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lunes, 1 de abril de 2024

La tetralogía neorrealista de Vittorio De Sica y la pobreza de posguerra


El NEORREALISMO ITALIANO fue un movimiento cinematográfico surgido en Italia durante los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial y la caída del régimen fascista de Mussolini. Un cine que se fundamenta por una serie de características estéticas y técnicas (basarse en historias realistas, rodadas en exteriores, con iluminación natural, grabación de cámara en mano y protagonizadas frecuentemente por actores no profesionales) y características narrativas y éticas (se prefieren las historias cotidianas que representen a la sociedad, donde se eliminan las reglas del guion estricto y se basan mucho más en la improvisación; y en la misión de los cineastas hay una creencia de que a través del cine se pueden cambiar las cosas). 

Las películas neorrealistas venían a mostrar los cambios en la sociedad italiana de la posguerra donde la pobreza y la precariedad estaban más que presente. Entre los directores más destacados de este “nuevo realismo” se encontraban Roberto Rosellini, Luchino Visconti, Vittorio De Sica, Giuseppe de Santis, y el guionista Cesare Zavattini. 

Y dentro del Neorrealismo, una figura esencial fue la del director y actor VITTORIO DE SICA. Y hoy recordamos desde Cine y Pediatría esa tetralogía neorrealista que nos dejó junto con el guionista Cesare Savatini, colaborador habitual, un reflejo de la cruda realidad italiana (por extensión europea) de la posguerra, en las tres primeras con un especial protagonismo de la infancia, en la última con un protagonista en su senectud: El limpiabotas (1946), Ladrón de bicicletas (1948), Milagro en Milán (1951) y Umberto D. (1952). En estas cuatro películas sus personajes son ingenuos e inocentes; y sufren por las injusticias de una sociedad vil, marcada por el hambre, el egoísmo y la guerra. 

Y el análisis en profundidad de estas películas se puede revisar en reciente artículo publicado en el último número de la revista Arte y Medicina, que se puede revisar en las páginas 30 a 35. Es así como el Neorrealismo pintó, con una inmejorable paleta de blancos y negros, la depresión social que invadió todos los ámbitos en los años de la posguerra. 

miércoles, 7 de junio de 2023

Celebramos las 700 entradas de Cine y Pediatría en el blog

 

Hoy, miércoles 7 de junio, tendrá lugar la presentación de Cine y Pediatría 12. Y, como todos los números y todos los años, se celebrará en el contexto del Festival Internacional de Cine de Alicante, que este año llega a su vigésima edición. Será un libro y una presentación que se declinará en femenino, pues será un homenaje a las directoras de cine que desde nuestro proyecto han luchado por romper el techo de cristal que atenaza profesionalmente a las mujeres. 

Y este acto coincide con la efeméride que celebramos el pasado sábado a llegar a publicar la entrada (o post) número 700 de Cine y Pediatría. Lo que implica 700 sábados seguidos - sin fallar uno desde aquel lejano 9 de enero de 2010 donde todo empezó - publicando un post al respecto. 

Y como es costumbre, celebramos en este blog cada centena. Lo hicimos con las primeras 100 entradas de Cine y Pediatría con un recopilatorio de las películas comentadas hasta entonces Y, a partir de entonces, intentamos que a efeméride de un nuevo centenar coincida con alguna película especial. Y esta es la relación hasta ahora:  

- Celebramos la entrada 200 con una película muy especial, la francesa La vida de Adéle (Abdallatif Kechiche, 2013), ese vértigo a que nos enfrenta el primer amor.  

- Celebramos la entrada 300 con otra película muy especial también, una película documental que contiene unas imágenes tan duras que pueden herir la sensibilidad del espectador, imágenes de una realidad injusta que todos conocemos, el conflicto de Siria: Sylvered Water, Syria self-portrait (Ossama Mohammed y Wiam Simav Berdixan, 2014) nos despierta de ese posible estado de anestesia moral permanente en que caemos.  

- Celebramos la entrada 400 y lo hicimos con una pequeña gran joya como es la película belga Aves de paso (Olivier Ringer, 2015), un conmovedor cuento iniciático que habla sobre la amistad, la sobreprotección de los progenitores, la discapacidad, la superación de los límites o la necesidad de libertad de niños y niñas.  

- Celebramos la entrada 500 con otra película emblemática, en este caso el film danés Pelle el conquistador (Bille August, 1987), un bello poema fílmico para acercarnos al desarraigo y la tierra prometida  

- Celebramos la entrada 600 con la película estadounidense Más allá de las palabras (Anthony Fabian, 2013), una inspiradora película sobre una historia real, lo que le da un valor añadido, especialmente para los pediatras que conocemos la importancia de la humanización en nuestra profesión.  

Y acabamos de celebrar la entrada 700 y lo hemos hecho con una revisión de la figura del director japonés Yasujiro Ozu, un perfeccionista que combinó el blanco y negro y el color, el cine mudo y el sonoro, un firme defensor de la cámara estática y las composiciones meticulosas, un artista cuya obra influyó en directores como Jim Jarmusch, Wim Wenders, Aki Kaurismäki o Hou Hsiao-Hsien. 

Ozu es uno de los directores que más y mejor ha reflexionado sobre la familia en la historia del cine (quizás en el cine contemporáneo solo esté a su altura otro director japonés, Hirozaku Koreeeda) y que en su filmografía tiene dos películas donde los niños son una pieza fundamental como reflejo de los anhelos y las frustraciones de los adultos, en un entorno que gravita entre el hogar, la escuela y el grupo de amigos: una película muda y en blanco y negro, He nacido, pero… (1932), otra sonora y en color, Buenos días (1959).  

Y por ello he querido elegir esas películas para conmemorar un hito más en Cine y Pediatría, y es que hemos llegado a la séptima centena de entradas en el blog. Nos seguiremos viendo (y leyendo) cada sábado... 

Os dejamos con el último vídeo de presentación de Cine y Pediatría 12. Ya con el libro 13 escrito y el 14 en marcha. Pero nada de esto sería posible sin los muchos lectores y amigos "de cine". 

Quien se anime a adquirirlos, no se arrepentirá, y contribuirá a la continuación del proyecto: aquí el enlace de la editorial Lua Ediciones 3.0 a Cine y Pediatría.

 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

La adolescencia en el cine, un viaje a los coming of age



En el IV Congreso Virtual CONAPEME (Confederación Nacional de Pediatría de México) tuve la oportunidad de realizar la conferencia de clausura con el tema solicitado por la organización titulado "La adolescencia en el cine, un viaje a los coming of age".

En este blog ya son tres las referencias a esta especial relación entre cine y adolescencia, haciendo referencia a la utilidad del séptimo arte para abordar - con ciencia y conciencia, con emociones y reflexiones - esta especial etapa de la vida que el gran François Truffaut definió así: "La adolescencia es como un segundo parto. En el primero nace un niño y en el segundo, un hombre y o una mujer. Y siempre es doloroso". Estos post, fruto de ponencias en diversos congresos nacionales e internacionales, los titulamos así: 

Se conoce con el anglicismo coming of age a un género literario y cinematográfico que se centra en el crecimiento psicológico y moral del protagonista, a menudo desde la juventud hasta la vida adulta, y con epicentro en la adolescencia. Y con dos recursos habituales: la voz en off y el flashbacks (dos anglicismos más). Y se conoce con el germanismo bildungsroman (o novela de aprendizaje) a un subgénero específico del coming-of-age, presente en la literatura y centrado en el desarrollo psicológico y moral del protagonista. En ocasiones van de la mano.  

Porque la adolescencia es una maravillosa etapa de transición y viaje desde la infancia previa al horizonte de una joven vida adulta (de ahí el anglicismo coming of age), con algunas señas de identidad: 1) búsqueda de la propia identidad, 2) rebelión frente a las figuras de autoridad, y e) probar nuevas cosas (sin miedo al exceso).

