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sábado, 9 de septiembre de 2023

Cine y Pediatría (713) “Atrapados en la red”, atroz denuncia del abuso sexual a menores en internet


En el año 2021 se publicó el informe “Abuso sexual de menores en internet” y que contó con la colaboración del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil, UNICEF España, EUROPOL–European Cybercrime Centre (EC3), Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil (FAPMI) y EU KIDS ONLINE, entre otras instituciones. Su objetivo era analizar la problemática del abuso y explotación sexual de menores de edad en el contexto de internet, con el objetivo de ayudar a los diferentes profesionales que trabajan en el ámbito de niños, niñas y adolescentes a ampliar sus conocimientos sobre la forma en que desarrolla, mejorar sus capacidades de prevención y respuesta ante la diversidad de situaciones de abuso existentes, y contribuir a extender este conocimiento en la sociedad. El ámbito de trabajo fueron tres países: España, Portugal y Malta. 

El abuso y explotación sexual de menores de edad en internet hace referencia a aquellas situaciones de abuso sexual que afectan a personas menores de 18 años, incluyendo la producción de imágenes o vídeos sobre ese abuso y su difusión en línea. Entre las situaciones de abuso o explotación sexual del menor de edad se pueden incluir su incitación o coacción hacia actividades sexuales, la trata de niños, niñas y adolescentes con fines sexuales, su explotación comercial sexual, otras prácticas sexuales, o de espectáculos o materiales sexuales. Y esta definición está estrechamente relacionada con otros conceptos: 
- Coacción y extorsión sexual a menores de edad: chantaje que tiene como objetivo conseguir de los menores (niños, niñas o adolescentes) imágenes o vídeos de connotación sexual, encuentros para un abuso físico, o dinero. El chantaje se produce bajo amenaza, por ejemplo, de exponer públicamente aspectos íntimos del menor de edad que se han conseguido previamente (confesiones, imágenes, etc.). 
- Grooming en línea: proceso en el que un adulto intenta establecer contacto por Internet con el menor, incluso pudiendo hacerse pasar por otro menor de edad, buscando establecer una relación de confianza que facilite el chantaje con fines sexuales. 
- Materiales de abuso sexual contra menores de edad: se refiere tanto a contenidos que muestran actos de abuso sexual de menores y/o se focalizan en sus zonas genitales o anales, como contenidos de explotación sexual de menores de edad, término en el que se incluyen además, otros contenidos, incluso normalizados o cotidianos con fines sexuales. 
- Contenido sexual autogenerado: en los casos en que los menores toman imágenes de sí mismos en poses comprometedoras o con fines sexuales, tanto si se trata de contenidos voluntarios como coaccionados. Además, siempre existe el riesgo de que estos contenidos puedan circular en línea o fuera de ella para perjudicar a los menores de edad, o sean usados como herramienta de extorsión por otras personas. 

El documento, de 26 páginas, se desarrolla en cuatro apartados: 1) Contexto de abuso y explotación de menores de edad en internet; 2) Prevención de situaciones de abuso y explotación de menores de edad en internet; 3) Detección de posibles casos de abuso y explotación de menores de edad en internet; 4) Recursos de interés. Y bien vale la pena su revisión en este enlace. 

Como también vale la pena esta reciente película documental checa: Atrapados en la red (Barbora Chalupová, Vit Klusák, 2020), un experimento cinematográfico que explora el oscuro mundo de los abusos sexuales a menores en internet, un tema arduo y difícil de ver, pero que debiera prescribirse para ver en familia o en los institutos con nuestros hijos y alumnos. El nuevo documental nos descubre una dura realidad para provocarnos y tomar partida, como ya lo hicieran estos directores en su célebre Daliborek, el youtuber nazi (2017), definida como un inclasificable cruce entre American History X (Tony Caye, 1998) y la serie Los Simpson, una visión tragicómica de la vida de un hombre checo solitario que ha dedicado su vida al odio, la mentira, la PlayStation y Facebook, un neonazi radical del siglo XXI. Y lo común en ambas producciones es que parece que asistimos a una historia de terror, donde la realidad siempre supera la ficción,  

Atrapados en la red comienza informando al espectador con estos mensajes de atroz estadística: “El 60% de los niños checos pasan tiempo en internet sin control parental. El 41% confirma haber recibido imágenes pornográficas de otra persona. Uno de cada dos niños chatea con desconocidos. Una quinta parte no rechazaría conocerse en persona”. Y tras ello, se nos devuelve varias imágenes luminosas de niños, niñas y adolescentes literalmente pegados a sus móviles en diversos ambientes, una imagen tan habitual en la República Checa (donde se ha grabado este documental) como en España y la mayor parte del mundo ya. 

Luego se nos informa de varios aspectos en la realización de la película. El anuncio del casting: “Los realizadores de un documental buscan una actriz adulta con aspecto de niña entre 12 y 13 años. Por favor, acude al casting con ropa de niña”… Y el resultado: “Veintitrés chicas se presentaron al cásting. Diecinueve habían sufrido algún tipo de abusos en internet de niñas”. Y el método de actuación: “Tres actrices. Tres habitaciones infantiles. Diez días en internet de 12 a 24 hs”. Ellas son las actrices, Sabina Diouhá (ahora Niki), Anezka Pithartová (ahora Tynka) y Tereza Texcá (ahora Mishika). Y con este código de conducta: “1. No nos acercamos a nadie, solo respondemos. 2. Al principio, las actrices deben enfatizar que tienen 12 años. 3. No flirteamos, no seducimos, no provocamos. 4. Ante órdenes sexuales, respondemos “no sé”, “soy tímida”. 5. Mandamos fotos desnudas después de muchas peticiones y súplicas. 6. Los encuentros en persona deben ser iniciativa del depredador. 7. Durante el proyecto, consultamos a psicólogos, sexólogos, abogados e investigadores criminales. 8. Plataformas que utilizamos: Facebook, Skype, Lide.Cz, Snapchat y Omegle”

