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miércoles, 25 de junio de 2025

Protección del menor en internet


Las organizaciones gubernamentales (educativas, científicas, tecnológicas y sociales) y no gubernamentales desempeñan un rol clave en la definición, implementación y supervisión de las normativas que regulan el uso de internet por parte de niños y adolescentes. Estas entidades no solo establecen directrices y marcos legales, sino que también fomentan una cultura digital segura y responsable a través de políticas públicas y programas de concienciación. 

Y también la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), como no podía ser de otra forma, ha participado en este vital enfoque colaborativo y multidimensional para construir un entorno en el que la tecnología actúe como un instrumento de crecimiento y bienestar, sin comprometer la seguridad y la integridad de los usuarios jóvenes. En este enlace de la AEPD os dejamos la infografía sobre la PROTECCIÓN DEL MENOR EN INTERNET a través de 10 recomendaciones para padres y tutores, y que sintetizamos aquí:  

- EDUCA A LOS MENORES sobre los riesgos para su privacidad y su seguridad en el uso de tecnologías móviles. Fomenta el uso responsable de la tecnología. - LIMITA el tiempo que los menores permanecen conectados. 

- HAZLES SABER que es necesario tomar medidas por su propia seguridad. 

- USA EL CONTROL PARENTAL. Emplea sistemas operativos, proveedores de internet y terceros que faciliten opciones de control parental para saber el uso que se hace de los dispositivos móviles. Configura las opciones, ya que el control parental ofrece diferentes funcionalidades como el filtrado de contenido, limitación de horarios, bloqueo de aplicaciones, detalles de uso de las redes sociales, localización GPS, etc. 

- ELIGE LA HERRAMIENTA que mejor se ajuste a tus necesidades y ofrezca garantías para no introducir nuevos riesgos. 

- INFÓRMATE de los periodos de retención de datos y asegúrate de que no se utilizan los datos para finalidades distintas de las que necesitas. 

- EMPLEA NAVEGADORES, LAUNCHERS Y APLICACIONES EN SU VERSIÓN INFANTIL, que son alternativas que pueden ser menos intrusivas. 

- NO OLVIDES que otros dispositivos conectados como Smart TV o videoconsola están expuestos a riesgos similares. 

- UN BLOQUEO EXCESIVO PUEDE SER CONTRAPRODUCENTE. Ten en cuenta que algunas herramientas bloquean en exceso. Mantén abierta la posibilidad de desbloquear contenido a petición del menor y acuerda con él los filtros y restricciones. 

- MANTENTE ALERTA Y EN COMUNICACIÓN CON TUS HIJOS. Recuerda que las herramientas de control parental no son infalibles, así que configura adecuadamente las opciones de privacidad y seguridad en aplicaciones y redes sociales. Habla con tus hijos y explícales por qué en internet también es necesario tomar precauciones. 

Es fácil reconocer la importancia de estas normas de uso y protección en internet, en aspectos como la educación en el uso responsable, la protección de la privacidad y seguridad, la prevención del acoso cibernético y la explotación sexual en línea, el desarrollo de normativas y estándares internacionales en el ámbito digital, y conseguir la colaboración entre el sector público y privado en esta materia. 

Este no es un tema nuevo, tampoco en este blog, donde con frecuencia recordamos este aspecto de promover el buen uso de internet en la infancia y adolescencia, evitar el abuso, y combatir el mal uso. Sirva como ejemplo entradas previas de la última década en este blog: 

miércoles, 30 de abril de 2025

Movimiento “Adolescencia libre de móviles”… estamos a tiempo

 

El movimiento Adolescencia Libre de Móviles aparece a raíz de la iniciativa surgida en el barrio barcelonés de Poblenou con el objetivo es empoderar a las familias y promover un pacto social para que el máximo número de hogares retrasen la entrega del primer smartphone a sus hijos e hijas y trabajar en el buen uso para aquellas que ya lo tienen.

El movimiento ha crecido significativamente en España, aglutinando a miles de familias a través de grupos regionales y redes sociales. En este movimiento ya han confluido más 30.000 familias y profesionales de la salud, educación y tecnología de toda la geografía española, con diferentes ideologías, religiones y niveles socioeconómicos, con el objetivo compartido de educar y proteger a nuestros hijos. 

Su objetivo principal es generar un pacto social para que no se perciba como "normal" o socialmente impuesto el regalar un smartphone a los niños al pasar de la primaria a la secundaria. Y con ello conseguir una infancia y una adolescencia sanas, críticas y libres. Porque en las circunstancias actuales, en que internet se convierte en una invasión descontrolada de contenidos nocivos, estos valores no están garantizados. Hace falta, pues, repensar como hacemos las cosas como sociedad y encontrar vías de solución. Quizás aún estamos a tiempo si nos podemos a trabajar en conjunto… y basta hacerse estas preguntas:¿has pensado en cómo puede afectar a su desarrollo intelectual?, ¿en los riesgos por un uso desmedido o por consumir contenido inapropiado para su edad?, o ¿en todo el tiempo que dejan de hacer actividades realmente positivas para su desarrollo?. 

Las principales acciones del movimiento "Adolescencia libre de móviles" son: 
• Retrasar la edad de entrega del smartphone: consideran que el desarrollo cerebral de los niños y preadolescentes no está preparado para el impacto que tienen estos dispositivos y las redes sociales. 
• Concienciar y empoderar a las familias: buscan informar a los padres sobre los riesgos asociados al uso temprano y excesivo de móviles y pantallas, ofreciéndoles apoyo para resistir la presión social de entregar un smartphone a sus hijos a edades tempranas. 
• Fomentar un uso saludable y consciente: para aquellos adolescentes que ya tienen móvil, buscan promover un uso responsable, regulado y seguro de las tecnologías. 
• Poner de manifiesto el problema de salud pública: que las autoridades reconozcan los riesgos de la exposición temprana a pantallas y actúen para proteger a la infancia de los peligros de internet. 
• Movilizar a las instituciones: se solicitan regulaciones a nivel escolar y legislativo que protejan a los menores de aplicaciones, redes sociales y contenido inapropiado. 
• Centros educativos libres de móviles: se aboga por la prohibición de la tenencia y uso de smartphones en los centros educativos, buscando un entorno de aprendizaje libre de distracciones tecnológicas. 

El movimiento "Adolescencia libre de móviles" surge de la preocupación de muchas familias por las consecuencias negativas que el uso temprano y sin control de los smartphones puede tener en los niños, niñas y adolescentes, tales como: 
• Problemas de salud mental: ansiedad, depresión, estrés, trastornos del sueño. 
• Adicción: desarrollo de una dependencia del móvil y las redes sociales. 
• Bajo rendimiento académico: dificultad para concentrarse y estudiar. 
• Problemas sociales: aislamiento, dificultades en las relaciones interpersonales cara a cara, ciberacoso. • Riesgos en línea: exposición a contenido inapropiado, grooming, sexting, ciberbullying. 
• Problemas de salud física: sedentarismo, problemas de visión, dolores de cabeza y cuello. 

El movimiento no se considera anti-tecnología, sino que aboga por una digitalización responsable y regulada, con el objetivo de proteger la salud y el bienestar de los menores. Buscan un cambio de paradigma social donde retrasar la entrega del móvil sea la norma, permitiendo a los adolescentes disfrutar de una adolescencia más libre de las presiones y los riesgos del mundo digital temprano. 

Desde aquí se puede acceder a la web de “Adolescencia libre de móviles”, que cabe conocer y apoyar, pues como nos manifiestan “juntos somos más fuertes”.  Y aquí, el enlace a algunos documentos de interés: 
- entre otros muchos recursos. 

Como nos comentan desde esta web: “Si crees que tus hijos se merecen otro tipo de infancia o adolescencia, sigue leyendo…”

sábado, 12 de abril de 2025

Cine y Pediatría (796) “Adolescencia”, una serie para prescribir

 

El proyecto Cine y Pediatría se acerca a su octavo centenar de entradas o posts en el blog Pediatría basada en pruebas, donde probablemente ya hemos superado el millar de películas “prescritas” en relación con la infancia y adolescencia alrededor de problemas de la Pediatría Clínica y, sobre todo, de la Pediatría Social (con la familia y el centro escolar como epicentros habituales). Y siempre hemos hablado de películas, pues consideramos que las series tienen connotaciones diferentes. Pero en esta ocasión vamos a hacer una excepción al tratar de la serie que ha impactado en este año 2025 y del que casi todo el mundo habla por sus cualidades cinematográficas y por sus mensajes: Adolescencia (Philip Barantini, 2025), miniserie británica de cuatro capítulos distribuida por Netflix y una duración total de 228 minutos. Por tanto, un metraje final no muy superior al de algunas películas actuales (con cierta tendencia al largo metraje), que bien vale prescribir en familias y colegios. 

