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sábado, 26 de febrero de 2022

Cine y Pediatría (633). Bebés cambiados al nacer y “Madres paralelas”

 

La identificación del recién nacido es un derecho reconocido y la correcta identificación del paciente constituye una prioridad dentro de las políticas de mejora de la seguridad de la asistencia sanitaria. Es, por tanto, responsabilidad del personal sanitario de los hospitales con Maternidad el garantizar dicho derecho y ello a través de un sistema de identificación adecuado del recién nacido, que debería cumplir los siguientes requisitos: 1) realización en el momento del nacimiento, en el paritorio o en quirófano, antes de cualquier posible separación madre-hijo; 2) no interferencia con el establecimiento del vínculo madre-hijo; 3) verificación de la correlación positiva entre la madre y el neonato al nacimiento, durante toda la estancia hospitalaria y al alta; 4) permanencia a lo largo del tiempo y fiabilidad; 5) rápida resolución frente a dudas de identidad. 

El Comité de Estándares de la Sociedad Española de Neonatología publicó en el año 2017 en nuestro país las recomendaciones para garantizar la identificación inequívoca del recién nacido durante su estancia hospitalaria: según esto, la combinación del codificador neonatal (pulsera de la madre y pulsera del recién nacido y pinza de cordón con un mismo número y con un código de barras idéntico y exclusivo para cada recién nacido), junto con la recogida de una muestra de sangre materna y otra de sangre del cordón umbilical (para análisis de ADN en caso exclusivamente de duda de identidad) es actualmente el método más fiable de identificación del recién nacido. En cualquier caso, esta situación ideal es excepcional y cada Maternidad utiliza un sistema, siendo los más utilizados las huellas plantar y/o dactilar, así como la pulsera identificativa. De esta manera, el intercambio de bebés es excepcional, pero aún así varios estudios calculan que se produce un caso de confusión de identidad entre neonatos por cada 75.000 partos. 

Y el cine no ha sido ajeno a esta situación, excepcional pero importante. Recordamos algunos ejemplos de películas que han sacado partido (y creado debate) de este intercambio de bebés al nacimiento, muchas de ellas ya en Cine y Pediatría, y desde distintos países (siendo como es un problema global). 

Desde Estados Unidos, El intercambio (Clint Eastwood, 2008) Se basa en una historia real ocurrida en 1928 en Los Ángeles, la historia de Christine Collins (Angelina Jolie), una madre soltera que vive con su hijo Walter, de 9 años. Un día su hijo desaparece y la policía de Los Ángeles, que arrastra una pésima fama de incompetencia y corrupción, trató de lavar su imagen devolviéndole, meses después, un niño que no era su verdadero hijo. Conocido como ‘el caso de los asesinatos del gallinero de Wineville’, era un siniestro relato de desapariciones y de intercambios de niños.  

Desde India, Hijos de la medianoche (Deepa Mehta, 2012). Es la historia de Saleem y Shiva, nacidos el día en que India consiguió su independencia, momento en los bebés fueron intercambiados al nacer en un hospital de Bombay y se formaron en dos familias de muy diferente condición social. La película, adaptación al cine de la novela de Salman Rushdie, era un retrato de ese país hasta los años ochenta, y con la enseñanza de que no existe la casualidad y lo que nos parece un mero accidente, surge de la más profunda fuente del destino y el azar de la vida.  

Desde Japón, De tal padre, tal hijo (Hirozaku Koreeda, 2013). Esta película ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes y el Premio del Público en el Festival de San Sebastián con esta historia de niños cambiados al nacer, donde sus familias reciben la noticia del error cuando los pequeños tienen seis años. Un gran dilema se cierne sobre ambas y las relaciones familiares, la infancia y la paternidad, son los asuntos más importantes sobre los que gira esta película (si bien también son los temas más importantes de este peculiar director japonés) y donde se nos plantea el dilema de si la verdadera paternidad es biológica o de quien la ejerce, dado que el amor verdadero surge de las relaciones diarias. Es decir, conocer qué es más importante, el “nature or nurture”, la genética o la educación.  

