las pocas cosas sobre las que tenemos control, así que merece la pena que sea la adecuada. Una actitud es una respuesta, se elige.

7. PENSAR. Pensar es el trabajo más difícil que existe.
Quizás por sea esa la razón por la que hay tan pocas personas que lo practiquen. Las personas que más valor aportan dedican tiempo en sus agendas a pensar y así poder re-ajustar, re-diseñar, re-enfocar, re-estructurar y re-orientar con sentido. Dedicar tiempo a pensar te hace ganar claridad, y con esa claridad es más fácil hacer mejor las cosas. Y el tiempo de confinamiento ha sido un buen momento para ello.

8. GRATITUD. El único estado mental que te permite atraer mejores cosas es la gratitud.
En la vida no siempre todo marcha como a uno le gustaría (y la pandemia ha vuelto el mundo del revés), y ahí es dónde sale a la luz la auténtica naturaleza humana. La gestión de la adversidad y los momentos difíciles, con serenidad o desconcierto e ingratitud, desvelan quiénes somos. Porque una cosa es que algo no sea de nuestro agrado, y otra olvidar todo lo que tenemos a nuestro alcance, que es mucho.
Vivir en España es de auténticos privilegiados. Ningún país es perfecto (como ningún trabajo, pareja, ni nada...) pero basta conocer ciertas realidades internacionales para saber que en España es uno de los países con mejor calidad de vida: infraestructuras, sistema sanitario, comida, playas, temperaturas, carácter y otras muchas cosas más. Con frecuencia somos adictos a la queja. Todos nos podemos quejar de algo. No hay que negar los problemas pero es importante no negar lo bueno que hay en nuestra vida. Cuando alimentas la gratitud, desactivas la negatividad de tu vida. La gratitud es en sí misma una forma de abundancia.

9. AHORRO E INGRESOS PASIVOS. Riqueza no es lo que ganas; riqueza es lo que conservas.
Si ingresas mucho, pero gastas igual (o más endeudándote) tu riqueza es cero (o negativa). El ahorro cumple su función y 'nos salva' cuando aparecen momentos difíciles, y existe precisamente para eso, para solventar esos periodos con soltura. El ahorro es necesario, porque siempre aparecen imprevistos: enfermedades, accidentes, dificultades, falta de cobros, o lo que sea. Como señala Warren Buffett: «No ahorres lo que te queda después de gastar; gasta lo que te quede después de ahorrar». Además, no sólo hay que tener ahorros (que se pueden agotar si hay que tirar de ellos) sino que más inteligente es tener activos que generen ingresos pasivos (que no dependan del trabajo y la presencia física).

Nueve palabras y acciones clave para superar cualquier crisis, con corona(virus) o sin corona: creatividad, cambio, reinvención, adversidad, problemas, actitud, pensamiento, gratitud y ahorro. Porque la solución global a esta crisis merece mucho consenso, pero la solución individual depende de nosotros mismos. Y no habrá una solución global sino ponemos cada uno nuestro grano de arena.


sábado, 1 de abril de 2017

Cine y Pediatría (377): "Música del corazón" y directa al corazón


Una película peculiar, no por su temática (la importancia de la música en la educación), sino por la combinación de su director y su actriz: Wes Craven y Meryl Streep. Wes Craven forma junto a David Cronenberg y John Carpenter una tríada esencial para entender el cine de terror actual; de su dirección han salido títulos emblemáticos en ese género como Pesadilla en Elm Street (con su personaje Freddy Krueger) o la saga Scream. Meryl Streep es para muchos la mejor actriz de la historia, o al menos la más laureada, con 20 nominaciones al Óscar (4 como actriz de reparto y 16 como actriz principal), que consiguió en tres ocasiones: como actriz de reparto en Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979) y como actriz principal en La decisión de Sophie (Alan J. Pakula, 1982) y en La dama de hierro (Phyllida Lloyd, 2012). Y también fue nominada en la película que hoy nos convoca: Música del corazón (Wes Craven, 1999).