Adolescencia sigue la historia de Jamie Miller, un adolescente de 13 años acusado de asesinar a su compañera de clase, Katie. La serie se desarrolla en cuatro episodios, cada uno desde una perspectiva diferente, abordando la detención (episodio 1), la investigación escolar (episodio 2), la terapia psicológica del acusado (episodio 3) y el impacto en su familia (episodio 4). Una serie que combina una narrativa poderosa, sin filtros ni juicios morales, con una técnica de filmación innovadora, abordando temas cruciales en la sociedad actual. Ha sido aclamada por la crítica y el público por su realismo, sus actuaciones memorables y su capacidad para abordar temas difíciles de manera honesta y conmovedora. 

Y entre lo más conmovedor se encuentran los principales personajes: Jamie Miller (Owen Cooper, en una interpretación soberbia en su primer papel en la pantalla), el adolescente protagonista; Katie (Emilia Holliday), la víctima del crimen, una chica popular y carismática en la escuela, si bien solo sale su foto; Manda, la madre de Jamie (Christine Tremarco), dedicada a cuidar de su familia y que no puede entender lo que ha sucedido; Eddie, el padre de Jamie (Stephen Graham, quien es también coguionista de la serie), un hombre más enfocado en su trabajo de fontanero que en sus hijos y que ahora también intenta asmilar lo ocurrido; Lisa, la hermana mayor de Jamie (Amélie Pease), quien vive con un sentimiento de culpabilidad permanente por lo que está ocurriendo en su familia; el inspector Luke Bascombe (Ashley Walters) y la detective de policía (Rakie Ayola), encargados de navegar por la complejidad de la situación y descubrir la verdad; el amigo de Jamie (Connor Swindells), quien acaba siendo un testigo clave en la investigación; la psicóloga Briony Ariston (Erin Doherty), uno de los papeles más impactantes. Cada uno de estos personajes aporta una perspectiva poliédrica de la historia, en lo que es un drama psicológico con formato de thriller. 

La narrativa juega con la tensión psicológica y el drama social, mostrando cómo el entorno digital y la presión social pueden influir en la conducta de los adolescentes, quienes conocen y viven experiencias insospechadas por sus padres. Y este contundente (y escalofriante) mensaje no solo es válido para esta serie, sino para nuestra la vida cotidiana de toda aquella familia en la que convivan adolescentes. Entre los temas abordados en la serie se encuentran la influencia de las redes sociales, la búsqueda de identidad, la masculinidad tóxica y la cultura incel. Un término que es posible que muchos desconociéramos y que vale la pena destacar. 

La cultura incel (del inglés "involuntary celibate", o célibe involuntario) es un movimiento y subcultura en línea que surgió en la década de 1990 y se ha expandido principalmente a través de internet. Esta cultura se caracteriza por la frustración y el resentimiento de algunos hombres que se sienten incapaces de establecer relaciones sexuales o románticas con mujeres, a menudo atribuyendo esta situación a factores externos, como la sociedad, las mujeres o la injusticia. Algunos aspectos y creencias comunes en la cultura incel incluyen el sentimiento de injusticia y victimización (pues se ven a sí mismos como víctimas de una sociedad que no les permite acceder a las relaciones sexuales o románticas que desean), el odio y misoginia (con ese profundo resentimiento hacia las mujeres, a quienes ven como responsables de su situación), las creencias en la superioridad masculina, el rechazo a la diversidad y la inclusión, la violencia y extremismo (y aunque no todos los incel promueven la violencia, algunos individuos y grupos dentro de esta cultura han sido vinculados a actos violentos, incluyendo tiroteos y ataques contra mujeres y minorías). Ni que decir tiene que muchos expertos y organizaciones consideran que esta subcultura representa un riesgo para la seguridad pública y la salud mental. Y con esta serie es posible que conozcamos algo más… 

Como vemos, reflexiones contundentes, porque, aunque la historia reflejada no está basada en un hecho real concreto, no deja de ser una realidad patente el que los padres no conozcan en muchas ocasiones el entorno, aficiones y jerga en la que se mueven sus hijos (recordar el significado que para ellos tienen los emoticones como nuevo lenguaje codificado de los adolescentes de última generación). Pero además de por su contenido, también la serie Adolescencia ha sido elogiada por su uso (para algunos abuso) de los planos secuencia de cada episodio, que han sido grabados utilizando una combinación de técnicas y tecnologías, como cámaras de alta resolución, lentes de gran angular, movimiento de cámara fluido (a través de grúas, steadicam y cámaras portátiles, incluso también drones). Porque es muy llamativo como cada episodio, de una duración aproximada de una hora, es un puro plano secuencia por lo que todos los movimientos y diálogos de los actores han debido ser milimetrados (por ello, cada episodio tuvo que repetirse entre 12 y 16 veces), y ello con un fin claro: introducir al espectador en la escena de los hechos sin tiempo para respirar. 

Y este recurso técnico y artístico de una sola toma para narrar una escena (o toda una historia) sin corte ni edición nos devuelve a la memoria otras películas con recordados planos secuencia. Sirvan algunos ejemplos: La soga (Alfred Hitchcock, 1948), que en realidad fueron 10 planos secuencia de 10 minutos (pues los rollos de 35 mm de entonces no permitían grabar más tiempo), pero conectados con trucos que daban una aparente continuidad; Sed de mal (Orson Welles, 1958), cuyo plano secuencia inicial es de los más icónicos e influyentes en la historia del cine, aunque dure menos de 4 minutos; El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966), con la secuencia final del duelo a muerte entre los tres personajes; 2001: Una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968), con esa secuencia de la puerta estelar donde el astronauta Dave Bowman viaja a través de un túnel de luz y colores; La lista de Schlinder (Steven Spielberg, 1993), con la secuencia de la liquidación del gueto de Cracovia observada a través de los ojos de Oskar Schinder; Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994), con ese divertido baile en el Jack Rabbit Slim´s entre John Travolta y Uma Thurman; Snake Eyes (Brian de Palma, 1998), con el vibrante plano secuencia inicial de 10 minutos en la que la cámara sigue a Nicolas Cage a través del casino de Atlantic City; El club de la lucha (David Fincher, 1999), en la escena de lucha brutal entre Brad Pitt y Edward Norton; El arca rusa (Aleksandr Sokúrov, 2002), rodada en un solo plano secuencia de 96 minutos en el Museo Hermitage y que se va moviendo por 33 salas para contarnos tres siglos de la historia de Rusia, un prodigio de planificación con 2000 actores y tres orquestas en directo; La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006), con esa vigilancia del capitán Gerd Wiesler a los artistas disidentes; El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009), con la brutal escena de persecución en el campo de fútbol, aunque aquí si hubo posproducción y efectos digitales, pero el resultado final estuvo muy conseguido; 127 horas (Danny Boyle, 2010), con esa secuencia de la caída de Aron Ralston en el cañón, donde queda atrapado; La invención de Hugo (Martin Scorese, 2014), con ese inicio de la llegada de Hugo a la estación de tren; Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014), donde la cámara sigue a Riggan Thomson mientras prepara su obra de teatro y lucha con su ego, aunque en realidad son ocho segmentos unidos por transiciones suaves bajo la técnica conocida como “plano secuencia simulado”; y un largo etcétera. Es decir, nada nuevo, pues además el director y actor principal de Adolescencia, Philip Barantini y Stephen Graham, ya tuvieron una experiencia previa común en la película Hierve (Boiling Point) (Philip Barantini, 2021), pues toda la película transcurre en una cocina en una noche durante un plano secuencia de 92 minutos.  