Desde Francia, El hijo del otro (Lorraine Levy, 2012). Un intercambio no intencionado de hijos en maternidad con repercusiones no solo familiares, sino incluso políticas cuando la historia ocurre en uno de los habituales puntos calientes del globo, y con el eterno problema entre judíos y palestinos de fondo. Dos hijos intercambiados y que, cuando avanzan por su adolescencia, se encuentran que su verdadera entidad genética está al otro lado del muro. Ese muro y esa alambrada interminable, como una cicatriz queloide en la mente de los palestinos y los israelíes. Porque es más complicado intentar superar lo que significa ser judío y haber sido criado como palestino, y ser palestino y haber sido educado como judío. Y esa superación solo será posible a través de la comprensión, la amistad y la reconciliación. 

Desde Colombia, Destinos interrumpidos (Danny Holguin y Juan Carlos Echevarría, 2013). Película documental que cuenta la historia real de dos familias cuyos hijos fueron cambiados al nacer. Ambas familias denunciaron a la clínica por daños emocionales, porque los niños crecieron en ambientes económicos y sociales completamente diferentes, sus destinos “fueron invertidos”. Los afectados conocieron la verdad sobre ellos mismos cuando ya había cumplido 26 años. 

Y ahora desde España, se suma la última película de Almodóvar, Madres paralelas (2021), en una nueva película del ingenioso manchego que no deja indiferente, porque no solo nos habla de dos madres paralelas, sino de dos historias paralelas (quizás unidas con calzador) y que hace que las comentarios y críticas sean (y sigan siendo) no paralelas, sino divergentes entre la admiración y rechazo. 

La historia principal de Mujeres paralelas comienza con el encuentro de dos mujeres solteras que en la habitación del hospital coinciden porque van a tener su primer hijo, ambas producto de un embarazo inesperado: Janis (Penélope Cruz), de mediana edad, fotógrafa de profesión, se encuentra ilusionada con el nacimiento de ese hijo que llega tras una relación esporádica con un arqueólogo; y Ana (Milena Smit), que aparece como una adolescente asustada y traumatizada tras su embarazo producto de una violación múltiple con su pandilla de amigos. Al nacer ambas recién nacidas son ingresadas en observación en Neonatología, una por hipoglucemia precoz, otra por taquipnea transitoria del recién nacido. Tras el alta, vemos que Janis cría a su hija Cecilia con la ayuda de una asistenta, mientras Ana se vuelve muy madura con la crianza de su hija Anita. 

A partir de aquí, diferentes cambios bruscos de guion en el que van apareciendo pruebas de maternidad en busca de una verdad sospechada, el reencuentro de Janis y Ana después de muchos meses, el síndrome de muerte súbita del lactante que sufrió Anita a los pocos meses, el peso de las madres de cada protagonista (la de Janis, una hippie que falleció como Janis Joplin de una sobredosis a los 27 años, la de Ana, una actriz de teatro que se debate por preferir su profesión a la familia), una esporádica relación lésbica, y el valor (y la paz) de conocer la verdad de un hecho tan traumático como fue aquel intercambio de sus hijas al nacer. 

La historia secundaria gravita alrededor de la conocida Memoria Histórica, con ese diálogo inicial de la película y que solo se engrana con el final del film alrededor de la búsqueda del bisabuelo de Janis, asesinado en la Guerra Civil y enterrado en alguna fosa común de su pueblo. Una historia paralela donde los críticos intentan enlazar también con ese otro valor (y paz) de conocer la verdad de otro hecho tan traumático como fueron los resultados de una guerra. Y de ahí que el colofón lo ponga esta frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano: “No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca”. Porque quizás el mensaje común de sus dos historias sea la importancia de la verdad para poder vivir en paz y mirar hacia el futuro. 

