sábado, 14 de octubre de 2023

Cine y Pediatría (719): “Mi mejor amigo”, un corte de pelo al conflicto turco-kurdo

 

Las guerras, las malditas guerras, son la punta del iceberg de conflictos políticos, religiosos y culturales entre distintos pueblos y que acompaña a la historia de la humanidad desde siempre. Algunos conflictos se acantonan en el tiempo, pero olvidamos en la distancia, aunque sigan latentes. Este es el caso del conflicto palestino-israelí, que se remonta a principios del siglo XX, pero que se declara la guerra en el año 1948, cuando ocurre la independencia del recién creado estado de Israel, establecido en la tierra de Palestina. Una guerra que ha generado 700.000 refugiados palestinos a los que se les negó aceptar el retorno y que han vivido desde entonces en campamentos de refugiados y ciudades de Líbano, Siria, Jordania, la franja de Gaza y de Cisjordania, entre otros lugares. Y este mes de octubre de 2023 se han desencadenado la guerra tras el ataque sorpresa de Hamas, el movimiento de resistencia islámica. Y por eso vuelve a estar de actualidad un conflicto que, realmente, nunca se ha solucionado. 

Pues algo parecido ocurre con el conflicto turco-kurdo, que se remonta a dos siglos, aunque su fase moderna comienza en 1922, con el surgimiento del nacionalismo kurdo en paralelo con la formación del moderno Estado de Turquía. Los kurdos son un pueblo mayoritariamente musulmán sunita, no árabe, con una lengua relacionada con el persa y que habita en las regiones montañosas fronterizas entre Armenia, Iraq, Irán, Siria y Turquía. Actualmente la mayor parte de los turcos se encuentran establecidos en el sureste de Turquía, en lo que corresponde a la amplia región de Anatolia, pues este pueblo de origen indoeuropeo se asentó en esta zona en torno al siglo X a.C. y, por tanto, son un pueblo milenario. han sido históricamente perseguidos por los países en los que residen debido a sus ansias independentistas. Considerados el mayor pueblo sin Estado del mundo, los kurdos han sido históricamente perseguidos por los países en los que residen debido a sus ansias independentistas. Y el conflicto turco-kurdo es una guerra civil que exige la independencia del Kurdistán (un territorio repartido entre cinco estados, Irak, Irán, Siria, Armenia y, especialmente, Turquía) y mayores derechos y culturales para los kurdos dentro de la República de Turquía. 

Y esta introducción nos sirve para contextualizar la película turca Mi mejor amigo (Ferit Karahan, 2021), la sencilla y desgarradora epopeya infantil de dos niños huérfanos kurdos en un internado turco aislado en las montañas de Anatolia, una historia de amistad que combina la dureza de su escenario con la ternura de sus protagonistas. Tercer trabajo del director Ferit Karahan, coescrita junto a su esposa Gülistan Acet, un relato con tintes autobiográficos y crítica política. Una historia simple y corta para criticar al sistema educativo turco y a una sociedad adoctrinada en la obediencia y el miedo, y que nos devuelve una mirada retadora, la de ese alumno con el corte de pelo (recordar que el título original en turco, Okul Tiraçi se traduce como “corte de pelo escolar”), que nos mira de frente en la última escena y que nos deja tantas preguntas por contestar, cual Antoine Doinel en Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959).  

La primera escena son las duchas colectivas de decenas de chicos en el internado (cómo me resulta de conocido a los que hemos vivido algo así) y sus habitaciones compartidas con varias literas, con los encargados de la disciplina intentando poner orden antes de acostarse. Yusuf (Samet Yildiz) y Memo (Ekin Koç), dos niños de 11 años, duermen en la misma habitación. A la mañana siguiente, Yusuf comprueba que Memo está enfermo y no se puede levantar. No sabe lo que le pasa y Yusuf intenta comunicar ese hecho a sus profesores para que atiendan a su amigo, pero se choca continuamente con distintos obstáculos burocráticos impuestos por las represivas autoridades de la escuela. 