Y por eso, pasado el tiempo, regresa a nuestro pensamiento la serie y algunas de las escenas de cada episodio. En el primer episodio ese inicio violento (con la policía entrando a la fuerza en la casa de Jamie para detenerlo: “¡Cometen un grave error! Si solo es un crío, por favor”) y ese final trágico (con Jamie y su padre enfrentados al dolor de las imágenes vistas en el vídeo). En el segundo episodio esos continuos desplazamientos de los policías por el instituto, hablando con profesores y alumnos (“No estás entendiendo lo que hacen: 80% de las mujeres se sienten atraídas por el 20% de los hombres; hay que engañarlas, porque no pillas por la vía normal”, le dice el propio hijo del inspector) y el original viaje de la cámara por el cielo a través del dron, desde el instituto al lugar del asesinato. En el tercer episodio, para muchos, el más contundente, ese tour de forcé mantenido entre Jamie y la psicóloga, con momentos de tensión: “¡Tú no me dices cuando tengo que sentarme!”. Y en el cuarto episodio, esas vivencias alrededor de la furgoneta de trabajo con ese final emotivo con el muñeco de peluche, y las palabras del padre: “Lo siento hijo, debí hacerlo mejor”. 

La información, debates y análisis de esta serie se han multiplicado en los distintos medios de comunicación, sea prensa, televisión, vídeos o distintas redes sociales. Revisiones de todo tipo, cinematográficas, psicológicas, sociales,… y también todo tipo de detalles y anécdotas. Es posible que quede poco más por decir. Pero no quiero dejar de destacar a Stephen Graham, este actor británico todoterreno, alma de Adolescencia también como coguionista, y quien se ha fajado en el cine y la televisión, en el cine comercial e independiente, en la filmografía británica y estadounidense, con títulos como Snatch. Cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 2000), Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002), la citada Hierve (Boiling Point) (Philip Barantini, 2011) o El irlandés (Martin Scorsese, 2019), pero donde quiero anotar una anécdota alrededor de una de sus películas más recordadas y ya vista en Cine y Pediatría: This is England (Shane Meadows, 2006), una historia dura y sin concesiones a partir del resurgir del movimiento skinheads y los peligros de las mentes nacionalistas. En esta película, el papel principal del adolescente Shaun lo llevó a cabo Thomas Turgoose, quien se unía a una banda skinhead en donde se encontraba Combo, papel interpretado por Stephen Graham. Ambos actores compartieron una gran cantidad de escenas y eso terminó por forjar una especie de relación de padre-hijo entre ambos, de forma que Stephen estuvo a punto de adoptar a Thomas cuando la madre de este falleció a causa del cáncer. Detalle que habla a todas luces de la implicación social de este actor, por lo que no es de extrañar que se haya implicado hasta la médula en nuestra serie de hoy.  

Se cuenta que la serie Adolescencia puede tener una secuela. Pero, salvo error u omisión, segundas partes nunca fueron buenas… Quizás mejor no tocarlo. Y quedarnos con estas preguntas a responder: ¿qué pasa por la mente de los adolescentes?, ¿el monstruo nace o se hace?, ¿qué pasa ahora, tras digerir esta serie, por la mente de los padres?,...

 

miércoles, 9 de abril de 2025

Terapia cinematográfica (13). Prescribir películas para entender el embarazo en adolescentes

 

El embarazo en adolescentes se define como un embarazo precoz en la etapa de la adolescencia (que la OMS establece entre los 10 y los 19 años), normalmente en mujeres que no han alcanzado la mayoría de edad jurídica (variable según los distintos países del mundo), así como a las mujeres adolescentes embarazadas que están en situación de dependencia de la familia de origen. 

Las adolescentes embarazadas, además de enfrentarse a la misma situación que cualquier otra mujer embarazada, deben enfrentarse a una mayor desprotección, con mayores preocupaciones sobre su salud y su situación socioeconómica (de manera especial las menores de 15 años y las adolescentes de países con escasa atención médica y nula protección social). Este embarazo suele implicar un riesgo en la trayectoria vital de las jóvenes adolescentes y un serio y prevalente problema médico-social. Es por ello que el embarazo en adolescentes es un problema de salud pública mundial con consecuencias significativas para la salud, la educación y el desarrollo social de las jóvenes y sus hijos. 

Las situaciones personales, familiares, sociales, médicas y psicológicas que rodean al embarazo de una adolescente son un filón para el cine. Distintos temas afloran y uno de los más importantes vienen relacionados con el contexto familiar y los sentimientos que provocan una noticia así sobre una hija adolescente (dolor, decepción, amargura, soberbia o amor, en distintas dosis), una hija no emocionalmente preparada para un compromiso vital tan importante como es la maternidad a tan temprana edad. Y desde esta sección de Terapia cinematográfica hoy proponemos un recorrido por 7 películas argumentales sobre el embarazo en adolescentes, aunque veremos que son numerosas las historias al respecto en el séptimo arte, tanto en largometrajes como en telefilmes. Estas películas son, por orden cronológico de estreno: 

- Quinceañera (Richard Glaztzer, Wash Westmoreland, 2006), para recordar que esa edad no siempre es una fiesta. 

- Juno (Jason Reitman, 2007), para debatir sobre el embarazo no deseado en una adolescente. 

- 9 meses (Keeper, Guillaume Senez, 2015), para viajar dentro de las dificultades que implica aceptar ser madre o padre adolescente. 

- La inocencia (Lucía Alemany, 2018), para entender que una prueba de embarazo lo puede cambiar todo. 

- Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Never Rarely Sometimes Always, Eliza Hittman, 2020), para interiorizar las claves de las buenas decisiones en el embarazo de una adolescente. 

- El acontecimiento (L´évenement, Audrey Diwan, 2021), para reconocer que el embarazo de una adolescente no siempre es un feliz acontecimiento, ni antes ni ahora. 

- La maternal (Pilar Palomero, 2022), para compartir el día a día de un centro para madres menores de edad. 

Siete películas argumentales para viajar a las vivencias de estas adolescentes durante una inesperada gestación a su edad, con el horizonte del parto, puerperio y maternidad.

Se puede revisar el artículo completo en este enlace o en este otro.

miércoles, 12 de marzo de 2025

Cribado, enfoque diagnóstico y derivación de los trastornos del sueño en Atención primaria

 

Desde el año 2014 celebramos en nuestro Departamento de Salud Alicante-Hospital General las Reuniones Departamentales de Pediatría entre pediatras Atención Primaria y Atención Hospitalaria, y cuyo objetivo es claro: sumar es la clave. 

Las reuniones se han realizado periódicamente (salvo el periodo de esa pandemia de cuyo nombre no quiero acordarme y de la que ya nadie se acuerda) y en este enlace os dejamos las 63 sesiones departamentales realizadas hasta la fecha, en la que se ha intentado un recorrido por todas las áreas temáticas de la Pediatría, temas que hemos considerado que puedan tener utilidad en la práctica clínica habitual. 

Y hoy, por su interés queremos compartir una de las últimas realizadas, en colaboración con el Servicio de Neurofisiología y que versa sobre los problemas de sueño en la infancia y adolescencia y el valor de las pruebas diagnósticas (incluidos las agendas de sueño, los cuestionarios y los estudios neurofisiológicos). 

Los problemas de sueño en la infancia y la adolescencia son más comunes de lo que se piensa y cabe prestar atención a estos problemas, ya que pueden llevar a consecuencias a corto y largo plazo. La importancia del sueño en la infancia y adolescencia se manifiestan en el desarrollo físico (pues durante el sueño se libera la hormona del crecimiento y fortalece el sistema inmunológico), cognitivo (el sueño es fundamental para la consolidación de la memoria y el aprendizaje), emocional (el sueño reparador favorece la regulación emocional y el bienestar psicológico) y comportamental (el sueño adecuado contribuye a un comportamiento más equilibrado y socialmente adaptado). Y algunas de las consecuencias de la falta de sueño son bajo rendimiento escolar, problemas de conducta, mayor riesgo de accidentes, desarrollo de trastornos de salud mental, o mayor riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares, entre otras. 

En este enlace os dejamos la presentación de esta sesión, en la que se abordan estos cuatro apartados: 
- Cribado de los trastornos del sueño en las revisiones de salud. 
- Orientación diagnóstica de los trastornos del sueño. 
- Valor de la polisomnografía. 
- Algoritmo de derivación. 

