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miércoles, 20 de agosto de 2025

Intoxicación etílica en Pediatría, más en mujeres, más en verano

 

La Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanza Secunadaria (ESTUDES) publicado en 2023 nos informó de algunos datos preocupantes: 
- El alcohol es el tóxico responsable de más intoxicaciones en Urgencias de Pediatría. 
- La mayoría no son accidentales. 
- Más prevalentes en adolescentes: el inicio del consumo de bebidas alcohólicas es 13,7 años; un 42,8% entre 14 y 18 años reconoce haber bebido hasta la ebriedad en algún momento; las adolescentes que se emborrachan superan en 10 puntos a los chicos de la misma edad. 
- El alcohol está implicado en la mitad de los accidentes con víctimas mortales. 
- En el 10% de los casos está asociado al consumo de otras drogas, principalmente cannabis. 

La clínica depende del grado de alcoholemia: 
- Intoxicación legal (50-100 mg/dl): euforia, verborrea, desinhibición e incoordinación. 
- Intoxicación leve (100-200 mg/dl): farfullar de palabras, labilidad emocional, torpeza motora, ataxia, alteración de reflejos, somnolencia y náuseas. 
- Intoxicación moderada ( 200-300 mg/dl): lenguaje incoherente, agresividad, letargia, estupor y vómitos. 
- Intoxicación grave (300-400 mg/dl): depresión del SNC, coma. 
- Intoxicación potencialmente letal (>400 mg/dl): depresión respiratoria, convulsiones, shock y muerte.

En este sentido cabe referir que en una revisión retrospectiva realizada en las Urgencias de Pediatría de nuestro Hospital General Universitario Dr. Balmis entre enero de 2010 y diciembre 2023 se contabilizaron 154 casos de intoxicación etílica en menores de 15 años, lo que viene a suponer alrededor de un caso al mes de media. Durante esos 14 años del estudio se atendieron un total de 520.000 urgencias pediátricas, por lo que una cifra de 154 casos nos habla que es un motivo infrecuente de consulta, pero no excepcional y, sin duda, muy preocupante. 

En dicho estudio, más del 90% de los casos se concentraban entre los 13 y 14 años, y tres de cada cuatro eran chicas (una proporción a favor de las chicas muy superior a la estimada por el estudio ESTUDES. La estacionalidad era superior en verano, posiblemente asociado a los hábitos en época de vacaciones. Y lo que es más llamativo es el incremento de estas consultas desde el año 2020 respecto a años previos. De todos, tres pacientes requirieron ingreso hospitalario tras la consulta en Urgencias de Pediatría (uno de ellos a la UCI Pediátrica). Y también detectamos tres pacientes en los que la intoxicación etílica se repitió más de una vez en un corto periodo de tiempo. Para revisar este trabajo se puede consultar este enlace.  

A esta problemática dedicó un artículo especial Diario Información el pasado domingo 10 de agosto. Y curiosamente, dos días después dos chicas de 14 y 16 años acudían a nuestras Urgencias de Pediatría en estado de embriaguez, la de mayor edad quedó en Observación y la menor edad pasó directamente a la UCI Pediátrica debido a su situación neurológica.  

Está claro que estamos ante un problema mayor (basta con ver cómo beben los más jóvenes en la vía pública). Un tema complejo que requiere un enfoque multifacético, combinando medidas a nivel familiar, educativo, social y político, fomentando un ocio saludable para dar alternativas y romper el “botellón”. Y es posible y el modelo Planet Youth de Islandia nos lo demostró, pasando de ser uno de los países con peores tasas de alcoholismo y drogadicción en adolescentes en los años 90 a tener las tasas más bajas de consumo en el mundo en la actualidad. Sirva un post de hace nueve años en el que recordamos a lo que nos enfrentamos… 

sábado, 14 de septiembre de 2024

Cine y Pediatría (766) “Oasis” para ese amor de adolescentes con discapacidad

 

“El estilo de vida moderno, con sus giros complejos y dinámicos, crea varios tipos de deshumanización social. Para los desafortunados al nacer, el mecanismo de la vida parece enfatizar su incapacidad para formar parte de la sociedad. Tristemente, el mundo moderno siempre ha mostrado una falta de compresión hacia estos desafortunados seres. En la Antigüedad, los enfermos eran asesinados o ahogados en el mar, mientras que hoy en día, las familias aceptan pasivamente la desgracia de sus seres queridos. En 1969 se creó cerca de Belgrado una institución para niños y jóvenes discapacitados mentales de 5 a 25 años. Los discapacitados moderados tienen un cociente intelectual de entre 36 y 50, y los ligeramente discapacitados entre 51 y 55. Estos son incapaces de asistir ni siquiera a escuelas especiales. La institución se centra en hacer que los usuarios sean lo más independientes posible, enseñándoles a comer de forma independiente, a servirse a sí mismos, a cuidar su higiene y su espacio vital. ¿Pueden estos desafortunados jóvenes seres humanos, incapaces de superar la etapa permanente de la infancia, adquirir las habilidades necesarias para la autosuficiencia, y ser liberados de la necesidad de la ayuda de otras personas? Si algo de esto parece escenificado significa que los usuarios de la institución son buenos actores, perfectamente capaces de cumplir sus papeles. Esta película es un testimonio auténtico del potencial para guiar y educar a los niños con discapacidades mentales para que se adapten a una sociedad que nunca les muestra comprensión o atención tierna e incondicional”. Esta es la larga introducción con voz en off e imágenes reales de archivo de ese centro, antes de mostrarnos el título de esta película serbia: Oasis (Korisnici, Ivan Ikic, 2020). Todo un alegato de intenciones… 

Son varias las películas que podemos encontrar con este mismo título: la francesa Oasis (Yves Allégret, 1955), una aventura exótica en Marruecos; la surcoreana Oasis (Lee Chang-Dong, 2002), un drama romántico con la parálisis cerebral de protagonista; la finlandesa Oasis (Alejandro Cárdenas, 2013), película documental alrededor de un refugio para los indígenas mayas VIH-positivos en Yucatán. Así como varios cortometrajes con este título de otras nacionalidades y dos teleseries: la británica Oasis (Kevin Macdonald, 2017), una odisea intergaláctica; y la surcoreana Oasis (Yoon Sung-Shik, Han Hee, 2023), ambientada en los turbulentos tiempos de Corea del Sur entre los años 80 y 90. Por lo tanto son muy diversos los oasis cinematográficos. Y también diferente es este que viene de Serbia, y nuestra experiencia con este país es que no son películas fáciles de ver ni de digerir. Ya tuvimos una experiencia previa con Klip (Maja Milos, 2012), esos adolescentes con vidas más duras que la guerra en sociedades y familias desestructuradas.  

Y hoy llega la película serbia Oasis, en donde se narra, tras ese extenso prolegómeno en off, la historia de un triángulo amoroso entre tres adolescentes internados en este centro psiquiátrico y contada en tres partes, con el nombre de sus protagonistas: Marija, Dragana y Robert. Tres personajes que no son interpretados, sino son ellos mismos, tres internos de este centro y cuyo mayor mérito es la dirección de actores, pues consigue sacar gran partido de ellos y reflejar bien esa mezcla de sentimientos encontrados que se entremezclan: amistad, rivalidad, aprecio, deseo, celos, compañerismo o venganza. Tres jóvenes internos para interpretar a las enérgicas a ese mundo cerrado y normalmente oculto a ojos de la sociedad, y para ello su director se basó en un hecho real. Porque Ivan Ikić fue reconocido a nivel internacional cuando su primer largometraje, Barbarians (2014), que consistía en una mirada naturalista a los aficionados ultras del fútbol serbio, con actores no profesionales que interpretaban personajes similares a los suyos. En Oasis reproduce la fórmula seudocumental, pero con mayor dificultad al ser ahora pacientes de una institución para jóvenes con necesidades especiales.

Vemos al inicio a Marija (Marijana Novakov) llegar al centro y su incorporación al mismo es disruptiva. Pronto se hace amiga de Dragana (Tijana Marković), y se acerca a Robert (Valentino Zenuni), un chico que ayuda en la cocina, que nunca habla y se desliza por la institución con facilidad y parece poseer una personalidad magnética para las dos chicas. El afecto que surge de Marija hacia Robert lo considera Dragana una intromisión y ésta reza así ante una icono de la Virgen: “Santa Virgen María, yo era la mejor chica del mundo. Dios me ha elegido para ser madre como tú. ¡Deseo que esa bruja de Marija se muera! Ella me ha quitado a Robert. Quiero que todo sea como antes”. Dice estar embarazada a y acuden al médico, quien niega el embarazo, pero confirma el de Marija. Y ésta le dice a Dragana: “Robert ya no me quiere. Me voy a suicidar”. Y Dragana le responde: “Él tampoco me quiere. Me cortaré las muñecas”. Y no debe ser la primera vez, pues cada uno de ellos tienen marcas de intentos de suicido previos. Y todo ello nos aboca a un final trágico a lo Romeo y Julieta, con las manos juntas y mirándose… Y, sí, la historia nos deja varios puntos suspensivos y cabe que el espectador llene los espacios en blanco sobre ese pacto de suicidio de los tres adolescente debido a que la institución no les permitirá estar juntos. Y donde se mezcla la insurrección de Marija, los celos disparados y la falta de contención de Dragana y los silencios armónicos y definitivos de Robert. Una historia de amor, de celos y de decisiones alteradas propia de una tragedia griega. 