Y esa es la peculiaridad de Música del corazón, que se gesta de una combinación no habitual: 1) porque Wes Craven, extrañamente alejado aquí del cine de terror, se atreva con una película de corte tradicional, basada en una historia real y que puede ver junta toda la familia; y 2) porque Meryl Streep acepte dar vida a Roberta Guaspari y se ponga bajo la dirección de Wes Craven, quien graba esta película entre Scream 2 y Scream 3, y ello para lanzar un mensaje bien conocido de esta historia real: que es posible superar las dificultades que uno se encuentra en la vida si se lucha lo suficiente. En realidad esta historia ya aparece en la pantalla en 1996 cuando se rodó un documental titulado Small Wonders (Pequeñas Maravillas), donde aparecía la verdadera Roberta Guaspari enseñando a sus alumnos, documental que también se conoce con otro título, Fiesta del violín, dirigido por Alan y Lana Miller y que estuvo nominado a un Oscar en la categoría de mejor documental. Este documental fue el punto de partida para el proyecto de filmar una película basada en la vida de Roberta Guaspari.

Y en Música del corazón los títulos de créditos iniciales pasean entre fotos de recuerdo de una familia. Y al finalizar, la última foto del álbum la parte en dos nuestra protagonista, hecho inequívoco de que algo se ha roto en su vida. Una mudanza con sus hijos aún pequeños y muchos violines en la mudanza. Las cartas de la historia casi están echadas para revisar la historia de esta mujer despechada por su marido militar, Roberta Guaspari, y por el que se vio obligada a viajar y a cerrar su profesión de músico al contexto familiar de su dos hijos. Ahora tiene que abrirse camino en la vida, y la vida le lleva a ser maestra sustituta de música en un barrio de Nueva York que está para pocas músicas, el East Harlem.

La entrada no fue fácil, pues la directora (Ángela Basset) le dice en la primera entrevista: "Me pareció una buena idea dar clases de violín. Pero no tiene los títulos adecuados ni ninguna experiencia en escuelas de suburbios. Lo siento mucho". Pero ella no se rinde, aparece con sus dos hijos, le hace una demostración y le asegura: "Tengo muchos violines. Tengo 50 violines". Al principio, los chicos, sus padres, y los compañeros maestros se mostraron escépticos. Sin embargo, Roberta enseñaba con tal apasionamiento (y un lenguaje tan procaz) que contagió a sus alumnos, y con dedicación consiguió que los jóvenes violinistas empezaran a mostrar resultados increíbles. Y eso también les ayudaba para mejora la confianza en sí mismos y en la vida que les rodeaba, no siempre la mejor. Y allí estaban DeSean, Guadalupe, Naeem, Becky, Ramón, Lucy, Vanessa, y tantos otros.

Cada año eran más los que competían por tener un lugar en la clase de Roberta y cada año Roberta descubría el potencial y la brillantez que se ocultaba en el espíritu de sus estudiantes. Y lo que empezó con dificultad, diez años después las clases de violín de Roberta Guaspari se convirtieron en un clásico en el colegio (y en otros dos colegios más). Pero, pese a sus éxitos, hay un recorte de presupuestos al centro y siempre es la cultura y el arte lo que sale perdiendo en primer lugar. Y Roberta es despedida, porque prescinden de las clases de violín. Pero con la ayuda de sus amigos y de la comunidad, plantó cara al problema y logró realizar un concierto benéfico, ni más ni menos que en el Carnagie Hall y con el apoyo, ni más ni menos, que de Isaac Stern, Itzhak Perlman y otro buen número de artistas (una de las mayores reuniones de músicos célebres que se hayan visto en la pantalla en mucho tiempo) que se unieron para tocar el Concierto para dos violines en re menor de Bach, una de las piezas más reconocidas del genio y considerada una de las obras maestras del Barroco.

Y en ese epílogo, dos momentos destacados antes del concierto. Uno, las palabras de la directora del colegio ante todo el auditorio: "Hace 10 años Roberta Gaspari Demetras entró en mi despacho porque necesitaba trabajo. Y porque estaba convencida de que cualquier niño podía aprender a tocar el violín. Juntas creamos el curso de violín de East Harlem mediante el cual más de mil alumnos han ampliado su visión de lo que es posible en la vida. Si se elimina un curso así el futuro de nuestros hijos se tambalea. Les doy las gracias a todos por su generoso apoyo y deseo de todo corazón que disfruten del concierto. Gracias". Otro, las palabras de Roberta a sus alumnos: "Quiero que toquéis con el corazón. Tocar como sabéis hacerlo. No miréis al público, miradme a mí. No debéis tener miedo. Hoy vais a tocar muy, pero que muy bien. Tocad con el corazón. Estoy orgullosa de vosotros".

