Blog personal, no ligado a ninguna Sociedad científica profesional. Los contenidos de este blog están especialmente destinados a profesionales sanitarios interesados en la salud infantojuvenil
sábado, 9 de septiembre de 2023
Cine y Pediatría (713) “Atrapados en la red”, atroz denuncia del abuso sexual a menores en internet
sábado, 7 de mayo de 2022
Cine y Pediatría (643): “Mamá te quiere”... a su manera
sábado, 13 de julio de 2013
Cine y Pediatría (183). “El Polaquito”, un Oliver Twist a ritmo de tango
Es la historia del Polaquito (Abel Ayala, en un magnífico debut como intérprete, consolidado en el 2009 en El baile de la victoria de Fernando Trueba), un chico de la calle de 13 años que conoce a Pelu (Marina Glezer, joven actriz con experiencia, pero que se consolidó también el año 2004 con Diarios de motocicleta de Walter Salles), una joven prostituta de 16 años que también trabaja en la estación, de la cual se enamora y a la que intenta rescatar de la mafia que la explota. La historia se cierra con otros dos personajes principales: Vieja (Fernando Roa), el amigo ratero que le lleva por caminos de delincuencia no deseados, y Rengo (Roly Serrano), siniestro personaje, adulto cojo y líder de la mafia, quien, en connivencia con la policía de la estación, promueve la prostitución de las jóvenes adolescentes y la delincuencia de los chicos.
En este ambiente hostil, el Polaquito intentará luchar a favor del amor que siente por Pelu, pero el mal que le rodea es superior a sus buenas intenciones: una ambiente social y una familia disfuncionales a los que no le es permitido renunciar (un padre alcohólico, una madre maltratada y una hermana prostituta). Sus espacios son la gran estación ferroviaria y un vagón destartalado que le sirve de vivienda. Su paso por un reformatorio lo enfrenta a seres tan desdichados como él, aunque la calidez que le da su relación con Pelu pudiera ser la tabla de salvación de este adolescente y, quizás, su única posibilidad de salida.
Un drama romántico con grandes dosis de denuncia y que logra tocar la sensibilidad del espectador. Como logró tocar la fibra de Juan Carlos Desanzo, quien tardó casi 10 años en escribir el guión de la historia del Polaquito, la Pelu, el Vieja y el Rengo. Una historia que narra la dura vida de un niño de la calle que intenta salir adelante, vencer el bien sobre el mal. Y así El Polaquito se nos presenta como un Oliver Twist del siglo XXI a ritmo de tango, y nos devuelve una visión descarnada del hampa bonaerense.
Y para ello Desanzo se lanzó a la búsqueda de artistas por centros de acogida, reformatorios y zonas de chabolas, con el fin de contar un drama de desarraigo con tintes autobiográficos. Así, Abel Ayala, el actor que da vida al Polaquito, no ha conocido a su padre ni a su madre. Lo crió su abuela y a los 10 años se escapó de casa para vender chucherías en la Estación Central de Buenos Aires. En 2003, Juan Carlos Desanzo, contó con él para ser el protagonista principal de la película y entonces es cuando nos regala una de esas interpretaciones inolvidables.
El propio director nos comenta que "muchos niños y adolescentes deambulan sin rumbo por las calles porteñas con la sombra de trágicos destinos. Ellos pasan a nuestro lado con su carga de dolor, intentan recolectar entre humillaciones y vergüenza alguna moneda que les permita sobrevivir en un micromundo que los ignora o recorren una amplia gama de lugares de la ciudad con el pretexto de ofrecer las mercaderías más insólitas, incluso su voz o su cuerpo". Porque los chicos de la calle son los hijos de nadie: trabajo infantil, prostitución y abuso de poder. Porque la historia del Polaquito, lleva al cine una historia más de esas que lamentablemente vemos por la calle, o en la televisión o en los diarios. Y, claro está, no sólo en Buenos Aires.
Las necesidades humanas se encuentran en una pirámide de cinco escalones. En el inferior se localizan las necesidades fisiológicas (salud, comida, etc.). El segundo escalón son las necesidades de seguridad (justicia, educación, vivienda, etc.). El tercero son de pertenencia y afecto, éstas que sirven para ser más seguros de uno mismo. El cuarto escalón de la pirámide pertenece a la estima y autorealización como persona. Y en la cúspide podemos situar la necesidad de ser mejores y la el crecimiento personal. Como claramente refleja la película, los adolescentes que se nos presentan apenas pueden pisar alguno de esos escalones, y casi de soslayo. Y así, de nuevo, el cine es un reflejo de la sociedad, de sus crisis y de su tiempo, el cine se transforma en un elemento de denuncia, de emoción y de reflexión.