Son numerosas las películas que en Cine y Pediatría podríamos encuadrar en este término, y baste algunos ejemplos: Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959),  Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986),  La buena vida (David Trueba, 1996),   Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998),   Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999),  Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, Kátia Lund, 2002),  Juno (Jason Reitman, 2007), Persépolis (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud, 2007), Fish Tank (Andrea Arnold, 2009), Submarine (Richard Ayoade, 2010),  El arte de pasar de todo (Gavin Wiesen, 2011), Las ventajas de ser un marginado (Stephen Chbosky, 2012), El camino de vuelta (Nat Faxon, Jim Rash, 2013), Mommy (Xavier Dolan, 2014), Boyhood (Momentos de una vida) (Richard Linklater, 2014), Ciudades de papel (Jake Schreier, 2015), Mustang (Deniz Gamze Ergüven, 2015),  Sparrows/Gorriones (Rúnar Rúnarsson, 2015), Cuando tienes 17 años (André Téchiné, 2016),  Moonlight (Barry Jenkins, 2016), Heartstone, corazones de piedra (Guðmundur Arnar Guðmundsson, 2016), Con amor, Simón (Greg Berlanti, 2018)  Y muchas más. 

Os dejamos nuestra presentación donde se profundiza algo más en este tema.

miércoles, 20 de julio de 2022

La crónica de una muerte anunciada de la Atención Primaria de Pediatría

 

Hoy quiero destacar la editorial del último número de la revista Pediatría de Atención Primaria con el significativo título de “La Atención Primaria se muere y no parece importar a casi nadie: convertir la crisis actual en la oportunidad para una nueva y potente Atención Primaria” y que, desde el inicio, no deja lugar a dudas. 

La Atención Primaria siempre lucha por buscar un lugar digno en el marco de la sanidad española. En el caso de la Atención Primaria de Pediatría se suma que se lucha por sobrevivir y mantener un modelo de atención pediátrica que se ha demostrado más eficaz, seguro y eficiente que cualquier otro conocido. En este blog ya hemos recogido varias reivindicaciones al respecto: así lo hicimos en el año 2015 y en el año 2018, en este caso con una pregunta clara: “¿está en riesgo de desaparición la Pediatría de Atención Primaria?”.   

Y esta editorial que hoy reseñamos (y que invito a leer en su totalidad) profundiza en ello, y su comienzo mete la llaga en la herida: “Digámoslo ya, para saber de qué va esto. La Atención Primaria (AP), tal como la hemos conocido, se muere, está en trance de desaparecer. Si ningún hecho extraordinario lo impide, va a desaparecer. Y no parece preocupar más que a algunos sectores de los profesionales implicados. La evolución de los acontecimientos puede acabar aquí, con el fin de la AP, simplemente, o bien puede abrir la oportunidad para construir una nueva y eficaz AP… El problema afecta a la AP, a toda la AP, y no solo a la Pediatría de AP (PAP). Porque, si bien la PAP será de las primeras extremidades a amputar, es toda la AP la que está gravemente enferma, y la que, finalmente, acabará cayendo”

La editorial realiza una reflexión sobre las causas y consecuencias. Y se hace una pregunta: “¿Es posible construir una nueva Atención Primaria? Una AP moderna, ajustada a las transformaciones sociales de las últimas décadas, potente y resolutiva, que aproveche los avances tecnológicos sin renunciar a la proximidad y al encuentro cara a cara, reconocida por la población, con una agenda razonable que permita dedicar el tiempo necesario a cada paciente, que garantice la continuidad asistencial y la estabilidad de los equipos, que reúna múltiples profesiones complementarias, que proporcione formación de calidad para casar la incertidumbre con el rigor, que sea capaz de abordar algunos condicionantes sociales de la salud y trabajar fuera de los muros de los centros sanitarios, que asegure la recertificación periódica de sus profesionales, que forme a los estudiantes y mires, también, en intuición clínica y humanidad, que vuelva a ilusionar y comprometa a los profesionales con el rigor, la calidad y la eficiencia de una sanidad pública sostenible y, en fin, una nueva Atención Primaria”

Está claro que no tienen la respuesta. O, al menos, la respuesta no será fácil. Pero volver a denunciar este hecho e invitar a la lucha, es el primer paso… Ahora restan muchos pasos más. Y cabe preguntarse si la Administración (aquellos que nos gobiernan) está dispuesta a caminar con nosotros… 

Todos quedamos avisados. También las nuevas generaciones de pediatras a los que se les pide que den un paso para adelante. No me gustaría oír dentro de un tiempo que se repite la frase (al parecer nunca pronunciada) de la madre de Boabdil en la capitulación de Granada: “Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre”. Por cierto una frase muy políticamente incorrecta hoy en día. Pero es que hoy demasiados temas son ya políticamente incorrectos. Y uno de ellos es dejar morir nuestro modelo de Atención Primaria. 

“Ningún lugar de la vida es más triste que una cama vacía” es una de las frases de la novela de Gabriel García Marquez, “La crónica de una muerte anunciada”. Siguiendo el parangón del título de este post, esperemos no decir con el tiempo “Ningún lugar de la vida es más triste que una Atención Primaria vacía”. Porque la Atención Primaria de Pediatría se mueve… o se muere.

miércoles, 5 de enero de 2022

Noche de Reyes... y días de Cine (y Pediatría)


«Cuando consigo un poco de dinero, compro libros. Si me sobra algo, compro comida y ropa» – Erasmus. 

«No hay amigo tan leal como un libro» – Ernest Hemingway. 

«Leemos para saber que no estamos solos» – C. S. Lewis. 

«Los buenos libros, como los buenos amigos, son pocos y escogidos. Cuanto más selectos, más disfrutables» – Louisa May Alcott. 

«Un buen libro es educación del corazón. Nos ayuda a entender mejor las posibilidades humanas, ejercitamos nuestra capacidad de compasión, de identificación» – Susan Sontag. 

«Buenos amigos, buenos libros y una conciencia somnolienta: esa es la vida ideal» – Mark Twain. 

«Quizá no haya días de infancia que vivamos tan plenamente como aquellos que creemos que dejamos pasar sin haberlos vivido, aquellos empleados con nuestro libro favorito» – Marcel Proust. 

«Los libros son una incomparable magia portátil» – Stephen King. 

«Saber que tienes algo bueno para leer antes de irte a la cama es una de las sensaciones más agradables» – Vladimir Nabokov. 

«Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca» – Jorge Luis Borges. 

«Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran» – André Gide. 

«Aprender a leer es como encender una llama; cada silaba deletreada es una chispa» – Victor Hugo. 

 «Leamos y bailemos: esos dos divertimentos nunca harán mal alguno al mundo» – Voltaire. 

«Los libros son espejos: solo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro» – Carlos Ruiz Zafón. 

«Siempre tengo dos libros en mi bolsillo: uno para leer, otro para escribir» – Robert Louis Stevenson. 

«Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma» – Cicerón. 

Sirvan estas reflexiones de diferentes escritores, pensadores y épocas, para apostar por la importancia de la lectura en nuestra formación y valores. Porque la lectura ayuda a la compresión de textos, mejora la gramática, el vocabulario y la escritura, ayuda a aumentar la curiosidad y conocimiento sobre determinados temas, estimula el razonamiento y la capacidad memorística, aporta la capacidad del pensamiento crítico y la confianza a la hora de hablar, nos da una visión abierta del mundo… Sin lugar a dudas de que la lectura se presenta como una buena medicina. Y está científicamente probado que hace más inteligentes a las personas (y mejores personas) . 

Desde este blog, hace ocho noches de Reyes, invitábamos a regalar lecturas, especialmente de libros escritos por algunos pediatras de la Asociación Española de Pediatría, pediatras que vinculan a la profesión médica el placer de escribir y la palabra. Mensajes oportunos para regalar libros, más en esta época de regalos. Regalos para nuestros hijos, amigos, para nuestro hogar. Regalos para Reyes,... para príncipes y para mendigos. Por lo tanto, siempre los libros son un regalo de Reyes. 

Y en este día de Reyes Magos invitamos a "leer el cine" con otros ojos, a revisar el arte, la ciencia y la conciencia de las películas con la infancia y adolescencia como protagonistas, su sentido y sensibilidad, sus emociones y reflexiones a través del proyecto Cine y Pediatría que hoy cumple 12 años de vida

Y en el momento que se inicia la publicación del undécimo libro, os invitamos a revisar (y regalar) cualquiera de nuestros 10 libros previo. Aquí os dejamos toda la información de la colección, que se puede adquirir on line en esta dirección web o bien por Amazon. 

- Libro "Cine y Pediatría 1" publicado en el año 2012. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 2" publicado en el año 2013. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 3" publicado en el año 2014. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 4" publicado en el año 2015. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 5" publicado en el año 2016. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 6" publicado en el año 2017. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 7" publicado en el año 2018. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 8" publicado en el año 2019. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 9" publicado en el año 2020. Y aquí el vídeo de presentación.