Película opresiva, incómoda de ver, con iluminación natural, sonido ambiente sin apenas diálogo… Y donde también los espectadores sentimos el respirar profundo de Marija, como epicentro de este triángulo afectivo-amoroso. Allí donde el romance es un drama para estos jóvenes, y su interpretación fatalista convierte cada conflicto en un asunto de vida o muerte. Embarazos, reales o imaginarios, así como violencia y autolesiones, desempeñan un papel importante en un contexto como es esta institución para jóvenes con discapacidad y diversidad funcional, donde el escenario es un personaje en sí mismo. 

Es Oasis una nueva muestra de cine serbio que nos adentra a ese oasis que son los niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad intelectual y trastornos psiquiátricos.

 

lunes, 27 de noviembre de 2023

Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es posible!

 

El pasado 25 de noviembre se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y así, la campaña «16 días de activismo contra la violencia de género» comienza hoy, 25 de noviembre y termina el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Esta campaña tiene como objetivo llamar a la acción para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo. 

La campaña de concienciación social del año 2023 tiene un lema contundente y real: "El porno es una escuela de violencia contra las mujeres” y destaca algunos datos como que el 88,2% de las escenas pornográficas contiene violencia física o verbal contra las mujeres. Y esas escenas llegan a partir de los 8 años a los niños y niñas creando un grave problema en la autoestima y empatía de los menores, y convirtiéndose en un caldo de cultivo de violencia frente a la mujer. Un tema que merece una profunda reflexión como sociedad... 

Y esta profunda reflexión la viví hace justo una semana en la librería Pynchon & Co de Alicante, donde pude asistir a la presentación del libro “Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es posible!” de Marina Marroquí, una joven educadora social valencia, quien se ha erigido como una de las activistas por la igualdad de género más relevantes en España (y que previamente nos dejó en el año 2017 su libro “Eso no es Amor: 30 retos para trabajar la igualdad”). Y ante un auditorio repleto de madres, padres y adolescentes, nos dejó un mensaje tan claro como contundente: el peligro del porno que llega a los adolescente es un tema de total actualidad, y que alarma (y debe alarmar por su importancia) a las familias y a la sociedad. Familias y educadores buscan respuestas ante una preocupación real que no saben cómo afrontar. 

Porque Marina Marroquí es la educadora social que habla de amor y sexo con cientos de alumnos y alumnas en España cada año. Desde esta experiencia directa, nos trae una llamada a la acción: otra forma de educar en la sexualidad es urgente. Y vaya que lo consiguió: el auditorio quedó impactado con los datos expuestos, quizás nunca imaginados por el auditorio. Porque está claro que algo mal estamos haciendo cuando la nueva generación Z puede tener más empatía ante un perro maltratado que ante una mujer violada (y es que muchas adolescentes sufren actos sexuales en manada que son actos de violación, y no disfrute con el sexo) o ante la muerte de un toro en un plaza de toros que ante un aborto (incrementados por la falta de medidas de protección de las nuevas generaciones, donde el uso de preservativo no es la norma, sino la excepción). 

Y sobre esta tema cabe recordar que en los dos últimos meses se ha llevado a cabo en la plataforma de formación Continuum el curso “Atención a la sexualidad de la adolescencia”, porque la formación de los pediatras en esta materia no solo es una necesidad, sino una obligación.  

Y sí, otra educación sexual es posible… y necesaria.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Calendario de vacunaciones del adolescente

 

La SEMA (Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia) publica un texto de 68 páginas bajo el título de “Calendario de vacunaciones del adolescente. Documento de consenso”. 

Un consenso en el que han intervenidos, junto a la SEMA, las siguientes sociedades científicas: Asociación Española de Pediatría (AEP), Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), Asociación Española de Vacunología (AEV), Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP), Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria (SEPEAP) y Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP). 

En este documento se expone el calendario de vacunaciones del adolescente del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud y se detalla el que la Asociación Española de Pediatría (AEP), a través de su Comité Asesor de Vacunas (CAV-AEP), recomienda para este grupo de edad. También se propone una serie adicional de vacunas que tienen indicación a juicio del profesional que atiende al adolescente, o una recomendación sujeta a determinadas circunstancias (viajes, factores de riesgo), y que podrán incorporarse progresivamente en el calendario de vacunaciones del adolescente.

a) Calendario común de vacunaciones a lo largo de toda la vida del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (2021). 
Se incluyen las siguientes vacunaciones en el adolescente sano: 
- Vacuna antimeningocócica tetravalente ACWY a los 12 años. 
- Vacuna frente al virus varicela-zóster, con dos dosis, en quienes refieran no haber pasado la enfermedad ni haber sido vacunados con anterioridad con dos dosis. - Vacuna frente al VPH a los 12 años solo en las chicas. 
- Vacuna Td a los 14 años. 
- Vacunación de rescate a los 15-18 años: Td, poliomielitis, triple vírica, hepatitis B, antimeningocócica ACWY, varicela y VPH. 
- Vacuna frente al SARS-CoV-2 (vacuna ARNm) desde los 5 años. 
- Según acuerdo de la Comisión de Salud Pública (14 de marzo de 2019), en la vacunación a los 12 años de edad se ha sustituido la vacuna frente al meningococo C por la vacuna tetravalente ACWY. Además, se realizarán una captación activa y la vacunación de varias cohortes de adolescentes y adultos jóvenes. Con la finalidad de establecer una protección comunitaria, se hará una vacunación de rescate de manera coordinada en todas las comunidades autónomas, durante 2-3 años, para cubrir la población hasta los 18 años 

b) Calendario de la Asociación Española de Pediatría (2021). 
Este calendario, que es el que consultan y siguen la mayoría de los pediatras, además de las recomendaciones ya recogidas en el calendario del Consejo Interterritorial incluye las siguientes: 
- Vacuna Tdpa a los 12-14 años, en vez de solo Td, tal como se realiza ya en el Principado de Asturias.
- Vacuna universal frente al VPH, tanto en chicas como en chicos, preferentemente a los 12 años. 

c) Otras vacunas a considerar en el adolescente. 
Además de las vacunas recomendadas en el calendario del Consejo Interterritorial y en el calendario de la AEP, existen otras vacunas o pautas vacunales que se pueden recomendar ya de forma individualizada a juicio del profesional y que podrían incorporarse progresivamente en el calendario de vacunaciones del adolescente, siguiendo el ejemplo de otras regiones o países: 
- Vacuna antihepatitis A a los 10 años. Cataluña, Ceuta y Melilla la tienen incorporada en el calendario de su comunidad. En el resto de las comunidades autónomas se vacuna siguiendo las recomendaciones de vacunación en grupos de riesgo de todas las edades y en determinadas situaciones. 
- Vacuna antigripal tetravalente anual. 
- Vacuna antimeningocócica B a los 14-18 años con pauta de dos dosis. 

Se considera esencial aprovechar cualquier oportunidad para la información y la vacunación individualizada del adolescente, y para completar el calendario de adolescentes no vacunados o incompletamente vacunados con las vacunas triple vírica, de la varicela o de la hepatitis B. En este sentido, las campañas de vacunación masiva frente al SARS-CoV-2 constituyen una oportunidad única de información, educación y actualización práctica de los calendarios vacunales vigentes para los adolescentes, una vez que se ha autorizado la coadministración de esta vacuna con cualquier otra. Igualmente, debe considerarse el calendario de vacunaciones del adolescente en circunstancias especiales (embarazo, inmunodepresión, enfermedades crónicas, profilaxis posexposición) y del adolescente viajero. 

Todo este contenido se puede revisar en toda su extensión en el documento adjunto.

lunes, 6 de septiembre de 2021

Vacunación frente a la COVID en la adolescencia: preguntas y respuestas


Hace unas semanas que la vacunación en la adolescencia (12 a 19 años) está en marcha. Si ha sido correcto y razonable responder con claridad a todas las preguntas que han ido surgiendo con la vacuna frente al SARS-CoV-2 en la población general, más importante será responderlas a esta edad. Es por ello que en el archivo adjunto se incluye un documento elaborado por el Ministerio de Sanidad y la Asociación Española de Pediatría en el que se pueden consultar algunas de las dudas más usuales en relación con la vacunación de los adolescentes. 