Porque uno de los signos de marginalidad social más preocupantes de un ciudad es la presencia de niños o adolescentes que mendigan en la vía pública. La historia de la mayoría de estos “niños de la calle” empieza en una familia en la cual han estado ausentes las figuras materna y paterna, de hogares sumergidos en la extrema pobreza y con deterioro afectivo. Cuando se analizan las causas profundas que impulsan a un menor a escapar de su casa no se debe caer en que los únicos factores que influencia son los socioeconómicos, sino que incluye también motivaciones afectivas, socioculturales y éticas a las que es imprescindible prestar atención.
Por ello, El Polaquito nos devuelve la cara menos amable de Buenos Aires y nos habla de trabajo infantil y explotación, de pobreza y delincuencia, de drogadición y prostitución infantil, de abuso de poder y de corrupción, de discriminación social y económica. Esa cara trágica de todas las ciudades (más en unas que en otras) y que ha nadie nos gusta ver y reconocer. El Polaquito se transforma así en una cruda radiografía de una verdad que nadie ignora, aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado. Un testimonio desgarrador de esos niños y adolescentes, y que en palabras del propio director nos recuerda: "dentro de mí hay un niño al que durante muchos años dejé solo con sus dolores y sus angustias del pasado, me olvidé de él y lo fui llenando con mis miedos y mis tristezas ocultas".
Desanzo logró un film tan realista como doloroso, tan brutal como cálido. Y para ello ha contado con la buena fotografía de Carlos Torlaschi, la magistral interpretación de sus “chicos de la calle” y la exacta banda musical de Martín Bianchedi. La secuencia final, en la que Pelu se aleja de toda posibilidad de redención a los compases de "Naranjo en flor", entonado por Roberto Goyeneche, es el más estremecedor resumen de esta película que debe verse con el corazón abierto, el pensamiento libre y una profunda capacidad de reflexión. Reflexión que nos golpea con la frase final: “El expediente judicial que investigó la muerte de El Polaquito fue cerrado y archivado como suicidio”.
jueves, 13 de junio de 2013
NO al Trabajo Infantil
El Día Mundial contra el Trabajo Infantil se conmemora el 12 de junio. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo instituyó en el año 2002 con el objetivo de denunciar la terrible situación por la que pasan millones de niños en el mundo.
En el informe del año 2010 se describe que se han producido ciertos avances. Los niños trabajadores disminuyeron de 222 millones a 215 millones, entre 2004-2008, es decir un 3 por ciento. El mayor progreso fue en los de 5 a 14 años. Sin embargo, entre los jóvenes de 15 a 17 años aumentó un 20%, de 52 millones a 62 millones.
Para luchar contra esta lacra, la OIT trata de llegar a acuerdos internacionales. Los documentos elaborados por la OIT han sido apoyados por numerosos países. El Convenio 182 trata de las peores formas de trabajo, el Convenio 138 sobre la edad mínima de admisión al mundo del empleo.Recientemente se adoptó el acuerdo 189 y la recomendación 201 sobre el trabajo de los trabajadores domésticos
Este año el objetivo es decir NO al trabajo infantil doméstico es decir el que hacen los menores de 18 años en hogares ajenos con o sin remuneración. En el mundo se calcula que hay 10 millones de niños en esta situación de los que 6,5 millones tienen entre cinco y 15 años.
Este trabajo se hace de forma oculta, e impide que los niños vayan a la escuela, tengan tiempo de ocio, utilicen sustancias peligrosas y cargas pesadas. Que sean tratados de forma humillante incluyendo violencia y abusos sexuales.
Solo la cooperación de todos hará posible eliminar el trabajo infantil doméstico y de esa manera devolver a muchos niños el derecho a vivir esa infancia que si la pierden, nunca podrán recuperar.
sábado, 6 de octubre de 2012
Cine y Pediatría (143). “El triunfo de un sueño”, el triunfo de la música
La cinta destaca por su banda sonora, compuesta por Mark Mancina; su creador invirtió 18 meses en la composición de todas las piezas y siguió un proceso peculiar: el tema final “August's Rhapsody” fue el primero en ser compuesto y a partir de aquí se creó el resto de las canciones, que conforman pequeñas piezas de un puzle que solo se completa con la resolución del filme. La canción "Raise It Up" fue candidata al Oscar a la mejor canción (que ese año fue a parar a la canción "Falling Slowly" de la película Once -John Carney, 2007-).