Y es así como tres jóvenes actrices mayores de 18 años fingen ser menores de edad y desenmascaran lo que sucede cuando se registran en una popular sala de chat en línea, un experimento revelador que muestra cómo esta forma moderna de acoso sexual se ha convertido en una amenaza demasiado común y muy extendida, una forma particular ver el modus operandi de actuar, manipular, aprovecharse y abusar de niños de 12 años de edad. Sexting, grooming y cyberbyllyng se dan cita, esta triada de anglicismos que son el lobo feroz de tantas caperucitas de la red que se ven sometidas a esa lacra que es la pederastia. “Todo lo que he visto aquí es la más baja inmundicia con la que me he topado”, dice el abogado asesor de las tres actrices en un momento dado. Una película que pone los pelos de punta, pero que es necesaria, porque quizás permite dimensionar mejor el problema que un simple informe escrito. 

Atrapados en la red es una película que nos remueve de la silla, nos revuelve el estomago, nos deja atónitos y nos hace preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí, y cómo se puede mejorar (porque parar es imposible). Basta ver la espeluznante cara del equipo de grabación en cada llamada entrante a las tres chicas. Y es muy descorazonador ver cómo una de ellas se emociona cuando encuentra a alguien a quien solo le gusta hablar con gente y le advierte de los peligros de la red, de ahí su afirmación: “Después de estos 10 días me emociono cuando encuentro a alguien decente”. Y el colofón final de Atrapados en la red es el siguiente: “Durante 10 días de filmación, un total de 2458 hombres contactaron con nuestras tres actrices. En las semanas siguientes, las actrices asistieron a 21 encuentros. La policía de la República Checa solicitó el material filmado y, sobre la base del mismo, se iniciaron procedimientos legales”. 

De verdad, este tipo de películas son necesarias. Porque el cine no es solo diversión y entretenimiento. También es conciencia y denuncia social, y Atrapados en la red es esta atroz denuncia del abuso sexual a menores en internet.

 

sábado, 7 de mayo de 2022

Cine y Pediatría (643): “Mamá te quiere”... a su manera

 

Se denomina como síndrome de Munchausen por poderes a una grave forma de abuso infantil con altas tasas de recidiva y elevada mortalidad, cuya autoría procede de una persona que se ocupa del cuidado del niño maltratado. Este síndrome fue descrito en 1955 por Richard Asher, que lo denominó así en honor al Baron Von Munchausen, el gran narrador de historias inventadas. Hay varias películas que se han enfrentado a este peculiar personaje, desde la película francesa dirigida en 1911 por George Méliès, hasta la película estadounidense filmada en 1988 por Terry Gillian, pasando por el film polaco dirigido en el año en 1962 por Karel Zeman. 

En el síndrome de Munchausen por poderes los perpetradores, en la mayoría de los casos, son las madres y muchas poseen conocimientos sanitarios (son enfermeras, ayudantes de clínica o cuidan niños). Este perpetrador hace que parezca que el niño está enfermo, simulando que tiene síntomas o provocándoselos, con el fin de que sea ingresado y sometido a procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasivos. Indudablemente son personas con alteraciones psicológicas o psiquiátricas, así como trastornos de la personalidad. A diferencia de otros tipos de abusos, los causantes no obtienen en este síndrome ningún tipo de ganancia o beneficio, a no ser psicológico. En cuanto a las víctimas, principalmente menores de 5 años (pero puede ocurrir a cualquier edad en la infancia y adolescencia), presentan síntomas atípicos o que no encajan con enfermedades conocidas, y cuya sospecha a veces se retrasa en el tiempo y siempre es complicada (cuando no demasiado tardía). 

Y esta peculiar forma de abuso infantil no es de extrañar que forme parte del guion de diferentes historias. Este es un tema ya publicado en el año 2005 en Revista Medicina y Cine. A partir de este artículo y de la revisión posterior, se enumeran algunas películas sobre el síndrome de Munchausen, algunas de las cuales son relevantes (donde esta entidad es tratada en alguna escena) y otras argumentales (donde esta entidad es el centro de la historia). 

Ejemplos de películas relevantes sobre el síndrome de Munchausen por poderes son: 

- El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999), ópera prima de su director y posiblemente la mejor (y más recordada), y donde esta entidad aparece como una corta e impactante escena, allí donde una cinta grabada en un entierro descubre el por qué de la muerte de la joven Kyra. 

- Llamada perdida (Takashi Miike, 2003), una película de terror japonesa (que tuvo su remake estadounidense en el año 2008 dirigida por Eric Valette) donde se producen varias muertes de amigos relacionadas con una llamada perdida. El origen de estas muertes se orienta hacia una madre perpetradora de abusos en sus dos hijas, una de las cuales muere de una crisis asmática. 

Ejemplos de películas argumentales sobre el síndrome de Munchausen por poderes son: 

- A child´s cry for help (Sandro Stern, 1994), película realizada para la televisión que tiene como núcleo argumental el síndrome de Munchausen por poderes y que en español la podemos encontrar bajo los títulos implícitos de Un niño solicita ayuda o Cuidado intensivo. El papel se centra en la doctora Paula Spencer (Veronica Hamel), nueva directora médica de un hospital en Denver, y el particular caso de Eric, un niño que sufre un abdomen agudo atípico que, tras su intervención por posible apendicitis, se complica con inexplicables cuadros de bacteriemias. Eric es hijo de una abnegada viuda hija de médico y que han vivido con anterioridad en otros estados, una madre aparentemente ejemplar que no se separa de su hijo, pero sobre la que la doctora comienza a sospechar ante la anomalía de los acontecimientos médicos y donde tiene que aplicar la prueba de separación madre-hijo. El acontecer de los hechos, con buena documentación sanitaria, es paradigmática para conocer esta entidad, pues ya los créditos iniciales informan al espectador que el guion se basa en casos clínicos actuales. 