Estas son las 25 dudas más usuales en relación con la vacunación de los adolescentes, por las que consultan las familias y los propios adolescentes, y también los profesionales que los atienden. 

1. ¿A partir de qué edad se pueden vacunar contra la COVID-19? 
2. ¿Qué vacunas se utilizan en España para vacunar a los adolescentes? 
3. ¿En qué estudios se basan las autorizaciones de las vacunas en adolescentes? 
4. Contraindicaciones de las vacunas de la COVID-19 usadas en adolescentes 
5. ¿Cuántas dosis y cómo se ponen? 
6. ¿Se puede adelantar o atrasar la segunda dosis? 
7. Si se retrasa muchos días, semanas o meses la segunda dosis, ¿hay que empezar de nuevo? 
8. Las dos dosis de vacuna: ¿tienen que ser de la misma marca? (intercambiabilidad) 
9. ¿Es importante la espera de observación después de la vacunación? 
10. ¿Deben ir los adolescentes acompañados por un adulto? 
11. ¿Qué síntomas se pueden notar después de la vacunación? 
12. ¿Hay algún otro efecto secundario más importante? 
13. ¿Vale la pena vacunarse a pesar del riesgo de miocarditis? 
14. El día de la vacunación: ¿se puede hacer vida normal? 
15. ¿La vacuna de la COVID-19 puede producir la enfermedad? 
16. ¿Se puede contraer la COVID-19 estando vacunado? 
17. La variante Delta del virus de la COVID es la que causa la mayoría de las nuevas infecciones. ¿Las vacunas siguen siendo eficaces en estos casos? 
18. ¿Qué hacer si la vacunación de la COVID-19 coincide en el tiempo con otras vacunas? (coadministración con otras vacunas) 
19. ¿Qué hacer si la vacunación de la COVID-19 coincide con tratamientos de inmunoterapia antialérgica? 
20. Vacunación de los adolescentes que ya han pasado la COVID-19 
21. Cómo completar la vacunación de adolescentes que han recibido alguna vacuna de la COVID19 en otros países 
22. ¿Dónde puedo encontrar información técnica oficial sobre estas vacunas? 
23. ¿Es obligatorio vacunarse contra la COVID-19? 
24. ¿Cómo proceder en caso de discrepancia entre los padres sobre la vacunación de un hijo o hija? 
 25. ¿Y los niños y niñas menores de 12 años? 

Veinticinco dudas respondidas en este documento de 13 páginas.

lunes, 15 de febrero de 2021

Retos en la hospitalización de adolescentes: reflexiones desde el IHHI


Acabamos de recibir el informe de resultados del Índice de Humanización de Hospitales Infantiles (IHHI) correspondiente al año 2019, tras el profundo análisis de los mismos y que abarca datos 120 hospitales de España (casi el 40% de los hospitales con Servicios de Pediatría en nuestro país), y que corresponde a la actividad de 18.000 profesionales de la atención pediátrica y más de 5.700 camas de hospitalización. 

Y dentro de este informe, cabe destacar este informe sobre “Retos en la hospitalización de adolescentes”, un documento elaborado por la Sección de Psicología Clínica y el Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantojuvenil el Hospital San Juan de Dios de Barcelona, y que incluye algunos de los aspectos más valorados por los adolescentes en su ingreso, como son: el trato cercano del personal sanitario, la gestión de la información, la privacidad y la confidencialidad, la independencia y la continuidad educativa. 

Un documento que conviene analizar en sus principales aspectos… 

Etimológicamente, la palabra adolescente viene del participio latino “adolescens”, que significa “que crece” y “se desarrolla”. Actualmente, la adolescencia se define como el período de transición entre la infancia y la adultez. Es una etapa fundamental en la maduración y evolución del ser humano, caracterizada por cambios físicos, cognitivos, psicológicos y sociales. Se produce entre los 10 y 19 años y viene condicionada por procesos biológicos universales -pubertad- y por otros factores personales, culturales y socioeconómicos. Es la etapa crucial para el desarrollo de la identidad y se caracteriza por la necesidad de distanciamiento de los padres, la importancia de la vinculación con los iguales -que se convierten en el principal grupo de referencia y apoyo emocional-, y donde el aspecto físico adquiere una especial relevancia. 

A menudo los adultos suelen describir esta época como “conflictiva”,... pero también es una etapa apasionante. Y, por lo descrito anteriormente, queda claro que la adolescencia es una etapa del desarrollo con unas características y necesidades específicas. No obstante, en la atención sanitaria frecuentemente los adolescentes han sido menospreciados en este sentido, conceptualizándose como una franja “invisible” entre lo pediátrico y lo adulto. Si tenemos en cuenta que aproximadamente el 30% de los niños y adolescentes serán hospitalizados al menos en una ocasión y un 5% en más de una ocasión, el cómo afrontar el proceso de salud y de enfermedad durante la adolescencia se convierte en un reto. Afortunadamente, en este sentido, en los últimos años hemos vivido un proceso de transformación de la atención hospitalaria con la incorporación de una visión más humanista. 

Esto ha permitido pasar de un modelo asistencial centrado en las enfermedades, a otro donde la información, la asistencia integral y multidisciplinar, la continuidad asistencial o la calidad de trato se entienden como aspectos esenciales. Para lograrlo es necesario tener presentes las necesidades de los pacientes. Éstas las podemos agrupar del siguiente modo: 
1. Cognitivas: necesidad de información veraz, clara y extensa, ajustada al nivel de desarrollo y a las características de la persona. 
2. Sociales: mantener el contacto y las relaciones con el exterior, familiares y amigos. 
3. Emocionales: necesidad de atender la repercusión emocional que la enfermedad y sus procesos diagnósticos y terapéuticos pueden tener. 
4. Prácticas: aspectos ambientales y arquitectónicos que pueden mejorar la percepción y vivencia del ingreso hospitalario. 

Centrándonos en la atención hospitalaria infanto-juvenil, la humanización pone en el centro al adolescente y su familia, con el fin de conseguir que su estancia y la de sus familias en el hospital -así como los cuidados que reciben-, sea lo más cercana, afable y efectiva posible. La base para llevarlo a cabo es el establecimiento de una relación personal, terapéuticamente efectiva, basada en la confianza, la empatía, la compasión y la respuesta a las necesidades individuales de cada paciente. Ahora bien, para un buen diseño e implementación de dicho enfoque, es importante conocer que el ingreso hospitalario genera un impacto en los adolescentes, pudiendo implicar un malestar significativo, principalmente por los siguientes aspectos: 

- Elevada incertidumbre derivada del diagnóstico, de las posibilidades de tratamiento y del pronóstico, que puede presentarse en forma de nerviosismo y preocupación por las continuas visitas médicas y pruebas. Este malestar generalmente se incrementa si la persona no conoce la información sobre la enfermedad y sobre sus consecuencias. 

- Sensación de falta de control a nivel personal y social. La separación del entorno próximo y del grupo de iguales, así como la pérdida de escolarización, pueden generar una tendencia al aislamiento social y el abandono de los estudios. 

- Preocupación en torno a la enfermedad, derivada del malestar y los síntomas físicos, siendo especialmente relevante el manejo del dolor. En este contexto pueden aparecer la preocupación por la cronicidad y miedo a la muerte. 

- Reacciones emocionales adaptativas a la situación; en forma de tristeza y ansiedad fundamentalmente. También pueden presentar otros síntomas tales como dificultades en el sueño e ingestas, dificultades de concentración y pensamientos negativos, dificultades en la comprensión de la situación. Se pueden observar cambios en el comportamiento y en las relaciones sociales, mostrando tendencia al aislamiento social, inseguridad o apatía. 

- Preocupación por la imagen corporal, las secuelas físicas y las limitaciones en forma de pérdida de autonomía e independencia. En este contexto puede expresar rabia, irritación, rechazo directo de las normas o de las indicaciones del equipo cuidador; o, por el contrario, puede llegar a adoptar una actitud pasiva, de sometimiento y expresando sentimientos depresivos. 

Además, es importante tener en cuenta que el ingreso produce una ruptura y pérdida de las referencias en la vida cotidiana pudiendo llegar a convertirse en una posible experiencia traumática. Para facilitar una buena adaptación y desarrollo de resiliencia es clave identificar aquellas situaciones o factores que puedan afectar al bienestar del adolescente a lo largo del proceso de hospitalización y de su enfermedad. Otro aspecto importante para tener en consideración es el abordaje de los adolescentes con enfermedades crónicas, con múltiples ingresos y visitas al hospital. En estos casos, el ajuste psicológico, el bienestar emocional y la calidad de vida serán elementos fundamentales para conseguir una adherencia terapéutica adecuada. 