- Libro "Cine y Pediatría 10" publicado en el años 2021. Y aquí el vídeo de presentación. 

Y en breve, "Cine y Pediatría 11", que publicaremos en mayo de 2022.

¡ Feliz Día de Reyes ! ¡ Felices lecturas...!

miércoles, 4 de agosto de 2021

Historias de adolescentes “de cine”

 

La adolescencia es una etapa fundamental en el desarrollo biológico y psicosocial de toda persona. Y como pediatras, que atendemos a la salud orgánica, emocional y social de la infancia y adolescencia, proponemos prescribir películas que ayuden a comprender la adolescencia y al adolescente dentro de sus ámbitos habituales (familias, amigos, centros educativos y sociedad). 

La "prescripción" de películas puede orientarse a los adolescentes a través de sus historias “de cine”, sabiendo que no solo consiste en prescribir, sino en prescribir bien a nuestros hijos adolescentes, a nuestros alumnos adolescentes, a nuestros pacientes adolescentes. Prescribir películas argumentales y revisarlas a través de una observación narrativa. 

En este blog ya son tres las referencias a esta especial relación entre cine y adolescencia, haciendo referencia a la utilidad del séptimo arte para abordar - con ciencia y conciencia, con emociones y reflexiones - esta especial etapa de la vida que el gran François Truffaut definió así: "La adolescencia es como un segundo parto. En el primero nace un niño y en el segundo, un hombre y o una mujer. Y siempre es doloroso". Estos post los titulamos así: 

En esta última compartíamos la conferencia de clausura del XXV Congreso de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente (SEMA) que tuvo lugar en Pamplona el pasado 28 de mayo de 2021. Y como resultado de esa conferencia y congreso, se acaba de publicar en la revista Adolescere (revista científica de la SEMA) el artículo adjunto, donde “prescribimos” 101 historias de adolescentes, 101 historias “de cine” en 101 películas. 

Porque hay tantas películas con la adolescencia como protagonista que en este artículo “prescribimos” 101 películas como número simbólico para describir el ingente número de las mismas. Y hemos dividido estas películas en cuatro tramos temporales, sin otro valor que el de contextualizar cada film: a) Adolescencias en transición del blanco y negro al color; b) Adolescencias que despiden el siglo XX; c) Adolescencias que dan la bienvenida al siglo XXI; y d) Adolescencias de nuestra última década. 

Y es por ello que reivindicamos la adolescencia como un género cinematográfico. Y de esa reivindicación surge la oportunidad de ver el cine como una oportunidad para la docencia y la humanización en la práctica clínica. Porque algo así es el proyecto Cine y Pediatría, donde tras 10 libros publicados (con el 11 ya escrito y el 12 en marcha) aparecerán muchas más historias de adolescentes “de cine”.

lunes, 19 de julio de 2021

Celebramos las 600 entradas de Cine y Pediatría en el blog

 

Hace un mes tenía lugar la presentación de Cine y Pediatría 10, el décimo libro de este proyecto, y con el subtítulo de "cuando el color lo pone el cine en blanco y negro".  Y algo así resulta el haber llegado ya a publicar la entrada número 600 de Cine y Pediatría. Lo que implica 600 sábados - sin fallar uno desde aquel lejano 9 de enero de 2010 donde todo empezó - publicando un post al respecto. Y donde seguimos gracias a que mantengo la ilusión por seguir aprendiendo de la infancia y adolescencia a través del cine. Y por ello, ya hemos superado los 7 libros de la saga Harry Potter de la escritora británica J.K. Rowling. Y nuestro próximo (y aún lejano) objetivo es alcanzar al español Benito Pérez Galdós... tiempo al tiempo :-).

Y como es costumbre, celebro cada centena. Lo hicimos con las primeras 100 entradas de Cine y Pediatría en el blog con un recopilatorio de las películas comentadas hasta entonces. Celebramos la entrada 200 con una película muy especial: La vida de Adèle (Abdallatif Kechiche, 2013), ese vértigo a que nos enfrenta el primer amor. Celebramos la entrada 300 con otra película muy especial también, una película documental que contiene unas imágenes tan duras que pueden herir la sensibilidad del espectador, imágenes de una realidad injusta que todos conocemos, el conflicto de Siria: Sylvered Water, Syria self-portrait (Ossama Mohammed y Wiam Simav Berdixan, 2014) nos despierta de ese posible estado de anestesia moral permanente en que caemos. Celebramos la entrada 400 y lo hicimos con una pequeña gran joya como Aves de paso (Olivier Ringer, 2015), un conmovedor cuento iniciático que habla sobre la amistad, la sobreprotección de los progenitores, la discapacidad, la superación de los límites o la necesidad de libertad de niños y niñas. Y también celebramos la entrada 500 con otra película emblemática como es Pelle el conquistador (Bille August, 1987), un bello poema fílmico para acercarnos al desarraigo y la tierra prometida  


Y acabamos de celebrar la entrada 600
y lo hemos hecho con la película Más allá de las palabras (Anthony Fabian, 2013), una inspiradora película sobre una historia real, lo que le da un valor añadido, especialmente para los pediatras que conocemos la importancia de la humanización en nuestra profesión. Y por ello he querido elegir esa película para conmemorar un hito más en Cine y Pediatría, y es que hemos llegado a la sexta centena de entradas en el blog. Porque al igual que en la película elegida, también en Cine y Pediatría, más allá de las palabras… están los hechos. 

Nos seguiremos viendo (y leyendo) cada sábado... Os dejamos con el último vídeo de presentación de Cine y Pediatría 10. Ya con el libro 11 escrito y el 12 en marcha. Pero nada de esto sería posible sin los muchos lectores y amigos "de cine". 

Quien se anime a adquirirlos, no se arrepentirá, y contribuirá a la continuación del proyecto: aquí el enlace de la editorial Lua Ediciones 3.0 a Cine y Pediatría. 

 

miércoles, 9 de junio de 2021

El cine y la adolescencia

 

"Los buenos hábitos formados en la juventud marcan toda la diferencia". Aristóteles 
"La adolescencia es una edad de tránsito. Y debe acabar produciendo unos adultos autónomos, responsables y altruistas”. Josep Cornellá 
"La adolescencia es como un segundo parto. En el primero nace un niño y en el segundo, un hombre y o una mujer. Y siempre es doloroso". François Truffaut 

Con estos tres pensamientos que describen esta apasionante edad que es la adolescencia, iniciamos la conferencia de clausura del XXV Congreso de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente (SEMA) que tuvo lugar en Pamplona el pasado 28 de mayo de 2021. 

El tema expuesto fue "EL CINE Y LA ADOLESCENCIA", de la reivindicación a la oportunidad. Porque reivindicaremos una vez más la adolescencia como género cinematográfico, pues son centenares las películas al respecto que se pueden prescribir en la familia, centros educativos, pediatras y al propio adolescente para mejorar la comunicación y educación. Séptimo arte para una apasionante edad. 

Porque la adolescencia es una etapa fundamental en el desarrollo biológico y psicosocial de una persona. Una etapa justa y necesaria para el crecimiento donde todo recurso que pueda mejorar la comunicación y educación de los adolescentes será bienvenida. Y entre esos recursos tiene un lugar destacado el cine, pues ver películas es un entretenimiento apreciado por los adolescentes y que forma parte de nuestra sociedad. Y como pediatras, que atendemos a la salud orgánica, emocional y social de la infancia y adolescencia, proponemos prescribir películas que ayuden a comprender la adolescencia y al adolescente dentro de sus ámbitos habituales (familias, amigos, centros educativos y sociedad). 

La "prescripción" de películas puede orientarse a los adolescentes “en tierra de nadie” a través de sus historias “de cine”, sabiendo que no solo consiste en prescribir, sino en prescribir bien a nuestros hijos adolescentes, a nuestros alumnos adolescentes, a nuestros pacientes adolescentes. 