Esta película constituye un magnífico documento a la hora de reflexionar sobre esta compleja y complicada entidad sanitaria, tan variada que, aunque el dúo víctima-agresor tiene grandes parecidos, nunca son iguales. 

- Mamá te quiere (Aneesh Chaganty, 2020), una película que mezcla thriller y terror alrededor de una madre hiperprotectora, una hija afecta de parálisis cerebral infantil y el síndrome de Munchausen como conexión posterior. Una película dirigida por este director estadounidense de origen indico a quien ya conocimos con su película debut Searching (2013) y que ya ha sido tratada en Cine y Pediatría, un thriller sobre el secuestro de una hija narrado de forma muy especial a través de las nuevas tecnologías.  
Todo comienza con la reanimación de un prematuro y la posterior visita de la madre a su hijo en la incubadora de Neonatología. Luego aparecen cinco definiciones de enfermedades y al final la palabra “Run” (que es el título original de la película). A continuación un salto temporal de 17 años y conocemos a esa madre, Diane (Sarah Paulson), que nos dice: “Si hay alguien por quien no preocuparse, es ella”. Y ella es su hija adolescente Chloe (Kiera Allen), afecta de lo que parece una parálisis cerebral infantil, anclada a su silla de ruedas y medicaciones varias para todos sus enfermedades (insulina, glucómetro, terapias inhalatorias, fisioterapia,…). Chloe espera una carta para ser admitida en la universidad. 

Comienza un tour de forcé interpretativo entre madre e hija, Y las dudas de Chloe sobre su misteriosa madre son cada vez más evidentes y se centran en el medicamento trigoxin para su afección cardiaca. A partir de ahí descubre una cruda realidad pasada, que conviene no descubrir. De ahí que Diane le diga: “Todo lo que he hecho ha sido por ti”; pero la respuesta de Chloe es clara al conocer la realidad oculta: “No los has hecho por mí, lo has hecho por ti”. Y lo que es peor, conocemos que esta historia está inspirada en un hecho real. 

Pero lo ocultos secretos de esa madre, nos dejan más inquietos con ese colofón, 7 años después, cuando Chloe visita en la cárcel a Diane y le dice: “Me alegro de verte, mamá. Pero tengo que marcharme. Te quiero mamá. Abre la boca”

Un ejemplo real de que hay amores que matan. Y hay amores de madre muy particulares. Y algunos de esas relaciones tan particulares pueden llegar a formar parte del síndrome de Munchausen por poderes, un tipo de abuso en la infancia que hay que conocer y que cabe no olvidar. Desde luego los sanitarios no olvidamos los casos vividos.

 

sábado, 13 de julio de 2013

Cine y Pediatría (183). “El Polaquito”, un Oliver Twist a ritmo de tango


La película de hoy es una historia verdadera, una historia perfectamente documentada por periódicos y publicaciones de Argentina. La historia de un chico de la calle, tiene tan sólo 13 años y se gana la vida cantando tangos en los trenes de la Estación Central de Buenos Aires. Imita a un famoso cantante de tangos argentinos ("Polaco" Goyeneche), por lo que la gente le conoce como el Polaquito. Juan Carlos Desanzo, experimentado director de cine, guionista y director de fotografía argentino, se fundamentó en esta historia real para crear una de las películas de mayor impacto en el continente suramericano en 2003 y por el que obtuvo el reconocimiento de la crítica y premios en muchos festivales del continente americano (entre ellos el Cóndor de Plata a Mejor actriz y Mejor fotografía): El Polaquito.

Es la historia del Polaquito (Abel Ayala, en un magnífico debut como intérprete, consolidado en el 2009 en El baile de la victoria de Fernando Trueba), un chico de la calle de 13 años que conoce a Pelu (Marina Glezer, joven actriz con experiencia, pero que se consolidó también el año 2004 con Diarios de motocicleta de Walter Salles), una joven prostituta de 16 años que también trabaja en la estación, de la cual se enamora y a la que intenta rescatar de la mafia que la explota. La historia se cierra con otros dos personajes principales: Vieja (Fernando Roa), el amigo ratero que le lleva por caminos de delincuencia no deseados, y Rengo (Roly Serrano), siniestro personaje, adulto cojo y líder de la mafia, quien, en connivencia con la policía de la estación, promueve la prostitución de las jóvenes adolescentes y la delincuencia de los chicos.
En este ambiente hostil, el Polaquito intentará luchar a favor del amor que siente por Pelu, pero el mal que le rodea es superior a sus buenas intenciones: una ambiente social y una familia disfuncionales a los que no le es permitido renunciar (un padre alcohólico, una madre maltratada y una hermana prostituta). Sus espacios son la gran estación ferroviaria y un vagón destartalado que le sirve de vivienda. Su paso por un reformatorio lo enfrenta a seres tan desdichados como él, aunque la calidez que le da su relación con Pelu pudiera ser la tabla de salvación de este adolescente y, quizás, su única posibilidad de salida.

Un drama romántico con grandes dosis de denuncia y que logra tocar la sensibilidad del espectador. Como logró tocar la fibra de Juan Carlos Desanzo, quien tardó casi 10 años en escribir el guión de la historia del Polaquito, la Pelu, el Vieja y el Rengo. Una historia que narra la dura vida de un niño de la calle que intenta salir adelante, vencer el bien sobre el mal. Y así El Polaquito se nos presenta como un Oliver Twist del siglo XXI a ritmo de tango, y nos devuelve una visión descarnada del hampa bonaerense.

Y para ello Desanzo se lanzó a la búsqueda de artistas por centros de acogida, reformatorios y zonas de chabolas, con el fin de contar un drama de desarraigo con tintes autobiográficos. Así, Abel Ayala, el actor que da vida al Polaquito, no ha conocido a su padre ni a su madre. Lo crió su abuela y a los 10 años se escapó de casa para vender chucherías en la Estación Central de Buenos Aires. En 2003, Juan Carlos Desanzo, contó con él para ser el protagonista principal de la película y entonces es cuando nos regala una de esas interpretaciones inolvidables.