Memo está inconsciente, vomita en una ocasión y no tiene fiebre (dato que se repite continuamente). Y mientras la nieve cae de forma abundante en el crudo invierno de Anatolia, Yusuf consigue llevar en brazos a Memo a algo que llaman enfermería, un lugar frío e inhóspito, sin instrumental ni material y con aspirinas como toda medicación disponible. Mientras tanto se oye arengar al director del centro a los alumnos formados en el patio: “El estado os proporciona un lugar para dormir. Os da de comer. Tenéis un baño semanal. Tenéis dinero en el bolsillo cada mes. ¡Y aún os quejáis! A vuestra edad, nosotros caminábamos 10 Km cada día para ir a la escuela. Y nunca nos quejábamos, El cabello, la forma de vestir, vuestra actitud le dicen inmediatamente a cualquiera, aunque esté a 100 metros, que sois alumnos de esta escuela. Tenéis que ser un ejemplo para el mundo exterior. Hay miles de chicos hay fuera que querrían estar en vuestro lugar. Así que tenéis que comer y acostaros a su hora. Tenéis que trabajar mucho. Tenéis que ser ciudadanos valiosos para la patria, para la nación… ¡Viva nuestro país y nuestra patria!”. 

Pasa el tiempo y Memo sigue sin ser atendido. No logra que nadie detecte la importancia de lo que quiere decir. Mientras, sigue la actividad en las aulas o en el comedor, y confirmamos la estricta disciplina y los malos tratos (las bofetadas de los profesores a los alumnos es una constante), reflejo de un sistema tiránico y opresor. Cuando finalmente profesores y el director del centro acuden a ver a Memo, intentan conocer qué ha podido pasar, y detectan que la noche previa ha sido castigado con bañarse con agua fría cuando la temperatura del exterior marcaba 35 grados bajo cero. Siguen sin saber qué le pasa: no parece un traumatismo, ni una intoxicación, ni una infección (no tiene fiebre, repiten continuamente),… Cuando deciden derivarlo a un hospital, la nieve les impide salir en coche y la ambulancia se demora. Se descubre finalmente la causa por la que Memo está así. Y llega el 112, por fin. Y la última escena regresa de nuevo a las duchas colectivas, con la mirada de ese niño al que le raparon una línea de pelo… 

Es inevitable, al ver esta aparente sencilla película turca, no acordarse del director iraní Abbas Kiarostami, y dos de sus emblemáticas obras: ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987), donde también el protagonista es un niño que intenta ayudar a un amigo suyo de la escuela, sin disfrutar de mucha ayuda de los adultos que tiene alrededor; y Los alumnos del curso preparatorio (1984), donde una cámara oculta sigue a un grupo de niños durante su primer día en la escuela y se recuerda especialmente una escena con todos formando en el patio recibiendo los sermones del director. Porque Kiarostami es un elogio a la sencillez con historias de sabor neorrealista, conmovedoras y llenas de lirismo y sutileza. Algo de lo que Ferit Karahan ha tomado buena nota en Mi mejor amigo, pero donde también permite acordarnos de la ética y estética de los hermanos Dardenne, directores belgas que han creado huella en su cine social en películas como Rosetta (1999) o El niño (2005), y que aquí sigue en el transcurso de un día en este internado de la Turquía profunda, con cámara en mano y actores no profesionales.   

Y es que, tras la sencillez cinematográfica, la problemática que presenta Turquía con el pueblo kurdo queda reflejada con maestría por medio de los ojos de los niños. En el propio internado se niegan sus raíces y nuestro propio protagonista sabe el peso que conlleva pertenecer a dicha etnia, porque esconderse para sobrevivir parece ser el mantra que acompaña a este pueblo desde hace mucho tiempo. Y cabe destacar la valentía de este director al tratar este complicado tema con tanta sutileza y tacto, en un país conocido por su férrea censura como es Turquía. Y es que ese también es el valor del cine y gracias a la proyección internacional de Mi mejor amigo, cada vez más personas conocerán la cara oculta de Turquía y la promulgación de la limpieza étnica en contra de sus propios ciudadanos. 

La complicada traducción del original de las películas supone un problema. Por ello no confundir esta película turca de hoy, Mi mejor amigo (Okul Tiraçi, Ferit Karahan, 2021), con otras con similar título en español: la película estadounidense Mi mejor amigo (Because of Winn-Dixie, Wayne Wang, 2005), la relación de amistad de una solitaria niña y un perro huérfano; la película francesa Mi mejor amigo (Mon meilleur ami, Patrice Leconte, 2006), alrededor de un marchante de arte y su apuesta de encontrar al amigo perfecto; y la película argentina Mi mejor amigo (Martin Deus, 2018), la singular amistad entre dos adolescentes con el trasfondo de la Patagonia.

 

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