Es Madres paralelas una película que no deja indiferente. Es esta quizás su obra menos almodovariana, como quizás le pasó a Woody Allen con Match Point (2005), pero mientras el neoyorquino nos regaló una obra maestra, aquí Almodóvar quizás se ha quedado alejado de sus mejores obras. Pero el "hecho por Almodovar" sigue ahí y es su seña de identidad, una filmografía muy alejada de los clichés, donde abundan los elementos autobiográficos, con tabúes y temas censurados y un curioso sentido del humor que nace de la afinidad del director con el kitsch, la sátira, la parodia, el pop art y la comedia negra. Se habla del cine de Almodóvar como del director de la modernidad, de la movida, de las mujeres, de los personajes LGTBIQ o del costumbrismo, y donde la maternidad casi siempre está presente. Nacido en la región manchega de Calzada de Calatrava, vivió su infancia como un niño sin padre, criado por su madre y hermanas, por lo que su obra está marcada por el matriarcado que vivió en su infancia (y hasta su propia madre, Francisca Caballero, ha realizado diversos cameos). Un cine donde la mujer es el sexo fuerte y suele rodearse de sus "chicas" Almodóvar (que van cambiando con los años: Carmen Maura, Kiti Manver, Cecilia Roth, Julieta Serrano, Marisa Paredes, Chus Lampreave, Bibiana Fernández, Rossy de Palma, Loles León, Victoria Abril, Penélope Cruz, etc.) y algún "chico" Almodóvar (principalmente Antonio Banderas en sus inicios). 

Y en Madres paralelas reaparece de nuevo con fuerza la figura de la madre como ya lo hizo en Tacones lejanos (1991), Todo sobre mi madre (1999), Volver (2006), Julieta (2016) o Dolor y gloria (2019). Por ello recordamos algunas frases de nuestras dos madres: "Es única lección que he aprendido de mi madre. Vivir mi vida y ser libre" nos dice Ana; "Ha sido espantoso encontrarla cuando ya estaba muera" confiesa Janis. Pero esta película va más allá de la maternidad y tiene en los recién nacidos cambiados al nacer uno de sus elementos claves, un aspecto de gran importancia respecto a la seguridad de la asistencia sanitaria por las graves repercusiones personales y familiares  que provoca.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Cine y Pediatría (252). “Cambiadas al nacer”, entre la ficción y la realidad


Los recién nacidos tienen el derecho de ser debidamente identificados desde el nacimiento. Este derecho está recogido en el artículo 8 de la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas en 1989 y ratificad en España un año después. La identificación debe garantizar la posibilidad de confirmar la relación de cada recién nacido con su madre biológica durante su estancia en el centro sanitario en que se produzca el nacimiento y la custodia hacer referencia al empleo por parte del hospital de sistemas y protocolos que aseguren el mantenimiento del binomio madre-hijo. 

Los objetivos de los procedimientos para la adecuada identificación y custodia de los recién nacidos son, según recogen los protocolos de la Asociación Española de Pediatría: evitar intercambios de recién nacidos en la Sala de Partos, evitar intercambios de recién nacidos en los nidos o en las salas de hospitalización de Obstetricia, permitir la verificación de forma rápida de la identidad del recién nacido en caso de duda, permitir la comprobación del recién nacido y de su madre en el momento del alta, evitar consecuencias de tipo legal al personal sanitario ante posibles intercambios de recién nacidos. 

Analizando las situaciones que han ocasionado cambios de recién nacidos, la gran mayoría ocurren en la sala de partos, especialmente en centros que tienen partos simultáneos y en los que el personal no ha llevado a cabo las medidas de precaución recomendadas. También se describen estos cambios en las salas de hospitalización de puérperas, coincidiendo con separación física transitoria de la madre y su hijo. 
Este tema de los sistemas de identificación del recién nacido es un tema muy sensible al que algunos profesionales, como el Dr. Antonio Garrido-Lestache, han dedicado buena parte de su labor profesional. Y como él señala en su web, “un niño debidamente identificado es un niño a salvo de muchos peligros”.   Lo cierto es que los sistemas de identificación del recién nacido utilizados en España hacen prácticamente imposible que se produzcan errores y garantizan totalmente que cada bebé abandona el hospital acompañado de su madre biológica. Pero nada es imposible y si ocurre, y se identifica el hecho al cabo de varios años, las consecuencias son muchas e impredecibles. 