El propio director nos comenta que "muchos niños y adolescentes deambulan sin rumbo por las calles porteñas con la sombra de trágicos destinos. Ellos pasan a nuestro lado con su carga de dolor, intentan recolectar entre humillaciones y vergüenza alguna moneda que les permita sobrevivir en un micromundo que los ignora o recorren una amplia gama de lugares de la ciudad con el pretexto de ofrecer las mercaderías más insólitas, incluso su voz o su cuerpo". Porque los chicos de la calle son los hijos de nadie: trabajo infantil, prostitución y abuso de poder. Porque la historia del Polaquito, lleva al cine una historia más de esas que lamentablemente vemos por la calle, o en la televisión o en los diarios. Y, claro está, no sólo en Buenos Aires.

Las necesidades humanas se encuentran en una pirámide de cinco escalones. En el inferior se localizan las necesidades fisiológicas (salud, comida, etc.). El segundo escalón son las necesidades de seguridad (justicia, educación, vivienda, etc.). El tercero son de pertenencia y afecto, éstas que sirven para ser más seguros de uno mismo. El cuarto escalón de la pirámide pertenece a la estima y autorealización como persona. Y en la cúspide podemos situar la necesidad de ser mejores y la el crecimiento personal. Como claramente refleja la película, los adolescentes que se nos presentan apenas pueden pisar alguno de esos escalones, y casi de soslayo. Y así, de nuevo, el cine es un reflejo de la sociedad, de sus crisis y de su tiempo, el cine se transforma en un elemento de denuncia, de emoción y de reflexión.

Porque uno de los signos de marginalidad social más preocupantes de un ciudad es la presencia de niños o adolescentes que mendigan en la vía pública. La historia de la mayoría de estos “niños de la calle” empieza en una familia en la cual han estado ausentes las figuras materna y paterna, de hogares sumergidos en la extrema pobreza y con deterioro afectivo. Cuando se analizan las causas profundas que impulsan a un menor a escapar de su casa no se debe caer en que los únicos factores que influencia son los socioeconómicos, sino que incluye también motivaciones afectivas, socioculturales y éticas a las que es imprescindible prestar atención.

Por ello, El Polaquito nos devuelve la cara menos amable de Buenos Aires y nos habla de trabajo infantil y explotación, de pobreza y delincuencia, de drogadición y prostitución infantil, de abuso de poder y de corrupción, de discriminación social y económica. Esa cara trágica de todas las ciudades (más en unas que en otras) y que ha nadie nos gusta ver y reconocer. El Polaquito se transforma así en una cruda radiografía de una verdad que nadie ignora, aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado. Un testimonio desgarrador de esos niños y adolescentes, y que en palabras del propio director nos recuerda: "dentro de mí hay un niño al que durante muchos años dejé solo con sus dolores y sus angustias del pasado, me olvidé de él y lo fui llenando con mis miedos y mis tristezas ocultas".

Desanzo logró un film tan realista como doloroso, tan brutal como cálido. Y para ello ha contado con la buena fotografía de Carlos Torlaschi, la magistral interpretación de sus “chicos de la calle” y la exacta banda musical de Martín Bianchedi. La secuencia final, en la que Pelu se aleja de toda posibilidad de redención a los compases de "Naranjo en flor", entonado por Roberto Goyeneche, es el más estremecedor resumen de esta película que debe verse con el corazón abierto, el pensamiento libre y una profunda capacidad de reflexión. Reflexión que nos golpea con la frase final: “El expediente judicial que investigó la muerte de El Polaquito fue cerrado y archivado como suicidio”.

jueves, 13 de junio de 2013

NO al Trabajo Infantil


El Día Mundial contra el Trabajo Infantil se conmemora el 12 de junio. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo instituyó en el año 2002 con el objetivo de denunciar la terrible situación por la que pasan millones de niños en el mundo.

En el informe del año 2010 se describe que se han producido ciertos avances. Los niños trabajadores disminuyeron de 222 millones a 215 millones, entre 2004-2008, es decir un 3 por ciento. El mayor progreso fue en los de 5 a 14 años. Sin embargo, entre los jóvenes de 15 a 17 años aumentó un 20%, de 52 millones a 62  millones.

Para luchar contra esta lacra,  la OIT trata de llegar a acuerdos internacionales. Los documentos elaborados por la OIT han sido apoyados por numerosos países.  El Convenio 182 trata de las peores formas de trabajo, el Convenio 138 sobre la edad mínima de admisión al mundo del empleo.Recientemente se adoptó el acuerdo 189 y la recomendación 201 sobre el trabajo de los trabajadores domésticos

Este año el objetivo es decir NO al trabajo infantil doméstico es decir el que hacen los menores de 18 años en hogares ajenos con o sin remuneración. En el mundo se calcula que hay 10 millones de niños en esta situación de los que 6,5 millones tienen entre cinco y 15 años.
Este trabajo se hace de forma oculta, e impide que los niños vayan a la escuela, tengan tiempo de ocio, utilicen sustancias peligrosas y cargas pesadas. Que sean tratados de forma humillante incluyendo violencia y abusos sexuales.