Porque lo cierto es que la historia de Roberta Guaspari es un modelo a seguir como ejemplo de resiliencia: en 1981, comenzó a dar clases de violín a los niños de una escuela pública del barrio neoyorkino de Harlem, que en principio parecería uno de los lugares menos indicados para esa labor. Sin embargo, su éxito fue notable, consiguió despertar en cientos de niños el amor a la música (y el saber superar cualquier dificultad que se les presente) y cuando diez años después la escuela dio por terminados los cursos, debido a un recorte presupuestario, Roberta pudo continuar enseñando gracias a una fundación creada al efecto, llamada "Opus 118", que se financiaba a través de donaciones privadas y conciertos benéficos. Y, como hemos visto, para estos últimos ofrecieron su desinteresada colaboración artistas de la talla de Isaac Stern o Itzhak Perlman.

Tres detalles musicales finales: 1) Meryl Streep tuvo que aprender a tocar el violín para la película y lo hizo siguiendo el mismo método que los niños a los que se la veía dar clase; 2) todos los niños que aparecen en la película tocando el violín han sido alumnos de Roberta en la vida real y en cuanto al repertorio que tocan, en sus primeros conciertos se limitada a piezas como la canción infantil "Twinkle, twinkle, little star" (en español "Campanitas del lugar") y en las que Roberta hacía a sus alumnos introducir un "rallentando", que causaba un gran efecto entre el público, preguntándose a qué venía esa detención; y 3) en la película aparece la famosa cantante cubano-americana, Gloria Estefan, en lo que supuso su debut en la pantalla como profesora del colegio y que, de paso, pone la voz a la canción de los créditos finales, en lo que viene a ser la canción propia de la película: "Music of My Heart".

Está claro que la música y la educación no es algo nuevo y ya en Cine y Pediatría hemos dejado claros ejemplos: Profesor Holland (Stephen Herek, 1995), Los chicos del coro (Christophe Barratier, 2004), Maroa (Solveig Hoogesteijn, 2004), Gabrielle (Louise Archambault, 2013), El coro (François Girard, 2014), entre otras. Pero cuando nos encontramos ante una historia real, la música del corazón llega al corazón... aunque su director sea alguien no esperado.

 

sábado, 13 de junio de 2015

Cine y Pediatría (283). “El viaje de Carla” hacia la resiliencia y la tolerancia


Desde hace un año las siglas LGTBI se han hecho presentes en mi vida. Y como sin querer se han ido reproduciendo los hechos alrededor de este término colectivo para referirse a los sectores socialmente incluyentes en donde se congregan los diversos grupos de personas que se identifican como no heterosexuales: Lésbico, Gay, Bisexual, Travesti, Transexual, Transgénero e Intersexual.

Fue en mayo de 2014, y en el IV Simposio Internacional de Actualización en Pediatría en Cartagena de Indias, donde la doctora Carmen Escallón Góngora, médica pediatra cartagenera, puericultora, sanadora de heridas del alma, soñadora, cuentera, enamorada de la equidad y la igualdad, y abuela feliz… nos regaló la conferencia inaugural que tituló “Desde Kavafis hasta Vargas Llosa: adolescente LGBTI y el pediatra del siglo XXI”.
En febrero de 2015 se dieron dos acontecimientos casi seguidos: mi buen amigo José Luis Pedreira, psiquiatra infanto-juvenil, me habló de la película documental El viaje de Carla (Fernando Olmeda, 2014) y poco después, una amiga dermatóloga me regaló “El libro de Daniela”, un breve y hermoso relato escrito por su madre, África Pastor Espuch. Dos obras menores en el formato, pero grandes y valientes en el contenido. Porque ambas se alzan como un arma para luchar contra la ignorancia y para denunciar el vergonzoso silencio que existe en la realidad de los niños transgéneros, la negación máxima del principio de universalidad de los derechos humanos. Y a través de estas historias, los autores nos invitan a adentrarnos en un mundo en el que reina la igualdad entre seres humanos, la empatía, los colores, la compresión y, sobre todo, un mundo en el que reina la felicidad. 