Os animamos a revisar y profundizar en ellas, obras de todas las filmografías, como Los olvidados (Luis Buñuel, 1950. España), Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959. Francia), Mouchette (Robert Bresson, 1967. Francia), Kids (Larry Clark, 1995. Estados Unidos), Fucking Amal (Lukas Moodysson, 1998. Suecia), Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998. España), Rosetta (Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, 1999. Bélgica), Felices dieciséis (Ken Loach, 2002. Reino Unido), Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002. Brasil), El Polaquito (Juan Carlos Desanzo, 2003. Argentina), Nápola (Dennis Gansel, 2004. Alemania), Machuca (Andrés Wood, 2004. Chile), C.R.A.Z.Y. (Jean-Marc Vallée, 2005. Canadá), El año que mis padres se fueron de vacaciones (Cao Hamburger, 2006. Brasil), Libero (Kim Rossi Stuart, 2006. Italia), LOL (Lisa Azuelos, 2007. Francia), Submarine (Richard Ayoade, 2010. Reino Unido), Los niños salvajes (Patricia Ferreira, 2011. España), Tilt (Viktor Chouchkov, 2011. Bulgaria), Las ventajas de ser un marginado (Stephen Chobsky, 2012. Estados Unidos), Klip (Maja Milos, 2012. Serbia), Sister (Ursula Meier, 2012. Suiza), Dollhouse (Kisten Sheridan, 2012. Irlanda), Después de Lucía (Michel Franco, 2012. México), Vivir es fácil con los ojos cerrados (David Trueba, 2012. España), La vida de Adèle (Abdallatif Kechiche, 2013. Francia), Sparrows (Rúna Rúnarsson, 2015. Islandia), Cuando tienes 17 años (André Téchiné, 2016. Francia), Park (Sofía Exarchou, 2016. Grecia), El viaje de Nisha (Iram Haq, 2017. Noruega), El libro secreto de Henry (Colin Trevorrow, 2017. Estados Unidos) etc. Y centenares de películas. 

Prescribir películas argumentales y revisarlas a través de una observación narrativa. 


sábado, 2 de enero de 2021

Cine y Pediatría (573). La investigación médica en epidemias según “El doctor Arrowsmith”

 

Esta es la primera entrada del año 2021 en Cine y Pediatría. Y como el 2020 ha sido un año muy especial, la película tiene también que serlo, como vivo recuerdo a lo vivido y lo sufrido. Y tiene que relacionarse con el tema que nos ha asolado este año, el de la pandemia por una infección. Porque son varias las conferencias que he desarrollado en ese año en España y más allá de las fronteras de nuestro país alrededor del tema “Epidemias y pandemias, cuando la historia supera la ficción”.  

En el primer apartado, abordamos la HISTORIA e historias alrededor de epidemias y pandemias. Y aquí analizamos el Top 10 de las principales pandemias en la Historia: peste negra o peste bubónica (1347-1351), nueva peste negra (1885-1920), gripe española (1918-1920), gripe asiática (1957-1958), gripe de Hong Kong (1968), VIH (desde 1986), Ébola (desde 1976), SARS (2002-2003), gripe A, H1N1 o gripe porcina (2009) y MERS (desde 2012). Sin contar claro está con la actual pandemia por el nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, causante de la enfermedad conocida como COVID-19. 
Y estas son las claves que nos devuelve la historia: 1) las pandemias se han repetido en la historia, con tres claros protagonistas: al principio Yersinia pestis, y luego dos virus (el de la gripe y el coronavirus, el nuevo, el anterior y los que vengan); 2) la Historia y las historias deben servir para aprender algo y no cometer los mismos errores; 3) dejemos que sea la Ciencia, la Medicina y la Historia las que guíen los pasos a seguir, y que sean los científicos, médicos e historiadores los que marquen las pautas a realizar para la gestión de las epidemias y pandemias, pautas basadas en los datos y en los hechos, no en las ideologías, basadas en la prudencia pero no el miedo. 

Y en el segundo apartado, ya planteamos EL CINE y películas alrededor de las epidemias y pandemias. Y aquí analizamos 20 películas alrededor de este tema, de distintas épocas, países y géneros documentales. Por orden cronológico: El doctor Arrowsmith (John Ford, 1931), Pánico en las calles (Elia Kazan, 1950), La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), La amenaza de Andrómeda (Robert Wise, 1971), El puente de Cassandra (George Pan Cosmatos, 1976), La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978), Philadelphia (Jonathan Demme, 1993), Estallido (Wolfgang Petersen, 1995), Doce monos (Terry Gilliam, 1996), El último patriota (Dean Semler, 1998), 28 días después (Danny Boyle, 2002), Hijos de los hombres (Alfonso Cuaron, 2006), Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007), Doomsday: El día del juicio (Neil Marshall, 2008), A ciegas (Fernando Meirelles, 2008), Infectados (Àlex Pastor, David Pastor, 2009), Contagio (Steven Soderbergh, 2011), Virus (Kim Sung-su, 2013), Guerra Mundial Z (Marc Foster, 2013), Tren a Busan (Yeon Sang-ho, 2016). 
Y estos son las claves que nos devuelve el cine: 1) la infectología, las epidemias y pandemias son un tema recurrente en el séptimo arte; y a la mayoría de las películas les precede una novela de éxito; 2) la mayoría de las pandemias son víricas (virus de la rabia, de la gripe y no filiado) y se sitúan en el primer cuarto del siglo XXI, casi como una premonición de nuestra situación actual; 3) las pandemias asolan las ciudades, transformando a las personas en zombis, vampiros o con funciones sensoriales y mentales alteradas; desafortunadamente, todas plantean un futuro desolador, caótico y con escasos motivos para la esperanza. 

De las 20 películas analizadas, considero argumentales cinco: El doctor Arrowsmith (1931), Philadelphia (1993), Estallido (1995), Virus (2013) y Contagio (2011). Sobre la película Contagio ya hemos hablado en Cine y Pediatría, y consideramos que debe prescribirse a estudiantes, sanitarios y también a la población, porque plantea los siguientes debates: el proceso científico para caracterizar y contener un nuevo patógeno; los mecanismos de transmisión de una pandemia; la ética personal y profesional ante una amenaza existencial; las fortalezas y limitaciones de las respuesta de la salud pública; los factores que llevan al pánico de masas y al colapso de orden social.  

Pero si Contagio es la película paradigmática en color sobre este tema, la paradigmática en blanco y negro es El doctor Arrowsmith, una película que es un clásico utilizado como recurso didáctico para la formación en materia ética médica en relación con la experimentación con seres humanos hechas con fines de investigación, y en concreto en el campo de la microbiología y de las epidemias. La investigación científica en continua lid con los principios éticos y profesionales, así como con los avatares de su vida personal y sentimental. Y surge de la labor de dos importantes artistas estadounidense: uno en el campo de la literatura, Sinclair Lewis, y otro en el campo del cine, John Ford. 

Sinclair Lewis es recordado por ser el primer estadounidense en recibir el Premio Nobel de Literatura en el lejano 1930 y fue “por su vigorosa y plástica técnica puesta al servicio de la descripción, y por su habilidad en la construcción amena e inteligente de nuevos tipos y caracteres". Y cuatro años había recibido el Premio Pulitzer por su novela “Arrowsmith” y para cuyos aspectos científicos fue asesorado por Paul de Kruif, un bacteriólogo autor de “Microbe Hunters” (1926), un clásico en la literatura microbiológica a quien Lewis dedicó su novela. Y John Ford no necesita mucha presentación en este ámbito, uno de los directores más influyentes en su época con cinco décadas de trabajo y más de 140 películas en su haber, donde abordó todos los géneros, pero donde el western fue su santo y seña. Cuatro veces ganador del Oscar a mejor director (en el año 1935 por El delator, en 1940 por Las uvas de la ira, en 1941 por ¡Qué verde era mi valle! y en 1952 por El hombre tranquilo), tuvo un importante recorrido inicial por el cine mudo. Y precisamente fue El doctor Arrowsmith su primer paso por el cine sonoro y lo hace con la figura estelar de un médico, profesión que no sería ajena en su filmografía. Personajes principales fueron el doctor George Bull (Doctor Bull, 1933), el doctor Samuel Mudd (Prisionero del odio, 1936) y la doctora D.R. Cartwright (Siete mujeres, 1965), y personajes secundarios fueron el doctor Boone (La diligencia, 1939), el cirujano Henry Kendall (Misión de audaces, 1959) y el doctor John ‘Doc’ Holliday (Pasión de los fuertes, 1946). A John Ford no le gustaba adaptar novelas, quizás por ello esta película quizás no esté entre las destacadas de su filmografía, si bien fue nominada para cuatro premios de la Academia, incluido el de mejor película. 