Solo la cooperación de todos hará posible eliminar el trabajo infantil doméstico y de esa manera devolver a muchos niños el derecho a vivir esa infancia que si la pierden, nunca podrán recuperar.


sábado, 6 de octubre de 2012

Cine y Pediatría (143). “El triunfo de un sueño”, el triunfo de la música


El triunfo de un sueño (Kirsten Sheridan, 2007) es un drama musical calificado ocasionalmente como una reinterpretación del clásico "Oliver Twist" de Charles Dickens. Kirten Sheridan es la hija de Jim Sheridan, uno de los grandes del cine irlandés; junto con su padre y su hermana Naomí se dio a conocer por haber coescrito el guion de En América (Jim Sheridan, 2002), esos recuerdos de su infancia como emigrantes en la Gran Manzana. Y ahora vuelve a Nueva York y vuelve con la infancia, una infancia casi dickesiana rodeada de música

Dos guapos jóvenes, amantes de la música, tienen un romance en una inolvidable noche de verano en Nueva York: él es Louis Connelly, guitarrista y carismático cantante de rock irlandés (Jonathan Rhys Meyers, reconocido por su papel de Enrique VIII en la serie Los Tudor y, sin duda, por sus papeles en Velvet Godmine -Todd Haynes, 1998- o Match Point -Woody Allen, 2005-); ella es Lyla Novacek, una violonchelista (Keri Rusell, belleza reconocida por interpretar el papel protagonista en la serie Felicity), sobreprotegida por su padre. Ella queda embarazada y, ya casi al final del mismo, es atropellada; su padre le dice que el bebé no ha sobrevivido, pero en realidad es dado en adopción sin consentimiento de la madre y con el fin de que no dilapidara su prometedora carrera de solista de música clásica. Debido a circunstancias desafortunadas, la joven pareja se separa: Lyla y Louis dejaron de tocar y se convirtieron en dos personas infelices el uno sin el otro. 
El niño, Evan Taylor Taylor (Freddie Highmore, el protagonista de Descubriendo Nunca Jamás - Marc Forster, 2004- o Charlie y la fábrica de chocolate -Tim Burton, 2005-) por ese destino fatal, va a parar a un orfanato, donde pasa una dura infancia. Sin embargo, se niega a ser entregado en adopción porque confía en que sus padres se comunican con él a través de la música. Se escapa a los 11 años del orfanato camino a Nueva York en busca de sus padres; allí se involucra con un grupo de jóvenes músicos callejeros que cohabitan en un teatro abandonado, bajo la tutela del siniestro y dickensiano Wizard (el casi siempre excesivo Robin Williams, ya presente en esta serie de Cine y Pediatría en películas como Patch Adams -Tom Shadyac, 1998- o El club de los poetas muertos -Peter Weir, 1989-), su peligroso y misterioso benefactor, que le pone el nombre de August Rush y trata de explotarlo. El niño pronto se revela como un músico genial, un nuevo Mozart, que se servirá de su talento para encontrar a sus padres.

La cinta destaca por su banda sonora, compuesta por Mark Mancina; su creador invirtió 18 meses en la composición de todas las piezas y siguió un proceso peculiar: el tema final “August's Rhapsody” fue el primero en ser compuesto y a partir de aquí se creó el resto de las canciones, que conforman pequeñas piezas de un puzle que solo se completa con la resolución del filme. La canción "Raise It Up" fue candidata al Oscar a la mejor canción (que ese año fue a parar a la canción "Falling Slowly" de la película Once -John Carney, 2007-).
Otros dos nombres destacan en la música de esta película: la guitarrista estadounidense Kaki King y el propio actor Jonathan Rhys Meyers. A excepción de la canción “Dueling Guitars”, todas las canciones de la película fueron interpretadas por Kaki King, conocida por su percusión en la guitarra que tiñe de magia la música. Rhys-Meyers cantó el mismo en la película, tal y como ya lo hiciera en Velvet Goldmine y con ello se suma a la lista de actores y actrices que devienen en cantantes, como Sarah Polley, Ewan McGregor, Juliette Lewis, Scarlett Johansson, Ryan Gosling, Victoria Abril, Zooey Deschanel, etc.

Aunque la película ha sido tachada de sensible y sensiblera, lo cierto es que se ve con agrado. Es cierto que el final es de un edulcorado increíble con ese megaconcierto de música clásica al aire libre en Central Park ante cuarenta mil persona, en donde el niño prodigio puede interpretar su concierto ("August´s Raphsody"), utilizando así su extraordinario talento para encontrar a los padres de los que fue separado desde su nacimiento. Es de un edulcorado que puede subir la glucemia del espectador, pero es de esos finales que uno se siente feliz de que, por una vez, sean así… y sin reparos. Por eso estamos hablando de una fábula… con final feliz. Un fábula donde la música ha triunfado, aunque en la propia película podemos reconocer aspectos para el debate: adopción no consentida, abuso infantil, niños prodigio, desestructuración familiar, etc. Esa música que siempre acompaña nuestras vidas desde la infancia, y que nos acompaña en busca del sueño y de la felicidad.

De nuevo, Nueva York como eterno protagonista del cine y de la música. En El triunfo de un sueño se combinan ambos, pero especial relevancia tiene la música, verdadera protagonista: música en lugares emblemáticos como Washington Square, Central Park, Lincoln Center o el góspel de sus iglesias.  Música e imágenes que me recuerdan también que hace un año vivimos allí algo muy especial y lo vivimos también en una entrada especial de "Cine y Pediatría"

 

sábado, 5 de noviembre de 2011

Cine y Pediatría (95). La infancia en el cine del genio de Clint Eastwood (I): “Un mundo perfecto” y “Mystic River”


Clint Eastwood se ha convertido, tras sus casi 60 años de carrera cinematográfica, en una fenómeno difícil de explicar en el séptimo arte. Es difícil imaginar que quien empezó siendo el actor fetiche de Sergio Leoni en los spaghetti westerns rodados en Almería (Por un puñado de dólares, 1964; La muerte tenía un precio, 1965; El bueno, el feo y el malo, 1966) y llegó a interpretar a Harry, el prototipo de tipo duro (Harry el sucio de Don Siegel, 1971; Harry el fuerte de Ted Post, 1973; Harry el ejecutor de James Fargo, 1976), se haya transformado en uno de los mejores directores de cine de las últimas décadas, heredero del clasicismo en Hollywood.