En Cine y Pediatría ya varias películas se han acercado al mundo LGTBI en la infancia, un mundo que existe, que debemos conocer y respetar, y en el que debemos colaborar los pediatras para tener la suficiente formación e información que permita apoyar a esos niños y niñas y a sus familias. Películas como las estadounidenses Mi Idaho privado (Gus Van Sant, 1991) y Plegarias para Bobby (Russell Mucahy, 2009), las argentinas XXY (Luisa Puenzo, 2007) y El último verano de la boyita (Julia Solomonoff, 2009), las francesas Tomboy (Céline Sciamma, 2011) y La vida de Adéle (Abdallatif Kechiche, 2013), la sueca Fucking Amal (Lukas Moodysson, 1998), la británica Mi amor de verano (Pawel Pawlikowski, 2004), la canadiense C.R.A.Z.Y. (Jean-Marc Vallée, 2005) o la española A escondidas (Mikel Rueda, 2014).  
Y a estas hoy se suma precisamente la película documental El viaje de Carla, presentada la semana pasada en el XII Festival Internacional de Cine de Alicante, una vivencia especial y personal junto a su director, Fernando Olmeda, y junto a su protagonista, Carla Antonelli. Una película vivida con mis “5C”, conciencia, conciencia, calidad, color y calor…el calor de la amistad. 

Carla Antonelli es el nombre artístico de Carla Delgado Gómez una actriz, política y referente nacional e internacional del colectivo LGTBI, una de las más relevantes activistas por la igualdad en España y, desde el año 2011, es diputada de la Asamblea de Madrid por el Partido Socialista Obrero Español. Y Fernando Olmeda es un polifacético profesional, periodista, profesional de la televisión, novelista y también director de documentales. 

Como nos describe la web de la película, Carla, nacida en el año 1959 en Güimar, una pequeña localidad de Tenerife, regresa a su pueblo natal 32 años después, del lugar de donde tuvo que salir para conseguir una existencia acorde a su identidad de género y libre de los prejuicios sociales vigentes en aquella época. Es el primer regreso de Carla Antonelli desde 1976 a su pueblo natal para reencontrarse con sus recuerdos y hacer balance de su vida, lo que constituye el “viaje” emocional de esta emocionante película documental de 65 minutos grabada entre los años 2009 y 2013. 

Amigos de la infancia, familiares, compañeras del mundo del espectáculo, estrellas de televisión, políticos, vecinos de Güímar y activistas LGTBI participan en El viaje de Carla, la narración de un “viaje” con muchos amigos, como Pedro Zerolo (sirva de homenaje también para él, quien ha fallecido esta misma semana), Boti García Rodrigo, Maribel Peces-Barba, Elianne García Ruiz, Antonio Poveda, Pedro Damián Hernández o Jordi González, entre otros. 

Queremos destacar las tres ideas que nos desgrana esta película: 1) la lucha denodada de las personas como Carla por vivir conforme a su identidad de género, y en defensa de la tolerancia; 2) el compromiso de las personas como Carla para luchar en favor de la igualdad legal y social; 3) la capacidad de superación de las personas como Carla, que, a pesar de tener casi todo en su contra, logran salir adelante y se convierten en referentes sociales, todo un ejemplo de resiliencia. 
Y nos parece importante destacar los propios valores que nos destaca la sinopsis del documental y que son, al menos, cuatro: 
1) Valor biográfico: aparte de la conocida faceta pública de Carla, ahora nos adentramos a momentos desconocidos que influyeron decisivamente en su singladura vital. 
2) Valor histórico: Carla ha sido testigo directo de tres décadas de cambios en España, desde los ambientes nocturnos más underground de los años ochenta a la lucha social y política del siglo XXI, en su actual puesto como asamblearia. 
3) Valor emocional: el que nos devuelven las vivencias nunca fáciles de su vida, un viaje existencial que le ocasionó salir en silencio y por la puerta de atrás de Güimar y regresar con alborozo y por la puerta grande. 
4) Valor social: la que supone su trayectoria en defensa de los derechos del colectivo LGTBI, como referente en España y en América Latina, y que en su labor actual como diputada autonómica, ha ampliado su ámbito de actuación a otros campos, como la problemática de los menores en la Comunidad de Madrid o el drama de los “niños robados” durante el franquismo. 