Esta película ha dado lugar a muchos comentarios, pero quiero destacar el artículo realizado por los hermanos García Sánchez, catedráticos de Microbiología de la Universidad de Salamanca, maestros durante mi formación y editores de la revista Medicina y Cine. Y a él también remito para un profundo análisis de la película

Y tras los títulos iniciales de créditos, acompañados de la música de Alfred Newman, la película se inicia con esta aclaración: “La historia de un hombre que dedicó su vida a servir y su corazón al amor de una mujer”. Y a continuación los consejos de un abuelo a un Martin Arrowsmith niño: “Tuvimos buenos antepasados. Antepasados pioneros. Antepasados testarudos. Gracias a eso te convertirás en médico. Te convertirás en un científico si te esfuerzas lo suficiente… La biblioteca de un médico. Tres libros: Anatomía de Grey, la Biblia, Shakespeare. Estudia, Martin. Algún día serás un buen médico. Entrénate. Ve a un colegio universitario y después estudia Medicina. Estudia química, latín, física, biología. Sé un buen médico”

Un lapsus de tiempo después, ya vemos a un joven Martin (Ronald Colman) entrando en el despacho del Dr. Gottlieb, afamado investigador del Colegio Universitario Winnemac, quien le aconseja de nuevo: “Joven, ser científico es algo innato. Y pocos hombres lo tienen. Tal vez usted lo tenga. Pero primero debe ser estudiante de Medicina. Aprenda los nombres de las enfermedades. Aprenda a diseccionar sin tener náuseas. Aprenda a ver fluir la sangre sin desmayarse. Y consiga su título de Doctor. Y luego…regrese conmigo”. Y, cuando ya es doctor, se encuentra a la enfermera Leonora Tozer (Helen Hayes, por cierto un encuentro con connotaciones machistas que hoy no sería aprobado), con quien se casa y decide iniciar la práctica de la medicina clínica en el pequeño pueblo natal de ella, en Dakota del Sur. Y se inician sus experiencias clínicas, muchas de ellas con inmigrantes de la época (italianos y suecos): la atención al primer parto (por cierto, una escena entre una intensa humareda de humo que hoy sería criticada), el fallecimiento de una niña por difteria, la simpática extracción de un diente con otros niños como espectadores, o la realización de un estudio experimental (con su correspondiente grupo control) en vacas afectas de un brote de carbunco. 

Finalmente se traslada al Instituto McGurk de Nueva York para reencontrarse con su mentor, el Dr. Gottlieb, y retomar la senda de la investigación y se dice a sí mismo: “Dios mío, dame buenos ojos y libérame del apuro. Dios, hazme enfadar ante toda falsedad. Dios, haz que busque mis propios errores. Dame fuerzas para seguir hasta comprobar mis resultados. Dios, dame fuerzas para no confiarme en Dios”. Y en realidad está recitando algunos de los principios que debe regir a un investigador: debe ser observador, no tener prisa, no ser presuntuoso y buscar su error. Y es ahora cuando se rodea de microscopios, probetas, matraces y placas microbiológicas, hasta que llega la parte nuclear de la película: cuando tiene que acudir a las Antillas a combatir una epidemia de peste bubónica transmitida por ratas. Allí comienza a experimentar en lo que es un ensayo clínico en la población sobre la eficacia y seguridad del suero frente a la infección y que plantea serias dudas bioéticas. No es de extrañar que le planteen “¿Propone utilizar a los habitantes de esta isla como conejillos de indias en sus laboratorios?", si bien él lo defiende por el bien de la investigación y el bien del futuro de la humanidad que se puede ver asolada por la epidemia. De hecho, finalmente se puede desarrollar su experimento en un poblado de personas negras muy afectado por la enfermedad. Pero lo cierto es que,  aunque logró vencer la epidemia y que la fama le acompañara, fue a un alto precio que incluyó la vida de su mujer. 

Y de ahí deviene el fin de esta historia, donde podríamos destacar la frase de nuestro protagonista: “Las cosas se demuestran investigando”. Y esta frase puede ser la síntesis de un personaje de película que siendo médico se dedicó en cuerpo y alma a la investigación y que eligió la libertad de su práctica al comercialismo y seguridad económica de un Instituto. Un ejemplo de personaje médico e investigador de la primera mitad del siglo XX, con sus zonas claroscuras para nuestra mentalidad actual. Pero una buena película y un buen ejemplo para finalizar un año como el recién pasado 2020, asolado por la pandemia COVID-19, pues El doctor Arrowsmith nos sirve de ejemplo para reflexionar sobre la investigación médica en epidemias

Porque en estos difíciles momentos en el mundo, cabe recordar que en temas de epidemias y pandemias la historia puede superar a la ficción: y el momento distópico que vivimos por la COVID-19 es un ejemplo. Y debemos estar preparados para ello. Porque en realidad esta es una historia de cine. Por ello, por favor, vuelvan a ver esta película: han pasado 90 años y nos sigue enseñando algunos principios de la profesión médica, en su doble faceta clínica e investigadora, que algunos han olvidado en los tiempos que corren. 

sábado, 19 de septiembre de 2020

Cine y Pediatría (558). “Pirañas: los niños de la Camorra”, devorados por la vida

 


Un enorme árbol de Navidad ocupa el centro de la Galería Umberto de Nápoles. Y ese centro comercial se convierte en el lugar de encuentro donde dos pandillas de adolescentes intentan derrumbar el árbol: unos son del “quartieri Spagnoli” y otros del “quartieri Sanità”, provistos de bates de béisbol y otros objetos cuyo objetivo está claro que no es desearse felices fiestas. El objetivo cinematográfico se consigue perfectamente con estas breves escenas: Nápoles es una ciudad cuyos barrios son territorios enfrentados en los que cada clan mantiene su primacía acosando a los extraños y pugna por crecer a costa de los otros. Son las nuevas generaciones de la leva mafiosa, los niños de la Camorra, aquellos que envidian de sus modelos adultos aquellas ropas de marca, coches de lujos, relojes de oro, chándales llamativos, y mujeres siliconadas. Así comienza la película Pirañas: los niños de la Camorra (Claudio Giovannesi, 2019), adaptación de la novela “La paranza dei bambini” publicado cinco años antes por el periodista y ensayista italiano Roberto Saviano. El propio Saviano interviene como coguionista de la película junto a Maurizio Braucci y el propio director, un Giovannesi que también fuera responsable de dos capítulos de la afamada serie Gomorra, también fundamentada en la novela homónima de Saviano. 

El joven Nicola (Francesco di Napoli) vive en el barrio de Sanità con su madre, que regenta una lavandería, y su hermano pequeño. Tiene 15 años, al igual que sus amigos (Biscottino, Briato, O´Russ, Lollilop,…), y comienzan a trabajar para el clan dominante de su barrio, aquel que extorsiona negocios y hogares cobrándoles “impuestos” a cambio de seguridad, que gana dinero fácil con el comercio de cocaína entre estudiantes. Eso les permite conseguir un status impropio de su edad y conocer chicas: y es en una discoteca donde Nico conoce a Letizia (Viviana Aprea). 

Finalmente Nicola se alía con Agostino, hijo de un capo venido a menos, y forman su propio clan para hacerse con el control de su barrio, algo que ya no es discutible cuando consiguen armas con el apoyo de otro capo anciano, Don Vittorio. Porque para escalar en esta peculiar jerarquía hay que ir haciendo méritos, pero de vez en cuando algún alumno surge precoz y pretende saltar las etapas para controlar cuanto antes su barrio. Es lo que le ocurre a Nicola y su guardia pretoriana. Y los clanes contrarios les pronostican: “Media hora duraréis en el sistema”. Y tras ello llega su primer asesinato, su bautismo de sangre. Y un proceso acelerado de brutalidad y violencia que transforma a niños amorosamente cercanos a sus madres en auténticos canallas con los días contados. Y sigue llegando el dinero fácil, lo que les hace brindar con Moet Chandon como si fuera agua. Pero a su favor cuenta que tratan bien al mercado ambulante y a sus vecinos, por lo que se hacen querer, algo bien diferente al clan que acababan de derrocar. 

Y entre medias la pequeña historia de amor entre Nico y Letizia, dos jóvenes de dos barrios enfrentados, pues ella vive en el famoso barrio napolitano conocido como “quartieri Spagnoli”, donde Nico no es bienvenido. Y deviene la esperada tragedia, pues las armas las carga el diablo. Y el final nos deja todas las respuestas llenas de interrogantes, porque una vida así les obliga a sacrificar algo tan importante como la amistad y el amor, cuando no la vida. 