Sobre este hecho del intercambio no intencionado de dos hijos en Maternidad, el cine no ha sido ajeno. Y tenemos recientes ejemplos, ya comentados en Cine y Pediatría: 

- La película japonesa De tal padre, tal hijo (Hirokazu Kore-eda, 2013), que debate sobre el problema que supone el intercambio de hijos y el dilema sobre cuál es la verdadera paternidad, esa perfecta combinación de genética y de educación con tiempo de calidad. Y que nos hace una pregunta clara: ¿Quién es nuestro verdadero hijo… “nature or nurture? 
- La película francesa El hijo del otro (Lorraine Levy, 2012), la historia de dos adolescente, Joseph, criado como judío cuando su origen es palestino, y de Yacine, criado como palestino cuando su origen es judío. Una historia de superación que solo será posible a través de la comprensión, la amistad y la reconciliación en una atmósfera dominada (históricamente) por el miedo y el odio, cuando las barreras religiosas y civiles pueden suponer un impedimento en el reencuentro. Cine positivo e imprescindible con un mensaje claro: atender las diferencias del otro y hacerlo con respeto. aceptar las diferencias y encontrar, más allá de prejuicios culturales o religiosos, puntos en común en tanto seres humanos. 

Pero hay muchos otros ejemplos, al ser un tema especialmente sensible para las teleseries. Y este sentido destacamos dos películas y una serie, todas estadounidenses, y todas con el mismo título: Switched at Birth (Cambiadas al nacer en español). 
- Switched at Birth (Waris Hussein, 1991), película de casi tres horas de metraje basada en la historia real de Kimberly Mays y Arlena Twigg, dos niñas que fueron intercambiadas al nacer en el Hospital de Florida en el año 1978. Arlena fallece en la infancia de una cardiopatía congénita y poco después sus padres identifican que no era su hija, y buscan a su hija biológica. Ésta es Kimberly, quien ahora vive con su padre, viudo al fallecer su mujer de una enfermedad tumoral. 
- Switched at Birth (Douglas Barr, 1999), donde dos bebés nacen al mismo tiempo en un hospital y, debido a que la enfermera intercambia las etiquetas, son entregados a la madre equivocada. Al cabo de unos años las madres se dan cuenta del cambio, cuando una de ellas le hace una prueba de ADN a su hijo. 
- Switched at Birth, serie de televisión estadounidense que se estrenó en el año 2011, y que nos cuenta las visicitudes de dos adolescentes que fueron cambiadas al nacer y se han criado en ambientes muy diferentes: Bay Kennish vive en uno de los barrios ricos de Kansas y Daphne Vázquez, sorda como consecuencia de una meningitis a los tres años, vive en un barrio obrero de Misuri. 

Ejemplos para el cine, excepcionales pero no imposibles. Una señal de alerta para reconocer que el intercambio de hijos no solo es ficción, sino también puede ser realidad. Una realidad que debemos evitar, siguiendo los procedimientos para la adecuada identificación y custodia de los recién nacidos.

 

sábado, 2 de noviembre de 2013

Cine y Pediatría (199): “Hijos de la medianoche” y el azar de la vida


“Las cosas más importantes de la vida suceden en nuestra ausencia”. Con esta frase comienza una película en la que dos niños son intercambiados al nacer y viven la vida del otro. Podríamos estar hablando de la película belga Totó el héroe (Jaco Van Dormael, 1991), pero en realidad hoy lo hacemos de la película canadiense (con sabor a Bollywood), Hijos de la medianoche (Deepa Mehta, 2012). 

La directora indocanadiense Deepa Mehta, conocida por su tetralogía de los elementos (Fuego, 1996; Tierra, 1998; Agua, 2005; Cielo, 2008) adapta a la gran pantalla la novela “Midnight's Children” de Salman Rushdie, una de las obras de ficción más importantes y conocidas del siglo XX, que marcó un hito en la narrativa india en lengua inglesa y se alzó con el Premio Booker, el galardón más prestigioso del Reino Unido. 
Porque aunque la directora está nacionalizada en Canadá, sus películas siempre se centran etnográficamente en la India, su país de origen. Y con un “Érase una vez…” nos adentra en esta historia cuyo núcleo es el nacimiento simultáneo de dos bebés en un hospital de la ciudad de Bombay: Saleem (Satya Bhabha) y Shiva (Siddharth). Un acontecimiento muy normal, de no ser porque su nacimiento coincide con el mismo día en el que la India consigue su independencia de Inglaterra. El movimiento de independencia de la India consistió en una serie de revoluciones que comenzaron en 1857 y que llegaron a su fin bajo el liderazgo de Mahatma Gandhi entre 1942 y 1945, así como con la invasión a la India británica por el Ejército Nacional Indio comandado por Subbash Chandra Bose durante la Segunda Guerra Mundial. La independencia finalmente se logró el 14 de agosto de 1947. Es justamente en esa noche, y ya con más de 30 minutos de metraje de Hijos de la medianoche, cuando ocurre el nacimiento de los niños de la historia, esos hijos de la medianoche que reflejan la esperanza de la India, lo que el país podría haber sido. 

