sábado, 12 de marzo de 2016

Cine y Pediatría (322). De “La habitación” al mundo real


Aún tenemos el recuerdo reciente de los últimos Oscar de la Academia, donde los galardones han sido muy repartidos, pero con tres películas destacadas en el ranking de premiadas: 6 Oscar para Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015), todos de carácter técnico; 3 para El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015), premios con sabor mexicano (Mejor director para Iñárritu y Mejor fotografía para Emmanuel Lubezski, el primero en la historia en conseguir tres Oscar en tres años consecutivos) y con una deuda saldada con Leonardo di Caprio (quien a la quinta consiguió el Oscar a Mejor actor); y 2 para Spotlight (Tom McCarthy, 2015), incluyendo Mejor película y Mejor guión original.

Los principales premios se repartían entre estas tres películas, salvo uno mayor, el Oscar a Mejor actriz que recaía sobre la joven Brie Larson en la película quizás más sorprendente de esta edición, La habitación (Lenny Abrahamson, 2015). No es la primera vez que hablamos de Brie Larson en Cine y Pediatría. Nos sorprendió y sorprendió en Sundance hace unos años con su interpretación en Las vidas de Grace (Destin Cretton, 2013), una película terapéutica y casi catártica donde esta joven actriz nos presentaba con maestría las dos vidas de Grace en continuo conflicto. Y ahora reaparece en olor de multitudes, venciendo en la terna por el premio a actrices de la talla de Cate Blanchett en Carol (Todd Haynes, 2015), Jennifer Lawrence en Joy (David O. Russell, 2015), Charlotte Rampling en 45 años (Andrew Haigh, 2015) o Saoirse Ronan en Brooklyn (John Crowley, 2015), la que fuera la adolescente asesinada de Lovely Bones (Peter Jackson, 2009). 

Todo parte de la novela de Emma Donoghue del año 2010, "Room", drama que toma como punto de partida el asombroso relato de una de las víctimas del monstruo de Amstetten (el caso de la austriaca Elizabeth Fritzl, que permaneció encerrada en un sótano subterráneo durante 24 años por iniciativa de su padre), conmovedor y tenso drama, en una historia llena de imaginación sobre la cautividad y la libertad pero, sobre todo, sobre el incondicional amor maternal y los lazos familiares, inquebrantables hasta en las circunstancias más extremas. La autora, debido al éxito editorial, se atreve a adaptarse a sí mismo para el cine, algo anecdótico cuando no se tiene experiencia en este campo. Y lo hace sin complejos y fue ella misma quien seleccionó al irlandés Lenny Abrahamson como director de este drama. El resultado es una de las películas del año, que algunos definen como un híbrido de thriller y cuento de hadas que reflexiona sobre la ambigüedad de los conceptos “cautiverio” y “libertad”, y que cuaja como ingeniosa metáfora sobre las relaciones madre-hijo en las circunstancias más hostiles imaginables, cebo narrativo para atrapar al respetable en la red de una de las historias más perturbadoras vistas en una sala de cine en bastante tiempo. Una película que se sustenta en dos partes y en dos actores. 

Los dos actores son la ya citada Brie Larson en el papel de Joey, y el niño de 5 años Jack Tremblay, en el papel de Jack, en un papel tan espectacular que es difícil imaginar que no haya sido nominado al Oscar a Mejor Actor (y que a buen seguro hubiera podido haber arrebatado el premio final al mismísimo Di Caprio de encontrarse en esa tesitura el jurado, pues ha sido una de las interpretaciones más aplaudidas de este año). Y las dos partes se distribuyen en la primera mitad de la película, cuyo escenario es una reducida habitación (una parte absolutamente magistral y rompedora), y la segunda mitad de la película cuando regresan al mundo habitual (válida, pero mucho más convencional). Y es así como La habitación funciona peor en la luz que en la sombra, pues para muchos críticos el primer acto se cuenta entre lo mejor del cine del último curso. 