Y esos valores los necesitamos los pediatras (y, en general, todos los profesionales sanitarios). Porque necesitamos formación, información y tolerancia en el campo de atención de las personas LGTBI, algo de lo que aún estamos lejos. Porque un adulto LGTBI ha sido antes un niño o una niña, un adolescente LGTBI, con familias preocupadas y, a veces, desorientadas. Ya hay movimientos favorables para mejorar estos aspectos en la atención de la infancia LGTBI y sus familias, pero queda mucho por hacer y películas como El viaje de Carla nos ayudan a ello. 

Y es así como con Carla Antonelli se hacen realidad tres pensamientos que la Dra. Carmen Escallón nos enseñó en su ponencia: 
- Las palabras del chileno Alejandro Jodorowsky: "Los pájaros que nacen encerrados creen que volar es una enfermedad"
- El poema de la argentina Alfonsina Storni: "Yo soy una y soy mil, todas las vidas pasan por mí, me muerden sus heridas"
- La reflexión del novelista alemán Herman Hesse: "Tu sabes muy profundamente que hay una sola magia, un solo poder, una simple salvación que se llama amar".  

Gracias, Carla y Fernando, por este "viaje" de resiliencia y camino a la tolerancia.

martes, 10 de marzo de 2015

Más resiliencia, menos procrastinación


Hace casi tres años escribimos un post que denominamos "Sanidad, procrastinación y resiliencia". Ha pasado este tiempo, la situación no ha mejorado sustancialmente y los dos nombres (que se las traen) siguen vigentes. 

La procrastinación (del latín: pro: "adelante" y crastinus: "referente al futuro") es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Existen dos tipos de individuos que ejecutan esta acción (procrastinadores eventuales y procrastinadores crónicos) y existen tres tipos de procrastinación (por evasión, por activación y por indecisión). En la gestión de la Sanidad hemos padecido mucha procrastinación y, por ello, ahora vienen las prisas. En Sanidad (como en otras facetas de la vida política y social) se ha abusado mucho del dicho "las cosas de palacio van despacio", como excusa. Cuando no se suma el "síndrome del perro del hortelano". 
La resiliencia (del verbo latino resilio, resilire: "saltar hacia atrás, rebotar") es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal. La resiliencia es el convencimiento que tiene un individuo en superar los obstáculos de manera exitosa sin pensar en la derrota, a pesar que los resultados estén en contra, con un comportamiento ejemplar a destacar en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos. 

En las crisis (personales o sociales) hace falta mucha resiliencia. Hace un tiempo, leía en un un blog de psicología, qué 12 hábitos caracterizan a las personas que practican la resiliencia, y que vale la pena trascribir: 
1) Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas. 
2) Son creativas. La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso. 
3) Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda. 
4) Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto? 
5) Practican el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida. 
6) Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor. 
7) Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles. 
8) No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control. 
9) Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución. 
10) Son tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen. 
11) Enfrentan la adversidad con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones. 
12) Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan. 

Estas 12 actitudes deberian funcionar como 12 mandamientos, como una tabla de la ley de la vida, de la vida que nos ha tocado vivir. Y me ha parecido oportuno recordarlas...porque para salir adelante de esta crisis eterna que vivimos (económica, política, socila y moral) hace falta más resiliencia y menos procrastinación. 

Por cierto, si alguien quiere estudiar la resiliencia que me saque sangre. Supongo que ha sido la combinación de la antracita de Barruelo de Santullán y lo mejor de lo vivido y aprendido: como la reciente experiencia de sentir la guadua en el Eje Cafetero de Colombia (que adorna este post), ese "acero vegetal", duro y flexible, como la resiliencia...

sábado, 9 de febrero de 2013

Cine y Pediatría (161). “Bestias del Sur salvaje”, la resiliencia desde la primera infancia y pequeñas cosas