Y para contar esta historia, Giovannesi utiliza un estilo semidocumental para tenernos dentro del grupo de manera permanente. Y formamos parte como espectadores de esa prisa por llegar cuanto antes y donde no hay tiempo para reflexionar ni para cuestionarse moralmente los acontecimientos. Es cierto que la película goza en su exposición de los mismos defectos y aciertos que Calabria, mafia del sur (Francesco Munzi, 2014), Suburra (Stefano Sollima, 2015) o Il sindaco del rione Sanità (Mario Martone, 2019), pero que no alcanza las cotas cinematográficas de El traidor (Marco Bellocchio, 2019), Selfie (Agostino Ferrante, 2019) o La mafia ya no es lo que era (Franco Maresco, 2019) verdaderos referentes del último cine italiano alrededor de la temática local-criminal y en las que tan importante es mostrar lo que sucede como quiénes son sus amparadores, su base sociológica y sus difíciles, por no decir imposibles, soluciones. 

Es Pirañas: los niños de la Camorra una película que nos permite adentrarnos a una triste realidad: la de esa organización criminal mafiosa de la región de Campania, cuyos grupos más influyentes se encuentran en las ciudad de Nápoles, y que se centra en la contratación pública y blanqueo de capitales, en el tráfico de drogas y donde no es inusual que los clanes de la Camorra se infiltren también en la política de sus respectivas áreas. La etimología del término Camorra es incierta y se presta a bastantes interpretaciones, pero la más aceptada es la tesis de que viene del término dialectal napolitano “c'a morra” (literalmente “con el grupo”, en referencia a los grupos callejeros), nombre con el que se individualizaba también a bandas de malhechores que controlaban los juegos de azar y la prostitución en el Reino de Nápoles, desde el 1300 hasta el 1800. A diferencia de otros clanes como la Mafia siciliana, la estructura de la Camorra es más horizontal que vertical, dado que no hay un líder comúnmente reconocido, sino que se divide en grupos individuales llamados clanes. Cada capo es el jefe de un clan, en el que puede haber decenas o cientos de afiliados, dependiendo del poder y la estructura del clan. Por lo tanto, esto da lugar a numerosos enfrentamientos armados entre clanes rivales para el control de tráficos y barrios. 

Y ello lo conocemos con Nico y sus amigos, con su ascenso y su descenso a los infiernos. Porque ellos son un ejemplo de un fenómeno que en Italia es conocido como La paranza dei bambini, título también de la novela de Roberto Saviano. Y ese fenómeno resume el ascenso de jóvenes que dejaron de respetar a los jefes de la Camorra y se abrieron su propio paso hacia el olimpo criminal. Fue a partir de los noventa cuando los “bambini” se levantaron con puño de hierro y reivindicaron la Camorra de antaño. Porque a los capos de aquel entonces se les echaba en cara que solo pensaran en sus intereses, dejando de proteger a sus barrios y a los débiles. Ellos, en cambio, se creían un Robin Hood a la napolitana, y en este Nápoles es donde muchos niños y jóvenes tienen en la cárcel y la muerte su único camino de salida. De ello ya hablamos en Cine y Pediatría con la película Robinù (Michele Santoro, 2016).  

La infancia y la delincuencia organizada no es nueva en el cine. Y puede tener muy diversos emplazamientos: lo vimos en la ciudad de Tulsa (Oklahoma, Estados Unidos) con Rebeldes (Francis Ford Coppola, 1983), lo vimos en las favelas de Río de Janeiro en Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, Kátia Lund, 2002). Y ahora lo vemos en Nápoles, epicentro de la Camorra, donde resuena la voz en off de estos jóvenes con moto, convertidos simbólicamente en pirañas y que tienen prisa en devorarlo todo con avidez: “Por respeto y por honor, amigos he perdido. Compañeros, hermanos míos, cuando llevo esta pistola, vuestros nombres van conmigo”. Pero es la vida la que les devora en estos malos ambientes para la infancia y adolescencia. 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Cine y Pediatría (557). “La inocencia” que se perdió en aquel verano…

 


Ya hay tres óperas primas del cine español en Cine y Pediatría que nos sorprendieron tan gratamente que son difíciles de olvidar: Familia, debut del madrileño Fernando León de Aranoa en el año 1996El Bola, debut del madrileño Achero Mañas en el año 2000 y Carmen y Lola, debut de la bilbaína Arantxa Echevarría en el año 2018.  Y hoy llega una más, el debut en la directora castellonense Lucía Alemany con su película del año 2019, La inocencia. Una película que emana tanta sencillez como frescura y honestidad, y que nos muestra en parte lo que fue su propio viaje personal que la llevó a dejar su pueblo para acabar creciendo fuera. 

La inocencia es una película grabada en un pueblo de Castellón (Traiguera, el mismo pueblo en el que nació la directora) y que nos presenta a la adolescente Alicia/Lis (Carmen Arrufat), quien a sus 15 años disfruta de sus días de verano, su fiesta mayor, sus procesiones y tradiciones, su familia y la pandilla de amigos, su primeros escarceos con el amor y las drogas,… Y llega el fin del verano y el inicio del nuevo curso, con una noticia inesperada. Porque la vida y las ilusiones de Lis (sueña con convertirse en artista de circo) estallan en un contexto claramente opresor que siente en sus padres (Sergi López interpreta a un padre machista y violento y Laia Marull a una madre sometida) y en un pueblo demasiado pequeño. Y su vida fluye entre amigas, un novio que aún no lo es, una familia obsesiva y ausente, el qué dirán de los vecinos y donde aquel verano deslumbrante hizo que la calle fuera el lugar idóneo donde el tiempo se desvanece y donde se gestan sus sueños y pesadillas. 

Y su padre le reprocha en el desayuno, tras su noche de verbena veraniega: “Escucha, tú no tienes edad ni para salir, ni para ir con chicos, ni para fumar ni para todo eso. O sea que frena o se te acaba el chollo. Todo el día hacienda el gilipollas. Y de fumar, de fumar nada. Aquí solo fumo yo. Y punto, ¿está claro?, ¿si o no?”. Y su madre se justifica ante el esposo: “Yo no digo, Paco, que ella tenga que seguir la religión. Pero que si va, que yo tampoco la he obligado a ir, si va, que tenga respeto por la procesión”

Y es al finalizar el verano cuando una prueba de embarazo lo cambia todo. Hasta la inocencia, ese don que tiene la infancia y perdemos con la adolescencia. Y es cuando Lis le dice a la madre de Paula, su mejor amiga, a quien conocen como Remedios Naturales por dedicarse a las medicinas complementarias y alternativas: “Necesito que me ayudes a abortar”. Y ella le contesta, con toda una lección de comprension, asertividad y amor: “Alicia, esto es algo que tienes que afrontar…Las cosas no son porque sí, las cosas son para que tú aprendas algo. Esto ha pasado para que tú aprendas algo y tienes que responsabilizarte. No puedes huir…Aunque tú decidas abortar, que estás en todo tu derecho, debes ser consciente de que llevas a un ser que está creciendo dentro de ti y que tú voluntariamente has decidido quitarle la vida. Eso tienes que saberlo. Para poder sanar, tienes que afrontarlo, responsabilizarte de ello. Esto te acompañará toda la vida. Es así, te puede acompañar mal si lo hacemos mal, o te acompañará bien y te ayudará a crecer”

Pero Alicia sigue obcecada en abortar. Y cuando se lo cuenta al padre, Nestor, un chico chapero y de regular pelaje, resulta que le contesta: “Bueno, venga, vamos paso por paso. ¿Estás bien?...¿Estás segura de que quieres abortar? Porque no lo pensamos, hablamos…” Y la abraza con cariño. Porque lo cierto es que mientras oculta por miedo la noticia a sus padres, solo tiene el apoyo real de Remedios, con sus consejos tan naturales como las terapias que aplica: “La culpa y el perdón nos sirven para nada. La culpa y el perdón se las ha inventado la Iglesia… Saber la culpa o la no culpa no tiene sentido”