Ya lo dijo Miguel de Cervantes, "El sueño es el mejor remedio", y William Shakespeare, "El sueño es el bálsamo de las mentes heridas". Y muchos otros, incluido ese proverbio irlandés que nos recuerda que "una buena risa y un largo sueño son los mejores remedios en el libro del doctor". Por todo ello, resulta una buena oportunidad incorporar la higiene del sueño en las revisiones de salud en pediatría de Atención Primaria. 

miércoles, 26 de febrero de 2025

Infografías para apoyar el manejo y cuidado de niños y adolescentes con Diabetes Tipo 1

 

La monitorización y los cuidados de la diabetes tipo 1 son fundamentales en la infancia y adolescencia por varias razones: por el adecuado control glucémico (que reduce el riesgo de complicaciones a corto y largo plazo, como hipoglucemias, hiperglucemias y daño a órganos), por asegurar un adecuado crecimiento y desarrollo saludables, para ayudarles a afrontar la enfermedad y mantener una buena calidad de vida, para prevenir complicaciones (y reducir el riesgo de complicaciones a largo plazo, como enfermedades cardiovasculares, nefropatía, retinopatía y neuropatía), así como por el apoyo psicológico (algo fundamental para esta enfermedad crónica en esta edad). 

Es por ello que todo recurso para esta población es bienvenido. Así, hace 5 años compartimos en este blog la aparición del manual sobre "Lo que debes saber sobre la Diabetes en la edad pediátrica". Y este año, el Grupo de Trabajo de Diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP), ha diseñado unas infografías para apoyar el manejo y cuidado de niños y adolescentes con Diabetes Tipo 1 en diversos contextos clínico: 




Una buena información de la SEEP que conviene compartir, conocer y utilizar.

lunes, 27 de enero de 2025

Eficacia de la transición sanitaria de la adolescencia a la edad adulta

 

La transición de la atención pediátrica a la adulta es un proceso crucial en la vida de muchos jóvenes con condiciones médicas crónicas. Esta transición, si no se gestiona adecuadamente, puede generar interrupciones en el cuidado, ansiedad en el paciente y su familia, y, en última instancia, un deterioro en la salud. Sobre ello ya hablamos en este blog cuando instauramos el Comité multidisciplinar de Transferencia Pediátrica en nuestro Hospital General Universitario Dr. Balmis de Alicante.  

Una transición exitosa requiere una planificación meticulosa y la colaboración de diversos profesionales de la salud. A continuación, se detallan los aspectos clave de la organización: 

1. Planificación Temprana: 
- Identificar a los pacientes que requieren transición con suficiente antelación. 
- Evaluar de manera integral las necesidades médicas, psicosociales y educativas del paciente. 
- Desarrollar un plan de transición individualizado que incluya metas claras, plazos y responsabilidades.
2. Equipo Multidisciplinario, que incluya los siguientes protagonistas: pediatra (como coordinador principal, responsable de la continuidad de la atención), médico de Familia o especialista adulto (quien asumirá la atención médica a largo plazo), trabajador social, enfermera (quien educa al paciente y la familia sobre la enfermedad y el manejo de la misma), más otros especialistas, si fuera preciso (como nutricionista, farmacéutico, psicólogo,…). 
3. Educación, a tres niveles: al paciente (para empoderar al paciente para que tome decisiones informadas sobre su salud), a la familia (para involucrarla en el proceso y proporcionarles los recursos necesarios) y a los profesionales (para capacitar a los profesionales de la salud sobre las mejores prácticas en la transición) 
4. Comunicación adecuada, también a tres niveles: interinstitucional (para establecer una comunicación fluida entre los equipos pediátricos y de adultos), paciente-profesional (para fomentar una relación de confianza y comunicación abierta) y documentación (para mantener una historia clínica completa y actualizada). Y en esta evaluación continua son aconsejables algunas visitas conjuntas entre el pediatra y el médico de familia o especialista de adultos para asegurar una transición suave y efectiva. 

Algunas de las claves para una transición exitosa son: 1) Centrado en el paciente: todas las decisiones deben tomarse teniendo en cuenta las necesidades y preferencias del paciente; 2) Colaboración: la colaboración entre todos los miembros del equipo de salud es esencial: 3) Flexibilidad: para adaptarse a las necesidades cambiantes del paciente; 4) Empoderamiento: el paciente debe ser empoderado para tomar decisiones sobre su propia salud; y 5) Continuidad: asegurar la continuidad de la atención médica a lo largo de toda la transición. 

En este enlace os dejamos una sesión reciente realizada por nuestros residentes (en conjunto con la Unidad de Hospitalización a Domicilio Pediátrica de nuestro Servicio de Pediatría) sobre la eficacia de la transición sanitaria de la adolescencia a la edad adulta, donde se destaca que la transición no es un acto puntual y que tiene una cronología en tres partes (la preparación para la transición, la transferencia y la integración), siendo una prioridad en la pediatría del siglo XXI (donde cada vez es más frecuente la supervivencia de las enfermedades crónicas y complejas) y realizarse como un proceso estandarizado pero individualizado. 

sábado, 18 de enero de 2025

Cine y Pediatría (784) “HLM Pussy”, conciencia del consentimiento sexual

 

Los banlieues son los suburbios o áreas periféricas de las principales ciudades de Francia. Aunque en el contexto sociocultural francés, los banlieues suelen asociarse con zonas urbanas de vivienda social (conocidas como HLM, Habitations à Loyer Modéré, en las en las ZUP, Zone d'Urbanisation en Priorité). que a menudo enfrentan desafíos sociales, económicos y políticos. Muchos banlieues se desarrollaron en el período de posguerra como respuesta a la crisis de vivienda que Francia enfrentaba tras la Segunda Guerra Mundial. Se construyeron grandes bloques de viviendas sociales para alojar a la creciente población trabajadora y migrante, pues cabe recordar que durante el auge económico de los Treinta Gloriosos (1945-1975), Francia atrajo a muchos inmigrantes, especialmente de sus antiguas colonias (Argelia, Marruecos, Túnez, Senegal, etc.) y se asentaron en estas HLM por su asequibilidad. Se erigieron en muy poco tiempo, con materiales de mala calidad, para alojar a las miles de personas que recibían ciudades como París, Toulouse o Marsella. 

Marginalización, segregación racial y social y estigmatización son términos asociados a los banlieu, y que a menudo se presentan como lugares de violencia, delincuencia y conflicto, lo que refuerza estereotipos negativos y agrava la exclusión de sus habitantes. No es de extrañar que los banlieues hayan sido escenario de importantes movimientos sociales y revueltas, como las de 2005, que se desencadenaron tras la muerte de dos jóvenes (Zyed Benna y Bouna Traoré) perseguidos por la policía en Clichy-sous-Bois. Pero también cabe destacar la cultura que se ha generado aquí, desde la música y arte urbano (son el corazón del hip-hop y la música rap en Francia, con artistas como IAM, Niska, Kery James y Booba que han llevado las historias y luchas de estos suburbios al ámbito nacional e internacional) al deporte (el ejemplo de Kyliam Mbappé es bien conocido), pasando por la literatura y el cine. En Cine y Pediatría ya comentamos una película ambientad en este entorno: Girlhood (Céline Sciamma, 2014), una historia de cuatro adolescentes rebeldes de extrarradio. Y hoy llega otra película francesa, la ópera prima de su directora franco-marroquí: HLM Pussy (Nora el Hourch, 2023), un título que combina las siglas con la palabra inglesa "Pussy", y que aborda temas como el consentimiento sexual, la violencia machista, la amistad y las diferencias raciales en el contexto del feminismo contemporáneo de la generación Z y sus redes sociales.  

La trama se centra en tres amigas adolescentes, amigas desde la infancia: Zineb (Salma Takaline), Amina (Leah Aubert) y Djeneba (Médina Diarra), tres interpretes noveles que dan gran credibilidad a sus papeles. Zineb, apodada como “la monja” es de origen árabe, la más guapa y prudente del grupo; Amina, apodada “la loca” es de origen marroquí, cuyo padre es cirujano y su madre abogada dedicada a los malos tratos (interpretada por Bérénice Bejo); y Djeneba, apodada como “la bruta”, es de origen africano, se dedica a promocionar productos en redes sociales y no le gusta que le abracen. 

Tres inmigrantes de segunda generación en los banlieu de París que viven sus experiencias vitales entre el instituto, la familia y la calle. Pero su aparente felicidad cambia cuando Zineb es acosada por Zak, el amigo de su hermano. Es entonces cuando las amigas deciden grabar el acoso y Amina decide compartirlo bajo el usuario HLMPUSSY, lo que les vale la amenaza de Zak (“Estáis muertas”). Y aunque Amina significa “digna de confianza”, sus amigas le dan la espalda tras este hecho, lo que genera tensiones y pone a prueba su amistad, pues la viralización del vídeo y comentarios se convierte en incontrolable. Y las reacciones son opuestas, pues hay quien también la apoya por su valentía, de ahí el mensaje que Amina envía a sus amigas: “El vídeo se está haciendo viral. Eso demuestra que no es normal. Si lo borramos, gana él. ¡Ganan todos! ¡Abrid los ojos! ¡Pasa en todas partes, a todas horas!”. A partir de ahí, Amina crea con HLMPUSSY un lugar de denuncia a las agresiones a la mujer, de todo tipo. 