Clint Eastwood lo ha sido todo en el cine: actor, director de cine, productor cinematográfico, guionista, músico y compositor. Hasta convertirse en una garantía de éxito (no es fácil conseguir estrenar una buena película por año y, entre ellas, algunas obras de arte) y uno de los escasos supervivientes que creen en el cine como un medio para contar historias sin ornamentaciones ni concesiones estilísticas de más. En 1968 creó su propia productora (The Malpaso) con la que ha realizado todas las películas de su dilatada carrera, jalonada con múltiples galardones. Entre ellos destaca el haber sido nominado candidato a Mejor Película y Mejor Director en cuatro de sus obras (en dos las consiguió: Sin perdón, 1992 y Million Dollar Baby, 2004; y en dos se quedó a las puertas: Mystic River, 2003 y Cartas desde Iwo Jima, 2006). Precisamente en las dos primeras triunfadoras, también fue nominado a Mejor Actor (en el primer año se lo arrebató Al Pacino por Esencia de mujer -Martin Brest, 1992-; en el segundo se lo arrebató Jamie Foxx por Ray -Taylor Hackford, 2004-).
Un genio de Hollywood, un personaje muy particular (fue durante un tiempo el alcalde de Carmel, la ciudad donde vive habitualmente) y mi director vivo preferido. Revisando su extensa filmografía, al menos en cuatro de sus películas realiza una emotiva mirada a la infancia: Un mundo perfecto (1993), Mystic River (2003), El intercambio (2008) y Gran Torino (2008). A ella dedicamos nuestras dos próximas entradas de Cine y Pediatría.

Un mundo perfecto (1993) es una road-movie muy peculiar, con ecos de western, que se ha convertido en una emotiva mirada sobre la infancia, una dura historia de aprendizaje. Aunque en su momento no mereció el respaldo del público, algunos la encuadran entre las obras mayores de Eastwood. Un mundo perfecto era en principio una película que iba a dirigir Steven Spielberg con Denzel Washington en el papel principal. No sería la única vez que Spielberg cediese uno de sus proyectos a Eastwood (sin ir más lejos, también ocurrió en su siguiente película: Los puentes de Madison, 1995) y la Warner impuso a Kevin Costner, que por aquel entonces gozaba de una mayor popularidad.
La historia de Un mundo perfecto se ambienta en los años 60 y se convierte en un duelo interpretativo entre Butch (Kevin Costner), un preso que acaba de huir de la prisión, y Philip, el niño secuestrado (T.J. Lowther), perseguidos por Red, un Ranger de Texas (Clint Eastwood). La película se congratula en la entrañable relación entre Butch y Philip (este niño de 8 años acompañado por su careta del fantasma Casper), dos personajes a los que les une la falta de un padre que los abandonó siendo pequeños, y cuya odisea viene acompañada por sutiles lazos paterno-filiales.
La infancia perdida, uno de los temas que más obsesionan a Eastwood en su filmografía, se cristaliza en los instantes más violentos del film, una violencia visual que alcanza su cenit en la dura secuencia en la casa de la familia negra (y que se acrecienta con el fondo de la música de un tocadiscos) o en la propia escena final al pie de un árbol (con un abrazo simbólico). Sin caer en el sentimentalismo barato, Eastwood consigue momentos de gran emotividad, con frases como la siguiente: “Tienes el mismo derecho que cualquier ser humano a comer algodón de azúcar y a montar en la montaña rusa”, le declara Butch. “¿Lo tengo?”, pregunta Phillip. “Pues claro que lo tienes”.

Mystic River (2003) parte de una novela homónima excelente (de Dannis Lehane) y nos relata un devastador drama sobre los traumas de la infancia y el dolor de la pérdida contado alrededor de la historia de tres amigos de la infancia: Jimmy (Sean Penn), Sean (Kevin Bacon) y Dave (Tim Robbins). Estos niños que crecieron en East Buckingham, un peligroso barrio de Boston, guardan en su subconsciente un hecho que marcó sus vidas: Dave fue secuestrado ante los ojos de Jimmy y Sean cuando de niños jugaban en la calle, siendo retenido y violado por dos hombres adultos; Dave consiguió escapar y regresar a su casa, pero ya nada volvería a ser lo mismo, ni para él ni para sus amigos. Aquellos niños habían perdido para siempre su inocencia, convirtiéndose en adultos de repente y sin quererlo, con una mente turbada por recuerdos inconfesables y azotados por la repentina bofetada de la irrupción de la violencia en sus vidas.
De adultos, sus caminos han seguido diferentes rumbos: Jimmy, delincuente reformado, dirige una tienda en su barrio; Sean, convertido en policía, trata de remontar un matrimonio roto; y Dave trata de salir a flote con su familia, azorado por los fantasmas de su pasado, brutales recuerdos que le persiguen y contaminan su conciencia, y completamente traumatizado por ellos. La historia se remonta 25 años después, cuando los tres se vuelven a encontrar por otro acontecimiento sobre el que gira la trama: el asesinato de la hija de 19 años de Jimmy. A medida que la investigación se estrecha alrededor de estos tres amigos, se desarrolla un inquietante relato que trata de la amistad, la familia y la inocencia perdida. Porque no se pretende tanto esclarecer la culpabilidad del crimen, sino de utilizar el asesinato como pretexto para ahondar sin piedad en el interior de los personajes, para mostrarnos fríamente cómo la muerte de la joven impacta en sus vidas y las sacude bruscamente, como remueve conciencias y salen a la luz los monstruos no sanados de su infancia. Una pregunta ronda a Jimmy y Sean entre el medio del drama: “¿Qué hubiera pasado si hubiera subido yo a ese coche?”.
La escena de Jimmy gritando desgarradoramente al cielo cuando sabe que su hija está muerta es de una maestría imborrable en el recuerdo del espectador, porque su grito no es más que un reproche impotente a Dios, ante el cual sabe muy bien que no puede ocultar sus faltas. Sean Penn ejecuta con maestría un papel que parece hecho a su medida, y en el que el actor desarrolla sus aptitudes interpretativas al más alto nivel, lo que le valió el Oscar a mejor actor. Una soberbia interpretación a la altura de la caracterización de Tim Robbins como Dave (quien ganó el Oscar a mejor actor de reparto), ese ser atormentado por su pasado, quien sólo se atreve a hablar de su pasado con su hijo, explicándole por las noches en forma de cuento su triste hazaña al escapar de los lobos que lo retuvieron. Y todo bajo la enorme batuta de Eastwood, quien llega a desarrollar metáforas como la escritura de los nombres de los niños sobre el cemento fresco de la calle: el de Dave queda incompleto, como paradigma de su infancia truncada, de una personalidad para siempre asesinada. Eastwood ha contado para Mystic River con un plantel de actores inmejorable (además del trío protagonista, cabe destacar a las mujeres: Laura Linney y Marcia Gay Harden), así como su puesta en escena con el río Mystic presente a lo largo de toda la historia, como si de uno más de los personajes se tratase, testigo y cómplice perfecto de los actos violentos.