Hay que destacar que, en el desarrollo del modelo de humanización, es fundamental la incorporación de la percepción de los propios pacientes sobre el centro hospitalario y la situación de su ingreso. Algunos de los aspectos más valorados por los adolescentes son: el trato cercano del personal sanitario, la gestión de la información (privacidad y confidencialidad), el contacto con sus amigos, la independencia y la continuidad educativa. En este sentido es recomendable: 

- Informar de procedimientos médicos a realizar, hablar del dolor, de los espacios, de las situaciones que se podrán encontrar. Clarificar las dudas que puedan presentar. Tener en cuenta sus preocupaciones, aunque nos parezcan nimiedades o negociar aspectos del tratamiento. 

- Permitir visitas de amigos y no sólo de los progenitores (o facilidades tipo internet para mantener relación con grupo de iguales). 

- Acceso a nuevas tecnologías, aspectos de ocio y educativos diferenciados de los infantiles e independiente de los adultos. 

- Validar y acompañar ante las respuestas emocionales adaptativas a la situación de ingreso. 

- Integración de los adolescentes y sus necesidades en el diseño de espacios y procedimientos médicos. 

- Asegurar que los profesionales sanitarios presenten una buena competencia emocional, es decir, capacidad de reconocer, comprender y sensibilizarse con las emociones del adolescente, sin dejar de lado la importancia del apoyo a la familia, ya que el ingreso y el diagnóstico de una enfermedad impactará en toda la dinámica familiar. 

A pesar de que se ha avanzado mucho en el modelo de atención, aún tenemos retos que alcanzar. Además, es importante mejorar la transición de los hospitales pediátricos a los de adultos. En definitiva, la hospitalización es una experiencia que puede afectar al bienestar subjetivo, las relaciones interpersonales y el desarrollo del adolescente. Sin embargo, también puede ser una oportunidad para enriquecer su experiencia y salir fortalecido. Es por ello que como profesionales sanitarios nos enfrentamos al reto, no sólo de detectar aquellas situaciones que puedan afectar al bienestar global del adolescente, sino también de mirarlo desde una perspectiva centrada en su capacidad para afrontar la situación, lo que implica invariablemente, incluirlo en el proceso de toma de decisiones. 

Todo ello nos deja un buen documento para la reflexión desde el IHHI. Porque los adolescentes y la adolescencia deben dejar de ser los grandes olvidados de la Pediatría, en particular, y de la Medicina, en general.

sábado, 22 de agosto de 2020

Cine y Pediatría (554). “Adolescentes”, el boyhood de los coming-of-age

 

Hoy hablamos de una película que reúne tres características: es cine francés, es cine documental y es cine de adolescentes. Y los tres tienen un trato especial en Cine y Pediatría. Sobre la importancia del cine francés, o mejor aún, del cine en francés de Francia, Bélgica y Canadá, ya hemos destacado de manera reiterativa que es un cine que supera cualquier otra filmografía en este proyecto de vincular la infancia y adolescencia con el séptimo arte. Y en concreto ya hemos comentado la importancia de cuatro películas documentales en francés, que prescribimos con entusiasmo: Bebés (Thomas Balme, 2010) para entender la normalidad de un recién nacido y lactante; Solo es el principio (Pierre Barougier y Jean-Pierre Pozzi, 2010) para reconocer a los niños como nuestros pequeños filósofos; Camino a la escuela (Pascal Plisson, 2013) para reflexionar sobre los distintos caminos que nos llevan a la escuela; y El gran día (Pascal Plisson, 2015) para conocer el camino que hay que recorrer para hacer realidad los sueños de nuestra infancia. Y sobre la adolescencia ya hemos reivindicado de forma reiterativa el considerarla en sí como un género cinematográfico, dada la cantidad y calidad de películas que versan sobre este camino de la infancia a la vida adulta, este tránsito que se conoce con el anglicismo “coming-of-age”

Esta película es Adolescentes (Sébastien Lifshitz, 2019), un título que no deja lugar a ninguna duda. Su director es uno de los documentalistas más prolíficos y aclamados del cine europeo contemporáneo, responsable de Los invisibles (2012) o Las vidas de Thérèse (2016), y quien decidiera embarcarse en esta aventura cinematográfica: acompañar durante 5 años a las amigas Emma y Anaïs desde los 13 años hasta que cumplen 18, su mayoría de edad. Una grabación que tiene lugar en la localidad de Brive-la-Gaillarde, denominada comúnmente Brive, comuna francesa situada en el departamento de Corrèze, en la región de Nueva Aquitania, con unos 50.000 habitantes. Esta ciudad es el escenario de la vida de dos chicas adolescente a quien la cámara acompaña durante su vida cotidiana y en los tres entornos habituales (familia, centro escolar y amigos), y lo hace durante el año escolar y durante las vacaciones, tanto en los momentos clave de sus vidas, como en los momentos más banales. Y es por ello que a esta película se le ha venido a denominar como el “boyhood” de la adolescencia, en clara similitud con la película Boyhood (Momentos de una vida) (Richard Linklater, 2014), esa historia familiar que recorre 12 años de la vida de Mason, de los 6 a los 18 años. O si se quiere, incluso una mezcla entre Boyhood y Girlhood (Céline Sciamma, 2014), película esta que nos sumerge en adolescentes negras de extrarradio que son como diamantes en bruto. Y en Adolescentes, como siempre ocurre en el cine documental, muchas horas de grabación y un laborioso proceso de montaje. Para bien o para mal. 

Una grabación durante 5 años donde la cámara nos hace mirar por un agujero su vida real, donde es difícil imaginar que estén interpretando, o eso al menos es lo que sentimos entre las habituales (y casi constantes) disputas entre Anaïs y sus padres y Emma y su madre (pues su padre, por trabajo, está casi siempre ausente). Somos partícipes en la película de los hechos de la época y cómo repercuten en nuestros adolescentes: el ataque terrorista al Stade de France en noviembre de 2015 y sus reacciones de dolor y el miedo, o las elecciones generales de Francia, con el ascenso en 2017 de Emmanuel Macron sustituyendo a François Holland, y la expresión de la familia: “Estamos jodidos”

Anaïs es un vivaz adolescente con sobrepeso, una de las pocas que finalmente se decide por la rama de la Formación Profesional, pues quieres ser educadora infantil. Y aparece en la escuela con niños de preescolar realizando prácticas, luego en un centro geriátrico. Su recorrido no es fácil: se enfrenta al fallecimiento de su abuela, al incendio de su casa y al cambio forzado de domicilio. Y todo ello lo vive como corresponde a esta edad y así se lo dice a su padre: “Entiéndelo. Soy una adolescente de 17 años y estos cuatro meses he estado sin tener vida social. Me molesta. Puedes pensar: problemas de adolescente, ¿qué más da? ¿Pero no crees que tengo problemas de verdad de los que ocuparme?... Estoy triste y a vosotros os da igual”. Y cuando lo deja con su novio Dimitri comenta “Siento como si no tuviera donde ir”, pues no encuentra acomodo en ningún lugar, menos en su hogar. “La verdad es que este es el peor año de mi vida”, le confiesa a su madre, una madre depresiva que ya se ha sometido a una banda gástrica por su obesidad mórbida. Y le comenta a un amigo: “Todo el mundo está deprimido en Snapchat. Incluso en Facebook, es una mierda. Que aguafiestas”. Aunque finalmente nos confiesa: “Siento que estoy madurando, que entiendo mejor las cosas, que entiendo mejor la vida. Siento que estoy reaccionando más como una adulta, o como una joven adulta, supongo”. Y finalmente Annais se va a vivir sola: “No me voy. Estoy harta de que me den sermones, me griten, me critiquen,…” 

Emma es una atractiva morena, más bien solitaria, quien tiene afición por el canto y el teatro. Es un alma de artista, en parte solitaria. Emma se siente sola y quizás prefiere estar sola y en continuo litigio con su madre, quien le dice: “Lo que veo es que rechazas cualquier tipo de debate en casa”, y Emma le contesta: “Porque sois un coñazo… Vosotros sois como una patada en el culo. Me molesta vuestra voz”. 