Y así avanza la historia, tan natural y real como la vida misma… que asusta. Alicia se va acercando a su madre, a la que intenta que sea cómplice para convencer al padre de que pueda viajar a Barcelona para poder visitar la escuela de circo a la que quiere acudir. Una madre vejada continuamente por la violencia sexista del hogar, una buena mujer que intenta retirar las malas vibraciones de su hogar con las terapias de Remedios, y la que su hija pregunta con razón: “¿No sé por qué no te has divorciado de él?”. Una madre a la que también reprocha, “Siempre qué pensaran los del pueblo”. Y cuando finalmente Alicia se atreve a contar lo de su embarazo a su madre, se desencadena la tormenta: “Dime que no es verdad. Mentirosa. Yo educándote y tú que haces… Eres la deshorna de la familia. No te he educado así y no hay perdón que valga. Es que no te conozco. Lárgate de aquí, no quiero verte más”

Y ese final especial con la madre y la hija en la estación esperando el tren que las lleve a Barcelona…, posiblemente a llevar a cabo lo que los padres desean para evitar el qué dirán en el pueblo. Pero dejando un interrogante entre la caricia de la madre y la pregunta de Alicia: “Mamá, que estaba pensando que como que vamos a Barcelona, pues podríamos ir a ver a la escuela de circo, ¿no?, ¿ya que estamos?”. Y la música de las fiestas de verano para los créditos finales. Y con ello todas las interrogantes que se deseen como espectadores…, y sin juzgar si habrá final feliz o no. Porque un aborto puede ser una decisión, pero no un final feliz. 

Porque la inocencia de Alicia se perdió de repente en aquel verano. Y la jovencísima actriz Carmen Arrufat transmite con verdad y emoción una historia tan habitual que la hacemos nuestra, y la acompañamos en la responsabilidad de sus decisiones y el deseo de alzar el vuelo alejada de su propia prisión natal, su familia y su pueblo. Y la historia es más nuestra gracias a un cuidado guión, planos acertados e introspectivos, diálogos de una naturalidad extrema y un trabajo interpretativo donde destacan Sergi López, Laia Marull y, especialmente, Carmen Arrufat (nominada a su joven edad al Oscar a Mejor actriz revelación, aunque al final lo consiguiera Benedicta Sánchez, a los 84 años de edad, por la película Lo que arde de Oliver Laxe). Padre, madre e hija que se debaten alrededor de la inocencia perdida. 

Es La inocencia una historia que hemos visto muchas veces, pero quizás nunca narrada con esta naturalidad, con ese fuerte contraste entre la primera mitad de la película y la segunda, entre lo que Alicia disfrutó en el verano y lo que dudó en el otoño, entre cómo se vive una experiencia así en la ciudad o en un pueblo. Y con un desenlace tan sencillo como abierto, mostrando sin juzgar. Y es La inocencia un ejemplo más de que el cine español se nutre de excelentes realizadoras y actrices. Y que el cine en España tiene cada vez más nombre de mujer. 

Y nos quedamos con el sueño (y la inocencia) de Alicia/Lis, quien quizá hubiera querido ser la Gelsomina de Fellini. Pero una noche de verano todo cambió para ella… La inocencia es una notable ópera prima que nos habla con autenticidad y realismo de una de las etapas más complejas del ser humano. Porque la travesía de la adolescencia se cura con el tiempo, pero algunas heridas tardan en cicatrizar muchos años más.
 
 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Cine y Pediatría (556). “Los niños de Windermere”, luz para la supervivencia

 

Hoy hablamos de una película que de nuevo es memoria histórica. Una memoria que no debemos olvidar sobre como los errores de los adultos (en formato de guerras) afectan a la infancia. Este es un tema habitual en Cine y Pediatría y lo ha sido en el contexto español principalmente en relación con la Guerra Civil Española y lo ha sido en el contexto europeo principalmente en relación con la Segunda Guerra Mundial. Y lo ha sido en muchos otros contextos bélicos con la infancia de testigo. 

Una película que comienza con las declaraciones de los personajes reales que vivieron esta historia, la historia de una infancia ultrajada: “Me arrancaron de los brazos de mi padre y me llevaron con ellos. Nunca olvidaré este momento…”, “Nos bajaron del tren, ponían a los chicos y a los hombres en una cola, a las mujeres y a los niños en otra cola…”, “Tenía 10 meses cuando llegué a Theresienstadt…”, “Por las noches veíamos el resplandor de los hornos….”, “Había cadáveres esparcidos…”, “Espero que mañana no me toque a mí…”, “Siempre muertos de hambre. Solo pensábamos en comer…”, “En teoría tenían que eliminarnos…”, “Cogieron a los 10.000 niños, los llevaron a Chelmo, los metieron en las cámaras de gas y los enterraron en fosas comunes…”, “No me creí que la guerra había terminado hasta que no vi a los rusos capturar a los soldados alemanes…”, “Nos dijeron que íbamos a Inglaterra. Yo no sabía nada de Inglaterra, ni tampoco de inglés. Solo sabía unas pocas palabras como OK…”, “No llevaba nada conmigo, porque no tenía ropa…”, “No sabíamos a dónde íbamos ni qué íbamos a hacer…”. Y tras ello, una aclaración histórica: “En agosto de 1945, el gobierno británico aceptó acoger a mil niños supervivientes de los campos de concentración nazis. Llevaron 300 al complejo Calgarth, junto al lago Windermere. Allí habían reunido a un grupo de psicólogos y voluntarios con la esperanza de rehabilitarlos. Este largometraje está basado en hechos y personas reales”. 

Y así comienza la película Los niños de Windermere (Michael Samuels, 2020), una coproducción entre el Reino Unido y Alemania que narra los hechos reales ocurridos al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando Oscar Friedmann, un psicólogo judío, buscó la forma de ayudar a los niños supervivientes de los campos de exterminio nazis. 

Y es tanto el dolor que estos chicos y niños han sufrido en los campos de concentración y en sus vivencias previas, que no se fían de nada. Ni incluso de la buena voluntad de los que les acogen en otro país. Es tal el trauma que cualquier cola les resulta premonitoria de un nuevo fin, que el cambio de ropa les lleva a pensar en lo peor, o que cuando les preguntan por el nombre solo se les ocurre enseñar su número identificativo tatuado en la piel. Porque algunos de estos jóvenes vienen de vivir las traumáticas experiencias de hasta cuatro campos de concentración. Chicos y chicas que llegan con problemas de salud, de malnutrición, de mala higiene dental, de problemas psicológicos y mentales graves. Por fortuna, no tardan en darse cuenta que el lugar donde se encuentran no tiene focos de vigilancia, ni vallas electrificadas, ni crematorios,… 

Es Los niños de Windermere una película donde la crítica proporciona una puntuación regular por sus cualidades cinematográficas. Yo le doy una calificación muy alta por su valor histórico y emocional. Vale la pena entender lo que digo con varias escenas: 
- Cuando tienen que poner a los niños pequeños a dormir en habitaciones separadas de niños y niñas, y la cuidadora inglesa dice “Me pregunto cómo les habrá afectado todo eso” y la cuidadora alemana le responde, “Vuélvase”… Y ve lo que ve. Porque son supervivientes a cualquier precio, el precio con el que les ha castigado la guerra de los adultos. 
- Cuando uno de los jóvenes huye del centro de acogida y al verse libre entre el bosque y el río, sonríe y ríe de alegría por sentir algo así como la libertad. 
- Cuando en el primer desayuno salen corriendo del comedor a esconder el pan que estaba en las cestas, porque mantienen ese instinto puro de supervivencia que le ha llevado a seguir vivos. 
- Cuando el rabino les enseña inglés o cuando en la escuela dibujan en un papel en blanco sus experiencias. Dibujos que asustan a la profesora, pues son incapaces de retener recuerdos felices de su vida. 

Porque cómo olvidar las vivencias de una realidad rodeada de crueldad en la que crecieron estos chicos y chicas polacos judíos, llena de hambre, palizas, tiros, la horca, la cámara de gas, el abandono, la muerte de sus familias,… Difícil educarles en el “olvídalo y céntrate en el futuro”, difícil hacer desaparecer las pesadillas de sus sueños. Y aún así lo que más les preocupaba era saber si podrían recuperar a sus familias. 