A lo largo de sus películas, Clint Eastwood ha plasmado una serie de líneas paralelas que se repiten constantemente, por muy dispares que sean los géneros tratados. Quizás podemos destacar por encima de todo su predilección por el profundo tratamiento psicológico de los personajes, por el dibujo de unos seres humanos en su mayor parte castigados por la vida, y en muchos casos portadores de un sentimiento de culpa y de cierta responsabilidad hacia lo que el destino les está deparando. Butch intenta redimir su conciencia por medio del niño al que secuestra. Jimmy, Sean y Dave intentan escapar de los lobos de sus conciencias, por el daño de una inocencia perdida demasiado prematuramente. Da lo mismo que lo contemos en estilo de road-movie o en estilo de thriller, Eastwood siempre es Eastwood. El cine es lenguaje y técnica, combinación de imágenes y sonidos para transmitir ideas y sentimientos y, sin duda, eso es algo que este director desde luego domina a la perfección, por lo que ciertamente el señor Eastwood es sin duda un gran genio.



sábado, 4 de junio de 2011

Cine y Pediatría (73). “Pequeña Miss Sunshine” y los niños prodigio: ¿estrellas o estrellados?


Pequeña Miss Sunshine es una transgresora comedia alternativa en forma de road movie con un ritmo sensacional y unos personajes míticos, película vital y con vitalismo contagioso. La ópera prima del matrimonio formado por Jonathan Dayton y Valerie Faris fue aclamada por la crítica, incluyendo dos Premios de la Academia, al mejor guión original (Michael Arndt, también responsable del guión de la maravillosa Toy Stoy 3, Lee Unkrich, 2010) y al mejor actor de reparto (Alan Arkin).

Pequeña Miss Sunshine se centra en la particular y conflictiva familia Hoover, compuesta por un abuelo moderno y drogadicto (Alan Arkin, ya nominado a los Oscar en sus inicios por ¡Qué vienen los rusos!, Norman Jewison, 1966), un padre que trabaja como motivador profesional y ha creado un curso sobre cómo tener éxito y no ser un fracasado (Greg Kinnear, candidato al Oscar a mejor actor de reparto en Mejor…imposible, James L Brooks, 1997), una madre que es el único eslabón a la coherencia (Toni Collete, candidata al Oscar a mejor actriz de reparto en El sexto sentido, M Night Shyamalan, 1999), un tío homosexual que se recupera de un intento de suicidio al ser abandonado por su novio (Steve Carell, carismático humorista en obras como Embrujada, Nora Ephron, 2005), un hijo adolescente cabreado con el mundo, con su familia y consigo mismo, que lee a Nietzsche y se niega a hablar hasta que no sea piloto de pruebas (Paul Dano, que ya adquirió la fama en sus comienzos por el rebelde adolescente de L.I.E, Michael Cuesta, 2001) y la hija pequeña Olive, gafotas y con barriguita, que quiere ser una joven belleza en un concurso (Abigail Breslin, una joven promesa cuyo debut fue a los 6 años en Señales, M Night Shyamalan, 2002 y que se consagró con La decisión de Anne, Nick Cassavetes, 2009). Un golpe de fortuna hace que Olive sea invitada a participar en el concurso de belleza y talento infantil denominado ‘Pequeña Miss Sunshine’ en California, para lo cual toda la familia Hoover, por diferentes razones, tendrán que acompañarla subidos a una destartalada furgoneta amarilla. Para el concurso se buscaron niñas que realmente concursan en este tipo de festivales, mostrando la estética y movimientos auténticos de las jóvenes participantes.

Pequeña Miss Sunshine es un alegre y divertido cuento sobre un grupo de inadaptados que focalizan sus esperanzas en el triunfo de una imposible niña prodigio, símbolo de una sociedad competitiva en la que el mundo se divide en triunfadores y fracasados. Pero también es una crítica a los famosos concursos de belleza infantiles de Estados Unidos (bajo el nombre de “Little Miss Perfect”): pequeñas muñecas de carne y hueso, sofisticados peinados, con uñas postizas, bronceado artificial, sonrisas ensayadas, lentillas de colores, tacones altos y relucientes vestidos, … el sueño de cualquier niña, pese a las elevadas probabilidades de que ese sueño acabe por convertirse en pesadilla. Los certámenes de belleza infantil se han convertido en las últimas décadas en todo un fenómeno de masas y sobre todo, en un lucrativo negocio para los que manejan sus hilos. Toda una red mediática y de lo más lucrativa que gira en torno a las pequeñas niñas, de unos cinco a doce años, que literalmente son lanzadas por sus padres a este mundo plastificado en donde todo se rige por puras apariencias y donde el daño está servido en la educación y desarrollo infantil. 