Porque tanto Anaïs como Emma discuten continuamente con sus padres, no porque sean familias conflictivas, sino porque estas discusiones son habituales entre padres y adolescentes. Lo anormal viene a ser lo contrario…Y la cámara es protagonista, no como actores ni actrices, sino como padres e hijas, Y con ellas vivimos escenas habituales, enfados y discusiones verídicas donde la cámara no les influye para ello. Pero al final, estas amigas, que se han pasado casi todo el tiempo quejándose de su familia, del colegio y de su vida en general, se permiten realizar una genial reflexión sobre su generación: “Hemos tenido suerte, hemos crecido en la mejor época”, 

Y la conversación de las dos amigas en el césped de la playa del río Corrèze, una vez superado la etapa del instituto, sabiendo que una irá se irá a estudiar a París y la otra a Limoges. Y nos dicen aquello de “Ya veremos donde nos lleva la vida... Me aterra el futuro. Porque aún somos jóvenes y estamos un poco a la deriva”. Y ese final donde cada una de ellas, superada esta etapa de su vida, comienzan otra. Dos imágenes de noche en dos ciudades, arrastrando sus maletas, son el contrapunto a todo lo vivido. El coming-of-age se ha cumplido…

sábado, 23 de mayo de 2020

Cine y Pediatría (541). “A dos metros de ti”… la fibrosis quística


El mundo lleva sumergido desde finales del año 2019 en una pandemia por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 sin precedentes mediáticos. Una pandemia con unas trágicas consecuencias sanitarias en aquellos países que no tomaron medidas a tiempo frente al colapso sanitario y con una crisis social y económica de consecuencias presentes y futuras muy graves, aún con la visión más positiva que se quiera aplicar. Y ahora que los países comienzan a realizar una progresiva vuelta a la normalidad por fases, aparecen las normas, algunas con carácter de decreto, orden o instrucción. La más reciente en España es la Orden SND/422/2020, de 19 de mayo, por las que se regulan las condiciones para el uso obligatorio de mascarilla durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por la enfermedad COVID-19. Y en resumen, y con pequeñas excepciones, nos dice que su uso será obligatorio en espacios cerrados, pero también en la calle cuando no se posible respetar los dos metros de distancia social. 

Y he aquí que surge una cifra mágica que parece que ha brotado con esta enfermedad, cuando son medidas básicas y elementales en la prevención y control de infecciones: dos metros de distancia social. Y para poner un ejemplo “de cine”, baste recordar que una película estrenada a principios del año pasado ya se adelantó a este distanciamiento social, en base a una peculiar historia de amor de dos adolescentes alrededor de la fibrosis quística y con un título tan significativo como A dos metros de ti (Justin Baldoni, 2019) y basada en la novela “Five Feet Apart” de Rachael Lippincott. 

Una película que comienza con esta reflexión de nuestra protagonista, Stella Grant (Haley Lu Richardson), una adolescente de 17 años con fibrosis quística que utiliza activamente las redes sociales para hacer frente a su enfermedad y trata de vivir una vida normal: “Pero yo nunca fui consciente de la importancia del tacto, de su tacto, hasta que no pude tenerlo”. Y, a partir de ahí, conocemos algo más de lo que supone esta enfermedad tan puramente pediátrica como la fibrosis quística (conocida como FQ), esta entidad hereditaria causada por un gen defectuoso que lleva a producir una mucosidad anormalmente espesa que se acumula especialmente en las vías respiratorias y en el páncreas, y que puede derivar en serios problemas respiratorios, digestivos y nutricionales. Y Stella lleva años conviviendo con esta enfermedad y por ello ahora reingresa de nuevo al hospital por una recaída de su enfermedad, un proceso que la somete a ciclos de antibioterapia, a su decenas de pastillas al día (mañana, tarde y noche), a su oxigenoterapia con gafas nasales, a su fisioterapia respiratoria, a su terapia inhalatoria, a su botón gástrico para nutrición enteral… y a sus mascarillas y a su distanciamiento social para evitar la sobreinfección pulmonar: “Dos metros de distancia siempre. Conocer las normas”, le recuerda la enfermera, pues un compañero suyo de enfermedad, Will Newman (Cole Sprouse), presenta una bacteria multirresistente (Burkholderia cepacia), causa habitual de colonización y neumonías en pacientes con FQ. 

Pero la situación de Stella y Will, ambos con FQ es algo diferente para cada uno en este ingreso. Stella espera un trasplante pulmonar, mientras Will ha entrado a formar parte de un ensayo clínico por la situación de gravedad actual de su enfermedad, cuya colonización por B. cepacia le impide ser candidato a trasplante. Y durante su estancia en ese hospital (que más bien parece un hotel) viven sus momentos de amistad y enamoramiento juvenil, aunque en ocasiones se visiten vestidos con sus EPI (este acrónimo ya universal de equipo de protección individualizada), y que incluye mascarilla, guantes, gafas, gorro y bata impermeable… y que nos hace reflexionar sobre que el coronavirus no ha inventado nada que no estuviera ya inventado. Y en ese ambiente surge este enamoramiento de dos adolescentes con enfermedad crónica (y, en ocasiones, terminal), los Romeo y Julieta de la FQ, que acompañan de sus muchas reflexiones sobre el sentido de sus vidas y cómo seguir adelante

Y somos partícipes de las reflexiones de Stella: “¿Puedes dejar de recordarnos que nos morimos? Lo tengo claro. Llevo toda la vida muriéndome. Celebrábamos cada cumpleaños como si fuera el último”. “Es mi enfermedad. Es mi problema”. “Llevo toda la vida viviendo para tratarme, en lugar de tratarme para poder vivir. ¡Y quiero vivir!”. O cuando decide incumplir los dos metros de distanciamiento: “Cuando tienes fibrosis quística, te quitan muchas cosas. Vives cada día de tu vida según tratamientos, pastillas y horarios. Muchos no podremos tener hijos, muchos no viviremos lo bastante como para intentarlo. Es algo complicado de explicar, pero resulta muy difícil enamorarse. Así que, con todo lo que la fibrosis quística me ha robado, nos ha robado, ahora seré yo quien le robe algo. Medio metro ¡Medio puto metro! ¡De espacio, de distancia, de longitud o como le llaméis! ¡No me importa robarle medio metro! ¡Porque la fibrosis no va a decidir esta vez! ¡Voy a decidir yo!”. Y somos partícipes de las reflexiones de Will: “Pienso mucho en el último aliento. Tratar de respirar. Sin aire, solo… oscuridad. Pero solo lo pienso los lunes, los otros días paso”. O las palabras de dolor de Stella cuando su amigo Poe fallece por un neumotórax, sin éxito tras aplicarle el código paradas (“code blue” en la sanidad de USA): “¡Era mi mejor amigo y nunca le abracé!”. 

Es evidente que esta película sigue muy de cerca la senda marcada por otras adaptaciones literarias de novelas para un público “young adult” ambientadas en hospitales. Y sin duda, emula el éxito editorial y cinematográfico de Bajo la misma estrella (Josh Boone, 2014), película fundamentada en la novela “The Fault in Our Stars” de John Green, donde Hazel y Gust vivían su peculiar love story del siglo XXI ante sus enfermedades oncológicas. Esta misma situación la rememoran Stella y Will en A dos metros de ti, la ópera prima en el largometraje de su director, Justin Baldoni, pero con la FQ de protagonista. Y creo que ambas siguen similar fórmula de no idealizar la enfermedad ni glorificar a sus víctimas. Pero también nos deja atisbo de otras películas, como La decisión de Anne (John Cassavetes, 2009) por ese amor adolescente salvífico con la enfermedad grave de compañera, como Planta 4ª (Antonio Mercero, 2003), por esas visitas durante su ingreso a la zona de Maternidad y Neonatología, o como Vivir para siempre (Gustavo Ron, 2010) por esas cosas por hacer antes de morir. Porque confirmamos que Will tuvo como primer propósito de su lista “Amar a Stella para siempre”

Ni que decir tiene que el éxito de la película y la novela (ésta tuvo ventas millonarias y se mantuvo durante 60 semanas en la lista de los más vendidos de The New York Times, algo solo reservado a fenómenos literarios recientes como “Fifty Shades of Grey”) ha servido para visibilizar esta enfermedad crónica y grave tan puramente pediátrica como es la fibrosis quística, la FQ. Y también para conocer de primera mano la importancia de usar bien el distanciamiento social, evitando el defecto, pero también el exceso. Porque volviendo a la reflexión inicial de Stella en la película, nos deja al final esta otra reflexión de su videoblog para enmarcar sobre la importancia del contacto humano: “Contacto humano. Nuestra primera forma de comunicación. Seguridad, confianza, consuelo, todo en la suave caricia de un dedo o en el roce unos labios sobre la mejilla. Nos conecta si estamos contentos, nos reconforta si tenemos miedo, nos excita en momentos de pasión ¡y de amor!. Necesitamos ese contacto con los seres queridos casi tanto como el aire. Pero nunca fui consciente de la importancia del tacto, de su tacto, hasta que no puede tenerlo. Así que, si estáis viendo estoy podéis, tocadle, tocadla. Porque la vida es demasiado corta”

Por tanto, A dos metros de ti, aparte del valor cinematográfico de visibilizar la FQ (no excesivamente representada en el cine, con algún personaje protagonista en la película canadiense Foreverland – Max McGuire, 2011 – y la película argentina Léa y yo – Camille Shoosahni, 2019 -), también nos sirve para debatir entre la importancia del buen uso (evitando el mal uso y el abuso) del distanciamiento social, de esos dos metros que sirven para mejorar la prevención de infecciones y empeora el contacto humano. En la vida y en la ciencia, las decisiones correctas nos impedirán navegar entre la utopía y la distopía, lo cual es de  agradecer.

miércoles, 31 de julio de 2019

El peligroso juego de la asfixia


El juego de la asfixia es una actividad de riesgo, observada principalmente entre adolescentes. Se practica individualmente o en grupo y consiste en la autoestrangulación o estrangulación por otra persona con las manos o con un lazo para alcanzar un breve estado de euforia y otros efectos derivados de la hipoxia cerebra. Existen variantes de esta práctica que cursan con hiperventilación y posterior opresión torácica. Estas sensaciones son percibidas como placenteras, lo que propicia su repetición. Es lo que vienen a llamar un "subidón", antes de perder la conciencia. 