Y es así que cuando Amina decide suprimir el vídeo con cientos de miles de visitas, deviene la venganza. En un final contundente, reivindicativo. Porque la película explora cómo las diferencias de clase y raza influyen en la percepción y reacción ante situaciones de abuso: Amina, con una posición más privilegiada, no comprende completamente las implicaciones que su acción tiene para sus amigas, quienes enfrentan barreras adicionales debido a su origen étnico y situación económica. Esta dinámica refleja las dos velocidades del movimiento #MeToo, donde no todas las mujeres tienen las mismas oportunidades o recursos para denunciar agresiones. 

HLM Pussy ofrece una reflexión sobre las intersecciones de género, raza y clase en la lucha contra la violencia sexual, destacando la importancia de la empatía y la comprensión en la construcción de solidaridades feministas. Un debut que apuesta por la necesaria denuncia de las relaciones no consentidas, a la vez que reclama voz para colectivos marginales en su lucha por conseguir la igualdad de oportunidades frente a las clases más favorecidas.

 

sábado, 23 de noviembre de 2024

Cine y Pediatría (776) “Ladybird Ladybird” y “Lady Bird”, mujeres que intentan volar…


Hoy reunimos dos películas con un título similar, cada una con una mujer como protagonista: Ladybird Ladybird (Ken Loach, 1994) y Lady Bird (Greta Gerwing, 2017). Dos títulos similares, pero una temática diferente separada un cuarto de siglo entre sí, prácticamente la misma diferencia de edad de sus dos protagonistas: en la primera, una mujer británica sobre la cuarentena y madre de cuatro hijos; en la segunda, una adolescente estadounidense de 17 años, en plena transición a la vida de los adultos. Y aunque el contexto es bien diferente, algo les une: esa posibilidad de volar que tanto se les ha negado a las mujeres. Y consiguen trasmitir el mensaje gracias a dos interpretaciones de bandera de sus actrices protagonistas. Veamos cada una de las historias… 

- Ladybird Ladybird (Ken Loach, 1994) 

La historia de Maggie (Crissy Rock, multipremiada en diferentes festivales, incluido el Festival de Berlin), madre de cuatro hijos, todos de distintos padres (y de distintas razas) y que, debido al violento ambiente familiar, están a cargo de los servicios sociales británicos. Cuando Maggie conoce a Jorge (Vladimir Vega), un refugiado de Paraguay, así se lo reconoce: "Tengo cuatro hijos, todos de padres diferentes. Y todos están en un hogar de acogida". Con él vislumbra la posibilidad de rehacer por fin su hogar, pero las cosas no serán fáciles ni para recuperar la custodia de sus hijos, ni para retener la de los hijos que han de venir. 

En diversos flashbacks vamos reconociendo a nuestra protagonista y la lacra de su vida, sometida a violencia machista en el hogar por sus parejas, violencia que sufren los hijos en primer lugar (y nosotros también como espectadores), pues el director no se guarda nada en la retaguardia. Ni las canciones de karaoke que le gusta cantar a esta madre pueden mitigar el dolor continuo de la historia, que se ve con el corazón en un puño. Y su grito de auxilio, “No quiero que me juzguen por mi pasado”, choca con el mejor interés del menor ante los Servicios Sociales, que le argumenta: "Los niños necesitan estabilidad". Y entre sobresaltos, la historia avanza hacia ese final con este mensaje sobre los últimos momentos del metraje: “Maggie y Jorge han tenido tres hijos más a quienes se les ha permitido quedarse. No se les ha dado acceso a sus dos primeras hijas. Maggie dice que piensa todos los días en todos sus hijos perdidos”

Y así es como Ladybird Ladybird se convierte en un nueva crítica social del cine de Loach, quizás la historia con mayor crudeza, más si nos atenemos a que lo que narra se basa en hechos reales. El director inglés nos plantea una historia en donde los términos víctima y verdugo se entremezclan: porque víctimas son ante todos los hijos, obligados a transitar de centro en centro y a vivir separados de su madre, pero víctima es también una madre maltratada por la vida, que afronta cada nuevo revés con una creciente rabia contenida que su vez la convierte en verdugo. Y al oír esa canción tradicional de guardería que dice, “Ladybird, ladybird, fly away home, / Your house is on fire, / Your children shall burn!”, nos traslada a nuestra protagonista. 

Porque esta película es paradigmática de la primera etapa del cine de Ken Loach, un director caracterizado por su inconformismo social, su compromiso político con crítica a la burguesía y a la sociedad (y un especial enfrentamiento a las políticas thacherianas), así como su acercamiento a los seres anónimos, personajes que presenta con radicalidad y honestidad en formato de docudramas. Y todo ello con un estilo visual sobrio, que bebe de influencias del Neorrealismo italiano y del Free Cinema británico. Desde Cine y Pediatría ya dedicamos una entrada especial a Ken Loach, por su particular visión de los adolescentes y familias en el contexto de su cine social. Un cine social que se conjuga al modelar la lucha de la clase trabajadora, con la injusticia social y la importancia de la solidaridad.  

- Lady Bird (Greta Gerwing, 2017) 

La historia de Christine (Saoirse Ronan, multipremiada en diferentes festivales de cine, incluido el Globo de oro a mejor acriz), una adolescente de Sacramento en su último año de instituto, quien se hace llamar "Lady Bird". La joven, con inclinaciones artísticas, está desesperada por escapar de su ciudad natal ("Sacramento es tan fea", piensa) y quiere construir una nueva identidad en una ciudad más grande, por lo que sueña con vivir en la costa Este: "Quiero irme de esta ciudad. Quiero irme a Nueva York. Quiero ser alguien más", le dice a su amiga. Trata de ese modo encontrar su propio camino y definirse fuera de la sombra protectora de su madre (Laurie Metcalf). Es, por tanto, una nueva película sobre adolescentes en tránsito, lo que conocemos con el anglicismo coming of age, y del que son  ejemplo ya centerares de títulos volcados en Cine y Pediatría. 

Una nueva historia alrededor de esta etapa de tránsito que llamamos adolescencia que nos permite reflexionar sobre la complejidad de las relaciones familiares (en ese tour de force entre madre e hija, quienes se quieren, pero cuyas personalidades y perspectivas chocan continuamente), la importancia de las amistades, la nostalgia y el valor de los orígenes (pese a su deseo de escapar) y la aceptación de uno mismo. Una nueva historia para aprender que la adolescencia es un período de grandes cambios y desafíos, pero también un tiempo de oportunidades para aprender y crecer. Y todo ello aunque le recuerde una de sus parejas a Christine eso de que “Lady Bird dice que vive del lado equivocado de las vías”. 

Esta película fue la ópera prima como directora en solitario de Greta Gerwing, quien en su siguiente película volvió a contar con la misma actriz protagonista en la enésima versión de Mujercitas (2019), adoptando Saoirse Ronan también otro papel rebelde, el de la adolescente Jo. Decir que Greta Gerwing firmó su tercera película como directora recientemente con la controvertida Barbie (2023), en donde contó con Margot Robbie y Ryan Gosling como actores. Y también vale la pena recordar que la actriz Saoirse Ronan, con una ya dilatada trayectoria, tuvo su primer papel protagonista en el drama fantástico The Lovely Bones (Peter Jackson, 2009), interpretando a la niña Susie Salmon, según el relato “Desde mi cielo) de Alice Sebold.   

Dos películas con un título similar, pero de dos directores con estilos diferentes sobre la historia de dos mujeres de distinta edad y condición social, pero que guardan en ese título un mismo mensaje: ese continuo intento de volar de muchas mujeres y las dificultades para alzar el vuelo, no solo por los defectos de las alas, sino también por la jaula que les rodea.

 

miércoles, 28 de agosto de 2024

Comienza el curso de Continuum "Atención a la salud mental en la adolescencia"

 

Comienza con fuerza el otoño en la plataforma Continuum y cuatro nuevos cursos se desgranarán este trimestre. En breve comienza el curso "Atención a la salud mental en la infancia", liderado por la Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPi). 