Otros dos nombres destacan en la música de esta película: la guitarrista estadounidense Kaki King y el propio actor Jonathan Rhys Meyers. A excepción de la canción “Dueling Guitars”, todas las canciones de la película fueron interpretadas por Kaki King, conocida por su percusión en la guitarra que tiñe de magia la música. Rhys-Meyers cantó el mismo en la película, tal y como ya lo hiciera en Velvet Goldmine y con ello se suma a la lista de actores y actrices que devienen en cantantes, como Sarah Polley, Ewan McGregor, Juliette Lewis, Scarlett Johansson, Ryan Gosling, Victoria Abril, Zooey Deschanel, etc.
Aunque la película ha sido tachada de sensible y sensiblera, lo cierto es que se ve con agrado. Es cierto que el final es de un edulcorado increíble con ese megaconcierto de música clásica al aire libre en Central Park ante cuarenta mil persona, en donde el niño prodigio puede interpretar su concierto ("August´s Raphsody"), utilizando así su extraordinario talento para encontrar a los padres de los que fue separado desde su nacimiento. Es de un edulcorado que puede subir la glucemia del espectador, pero es de esos finales que uno se siente feliz de que, por una vez, sean así… y sin reparos. Por eso estamos hablando de una fábula… con final feliz. Un fábula donde la música ha triunfado, aunque en la propia película podemos reconocer aspectos para el debate: adopción no consentida, abuso infantil, niños prodigio, desestructuración familiar, etc. Esa música que siempre acompaña nuestras vidas desde la infancia, y que nos acompaña en busca del sueño y de la felicidad.
De nuevo, Nueva York como eterno protagonista del cine y de la música. En El triunfo de un sueño se combinan ambos, pero especial relevancia tiene la música, verdadera protagonista: música en lugares emblemáticos como Washington Square, Central Park, Lincoln Center o el góspel de sus iglesias. Música e imágenes que me recuerdan también que hace un año vivimos allí algo muy especial y lo vivimos también en una entrada especial de "Cine y Pediatría".
sábado, 5 de noviembre de 2011
Cine y Pediatría (95). La infancia en el cine del genio de Clint Eastwood (I): “Un mundo perfecto” y “Mystic River”

sábado, 4 de junio de 2011
Cine y Pediatría (73). “Pequeña Miss Sunshine” y los niños prodigio: ¿estrellas o estrellados?

Pequeña Miss Sunshine es un alegre y divertido cuento sobre un grupo de inadaptados que focalizan sus esperanzas en el triunfo de una imposible niña prodigio, símbolo de una sociedad competitiva en la que el mundo se divide en triunfadores y fracasados. Pero también es una crítica a los famosos concursos de belleza infantiles de Estados Unidos (bajo el nombre de “Little Miss Perfect”): pequeñas muñecas de carne y hueso, sofisticados peinados, con uñas postizas, bronceado artificial, sonrisas ensayadas, lentillas de colores, tacones altos y relucientes vestidos, … el sueño de cualquier niña, pese a las elevadas probabilidades de que ese sueño acabe por convertirse en pesadilla. Los certámenes de belleza infantil se han convertido en las últimas décadas en todo un fenómeno de masas y sobre todo, en un lucrativo negocio para los que manejan sus hilos. Toda una red mediática y de lo más lucrativa que gira en torno a las pequeñas niñas, de unos cinco a doce años, que literalmente son lanzadas por sus padres a este mundo plastificado en donde todo se rige por puras apariencias y donde el daño está servido en la educación y desarrollo infantil.
Porque cuando la competitividad se traslada al mundo infantil se atraviesa una difícil barrera que puede conllevar mucha infelicidad. Y, si esa competitividad concurre en niños con especial talento, superdotado o niño prodigio, acaba convirtiéndose en un verdadero dilema para la familia, incluso un problema ético. Un niño prodigio es alguien que a una edad temprana (generalmente antes de los 10 años) domina uno o más campos emprendidos generalmente por adultos. Algunos de los campos más comunes de los niños prodigios son las artes visuales (principalmente el cine), la música, el deporte, las matemáticas, el ajedrez, etc. Se han creado incluso listas de niños prodigio que han votado el público (la mayoría del mundo del cine y algunos del mundo de la música) o se han documentado los niños prodigio del siglo XX en su capacidad intelectual. Como vemos, es en el panorama cinematográfico donde más niños prodigio reconocemos.
En la línea de la película que hoy comentamos, enumeraremos a 10 jóvenes promesas “made in Hollywood” que acabaron estrellándose alrededor de la adolescencia o juventud por no saber cómo controlar una situación que era superior a ellos:
- Judy Garland: una actriz con una voz prodigiosa, saltó al largometraje con 13 años con películas como Pigskin Parade (David Butler, 1936), pero la fama llego, por supuesto, con la dulce Dorothy que deseaba volver a casa en El Mago de Oz (Victor Fleming, 1939). Aunque la fama estuvo siempre de su lado, las drogas y el alcohol se apoderaron de ella, llevándola a la muerte en 1969, con sólo 47 años.