Porque cuando la competitividad se traslada al mundo infantil se atraviesa una difícil barrera que puede conllevar mucha infelicidad. Y, si esa competitividad concurre en niños con especial talento, superdotado o niño prodigio, acaba convirtiéndose en un verdadero dilema para la familia, incluso un problema ético. Un niño prodigio es alguien que a una edad temprana (generalmente antes de los 10 años) domina uno o más campos emprendidos generalmente por adultos. Algunos de los campos más comunes de los niños prodigios son las artes visuales (principalmente el cine), la música, el deporte, las matemáticas, el ajedrez, etc. Se han creado incluso listas de niños prodigio que han votado el público (la mayoría del mundo del cine y algunos del mundo de la música) o se han documentado los niños prodigio del siglo XX en su capacidad intelectual. Como vemos, es en el panorama cinematográfico donde más niños prodigio reconocemos. 

En la línea de la película que hoy comentamos, enumeraremos a 10 jóvenes promesas “made in Hollywood” que acabaron estrellándose alrededor de la adolescencia o juventud por no saber cómo controlar una situación que era superior a ellos: 

 - Judy Garland: una actriz con una voz prodigiosa, saltó al largometraje con 13 años con películas como Pigskin Parade (David Butler, 1936), pero la fama llego, por supuesto, con la dulce Dorothy que deseaba volver a casa en El Mago de Oz (Victor Fleming, 1939). Aunque la fama estuvo siempre de su lado, las drogas y el alcohol se apoderaron de ella, llevándola a la muerte en 1969, con sólo 47 años. 

- Brandon de Wilde: su primera aparición en pantalla fue con 10 años en The member of the wedding (Fred Zinemmann, 1952), pero su revelación fue un año después con Raíces profundas (George Stevens, 1953), por la que fue nominado al Oscar a mejor actor de reparto. No consiguió mantener el tipo, y murió en un accidente de tráfico a los 30 años en estado de embriaguez y para los que a muchos fue una especie de suicidio. 

- Linda Blair: su primera aparición en pantalla fue con 11 años en The way we live now (Barry Brown, 1970), pero su revelación vino como la niña que retuerce el cuello y vomita bilis en El exorcista (William Friedkin, 1973) y algunas secuelas posteriores. A los 14 años era adicta al alcohol y las drogas y su carrera posterior se hundió en los michelines, la serie B y el resentimiento a su profesión. 

- River Phoenix: debutó con 15 años en Exploradores (Joe Dante, 1985), pero saltó al estrellato con Un lugar a ninguna parte (Sidney Lumet, 1988), película por la que estuvo nominado a los Oscar. River murió a los 23 años de sobredosis por mezclar varias drogas y alcohol, y su figura ya queda en la memoria como el James Dean de finales del siglo XX. 

- Henry Thomas: debutó a los 11 años con su papel más reconocido, el amigo de E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982). Su primer papel le marcó a fuego y, aunque ha realizado algunos papeles más como en Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002), su trayectoria ha sido breve, escasa y en papeles secundarios. Escaso éxito en la vida, aunque sin llegar a los tropiezos de juventud que atesoró su hermana en la ficción en E.T., Drew Barrymore. 

- Drew Barrymore: su primera aparición fue espectacular como la niña de 7 años que cuidaba de E.T., pero no supo cuidar de sí misma y confesó que a los 9 años bebía alcohol, a los 10 fumaba marihuana y a los 12 era cocainómana. Por suerte, Drew ha sabido encauzar su vida y ahora está estupenda en Los Ángeles de Charlie (Joseph McGinty Nichol, 2000) y sus secuelas. 

- Chistina Ricci: su debut fue a los 10 años con Sirenas (Richard Benjamin, 1990), pero la fama le llegó con La familia Adams (Barry Sonnenfeld, 1991) y una prolífica filmografía, pese a que el divorcio de sus padres, cuando ella era una adolescente, le provocó problemas de anorexia y bulimia. 

- Macaulay Culkin: su primera aparición en cine fue con 7 años en Rocket Gibraltar (Daniel Petrie, 1987), pero alcanzó el éxito en la década de los noventa con Solo en casa (Chris Columbus, 1990) y sus secuelas. Con 10 años, se convirtió en el niño más famoso de la época, pero el divorcio de sus padres hizo que Macaulay cayera en el alcoholismo y la drogadicción, despilfarrando su fortuna. 

- Lindsay Lohan: ha pasado de ser una niña adorable de 12 años con la cara llena de pecas que debutó en el papel de ambas gemelas en Tú a Londres, yo a California (Nancy Meyers, 1998) a una adolescente de comedias como en Herbie: a tope (Angela Robinson, 2005) que poco a poco ha perdido el norte entre el alcohol, los calmantes y las drogas a ocupado páginas y páginas de las revistas de famoseo en los últimos años. Ahora en el currículum de Lindsay aparecen sus cinco accidentes de tráfico, sus fotos comprometidas y sus dos ingresos en clínicas de rehabilitación. 

- Haley Joel Osment: debutó a los 6 años como el hijo de Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), pero la piedra angular de su carrera ha sido El sexto sentido (M Night Shyamalan, 1999). Pero Haley Joel no ha tenido tanto éxito en la vida real como en las películas: un accidente de tráfico hace unos años, mientras conducía bajo los efectos del alcohol y las drogas, le ocasionó la condena de ingresar en Alcohólicos Anónimos. 

Ejemplos de estrellas infantiles que acabaron estrelladas. Un ejemplo más de posible abuso en la infancia y de la infancia. Lo que en clave de comedia nos presenta la peculiar familia Hoover y nos recuerda en esta frase: "¿Sabes qué? A la mierda estos concursos. La vida es un puto concurso de belleza detrás de otro: el instituto, la universidad, luego el trabajo...". Porque los años de infancias son maravillosos para ser niños, no otra cosa. Os dejo con Olive y a la familia Hoover bailando el "Superfreak", canción y baile provocativo y una forma divertida de provocar la reflexión.