Un curso que proporcionará al alumno los conocimientos y habilidades necesarios para identificar, evaluar y abordar problemas de salud mental en adolescentes, promoviendo intervenciones efectivas y apoyo integral. 

El curso está dividido en seis módulos, que son: 
 - Epidemiología, anamnesis y evaluación psiquiátrica 
- Trastornos del comportamiento 
- Utilización de pantallas y nuevas tecnologías 
- Trastornos de la conducta alimentaria (TCA) 
- Ansiedad y trastornos psicosomáticos 
- Depresión y suicidio. 

En cada unidad didáctica se ofrece también información complementaria para los alumnos que quieran profundizar en un determinado aspecto. El curso está tutorizado, lo que implica que, a lo largo del curso, estaremos a su disposición para ayudarles a resolver las dudas que se les planteen. 

Al finalizar la actividad el alumno habrá conseguido una serie de conocimientos, habilidades y actitudes, que se recogen a continuación
- Comprender la epidemiología de los trastornos mentales en adolescentes y realizar una anamnesis y evaluación psiquiátrica completas. 
- Identificar y manejar trastornos del comportamiento en adolescentes, aplicando estrategias adecuadas. 
- Evaluar el impacto del uso de pantallas y nuevas tecnologías en la salud mental de los adolescentes y adoptar acciones preventivas. 
- Detectar y tratar trastornos de la conducta alimentaria, promoviendo un enfoque multidisciplinar eficaz. 
- Reconocer y abordar la ansiedad y los trastornos psicosomáticos en adolescentes mediante intervenciones terapéuticas apropiadas. 
- Identificar signos de depresión y riesgo suicida, y aplicar protocolos de atención y prevención basados en la evidencia. 

Todo esto en un curso de 2 meses de duración (comienzo el 26 septiembrey finalización el 21 noviembre 2024), acreditado con por la Comisión de Formación Médica Continuada. 

Toda la información y la manera de inscribirse al curso, la podéis encontrar en la web de Continuum

sábado, 11 de mayo de 2024

Cine y Pediatría (748) “Nada”, el otro dogma del caos adolescente


Hace muchos años que desde el proyecto Cine y Pediatría reivindicamos la adolescencia como un género cinematográfico, una etapa fundamental en el desarrollo biológico y psicosocial de esta apasionante etapa de la vida dentro de sus ámbitos habituales (familias, amigos, centros educativos y sociedad) y un verdadero viaje conocido en el séptimo arte como “coming of age”. Y es que son centenares las películas que tiene a adolescentes como protagonistas y que se pueden prescribir a nuestros hijos adolescentes, a nuestros alumnos adolescentes, a nuestros pacientes adolescentes. Si es cierto que la visión no es siempre luminosa, más bien lo contrario, sirvan como ejemplo nuestras dos películas previas: la islandesa Beautiful Beings (Guðmundur Arnar Guðmundsson. 2022) y la alemana Con los pies en la tierra (David Wnendt, 2023). Y a estas hoy sumamos la película danesa Nada (Trine Piil Christensen, Seamus McNally, 2022). Todas muy actuales, reflejo de esta generación Z que nos rodea.   

Nada está basada en la novela “Intet” de la economista y escritora danesa Janne Teller, una fábula en torno a la adolescencia y que se sumerge en el abismo sinsentido de la vida. La película comienza con esta pregunta que se hacen un chico y una chica adolescentes tendidos en la hierba mirando al cielo: “¿Crees que hay algo que tenga sentido?”. Porque la narradora de Nada es la estudiante de octavo grado Agnes (Vivelill Søgaard Holm), quien describe las consecuencias del comportamiento rebelde de su compañero de clase Pierre Anthon (Harald Kaiser Hermann) sobre ella y quienes la rodean. 

Porque el curso escolar acaba de comenzar, pero Pierre Anthon decide abandonar el mismo y encaramado en un árbol, del que se niega bajar, les dice a sus otros 12 compañeros (en una numerología muy bíblica): “Pasáis miedo para nada. Fingimos que lo importante no lo es y damos importancia a lo que no lo tiene. Nos intentamos convencer de que somos algo o alguien”. Y aunque no le entienden al principio, luego le siguen y continúan escuchando sus reflexiones desde el árbol: “Si vives hasta los 80 años, te habrás pasado 30 durmiendo, siete intentando dormir y 14 trabajando. Y 12 años mirando a una pantalla. Y cuatro años y medio, comiendo. Limpiar, cocinar, cuidar de tus hijos, otros 11 años. Si lo sumas todo, te quedan nueve años para vivir como quieras y te lo pasas fingiendo ser alguien… Siempre habrá alguien mejor que tú. O más listo. O más guapo”. 

Y todo esto provoca una crisis existencial entre sus compañeros, quienes deciden reunir sus pertenencias más valiosas (y que significan algo para ellos) en un ‘montón lleno de sentido’ con el reto de convencer a Pierre Anthon de que está equivocado. Pero lo que en un principio comienza de manera lúdica y sólo se refiere a cosas materiales, pronto adquiere rasgos oscuros y extremadamente crueles. Los sacrificios que los jóvenes se exigen unos a otros son cada vez más extremos. Y baste recordar el orden de peticiones: a Agnes, que quiere ser diseñadora de ropa, le piden sus preciadas sandalias; a Gerda le piden su hámster; a Frededik le mandan que robe la bandera de Dinamarca del colegio; a Otto le solicitan que grave un vídeo suyo desnudo; a Elise ya le piden que desentierre a su hermanito fallecido; a Marie le cortan el pelo de su larga cabellera rubia; a Hussain le requisan su alfombra para rezar; a Hans le quitan su bici; a Sophie le arrebatan su virginidad; a Carl le requieren que traiga el Jesucristo colgado de la iglesia; a Rose le obligan a matar a la perra Cenicienta; y, finalmente, a Johan le cortan un dedo, el dedo con el que abusó de Sophie y se convierte en su particular venganza. Y no es de extrañar que Nada se le haya asemejado a El señor de las moscas, llevada al cine en dos ocasiones, en blanco y negro (Peter Brook, 1963) y en color (Harry Hook, 1990) desde la novela paradigmática de William Golding, y ello por la escalada de violencia de los adolescentes que desarrollan dinámicas de grupo fatales. Pero en Nada nuestros personajes no se enfrentan a una situación excepcional en una isla desierta donde tienen que luchar por sobrevivir, sino que son alumnos que están creciendo en un círculo familiar sin dificultades, pero quizás sin la mejor brújula moral.  

Y tras toda esta escalada de peticiones, cada vez más escabrosas e incómodas, van acumulando todas sus cesiones (las sandalias, el hámster, la bandera, la bici, la cabeza del perro,…) en un montaje caótico. Y, cuando lo descubren los adultos, lo acaban convirtiendo en una obra de arte que un crítico titula como “Las ofrendas”, y lo compra un museo, pues piensan que esta obra ha revolucionado el mundo del arte, como ejemplo de la generación abandonada. Pero todo esto lo hicieron por Pierre Anthon, para que entendiera que hay cosas que importan, aunque cuando logran que baje del árbol se desencadena aún mayor tragedia. 

Como algunos críticos han planteado, se podría acusar a la película de fatalismo en su planteamiento nihilista. Aunque la película no es una invitación a rendirse, sino a liberarse de las cadenas sociales que el sistema nos impone en el momento de nacer. Porque Nada nos pide que nos cuestionemos nuestro propio papel en la vida y a lo largo de la intrincada relación de sus jóvenes personajes también se abordan otros temas (las enfermedades mentales, la religión, la sexualidad…), en donde se nos plantea algunas preguntas (¿qué estamos haciendo con nuestras vidas?, ¿merece la pena ser simplemente un engranaje del sistema, o deberíamos seguir nuestro propio camino?) sin clara respuesta. 

Porque Nada es una peculiar película danesa alrededor del nihilismo, ese otro “dogma” del caos adolescente. Uno más que el cine se obstina en presentarnos.