Sundance es el festival de cine independiente más importante del mundo, que surgió en 1983 por una idea de Robert Redford con fin de dar una oportunidad a jóvenes creadores ajenos todavía a la gran industria de Hollywood. Este evento tiene lugar a finales de enero cerca de Salt Lake City, capital del estado de Utah. Y Sundance nos ha deparado (y nos sigue deparando) agradables sorpresas en su recorrido, desde la primera ganadora (Old Enough de Marisa Silver, 1984) hasta la última (Fruitvale de Ryan Coogler, 2013), pasando por Sangre fácil (Joel Coen y Ethan Coen, 1984), Bienvenidos a la casa de muñecas (Todd Solondz, 1995), Tres estaciones (Tony Bui, 1999), La secretaria (Steven Shainberg, 2002), Vías cruzadas (Thomas McCarthy, 2003), American Splendor (Shari Springer Berman y Robert Pulcini, 2003), Primer (Shane Carruth, 2004), Río Helado (Courtney Hunt, 2008), Winter´s Bone (Debra Granik, 2010), Animal Kingdom (David Michôd, 2010), etc. Algunas de estas películas han ocupado ya su lugar en Cine y Pediatría, como Las mujeres de verdad tienen curvas (Patricia Cardoso, 2002), Thirteen (Catherine Hardwicke, 2003), o Precious (Lee Daniels, 2009). 

Son esas películas de bajo presupuesto que te sorprenden y que te hacen amar aún más el buen cine. A esta película se suma la ganadora del año 2012 de Sundance en categoría dramática y que acaba de estrenarse en España: Bestias del sur salvaje, ópera prima de Benh Zeitlin (2012), de tal forma que ha logrado, sin hacer mucho ruido, optar a cuatro premios Oscar (mejor guión adaptado, actriz principal, dirección y película). Una película que envuelve de realidad y de fantasía esta singular historia que se desarrolla en un lugar desolado del sur de Luisiana separado de la civilización por un dique. Un lugar salvaje y pantanoso del Mississippi que llaman La Bañera, pero que podría incluso situarse en la zona donde el huracán Katrina marcó un antes y un después en 2005, anegando todo lo que encontraba a su paso y dejando a miles de personas sin hogar. 
En La Bañera nos encontramos a Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), una niña de seis años que vive con un padre enfermo, algo crápula y malhumorado, y cuya madre les abandonó hace tiempo. Y sobrevive junto a una pequeña comunidad que desafía los peligros de la naturaleza, aprendiendo a amar y convivir con la naturaleza más extrema, una naturaleza que despliega a veces toda su furia y anega sus casas, sus posesiones y su vida. Una comunidad que transpira un ambiente de celebración de comunidad entre sus gentes, que priorizan la alegría y la fiesta ante las dificultades. Como dice Hushpuppy, "cada cosa tiene un lugar en el universo y debe permanecer ahí para mantener el equilibrio". Y ella lo logra con creces, pues nuestra pequeña heroína posee el coraje y la voluntad de enfrentarse a sus miedos, de vencer a la realidad y a los uros prehistóricos que surgen del pantano de sus pesadillas apocalípticas. En Bestias del sur salvaje hay vida, una vida con luces y sombras, con heroicidad y poesía. El recurso de la voz en off responde a la imaginación de Hushpuppy, a todo lo que pasa por su cabeza sin orden ni concierto. Y, todo ello, reforzado gracias una impactante banda sonora compuesta por el propio realizador, que se siente como un músico filmando ante una de las mejores B.S.O. del año. 

Una abrumadora fábula envuelta en una magnética fusión entre la naturaleza y la fantasía dan pie a una salvaje obra de arte capaz de trasladarnos hacia una inaudita belleza, no apta para todos los gustos. Una película que combina historias reales de los habitantes de la zona, algunos de los cuales aparecen como actores y que vivieron las experiencias con el Katrina, con la propia imaginación del director. Un película que intenta enseñar, a través de la mirada de una niña, que es posible amar nuestro entorno, sentir inspiración a nuestro alrededor y ver magia y sabiduría en cada elemento que nos rodea. Hushpuppy ve luz en un lugar oscuro; y la suciedad y caos que le rodea es parte de "su" naturaleza y a ella le resulta maravilloso y glorioso. Una enseñanza para todos. 