Como cualquier madre, Joey se dedica enteramente al cuidado de su hijo Jack, pero lo hace en un lugar que enseguida nos sorprende y nos descoloca, pues viven en un cubículo de tres metros cuadrados donde cohabitan cocina, cama, televisión, bañera, retrete y armario (que resulta ser la cama del niño). No hay ventanas y solo un pequeña claraboya en el techo permite ver un mínimo de luz. A este lugar tan particular Ma (que es como Jack llama a su madre) le ha llamado eufemísticamente 'La habitación', pero no se puede salir de allí, pues está custodiada por una puerta blindada que solo se abre por un código secreto, código que solo conoce el viejo Nick (Sean Bridgers). Dentro de esa habitación, Ma ha creado todo un universo para su hijo, un universo rodeado de rutinas estrictas que hacen que los días pasen con la más aparente normalidad, y donde Jack sea capaz de vivir una vida completa y satisfactoria, allí donde el pelo largo le da toda su "forzudez"
En algún momento Ma confiesa a su hijo que el mundo real no es ese, el único que Jack ha conocido, pues ha nacido allí y ese es su único mundo, donde las personas y animales solo existen en la pequeña tele que hay en la habitación. "¿Recuerdas como Alicia no estaba siempre en el país de las maravillas?... Pero yo no siempre estuve en la Habitación, como Alicia. Yo era una chica pequeña llamada Joey. Y yo estaba en una casa, con mi madre y mi padre. Tú los llamarías abuela y abuelo...Tenía un patio, y teníamos una hamaca. Solíamos balancearnos en la hamaca y comer helado... Una casa real, no televisión. ¿Me estás escuchando? Cuando era un poco mayor, cuando tenía 17, Iba caminando para casa... Tú aún estabas en el cielo…. Un hombre me hizo creer que su perro estaba enfermo... El viejo Nick, así le llamamos. No sé su verdadero nombre… Me hizo creer que su perro estaba enfermo.... ¡No, esta historia la tienes que escuchar! Me metió en el cobertizo de su jardín. Aquí, Habitación es el cobertizo. Cerró la puerta y él es el único que sabe la combinación. ¿Sabes? Los números secretos que abren la puerta. Él es el único que los sabe y he estado encerrada aquí por 7 años. He estado aquí por siete años, ¿entiendes?". Y la conversación entre madre e hijo nos hace reflexionar sobre los límites de la realidad cuando Ma le dice: "¡Jack! No pude explicártelo antes porque eras muy pequeño para entenderlo, así que me tuve que inventar una historia pero… Pero ahora estoy haciendo lo contrario de mentir, estoy desmintiendo. Porque ya tienes 5 años. Tienes cinco y ya eres grande para entender como es el mundo. ¡Tienes que entender! No podemos seguir viviendo así, tienes que ayudarme". Y su hijo le contesta: "Quiero volver a tener 4". 

Tras un arriesgado plan, consiguen escapar, y ahora tendrán que enfrentarse cara a cara con algo que puede ser más espantoso todavía: el mundo real, donde han perdido los referentes y la aparente seguridad que les daba (sobre todo a Jack) la habitación. Todo sucede deprisa en un mundo hostil para Jack: la policía, la habitación de un hospital, el encuentro con los abuelos (papeles para Joan Allen y William H. Macy en lo que es su tercera colaboración juntos, después de protagonizar En busca de Boby Fisher -Steven Zaillian, 1993- y Pleasantville - Gary Ross, 1998 -). Y en su cabeza muchos pensamientos: "He estado en el mundo por 37 horas. He visto panqueques y escaleras. Y aves, y ventanas y cientos de coches. Nubes, policías y doctores. A abuela y a abuelo. Pero Má dice que ya no viven en la casa con la hamaca. Abuela vive con su amigo Leo ahora. Y abuelo vive muy lejos. He visto a personas con caras diferentes, Y muchas personas hablando a la misma vez. El mundo es como un planeta TV, todo al mismo tiempo. Así que no se hacia dónde mirar y que escuchar. Hay puertas y más puertas. Y detrás de cada puerta hay algo dentro. Y otras salidas. Y las cosas pasan, pasan y pasan y nunca se detienen. Además... El mundo siempre cambia de brillo y de calor. Y hay gérmenes invisibles flotando por todos lados. Cuando yo era pequeño, sólo sabía cosas pequeñas, pero ahora que tengo 5, lo sé todo"
Porque ahora Jack tiene el mundo, pero no tiene como antes a su madre. Porque las cosas no serán fáciles para su madre ni para él. Y por ello el niño sigue pensando: "Cuando tenía 4 ni sabía que el Mundo existía. Y ahora Má y yo viviremos en él para siempre. Hasta que muramos. Esto es una calle en una ciudad, en un país llamado América. Y la tierra es un planeta azul y verde que siempre gira y no entiendo por qué no nos caemos. Luego está el espacio exterior. Y nadie sabe dónde está el paraíso. Y Má y yo hemos decidido que como no sabemos lo que nos gusta probaremos todo. Hay tantas cosas aquí. Y a veces asusta, pero eso está bien, Por qué aún somos tú y yo"

Y con ello avanzamos hacia un final desconcertante, cuando Jack le pide a su madre el poder ver la habitación donde estaban cautivos. Y ahora se asombra al ver que era un lugar tan pequeño. El niño pasea por el pequeño cobijo desmantelado y realiza una emblemática despedida: "Adiós silla número uno, adiós silla número dos, adiós armario, adiós lavabo, adiós claraboya..."

La habitación es una película especial, difícil de olvidar. La habitación intenta iluminar oscuros rincones del alma humana, porque las cuatro paredes del minúsculo habitáculo simulan las contradicciones del amargo despertar al mundo de los adultos, desde la idílica seguridad del útero materno hacia la vida, y desde el amparo de la coraza maternal hacia un mundo real en el que cruelmente se diluyen y expiran los mitos de la infancia. Porque algo así ocurre cuando pasamos de La habitación al mundo real...

 

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