 

sábado, 27 de abril de 2024

Cine y Pediatría (746) “Beautiful Beings”, una pesadilla de adolescencia


Islandia es un país especial que no deja indiferente. Un país de contrastes, entre el hielo y el fuego. Pero Islandia es mucho más que un paisaje sobrenatural. También atesora una cultura con identidad propia única en el mundo, con una alfabetización del 99,9 % de la población y el país que compra más libros per cápita del mundo. Y no solo leen, también escriben: no hay país que atesore tantos novelistas por habitante. Y dentro de las manifestaciones culturales, es la música una de la más arraigada en Islandia, conservando las tradiciones de la música folklórica, unido al pop y a la música electrónica, una música original y distinta, como los propios islandeses (y baste recordar nombres como Bjork, Sigur Ros o Of Monsters and Men). Pero otra manifestación que va abriéndose camino es el cine, un cine islandés dentro del emergente cine escandinavo. 

Pero el cine de Islandia que llega fuera de sus fronteras, también es cine de hielo y fuego. Y baste recordar las tres películas que ya forman parte de Cine y Pediatría, tres "coming of age" que son un retrato íntimo de esta volcánica etapa de tránsito, un viaje iniciático filmado con implacable, austero y en ocasiones helado temple: Sparrows-Gorriones (Rúnar Rúnarsson, 2015), Heartstone, corazones de piedra (Guðmundur Arnar Guðmundsson. 2016) y Déjame caer (Baldvin Zophoníasson, 2018). 

Tres historias que vienen a ser el réquiem por el sueño islandés de esos adolescentes enfrentados a familias desestructuradas, a sus pulsiones sexuales y a las toxicomanías. Y hoy regresa otro "coming of" age, la de cuatro adolescentes de 15 años que viven su particular pesadilla en la película titulada Beautiful Beings (Guðmundur Arnar Guðmundsson. 2022). Y es que este director, tras su ópera prima Heartstone, corazones de piedra, regresa a esta etapa de la vida en una película cuyo título original en islandés (Berdreymi) significa pesadilla. 

Inicialmente conocemos a Balli (Áskell Einar Pálmason), quien vive en un hogar marginal, sucio y desordenado como su familia (su padre murió, su padrastro está preso y su madre le deja solo durante días, por lo que los servicios sociales están al tanto) y sufre acoso escolar, incluso una agresión física que es recogida por la televisión y le permite reclamar a la audiencia: “No me importa si caigo bien o no, solo quiero que me dejéis en paz”. Y ese informe televisivo nos adentra en el incremento de la violencia en los centros escolares islandeses. 

A partir de ahí, conoce a otros tres jóvenes de su edad (Addi, Siggi y Konni), quienes acaban acogiéndole en el grupo, aunque lo ven como un bicho raro, y al que preguntan al entrar en su casa: “¿Por qué están rotas todas las puertas?...¿por qué está todo tan guarro?”. Pero también ellos tienen una buena mochila en la espalda de sus vidas, especialmente por la ausencia de una figura paterna correcta: Addi (Áskell Einar Pálmason), quien funciona como el líder del grupo, vive en un hogar donde sus padres se divorciaron por el alcoholismo del padre y cuya madre cree en la magia adivinatoria y la interpretación de los sueños; Siggi (Snorri Rafn Frímannsson) es el rarito, cuyo padre es un chanchullero; y Konni (Viktor Benóny Benediktsson), el violento del grupo, apodado “El Animal”, tiene tanto temor a su padre que a veces no vuelve a casa hasta que aquel está dormido. 

Los cuatro amigos pasan el tiempo viviendo continuamente al límite de lo correcto, retando al riesgo, fumando continuamente, ensayando con otras drogas (incluso setas alucinógenas) y el sexo, y apostando por la violencia frente a otros grupos, por mucho que Addi declare: “No soporto las peleas”. La salida de la cárcel del padrastro de Balli (papel interpretado por el conocido actor islandés-estadounidense Ólafur Darri Ólafsson, al que reconocemos de la serie la serie de televisión islandesa, Atrapados, dirigida por Baltasar Kormákur), lo cambia todo, pues sus amigos descubren que es un maltratador y un pederasta frente a la hermana yonqui de Balli, y se confabulan para amedrentarle y defender a su amigo. Pero los hechos que se desencadenan a partir de aquí, lo cambian todo. 

Y al final resuenan las palabras de la madre de Addi: “Imagina que una luz brillante te rodea y te protege”. Porque estos adolescentes (de nuestra ficción) y tantos adolescentes (en la realidad) precisan mucha luz que les proteja. Y quizás la mayor luz sea una familia que les cuide, les proteja y les eduque en valores, pues los padres son los primeros modelos de comportamiento y principales mentores para sus hijos. Cuando esto falla (en nuestros amigos con un denominador común: la ausencia de una buena figura paterna), aumenta el riesgo de que la adolescencia sea una pesadilla, abandonados a su suerte, pues se ven como un jardín sin un jardinero, creciendo sin la guía necesaria para florecer y llegar a ser la mejor versión de sí mismos. 

Porque Beautiful Beings es una historia sobre el paso a la edad adulta, la amistad y la supervivencia desde esta etapa de la vida tan impactante que es la adolescencia, pero también un retrato de la decadencia moral y el abandono, que confirma el talento de Guðmundur Arnar Guðmundsson, especialmente para la dirección de los jóvenes actores, todos ellos neófitos. Un incómoda historia sobre estas bellas criaturas adolescentes que viven su particular pesadilla en un película de cine-realidad que recibió el Premio de la Juventud en la Seminci de Valladolid.

 

sábado, 6 de abril de 2024

Cine y Pediatría (743) “Vida de este chico”… llamado DiCaprio


Nació hace medio siglo en la Meca del cine, Hollywood, y por sus venas corría sangre alemana, italiana y rusa, como delatan sus apellidos (Wilhelm DiCaprio). El nombre de pila se lo puso su madre porque cuando ella estaba embarazada y contempló una pintura de Leonardo da Vinci en un museo, el bebé pateó dentro del vientre. Y así es como Leonardo DiCaprio fue predestinado para el cine y la televisión desde muy niño. Guapo, rubio, con ojos azules y cara de niño bueno, todo parecía indicar que se iba a convertir en el típico ídolo adolescente, un chico de carpeta destinado a encasillarse en el papel de guapo. 

Y sus primeros papeles de calado en la gran pantalla son películas que se adscriben todas ellas al proyecto de Cine y Pediatría. Todo comenzó con Vida de este chico (Michael Canton-Jones, 1993), a la que dedicaremos esta entrada de hoy. Pero que comenzó con otros films en la década de los 90 que cabe destacar: 

- ¿A quién ama Gilbert Grape? (Lasse Hällstrom, 1993), basada en la novela homónima de Peter Hedges y fue su primera actuación de interés, aunque es un papel que se la dieron a regañadientes, pues para representar al hermano autista de Jonny Deep el director buscaba a un protagonista menos perfecto físicamente para el papel. Y en el camino de esta historia se nos enseña la posibilidad de que las discapacidades que nos rodean puedan motivar el crecimiento de nuestras propias capacidades.  

- Diario de un rebelde (Scott Kalvert, 1995), basada en la obra autobiográfica homónima del escritor, poeta y músico estadounidense Jim Carroll. Puro cine independiente que es la crónica autobiográfica de un grupo de adolescentes, entre los que se encuentra el escritor Jim Carroll (interpretado por DiCaprio), a los que sus travesuras están a punto de llevarlos por oscuros caminos de la desesperación. Cinco amigos que apenas mantienen la cabeza a flote al perder el control de sí mismos. 

- Vidas al límite (Agnieszka Holland, 1995), ambientada en el siglo XIX en Francia para descubrirnos el romance entre dos poetas franceses, Paul Verlaine (David Thewlis) y el joven Arthur Rimbaud (Leonardo DiCaprio). La poesía de ambos cortejó generaciones de literatos, pero sus vidas privadas fueron más escandalosas de lo que la mayoría de las personas se atreven a creer, una existencia en continuo contacto con el alcohol, el opio y su secreta homosexualidad. 

- Romeo + Julieta de William Shakespeare (Baz Luhrmann, 1996), enésima versión de la conocida obra del dramaturgo inglés, versión modernizada de los jóvenes enamorados (interpretados por DiCarpio y Claire Danes) en la ficticia Verona Beach y ambientada en el mismo año del estreno, de forma que se sustituyen espadas y dagas por pistolas y fusiles de asalto, y los hombres de las familias enfrentadas, los Capuleto y los Montesco son dos grupos de narcotraficantes mafiosos en guerra por sus frentes comerciales. 