Bestias del sur salvaje presenta algo del espíritu de la serie de televisión "Treme", crónica de la vida de varias personas de Nueva Orleáns afectadas por el paso del huracán Katrina en agosto del 2005, pero también la fantasía de la película Donde viven los monstruos (Spike Jonze, 2009). Y a su joven director se le ha comenzado a comparar como un híbrido entre Terrence Malick y Werner Herzog. Sea como sea, una película inclasificable al que le espera un buen número de premios de la crítica y, quizás, también del público que llegue a comprender el mensaje. 

En Bestias del sur salvaje hay vida y poesía: la que nos transmite la resiliencia de su pequeña protagonista ante las adversidades. Porque Quvenzhané Wallis, la actriz más joven jamás nominada a un Oscar (ahora tiene nueve años, pero rodó la película con solo seis), es pura naturalidad y dinamita, lo que resultad clave para encarnar con naturalidad la resiliencia de la pequeña infancia y ante las pequeñas cosas. 
Porque, como nos recuerda Hushpuppy, "el universo depende de que todo encaje correctamente; si una pieza se rompe, por muy pequeña que sea, el universo al completo se romperá”. Y como yo os quiero recordar, no dejéis de ver la película en versión original: la voz en off de la niña lo es todo, pero lo es todo cuando es su voz. Y esto es una clara reivindicación para solicitar la eliminación de los doblajes en las películas.

 

lunes, 17 de septiembre de 2012

LA POBREZA Y LA SALUD


                                                                         
Recientemente ha tenido lugar en Escocia (St Andrews) el congreso ISSOP 2012 (International Society for Social Pediatrics AND Child Health) donde hemos acudido para impertir un taller sobre recursos para obtener información basada en la evidencia.

El proceso de preparación del taller nos ha forzado a conocer con detalle recursos web de gran interés que os trasmitiremos en futuras entradas a este blog, aunque es posible que muchos de vosotros ya las conozcáis (Cochrane Journal Club, NHS Evidence, Clinical Evidence, etc.).

Sin embargo, hoy os voy a hablar de una conferencia que escuché en el congreso, de esas charlas que te captan la atención de principio a fin y que te emocionan. Fantástico Harry Burns, Chief Medical Officer de Escocia. En su conferencia “Developing a policy and collaboration for the early years” nos habló de la relación de la pobreza y el desempleo y su relación con la salud y la enfermedad.

Este enlace es de una conferencia de contenidos en parte comunes con la que le escuché en St. Andrews, vale la pena escucharla si disponéis de unos 15 minutos.

Empieza su conferencia con una foto de una barriada pobre de Glasgow de los 80, con pisos en malas condiciones, pero con un espectacular mural hecho por un artista cotizado, y se pregunta ¿en qué ayuda este dinero invertido en el mural al muchacho que pasa por allí? ¿es esto lo que necesita la gente que vive en esas casas?

Escocia globalmente, explicó, sobre un gráfico de esperanza de vida al nacer, era un país promedio en Europa hasta los años 50 del siglo XX. A partir de ahí se fue quedando rezagado, de modo que en los años 90 quedó en el nivel mas bajo de Europa, ¿qué sucedió en Escocia, especialmente en Glasgow en los años 50?: cerraron la mayoría de los astilleros y bruscamente una población próspera y acostumbrada a trabajar quedó desempleada. Las personas quedaron sin medio de vida y sin esperanza (esta situación de desempleo brusco y masivo en una población previamente próspera seguro que os suena de algo).

En un gráfico de las principales causas de muerte de 2003-2007 (minuto 4), comparando Glasgow con dos ciudades inglesas de similar nivel económico, se encuentra un exceso de mortalidad debido solo a causas sicosociales (drogas, suicidio, alcohol y violencia), siendo las causas cardiovasculares muy similares. Hay algo en el espíritu y cultura de zonas deprivadas de forma prolongada que condicionan su perfil sanitario, y que no mejorarán con campañas antitabaco y antiobesidad solamente.

Harry Burns defiende que la solución está en armar a las personas con estructuras sociales que les empodere y les haga tomar las riendas de su futuro (da cifras espectaculares en una pequeña zona de Escocia, de descenso de criminalidad, depresión posnatal, desempleo, embarazos en adolescentes y niños registrados para protección social desde 1996 a 2004).