- Brandon de Wilde: su primera aparición en pantalla fue con 10 años en The member of the wedding (Fred Zinemmann, 1952), pero su revelación fue un año después con Raíces profundas (George Stevens, 1953), por la que fue nominado al Oscar a mejor actor de reparto. No consiguió mantener el tipo, y murió en un accidente de tráfico a los 30 años en estado de embriaguez y para los que a muchos fue una especie de suicidio.
- Linda Blair: su primera aparición en pantalla fue con 11 años en The way we live now (Barry Brown, 1970), pero su revelación vino como la niña que retuerce el cuello y vomita bilis en El exorcista (William Friedkin, 1973) y algunas secuelas posteriores. A los 14 años era adicta al alcohol y las drogas y su carrera posterior se hundió en los michelines, la serie B y el resentimiento a su profesión.
- River Phoenix: debutó con 15 años en Exploradores (Joe Dante, 1985), pero saltó al estrellato con Un lugar a ninguna parte (Sidney Lumet, 1988), película por la que estuvo nominado a los Oscar. River murió a los 23 años de sobredosis por mezclar varias drogas y alcohol, y su figura ya queda en la memoria como el James Dean de finales del siglo XX.
- Henry Thomas: debutó a los 11 años con su papel más reconocido, el amigo de E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982). Su primer papel le marcó a fuego y, aunque ha realizado algunos papeles más como en Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002), su trayectoria ha sido breve, escasa y en papeles secundarios. Escaso éxito en la vida, aunque sin llegar a los tropiezos de juventud que atesoró su hermana en la ficción en E.T., Drew Barrymore.
- Drew Barrymore: su primera aparición fue espectacular como la niña de 7 años que cuidaba de E.T., pero no supo cuidar de sí misma y confesó que a los 9 años bebía alcohol, a los 10 fumaba marihuana y a los 12 era cocainómana. Por suerte, Drew ha sabido encauzar su vida y ahora está estupenda en Los Ángeles de Charlie (Joseph McGinty Nichol, 2000) y sus secuelas.
- Chistina Ricci: su debut fue a los 10 años con Sirenas (Richard Benjamin, 1990), pero la fama le llegó con La familia Adams (Barry Sonnenfeld, 1991) y una prolífica filmografía, pese a que el divorcio de sus padres, cuando ella era una adolescente, le provocó problemas de anorexia y bulimia.
- Macaulay Culkin: su primera aparición en cine fue con 7 años en Rocket Gibraltar (Daniel Petrie, 1987), pero alcanzó el éxito en la década de los noventa con Solo en casa (Chris Columbus, 1990) y sus secuelas. Con 10 años, se convirtió en el niño más famoso de la época, pero el divorcio de sus padres hizo que Macaulay cayera en el alcoholismo y la drogadicción, despilfarrando su fortuna.
- Lindsay Lohan: ha pasado de ser una niña adorable de 12 años con la cara llena de pecas que debutó en el papel de ambas gemelas en Tú a Londres, yo a California (Nancy Meyers, 1998) a una adolescente de comedias como en Herbie: a tope (Angela Robinson, 2005) que poco a poco ha perdido el norte entre el alcohol, los calmantes y las drogas a ocupado páginas y páginas de las revistas de famoseo en los últimos años. Ahora en el currículum de Lindsay aparecen sus cinco accidentes de tráfico, sus fotos comprometidas y sus dos ingresos en clínicas de rehabilitación.
- Haley Joel Osment: debutó a los 6 años como el hijo de Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), pero la piedra angular de su carrera ha sido El sexto sentido (M Night Shyamalan, 1999). Pero Haley Joel no ha tenido tanto éxito en la vida real como en las películas: un accidente de tráfico hace unos años, mientras conducía bajo los efectos del alcohol y las drogas, le ocasionó la condena de ingresar en Alcohólicos Anónimos.
Ejemplos de estrellas infantiles que acabaron estrelladas. Un ejemplo más de posible abuso en la infancia y de la infancia. Lo que en clave de comedia nos presenta la peculiar familia Hoover y nos recuerda en esta frase: "¿Sabes qué? A la mierda estos concursos. La vida es un puto concurso de belleza detrás de otro: el instituto, la universidad, luego el trabajo...". Porque los años de infancias son maravillosos para ser niños, no otra cosa. Os dejo con Olive y a la familia Hoover bailando el "Superfreak", canción y baile provocativo y una forma divertida de provocar la reflexión.