El juego recibe numerosos nombres, en Estados Unidos es muy conocido como "choking game" y en Francia se le conoce como "jeu du foulard", pero hay muchos otros sinónimos y variantes. Aunque los juegos de asfixia en niños y adolescentes se han producido durante generaciones, es en la última década donde mayor atención se ha puesto en la literatura científica sobre este tema. De hecho, en este blog hablamos de este tema hace siete años, y lo hacíamos con una pregunta: "¿Sabes lo qué es el chocking game...?"

 Ante la abundancia de información de esta práctica potencialmente mortal a través de YouTube se ha reportado un aumento de los casos de juego de la asfixia, debido a una falsa "normalización" de la actividad, y de sus consecuencias: dolores de cabeza, cambios de comportamiento, confusión, pérdida de memoria a corto plazo, episodios recurrentes de síncope, crisis epilépticas, hemorragias retinianas, deterioro visual, daños neurológicos, y ocasionalmente la muerte. 

Por tanto, el juego de la asfixia es una actividad peligrosa, que provoca lesiones, pero especialmente que puede provocar la muerte de quienes lo practican. De ahí que se abogue por estudiar medidas eficaces para su detección y prevención. Y sobre ello versa una artículo valorado críticamente del último avance de Evidencias en Pediatría, bajo el título de "El peligroso juego de la asfixia: ¿quiénes son los más propensos?", fundamentado en un estudio de la revista Pediatrícs cuyo objetivo es determinar qué factores de riesgo influyen en la participación en el juego de la asfixia en niños y adolescentes. 

Aunque os invitamos a leer en toda su extensión el artículo de Evidencias en Pediatría, cabe decir que el estudio transversal se llevó a cabo en 13 escuelas públicas de diferentes regiones de Francia entre 2009 y 2013 con estudiantes de enseñanza secundaria (entre 9 y 16 años), y cuya muestra final la constituyeron 1771 alumnos. Los resultados principales nos muestran que la prevalencia de participación en el juego de la asfixia en este estudio es 9,7%. El modelo de regresión logística mostró que la participación en el juego de la asfixia estaba asociada significativamente al uso de sustancias, a la presencia de síntomas depresivos y a trastornos de conducta, pero en los análisis ajustados solo se asociaban los síntomas depresivos (ORa 2,18, IC95 1,38 a 3,36) y los trastornos de conducta (ORa 2,33, IC95 1,43 a 3,72). No resultó significativa la asociación a uso de tabaco (ORa: 0,99, IC95: 0,54 a 1,76) ni a uso de marihuana (ORa: 1,78, IC95: 0,71 a 4,68). 

Es importante conocer qué perfil de niño o adolescente es el más inclinado a participar en este fatídico juego o reto. Esto nos permite abordar estos temas con franqueza en la entrevista clínica para poder hacer recomendaciones sobre prevención y también para alertar a los padres sobre signos precoces de participación en estos juegos. 

Todos contra el juego de la asfixia o "choking game". Y para ello conviene conocerlo y prevenir, para evitarlo.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Cine y Pediatría (454). “Entre maestros” y la propuesta de nuevos paradigmas educativos


“Yo he venido aquí a demostraros que sois maestros, a romper prejuicios. No a que entendáis mi teoría. Por eso hago el papel de provocador”. 

“Lo que os invito a ser es maestros de corazón. Un maestro de corazón aprende de todas partes. Porque toda persona es una fuente de conocimiento y de amor. Eso es lo que yo espero de vosotros”.

Esta son algunas reflexiones de una película documental especial del año 2012 y que tal como nos explica su director, Pablo Usón, todo comenzó con un libro “Veintitrés maestros, de corazón - un salto cuántico en la enseñanza” del profesor Carlos González: Entre maestros.  Y a este profesor ya le conocimos en una película coral esencial como fue La educación prohibida (German Doin, 2012), un lugar de debate y reflexión que aborda, de forma multidisciplinar y desde el punto de vista de diversos países, el estado de la educación, la escolarización y el aprendizaje. 

Carlos González nos explica que fue profesor de Matemáticas y Física durante 24 años en un colegio con adolescentes, pero que decide salir del sistema para enseñar a su modo. Pablo Usón leyó su libro y le propuso llevar a la pantalla su experiencia. Y para ello se hizo una convocatoria abierta para contarlo en un documental para que acudieran aquellos alumnos que estuvieran dispuestos a probar un nuevo método educativo. Y de los casi 100 jóvenes presentados, se seleccionan a 11. Estos, verdaderos protagonistas, son los adolescentes Marta Llebaría, Lucy Ccencho, Pol Chiang, David Rodríguez, Eadem Herrera, Adrià Ríos, Pol Pérez, Ariadna Moreno, Andrea Servent, Yavila Rincón, Anna Baliarda y… Carlos González, un alumno más en su propio taller de autoconocimiento. 

Este grupo de adolescentes, desmotivados por la educación que han recibido en la escuela, asisten durante doce días a unas clases especiales. Y lo hacen en el Palau de les Heures o Casa Gallart, en la Sierra de Collserola, recinto integrado dentro del Campus de Mundet de la Universitat de Barcelona, allí donde los realizadores han logrado crear un espacio “lejos del mundo”, lejos de la ciudad. El gran mérito de Usón es conseguir que la cámara prácticamente desaparezca, e incluso que se mantenga al margen en determinados momentos en los que los muchachos están realizando ciertas confesiones o crece la tensión. Allí y en ese ambiento es donde el maestro, Carlos, les rompe los esquemas, les provoca e intenta despertar en ellos la capacidad de conocerse, creando un ambiente que ayude a sus alumnos a descubrir los enormes potenciales que habitan en su interior. Según el mismo nos explica, son clases de crecimiento personal, basadas en el principio socrático de “conócete a ti mismo”, y cuyo objetivo es despertar en cada ser humano el sentir de que cada persona lleva dentro una sabiduría. Un nuevo método de enseñanza que él llama “educar empoderando” y que persigue que once alumnos recuperen la motivación y la autoestima a través de esta experiencia basada en el respeto, la confianza y la provocación. Pero en la que no faltan momentos de confusión o desorientación. 

Ya nos lo dijo en La educación prohibida, y lo recuerda de nuevo en nuestra película de hoy Carlos González: “No somos educados para cambiar la sociedad, sino para sobrevivir dentro de ella”. Y frente a la autoridad, este profesor apuesta por empoderar promoviendo el autoconocimiento (que lleva al autoreconocimiento), la duda, la experimentación, el debate. Y en la película somos espectadores como, después de muchos debates, conflictos y descubrimientos, alguno de nuestros protagonistas nos dicen: “Nos ha enseñado a creer en nosotros mismos”, “Todos podemos quitarnos las barreras que queramos. Podemos hacer todo” o “Ha sido como hacer un camino para poder andar”

El resultado de Entre maestros es el de un documental que agrada por el mensaje o la reflexión que nos suscita, quizás menos por el ritmo o el montaje final de su guión. Sea como sea, en Cine y Pediatría nos gusta destacar estas obras dentro de una línea de documental de tema pedagógico que tendría como hitos fundamentales títulos películas del estilo de Ser y tener (Nicolas Philibert, 2002), La clase (Laurente Cantet, 2008), Solo es el principio (Pierre Barougier y Jean‑Pierre Pozzi, 2010) o la ya enunciada La educación prohibida. Por algo, el subtítulo de Cine y Pediatría no es otro que el de “una oportunidad para la docencia y la humanización en nuestra práctica clínica”. Y aquí Carlos Gonzále intenta enseñar a los alumnos a descubrir el mundo a través del autoconocimiento, dejar de ser profesor para convertirse en un maestro, al más puro estilo de la Institución Libre de Enseñanza. Y como este maestro entre maestros (sus jóvenes alumnos) nos afirma en un momento dado, “el fracaso sería no hacerlo, no intentarlo”

Y Carlos González, Pablo Usón y nuestros seleccionados 11 adolescentes (de distintas nacionalidades, con sus peculiaridades y su bagaje de vida) lo intentaron con esta película Entre maestros, lo que son (o pudieran ser) al final cada uno de ellos. O al menos de ello versa el nuevo  paradigma educativo que se nos propone. 