Y en el final de la película, como es habitual en este tipo de obras, aparecen los protagonistas reales, ya ancianos, explicando qué significó Windermere para ellos. Y allí se nos muestran las declaraciones de Arek Hersh, Chaim “Harry” Olmes, Sir Ben Helfgott, Schumel “Sam” Laskier, Ice “Ike” Alterman, Sala Feiermann y Salek Falinower, alguno de aquellos centenares de niños. Y el colofón final: “En total fueron acogidos 732 niños supervivientes del holocausto en Windermere y otras localidades del Reino Unido. Cada años, ellos y sus familias se reúnen para celebrar su supervivencia”. 

Y esta es la película de hoy, la sencilla (y cruel) historia de un grupo de niños judíos supervivientes de los campos de exterminio que son acogidos en otro pasión, en una mansión cerca del lago Windermere, con el fin de ayudarlos a superar su traumática experiencia y a reinsertarlos en la sociedad. Una película en la que los propios supervivientes se involucraron en su realización, para hacernos partícipes de esta historia tan poco conocida y sin caer en el sentimentalismo fácil, dejarnos el mensaje de que siempre hay luz para la supervivencia. 

Recomendable película para ver en familia con nuestros hijos, como un primer acercamiento a una de las grandes tragedias de la historia de la humanidad. Como siempre, pero en esta película más, ver en versión original: pues aquí cabe diferenciar bien los tres idiomas que se mezclan constantemente: inglés, alemán y jidis.

 

sábado, 29 de agosto de 2020

Cine y Pediatría (555). “Milagro en la celda 7”, el milagro de la paternidad con discapacidad

 


Hay filmografías que llegan de forma excepcional a la cartelera de cine de España, y una de ellas es Turquía. Probablemente recuerdo en mi juventud la película Yol/El camino (Yilmaz Güney, Serif Gören, 1982). Y cierto renombre, por ganar el Oso de Oro en Berlín, de la película Honey (Semih Kaplanoğlu, 2010), la tercera y última entrega de la Trilogía de Yusuf, que incluye las películas Egg y Milk. Y en Cine y Pediatría hemos hablado de una buena película, Mustang, ese grito de libertad de cinco hermanas turcas, en un drama del año 2015 de coproducción internacional, pero que se presentaba por Francia, dirigida por la directora de origen turco y nacionalizada francés, Deniz Gamze Ergüven.   Poco más que pueda recordar. 

Y es gracias a Netflix que llega la película turca Milagro en la celda 7 (Mehmet Ada Öztekin, 2019), una nueva adaptación de la película original homónima coreana dirigida por Lee Hwan-kyung en el año 2013 que inspiró otros remakes como la india Pushpaka Vimana (S. Ravindranath, 2017), la filipina Miracle in the Cell No. 7 (Nuel Crisostomo Naval, 2017) y la recién estrenada versión indonesa Miracle in the Cell No. 7 (Hanung Bramantyo, 2020). En ellas cambia el lugar de los acontecimientos y algunos detalles, pero en esencia todas versan sobre un hombre con problemas mentales que tiene un coeficiente de inteligencia de un niño de 6 años de edad, que es casualmente la edad que tiene su hija. Padre e hija llevan una vida feliz, pero todo cambia cuando el padre es falsamente acusado y condenado por el asesinato de una menor de edad, hija de un comisario de policía. Entonces el padre es encarcelado (en la celda número 7) y la hija es enviada a una institución de menores. Inevitable no ver en esta historia una relación importante con la película Yo soy Sam (Jessie Nelson, 2001), aquella preciosa lucha de Sam (Sean Penn), afecto de retraso mental leve y algunos comportamientos autistas, por recuperar la custodia de su hija Lucy (Dakotta Fanning) con la ayuda de una abogada (Michelle Pfeiffer) y con la música de The Beatles como leitmotiv. 

En esta versión turca, se nos narra la historia de Memo (Aras Bulut Lynemli, uno de los actores jóvenes más talentosos y reconocidos de Turquía), un pastor que tiene un trastorno mental cognitivo no identificado, y su maravillosa hija Ova (Nisa Sofiya Aksongur), cuya madre falleció en su alumbramiento. Ambos viven en la casa de la abuela paterna (Celile Toyon Uysal), a quien su nieta le dice: “Mi padre no es como los otros padres. Tiene la misma edad que yo”. Pero esta abuela, tan esencial como todas las abuelas, apoya incondicionalmente a su hijo: “No te sientas insignificante… Tienes un corazón precioso”. 

A pesar de su hándicap, Memo hace todo lo que un padre haría para ver feliz a su hija. Pese a su discapacidad pone toda la capacidad y amor posible en su hija, incluso comprarle esa mochila de Heidi que Ova admiraba en un escaparate. Pero otra niña, llamada Seda, la hija del comandante, la compra primero. Por el azar, esa misma niña es la que corre hacia un acantilado y se asoma al borde, a pesar de las advertencias de Memo. Entonces ocurre la tragedia y Memo es culpado de la muerte de la niña y obligado a firmar una confesión, por lo que entra en prisión, en la celda número 7, donde todos (soldados y presos) le someten a diversos maltratos por creer que es un asesino de niños. 

Pero cuando es llevado por la policía, Memo le grita a Ova que “el gigante de un ojo lo vio” y la niña intenta por todos los medios conseguir el testigo que ayude a salir de la cárcel a su padre. Y esta hija le pregunta a su abuela: “¿Cuántos días faltan para que vuelva papá?”. Una pregunta que adquiere más sentido cuando se queda sola al fallecer la abuela y convertirse en un ángel (pues para Ova todos los que se mueren se convierten en ángeles, como lo hizo su madre). 

Una película llena de emoción durante su más de dos horas de metraje, especialmente todo lo que ocurre en esa celda número 7. La transformación de los compañeros de celda, quienes pasan de odiarle a compadecerle, para luego quererle con su forma de ser y sus problemas mentales. Y a medida que su sentencia a muerte está más cercana, ocurre el milagro que todos esperan y por el que han luchado. Una sucesión de acontecimientos que conviene no revelar. Y donde todavía resuenan la voz en off de su abuela, ya ángel: “Te diré dos cosas, Ova. La primera es sobre la verdad. ¿Sabes esos pájaros tras los que corre tu padre? No vuelan al cielo. Vienen en verano y se van en invierno. La segunda es sobre tu padre, Ova. Digan lo que digan, ordenen lo que ordenen, impongan el castigo que impongan, tu padre es un buen hombre. Recuérdalo. Tu padre es un buen hombre”. 

Y ese despliegue de humanidad de Milagro en la celda 7 se refuerza con una sólida factura visual y musical –realista, pero con destellos de fábula–, y sostiene una profunda reflexión sobre la paternidad, la justicia, la culpa y el perdón. Y al final tiene lugar un flashfoward, donde Ova reaparece crecida con un vestido de novia para su boda con el segundo amor de su vida. El primero siempre será el pastor, su padre. “Lingo, lingo”

Y esta película nos dirige al debate de la paternidad-maternidad de las personas con discapacidad intelectual, lo que no podemos ignorar que nos remite a un derecho, reconocido específicamente por la ONU. Y cuya reflexión enraíza en una asunción: a) que se pretende, a la vez, empática y lúcida; b) que pone en interconexión lo que implica este derecho con las demandas de otros derechos en juego, especialmente los de los futuros hijos –de acuerdo con el principio de interdependencia de derechos-; c) que resalta decididamente los apoyos y los acompañamientos que, asentados en la justicia y la solidaridad, corresponde ofrecer a la sociedad en general y a las instituciones públicas en particular cuando se plantea el ejercicio, o incluso la inhibición, de este derecho; d) que considera el disfrute de este derecho, por parte de las personas con discapacidad intelectual, en el marco general de su disfrute por parte del conjunto de la población. 

Y quizás la conclusión a la que se llega es que habrá personas con tales circunstancias de discapacidad intelectual que, contando con apoyos adecuados razonables, tienen suficiente competencia para ejercer el derecho a la paternidad, para ser excelentes padres y madres; mientras que habrá otras circunstancias en las que es desaconsejable que se aboque al ejercicio de la paternidad-maternidad, no sólo pensando en el bien del futuro niño y el disfrute de sus derechos, sino en el bien de la propia persona con discapacidad. Una conclusión como ésta pide discernimientos y procesos que, a su vez, reclaman acompañamientos adecuados y firmemente personalizados. 

El debate está abierto para combinar todos los elementos siguientes: discapacidad, paternidad-maternidad, amor, apoyo, comprensión, seguridad y derechos. Algo así como un milagro que debemos promover… y más allá de la celda número 7.