Cuando se dan cifras de fracaso escolar, laboral, físico y social en esas barriadas pobres, tan altas como del 80%, es importante indagar en qué hace que el 20% restante no fracase. La resiliencia, o capacidad de salir adelante en las condiciones mas adversas, y que explica magistralmente en el minuto 6:13, y que procede de la capacidad de explicarse de forma estructurada y predecible su situación, entenderla, y tener los recursos personales para ver esa situación como un desafío, una meta que alcanzar y conseguir.




lunes, 7 de mayo de 2012

Sanidad, procrastinación y resiliencia

En este blog hace casi un año comentamos el difícil equilibirio entre la realidad y el deseo para manejar el triángulo sanidad-estado de bienestar-crisis. En aquel momento también compartimos lecturas recomendables para la sanidad en tiempo de crisis económica. Ha ido avanzando el tiempo y, aunque conocimos que los médicos eramos el grupo social con mayor credibilidad por la ciudadanía en España, las noticias que íbamos conociendo no mejoraban el panorama (más bien, todo lo contrario) y confirmamos un declinar a medida que pasa el tiempo

Los médicos hemos logrado, por méritos propios (y ajenos), no sólo tener uno de los sueldos más bajos de la Unión Europea de los 27 (sólo superamos a estos países, todos con menor renta per cápita: Rumanía, Hungría, República Checa, Polonia, Grecia, Malta, Eslovaquia, Portugal y Eslovenia), sino ir perdiendo derechos adquiridos (pongamos, por ejemplo, la carrera profesional en algunas Comunidades Autónomas). Pero, con todo esto y más, lo que vamos perdiendo a pasos agigantados es la dignidad

No hacía falta ser García Márquez para predecir la crónica de una muerte anunciada. Otro día analizaremos posibles causas, pero hoy nos gustaría compartir dos palabras de origen latino que pueden ir muy bien en estos tiempos de crisis: procrastinación y resiliencia. 

- La procrastinación (del latín: pro: "adelante" y crastinus: "referente al futuro") es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Existen dos tipos de individuos que ejecutan esta acción (procrastinadores eventuales y procrastinadores crónicos) y existen tres tipos de procrastinación (por evasión, por activación y por indecisión). En la gestión de la Sanidad hemos padecido mucha procrastinación y, por ello, ahora vienen las prisas. En Sanidad (como en otras facetas de la vida política y social) se ha abusado mucho del dicho "las cosas de palacio van despacio", como excusa. El otro día me la nombraron y mi respuesta fue clara: las cosas de palacio debe ir deprisa, ser vitales, prioritarias, sacarlas adelante... y dar pie para empezar a solucionar otra cosa. Procrastinación es contraria a excelencia y eficiencia. 

- La resiliencia (del verbo latino resilio, resilire: "saltar hacia atrás, rebotar") es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal. La resiliencia es el convencimiento que tiene un individuo en superar los obstáculos de manera exitosa sin pensar en la derrota, a pesar que los resultados estén en contra, con un comportamiento ejemplar a destacar en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos. En las crisis (personales o sociales) hace falta mucha resiliencia. 

Combatamos la procrastinación en todo momento y a los responsables: les conocemos, mirémosles a los ojos y, si tienen vergüenza, que agachen los ojos y se vayan. La procrastinación va muy unida a falta de preparación, ausencia de liderazgo e incapacidad de sacrificio. 

Y fomentemos la resiliencia: porque de las crisis salen reforzados los mejores. Porque hay que ser resiliente como el junco: fuerte y flexible. 

Esto no ha hecho más que empezar. De momento, os dejo el trailer de 300 (Zack Snyder, 2006), una potente adaptación cinematográfica de la novela gráfica de Frank Miller. Y recordemos la Batalla de las Termópilas y las palabras de Leónidas, el rey espartano: "Amenazas a mi gente con esclavitud y muerte. ¡Esto es Esparta!. Vamos a pelear. ¡Una nueva era ha comenzado!. ¡Una era de libertad!... Espartanos, ¡esta noche cenaremos en el infierno!"
En cada uno de vosotros queda imaginar quiénes son los espartanos y quiénes los persas...