Porque paradigmas educativos hay muchos. Pero el objetivo de la educación no debería derivar a ningún otro horizonte que no fuera el de formar para ser ciudadanos libres con amplias miras y valores alrededor de la convivencia. Y toda educación que se constate que cocina en sus aulas, poco a poco y a fuego lento, ideas e ideologías contrarias a lo anterior deben considerarse desde ya una forma más de malos tratos y los educadores deben ser responsables de ellos. Porque no es baladí que la escuela, junto con la familia y la sociedad, son los tres apoyos clave para ayudar a los niños a crecer como adolescentes con garantías, y a los adolescentes a crecer como adultos en libertad.

 

sábado, 11 de agosto de 2018

Cine y Pediatría (448). “Adiós, cigüeña, adiós”, el milagro de la vida contado desde la infancia


“Si lo que escribo sobre la generación de los hombres escandaliza a las personas impuras, que se acusen de su impureza y no de mis palabras” San Agustín 

Con esta cita de San Agustín comienza esta película. Y a continuación la canción de Antonio Machín, “Madrecita”, sirve de acompañamiento para los créditos junto a imágenes de recién nacidos llorando y dibujos de cigüeñas, así como otros esquemas sobre la anatomía de la mujer y de la gestación. La película, claro está, es Adiós, cigüeña, adiós, un film iniciático y trasgresor de Manuel Summers para aquel año 1971 en España, el especial romance de dos adolescentes que tienen que afrontar la llegada de un hijo sin haber sido educados para ello y tienen que experimentar la (auto)educación sexual. 

Una película que acumula las señas de identidad de un director tan peculiar como Summers (temas incómodos, humor tierno, crítica social,…), con un guión suyo al alimón con el humorista Antonio de Lara, “Tono”, en lo que fue un éxito inaudito, con un año en cartelera en España y que también triunfó en otros países. Una película que marcó a muchos adolescentes de la época, sobre todo por el hecho de que tocaba temas tabú para la sociedad española del momento. 

Estamos en el Madrid de los principios de la década de los setenta, y Madrid aparece retratado como un personaje más, pues allí nos aparece el Museo del Prado, la Cuesta Moyano, el Paseo del Prado, el Retiro y su estanque, la Puerta del Sol, el Rastro, Navacerrada, y hasta los niños jugando al fútbol con las camisetas del Real Madrid y del Atlético de Madrid. Y allí y esa época (“Dos rombos, niños a la cama…” nos decían también los padres) se establece ese noviazgo adolescente de la época entre Arturo (Francisco Villa), de 15 años, y Paloma (María Isabel Álvarez), de 13 años: “Está enamorado de ti como un becerro” le dice una niña pequeña a la angelical Paloma, cuando Arturo le regala una fotografía, en aquellos inicios del flirteo; “Te amo con todas las fuerzas de mi ser, te amo, te quiero” son pensamientos en off de nuestro galán.

Tras salir juntos en varias ocasiones, se comprometen como novios: “Gracias Dios mío, ya somos novios… Padrenuestro que estás en los cielos…”, es lo que piensa Arturo cuando bailan juntos por primera vez y a él le caen lágrimas de la emoción. El adolescente tan ensimismado en su primer amor que escribe el nombre de ella hasta en la sopa de letras. Y en una excursión con el colegio entre la nieve de Navacerrada hacen el amor y, tiempo después, Paloma descubre que está embarazada. Ante el temor de comunicar esta noticia en sus respectivas familias, y dado su escaso conocimiento en educación sexual, la joven Mamen (Beatriz Galbó) y su grupo de amigos integrado por niños y adolescentes, los ayudarán a preparar el parto: “Entre todos cuidaremos a Paloma y el niño será de todos”.

Y el tercio final de la película resulta bien peculiar. Porque puedo asegurar que el control y cuidados que hacen los niños de la gestación de Paloma, sin saber, llega en su inocencia a no ser peor a algunos que yo conozco. Y en la ingenuidad de dos jóvenes puramente enamorados, ella nos dice: “Qué bien se está cuando ya se es mayor…”. Y así avanzamos hasta el final con el llanto de la nueva vida, todos los niños adorando al bebé de Paloma (y de todos) y el “Aleluya” del Mesías de Haendel llena el espacio y eleva la cámara al cielo. Como no puede ser de otra manera ante una nueva vida….

Y así es como Manuel Summers, que debutó con el gran éxito comercial y cinematográfico que fue Del rosa al amarillo (1963), con la que consiguió la Concha de Plata del Festival de Cine de San Sebastián por esa dos historias paralelas que rebosan amor (la primera protagonizadas por dos niños, la segunda por dos ancianos), prosiguió con una experiencia tan singular como la de Juguetes rotos (1966), sobre la vejez, y se ganó al público con Adiós, cigüeña, adiós, un nuevo buceo en el mundo de la infancia que colisiona con el de la adolescencia, y que descubre el amor y el sexo. Una filmografía ante ese eterno oxímoron de la vida: el deseo de ser mayores cuando somos niños y el deseo de ser niños cuando somos mayores.

El éxito enorme de Adiós, cigüeña, adiós, con ese final lleno de interrogantes, propició una continuación inmediata y con los mismos jóvenes protagonistas: El niño es nuestro (1973), en donde el niño de Paloma es enviado a un orfanato de monjas, dado que ésta no puede mantener a su hijo, pero los chicos se organizan para recuperarlo y criarle juntos. Esta segunda parte no tuvo tanto éxito como la primera, pero con estas tres películas (Del rosa al amarillo, Adios, cigüeña, adiós y El niño es nuestro) Manuel Summers ha sabido como nadie en España dirigir historias de gran sensibilidad contadas por la infancia. Películas con niños para adultos, como nuestra película de hoy (y su continuación) donde nos regala el milagro de la vida contada por la propia infancia.

Y quien se escandalice, que tenga en cuenta las palabras de San Agustín...

 

sábado, 5 de mayo de 2018

Cine y Pediatría (434). “El buen maestro”, el buen pastor


Dentro de Cine y Pediatría podríamos ya hablar de un tema recurrente como es la educación y de un subgénero como es el de los profesores salvadores en escuelas complicadas. Un guión que reúna adolescentes (generalmente problemáticos y desmotivados, reflejo de familias y circunstancias difíciles), centros educativos (principalmente institutos de entornos sociales complicados o peculiares) y profesores coraje (que rompen el esquema habitual del resto de sus compañeros docentes) son los elementos clave para cocinar un casi-subgénero en el cine. 

Decenas de películas se pueden encuadrar en este contexto, de calidad cinematográfica muy distinta, más bien endeble en demasiadas ocasiones. Pero esta impresión cambia cuando hablamos de cine en francés, y basta con citar algunos ejemplos: Ser y tener (Nicolas Philibert, 2001), Los chicos del coro (Christophe Barratier, 2004), La clase (Laurent Cantet, 2008), Profesor Lazhar (Philippe Falardeau, 2011) o La profesora de Historia (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014). Porque la enseñanza es una cuestión de estado en Francia, un asunto siempre en el centro del debate político del que no es ajena la cinematografía, de forma que la mayoría de películas francesas sobre la enseñanza pública insisten en el mismo tema: el reto de aplicar la educación republicana en las escuelas de los barrios con mayor índice de población de origen inmigrante. 

Y hoy viene a nuestro portal la ópera prima de Olivier Ayache-Vidal, una película del año 2017 que también se apunta a discutir las problemáticas en las aulas a partir de la enésima historia de un profesor que debuta sin demasiada suerte en un instituto de los llamados problemáticos, pero acaba consiguiendo que sus alumnos, alérgicos en principio a los libros y a todo lo que huela a cultura, acaben leyendo a Victor Hugo y se diviertan con las historias de Versalles. Y con un título muy significativo, El buen maestro. 

François Foucault (Denis Podalydès) es un profesor de mediana edad en la asignatura de Literatura que ejerce con severidad en un prestigioso instituto de París, el Enrique IV. En la primera escena recita en latín un poema de Petronio y, posteriormente, reparte las notas con soez maltrato a unos alumnos excesivamente educados en un instituto de élite. Sin embargo, tampoco parece muy satisfecho y dice: "Pitágoras exigía cinco años de silencio en sus discípulos. Y hoy se les pide un minuto y hay que ver lo que pasa". Y este maestro es destinado, por esa mal hábito del ser humano de tener que asumir algunas propias ideas no meditadas, a una plaza de un instituto del extrarradio de la ciudad, en una zona conflictiva y habitada principalmente por emigrantes. Y es que en una recepción literaria, François se pavonea ante una desconocida de tener la solución a los problemas de la escuela pública en las zonas del extrarradio; según su opinión, las 'banlieues' se beneficiarían de la experiencia de maestros, como él mismo, formados en centros de prestigio. La mujer resulta ser una funcionaria del Ministerio de Educación que le toma la palabra y lo propone como avanzadilla de un experimento pedagógico. 