“Hace muchos años concertamos una cita con el destino. Ahora llega el momento no totalmente o por completo, pero sí sustancialmente. Cuando den las doce de la noche, mientras el mundo duerme, India despertará a la vida y a la libertad. Llega el momento excepcional en la historia de pasar de lo viejo a lo nuevo. Cuando termina una época, y cuando el alma de una nación, largamente ahogada, logra expresarse”, nos relata el narrador de la película, cuya voz en off es la del propio Salman Rushdie (lo que hace ineludible su visionado en versión original). Nacer en ese gran momento les convierte en la primera generación libre de su país y concede a los niños poderes sobrenaturales como el de la telepatía o el de un agudísimo olfato, producto de esa nariz portentosa de Saleem. 
Y entonces las vidas de Saleem y Shiva viajan paralelas a las de la convulsa historia de su país (con la Guerra indo-pakistaní de 1971 o el estado de emergencia de Indira Gandhi de telón de fondo, entre otros avatares), pero marcados por un hecho: ambos son intercambiados voluntariamente al nacer por la matrona. Y en ese momento la voz en off de Saleem nos recuerda: “Dos bebés en sus manos, dos vidas en su poder. Lo hizo por Joe, su acto revolucionario privado… Cuando le dio al niño del vientre de mi madre a Wee Willie Winker, Mary sabía que condenaba al niño de familia rica a una vida de acordeones y miserias… Como había dicho Joe, que los ricos sean pobre y los pobres, ricos”. Y entonces la vida es lo que el destino nos depara, a veces en un momento. 
Y así transcurre el relato, con los avatares de aquel intercambio. Cuando Saleem precisa una transfusión a los 10 años, aparecen las dudas de la familia con su grupo sanguíneo, y nos recuerda: “Mi mala sangre convirtió el amor de mi padre en odio”. Por ello es exiliado con unos familiares a Pakistán: ”En el exilio descubrí el poder... También descubrí la soledad. Años sin amigos, excepto los hijos de la medianoche”. Y las palabras de Shiva: “El mundo no son ideas, niño rico. El mundo son cosas. Si tienes cosas, tienes tiempo de soñar. Si no, peleas”
Y más allá de la mitad del metraje, la matrona que intercambió a los niños (y cuya conciencia le hizo convertirse en aya de Saleem) confiesa su atrocidad, momento en que la madre de Saleem le dice al airado padre: “El amor no nace, se hace”

Hijos de la medianoche es la historia de estos niños, pero también la de cuatro generaciones en India (la de sus abuelos, sus padres, la suya propia y la de su hijo), lo que la convierte en un retrato completo de toda una época y una cultura, porque las vidas de estos niños se convertirán en esclavas de su contexto. Una película hipnótica a la que quizás le sobre metraje (148 minutos puede parecer excesivo) y la falta definición de algunos de sus personajes o cierta cohesión argumental, pero hipnótica y mágica y con un mensaje claro al final: “Un niño y un país nacieron a medianoche, hace mucho tiempo. Se esperaban grandes cosas de ambos. La verdad ha sido menos gloriosa que el sueño. Pero hemos sobrevivido y seguido nuestro camino y nuestras vidas han sido, a pesar de todo, actos de amor”. 

¡¡ Abracadabra…!! No existe la casualidad y lo que nos parece un mero accidente, surge de la más profunda fuente del destino y el azar de la vida. 
Y detrás de todo lo anterior encontramos un problema de vital importancia en Pediatría: la identificación y custodia de los recién nacidos. Porque la identificación debe garantizar la posibilidad de confirmar la relación de cada recién nacido con su madre biológica durante la estancia en el centro hospitalario en el que se produzca el nacimiento y la custodia hace referencia al empleo por parte del hospital de sistemas y protocolos que aseguren el mantenimiento del binomio madre-recién nacido.