sábado, 13 de mayo de 2017

Cine y Pediatría (383). "Loba" nos enfrenta al dilema, ¿cuál es el mejor lugar para nacer?


"Alguien me contó que los renacuajos que nacen el mismo día en una charca no se transforman en ranas todos a la vez. Si la charca está demasiado seca o infectada, el renacuajo activa una cascada de precursores hormonales y se convierte en rana para poder vivir en la tierra. La vida llama a otra forma de vida. Nosotros los mamíferos hacemos este proceso en el vientre de la madre. El bebé va a decidir también venir a respirar y crecer en la tierra cuando haya llegado el momento. Hoy no confiamos en este mecanismo de vida. Preferimos intervenir antes. El bebé no tiene tiempo de decidir el momento de su nacimiento. Le presionamos en nombre de la muerte inminente, cuando en realidad el nacimiento es un proceso vital, una transición. Si los demás deciden por nosotros, ¿tendremos la misma confianza en nuestra fuerza de vivir?"

Este es uno de los múltiples pensamientos de una película documental realizada en España en el año 2015 por Catherine Béchard, curandera y osteópata con 25 años de experiencia, quien nos muestra experiencias de madres que prefieren el parto en domicilio sobre el parto hospitalario, y lo hace a través de encadenar historias de madres de diferentes lugares del mundo (España, México, Francia y Cuba), historias con emociones y sensaciones combinadas con la de matronas amigas y otros testimonios de parteras. Para este documento en el que la directora quiere hacer visibles sus experiencias (y creencias), cuenta con la colaboración de su hija Lila Fraysse, cámara y directora de fotografía. La película tiene un título tan evocador como Loba.

Loba parte de una pregunta y un dilema. La pregunta es, ¿parir en casa?. Y el dilema es, ¿parto hospitalario o parto domiciliario? En el mundo cada segundo tres bebés nacen en el mundo y un acto cotidiano va dejando poco a poco de ser un acto natural: se realizan 20 millones de cesáreas al año, más del doble del 15% recomendado por la OMS. Y Loba es el viaje documental para descubrir de una manera íntima cómo y por qué se ha ido evolucionando hacia un parto que cada vez es más medicalizado.

Una película documental sobre el parto que llega a los cines en España (cofinanciada gracias a 470 mecenas a través de crowdfunding) y que nos recuerda sobremanera a la película española Néixer (Ana Victoria Pérez, 2012) y que también nos entroncaba con una polémica universal: parto hospitalario frente a parto domiciliario, parto intervencionista frente a parto respetado. Pero también se asemeja a otra película documental francesa El primer grito (Gilles de Maistre, 2008), pues sacude y emociona profundamente, dando una visión global de las diferentes practicas actuales para recibir al ser humano…. y que permite relativizar y reflexionar sobre las posiciones demasiado estancas en la forma y manera en que hemos de nacer.

Ambas películas documentales (antes Néixer, ahora Loba) muestran (y no ocultan, dado el perfil de sus colaboradores) una clara orientación hacia un parto planteado desde un punto de vista respetuoso con las madres, acorde con el momento de intimidad, delicadeza y vulnerabilidad de la mujer en este momento vital. Hasta tal punto están las cartas marcadas que en algún momento en Loba se nos dice que nuestra directora partió hacia un determinado destino "para estar menos invadida por el pensamiento alopático urbano...". Ambas películas apoyan dos principios: la autonomía de la embarazada (y de los padres) para elegir el modo de parir y la prevención cuaternaria (evitar el exceso de diagnóstico, tratamiento y prevención sanitario).

Y la película termina, con un fundido en negro mantenido y esta declaración de principios, sus principios (está claro que no el de todos): "En los países llamados libres, perdemos cada día la oportunidad de elegir cómo y dónde queremos parir. Cada día por un supuesto riesgo cero mujeres y bebés sufren traumatismos físicos y psíquicos graves ante la indiferencia general en nombre de la normalidad. Entonces mira, escucha a tu alrededor y dentro de ti, y verás día a día las consecuencias de esta deriva médica. Lo que estamos perdiendo es nuestra autonomía, nuestra libertad".

Porque está claro que en el acto de nacer debe haber, como en todo, libertad de elección con conocimiento de causa. Apoyar sin medida la humanización de todo acto médico (y, sin duda, el parto), pero preservando la seguridad del recién nacido y también de la madre. Convendría tener en cuenta para un parto domiciliario estas premisas: 1) Selección de casos basada en una ausencia de criterios de riesgo durante el embarazo: partos únicos, con adecuado control y buena evolución del embarazo; 2) Una concienciación muy seria y personal de los futuros padres, debidamente informados, de lo que supone el embarazo, primero, y un parto en domicilio o en hospital, después; 3) La disponibilidad, con seguridad, de unos medios domésticos aceptables (alimentación, habitaciones, duchas, limpieza,..), además de un apoyo por parte del entorno familiar más cercano (pareja, padres, etc.); y 4) La existencia de una red asistencial de profesionales altamente cualificados (matrona y/o ginecólogo) apoyados por otra capaz de acudir en cuanto surge un problema.

Pero es preciso reconocer que, incluso en nuestras mismas ciudades del mundo desarrollado, hay un alto porcentaje de mujeres y casos donde estas exigencias no se dan. Conseguir mayor seguridad en el parto domiciliario y mayor humanización en el parto hospitalario (con menor número de intervenciones) serán actitudes que contribuirán a diluir la polémica de cuál es el mejor lugar para nacer.

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