Y es así como François va a pasar un año en un instituto complicado (allí donde conviven alumnos sudáfricanos, árabes, del este de Europa, etc.)  para compartir allí su experiencia y sabiduría. Y es advertido pos sus compañeros con frases como "Con los alumnos hazte respetar ya. Si no, te comerán; son carnívoros", o las confesiones, llorando, de una joven profesora: “Cada inicio de curso creo que lo voy a lograr y empiezo con toda la ilusión…”, "Si soy maja, me pisotean; si soy dura, se mosquean"

Una sinopsis que recuerda en primer lugar a la película de Laurent Cantet de una década antes, La clase (2008) con el que comparte intenciones y situación de partida, que no es otra que la de unos profesores enfrentados a un alumnado que llevan tatuados en la frente la palabra rebeldía o que, al menos, compaginan la ignorancia con atisbos de rebeldía. Y para ello el propio director (también guionista) hizo una inmersión de tres años en un instituto de extrarradio, y para él los valores de la película son el realismo, la verdad y la credibilidad. 

Así, François se nos presenta como el típico personaje obligado a moverse en un contexto ajeno a su hábitat natural. Por supuesto, su educación de vieja escuela en todos los sentidos no tarda en colisionar con las actitudes de sus nuevos pupilos, que hasta consiguen drogarle con pasteles rellenos de cannabis. Porque Ayache-Vidal aplica una pátina de humor ligero y estereotipado a este choque de culturas y visión de la vida y la educación. Y es Víctor Hugo y los personajes de "Los miserables" (Jean Valjean, Cosette, Fantine, Gavroche, etc.) o el microrrelato más corto de la historia, el "Vendo zapatos de bebé, sin usar" de Ernest Hemingway con el que consigue enganchar con sus alumnos. Y por eso llega a decir a sus compañeros: "Estoy muy contento con la clase. Para recompensarles haremos una excursión... iremos a Versalles"

Y en esta peculiar historia destaca la especial relación con su alumno Seidon (curiosamente con su perenne chandal del Real Madrid, mientras su compañera Maya lleva el chandal de la Juventus). Porque Seidon no solo es la oveja negra del grupo, sino el chico negro de vida no fácil; y François se convierte en el buen maestro, en el buen pastor. Y por ello, cuando finaliza el curso Seidon le dice a su profesor: "¿Puedo decirle algo que no me apetece decirle?... Le echaremos de menos". 

Porque El buen maestro es una película dirigida a padres, alumnos, profesores e incluso autoridades educativas, pues atesora un catálogo sobre la educación, que se apoya en la confianza mutua. Y su mensaje debe llegar alto y claro, acompañado de ese riff de guitarra de la preciosa "Who knows" de Marion Black, canción que sirve de hilo conductor en el tono y de metáfora final de lo que le espera cada día a este grupo de héroes cotidianos: los maestros en sus aulas. Y que la reflexión nos lleve a no olvidar que un aula (como la vida) es un lugar donde debe existir el respeto religioso, sexual y político, tres temas esenciales en la vida. Y mas si tratamos con algo tan sensible como la infancia y adolescencia. Porque en un aula el profesor cuida, como el buen pastor, a sus alumnos... y nunca los utiliza. Que nadie olvide este principio y este fin. 

sábado, 27 de agosto de 2016

Cine y Pediatría (346). "The Kings of Summer"... y de todas las estaciones


Hace unos días celebrábamos el 80 cumpleaños Robert Redford, el actor de intensos ojos azules, resplandeciente sonrisa blanca y pelo rubio cuidadosamente revuelto que continúa siendo un sex symbol que enamora a distintas generaciones. Pero Redford tiene un calificativo que le identifica sobre otros actores: el ser el rey del cine independiente, porque, ni más ni menos, fundó en 1981 el festival de Sundance, una de las mecas del cine independiente cuyos premios han servido como trampolín a actuales directores míticos (como Quentin Tarantino, Kevin Smith, Robert Rodriguez o los hermanos Coen) y películas ya míticas (algunas ya en Cine y Pediatría como María llena eres de gracia, Joshua Marston 2004; Pequeña Miss Suhsine, Jonathan Dayton y Valerie Faris 2006; Winter´s Bone, Debra Granik 2010; Bestias del sur salvaje, Benh Zeitlin 2012; entre otras). 

Porque fue precisamente la película de 1969 que encumbró a Robert Redford, Dos hombres y un destino (una traducción inventada en nuestro país del original Butch Cassidy and the Sundance Kid), la que dio nombre premonitorio a este festival, ya que tomó el nombre de Sundance Kid, el personaje de Redford, y con ello inició uno de sus proyectos más importantes: crear el Sundance Institute, un centro que impartía cursos de alta calidad para jóvenes cineastas en unos terrenos propiedad del actor. Y de esa hornada, hoy disfrutamos en los albores del verano de una película más de este lugar de buen cine indie: The Kings of Summer, ópera prima de Jordan Vogt-Roberts del año 2013, quien comenzó su carrera produciendo videos de comedia en internet y tras su exitoso corto Successful Alcoholics. 

Tres amigos adolescentes de 15 años, Joe (Nick Robinson), Patrick (Gabriel Basso) y el peculiar Biaggio (Moises Arias), acuciados por el comportamiento sobreprotector de sus padres y los conflictos familiares (nada excepcionales, por cierto) deciden escapar de casa y pasar el verano en el bosque, construyendo una casa y viviendo en libertad al margen de la sociedad y del entorno familiar, en un acto de reivindicación por su independencia. Los tres amigos se mudan al extraño habitáculo que han creado con mucho esfuerzo, allí convivirán sobreviviendo como pueden, intentando ser dueños de su propio destino, y lo más importante, libres de sus padres y sus estrictas normas. Y al comenzar esa nueva vida leen este manifiesto: "Bajo pena de perder la amistad, no hablar nunca en esta casa con ningún adulto, ni revelar la ubicación ni identidad de sus moradores, Y, desde hoy en adelante, herviremos nuestro agua, cazaremos la comida, construiremos nuestro cobijo y nos valdremos solos". 

Pero pronto, lo que se había convertido en un idílico verano, se transforma en una importante lección de vida en la que aprenden que la familia no es algo de lo que uno pueda huir tan fácilmente, por mucho que uno de ellos afirme: "Me alegro de estar donde no están mis padres". Y esto aunque Joe mantenga una complicada y distante relación con su padre viudo, o aunque Patrick sufra todo lo contrario, a unos padres tan aparentemente enrollados que resultan ridículos y tan cariñosamente sobreprotectores que literalmente le provocan alergia. Porque algo aprenden ellos (y recordamos todos), y es que la familia no es un juego de Monopoly, donde el cariño se puede vender y comprar... 

Las películas sobre la adolescencia insatisfecha son un clásico desde que James Dean se calzara su célebre chaqueta roja en Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955). Como buen subgénero, ha dado una enorme cantidad de productos, la gran mayoría de dudosa calidad y algunos para recordar como Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986), quizás con cierta semejanza a nuestra The Kings of Summer. Porque con esta película Jordan Vogt-Roberts ha sabido captar los altibajos de una época de la vida tan compleja y llena de contradicciones, aportando frescura, luminosidad y alegría que contagia al espectador. A ello ayuda la buena interpretación de sus tres jóvenes protagonistas, quienes nos transmiten toda la gama de emociones que trae la adolescencia, de la rebeldía al arrepentimiento, del entusiasmo del primer amor al dolor del desengaño, de la amistad a la amargura y la reconciliación, y todas de una manera bastante auténtica. Baste recordar un personaje y una escena: el personaje de Baggio, este chico hispano de lo más peculiar, con unos rasgos de personalidad que bien merecen una valoración psiquiátrica; y la escena paralela de Joe y su padre, cuando ambos rememoran en soledad cómo han podido destrozar su hogar, el real y el ficticio. 

El guión y los actores proporcionan el envoltorio perfecto a una historia y unos personajes que, aunque hemos visto mil veces, pueden seguir emocionandonos en un tiempo en que los días de verano eran eternos y podíamos creer que todo era posible. Porque los hijos son los reyes del verano... y de todas las estaciones. Y no es fácil ser buenos padres, al menos para la interpretación de nuestros hijos adolescentes.