- La habitación de Marvin (Jerry Zaks, 1996), basada en la obra homónima de Scott McPherson, verdadero melodrama familiar entre las hermanas Bessie (Diane Keaton) y Lee (Meryl Streep), quienes se reencuentran después de muchos años y que tienen que reconciliarse enfrentadas a tres retos en sus vidas: un padre postrado en cama tras un derrame cerebral, el debut de leucemia de Bessie en busca de un trasplante de médula ósea y el hijo adolescente de Lee (Leonardo DiCaprio), internado en un  psiquiátrico. 

- Titanic (James Cameron, 1997), el megaéxito por excelencia (recordar que tiene el record de 11 Óscar, compartido con la película dirigida en 1959 por William Wyler, Ben-Hur, y con la película dirigida en 2003 por Peter Jackson, El señor de los anillos: El retorno del rey), donde Leonardo DiCaprio (como Jack, el joven artista y polizón) se consideró el rey del mundo junto a Kate Winslet (como Rose, la joven de buena familia) bajo los acordes del “My Heart Will Go On” de Celine Dion. 

Pero tras estas siete considerables películas, Leonardo DiCaprio seguía acosado por el sambenito de más guaperas que buen actor. Y a partir de ahí el actor no ha hecho más que acumular méritos interpretativos y madurar como el buen vino, con casi una cuarentena de películas en su haber, seis nominaciones al Óscar y cierta resistencia a conseguirlo, y lo hizo con el extremo papel del trampero Hugh Glass en El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015). Y en ese camino ha tenido la fortuna de ser uno de los actores fetiche de Martin Scorsese, con seis colaboraciones juntos (Gangs of New York, 2002; El aviador, 2004; Infiltrados, 2006; Shutter Island, 2010; El lobo de Wall Street, 2013; y Los asesinos de la luna, 2023), solo superado por las nueve colaboraciones que el director ha tenido con Robert de Niro. Y es que en esta última película de DiCaprio y en la primera, estos dos gigantes de la actuación coincidieron juntos. 

Y precisamente hoy vale la pena revisar su primer largometraje, Vida de ese chico (Michael Canton-Jones, 1993), drama ambientado en la década de los 50 en Estados Unidos y donde se dio a conocer en el séptimo arte. Fue el propio De Niro el que aconsejó al director que llamara a DiCaprio para el papel principal, por sus capacidades interpretativas, y éste, con 18 años, se pone en el papel de esta histórica con tintes autobiográficos de este joven adolescente que se desarrolla a través de la relación con su madre y con su cruel y autoritario padrastro. 

Comienza con el increíble paisaje del Monument Valley, mientras nos recuerda que es una historia real (y basado en el libro “This Boy´s Life”, de Tobias Wolff adscrito al movimiento del realismo sucio). En medio del desierto viajan en coche una madre, Caroline (Ellen Barkin) y su hijo, Toby (Leonardo DiCaprio, alter ego del mismo Tobias Wolff) y cuya voz en off nos dice: “Era 1957 y viajábamos de Florida a Utah. Después de que a mamá le golpeó su novio, cogimos el coche y nos fuimos hacia los campos de uranio. Nuestra suerte iba a cambiar”. Y ello mientras suena el “Let´s Get Away From It All” de Frank Sinatra. Y llegan a Salt Lake City, capital de Utah, aunque pronto parten hacia Seattle. Allí es donde Caroline conoce al aparente amable mecánico Dwight (Robert de Niro), quien tiene tres hijos… 

Toby nos muestra su comportamiento de adolescente rebelde y compulsivo, quien llega a confesar a su madre: “Puedo ser mejor. Trataré de hacerlo. Odio como soy. No sé por qué soy así”. Es por ello que la madre le envía un tiempo con Dwight y sus hijos al pequeño pueblo de Concrete, en el estado de Washington, para cerciorarse de que si funciona, se podría casar con él. Y una vez allí Dwight intenta enderezarle con cualquier método válido por entonces y, mientras suena el “Smile” de Nat King Cole, resuena este pensamiento: “No me andaré con tonterías. Existen en el mundo chicos malos. Auténticos diablos. Mi trabajo será estar contigo para enderezarte. Y para conseguirlo, haré lo que sea. Ya puedes ir bajando los humos de tu padre rico. Tus días de fantasía terminaron. Ahora eres un chico de Concrete”

Finalmente, Caroline se casa con Dwight, pero aquella no tarda en darse cuenta del error. Porque el deseo del padrastro por enderezar a Toby llega a las palizas físicas. Y con el tiempo, nuestro adolescente declara: “Tengo que irme de este lugar o me muero”. Y las cosas llegaron a un extremo que ambos, madre e hijo, tuvieron que huir de allí. Y Toby logra entrar en la universidad, aunque falseando sus notas. 

En el colofón del film se nos indica qué fue de cada personaje, pero especialmente de él mismo: “Tobias Wolff fue expulsado de la escuela Hill, entró en el ejército y luchó en Vietnam. Ganó premios como autor de novelas y cuentos cortos. Vive con su familia en Nueva York donde es profesor de Literatura en la Universidad de Syracuse”. Porque la Vida de este chico es su propia vida… Y donde tenemos la oportunidad de ver los inicios de un grande, Leonardo DiCaprio, aquí también acompañado de algunos actores aún muy jóvenes como Carla Gugino y Tobey Maguire. Pero donde nos llega sobre todo su mensaje: que pese a una infancia y adolescencia dura, con maltrato familiar incluido, es posible salir adelante. Así lo hizo Tobias Wolff… y Leonardo DiCaprio, cada uno en su trayectoria artística.

 

sábado, 30 de diciembre de 2023

Cine y Pediatría (729) La trilogía de Bill Douglas, poesía de una infancia más negra que el carbón

 

Y finalizamos el año 2023 con una obra de arte en blanco y negro, una pieza fundamental del cine británico de la década de los años setenta  y durante mucho tiempo poco apreciada en su país: la trilogía de Bill Douglas, tres pequeños grandes filmes que nos hacen transitar a flor de piel con la dura experiencia familiar y social de la infancia y adolescencia de su autor en imágenes imperecederas. Para algunos se constituye en uno de los trípticos más destacados que jamás se hayan hecho sobre la infancia, pura poesía cinematográfica desde una deprimente Escocia de posguerra dedicada a la minería. 

Es Bill Douglas un cineasta británico particular, cuyo corpus fílmico dura apenas seis horas y la mitad corresponde a esta trilogía, compuesta por My Childhood (1972) de 45 minutos, My Ain Folk (1973) de 52 minutos y My Way Home (1978) de 79 minutos de duración. Y para entender más el componente autobiográfico, vale la pena conocer algo de su biografía. Porque Bill Douglas nació en 1934 en el pueblecito minero de Newcraighall en las afueras de Edimburgo, y su infancia transcurrió en medio de grandes privaciones, tanto físicas como emocionales. Hijo ilegítimo de una madre afectada por una seria enfermedad mental y educado en compañía del hijo de la hermana de su madre (Tommy, visto en My Childhood y My Ain Folk), por su abuela materna, Douglas pasó tras morir ésta a ser recogido en la casa de su padre (al que tardó en conocer) y su abuela paterna hasta terminar en el mismo internado que había acogido antes a su primo. Pese a todas las adversidades, el adolescente fue capaz de dotarse de una educación muy por encima de lo que las implacables circunstancias de su periplo vital podían vaticinar; y, además, durante estos años se fue fraguando lo que fue más adelante el centro de su vida, su pasión por el cine. El encuentro inesperado durante su servicio militar en Egipto con otro joven y sensible recluta, Peter Jewell (Robert, en My Way Home), que se convertiría en su compañero hasta el fin de sus días, le permitió escapar del mundo en el que hasta entonces había habitado, aunque este dejara una huella imborrable tanto en su personalidad como en su arte. Tras una frustrada carrera como actor, durante los primeros años 60 (durante los que comenzó a pergeñar el guion que acabaría convirtiéndose en su «trilogía») y su paso y graduación como realizador en la London Film School, Douglas se encontró con la oportunidad de colocarse tras la cámara, para lo que aún tuvo que superar obstáculos de variada índole. 

Porque la historia de esta trilogía es ampliamente biográfica y sigue a Jamie (alter ego del director, interpretado con convicción por Stephen Archibald), quien logra superar el entorno brutal de rechazos y adversidades de los entornos familiares que le toca vivir, así como el propio internado o su experiencia militar en la adolescencia. Veamos sus tres partes. 

- Parte primera. My Childhood (1972) 

Comienza anunciando el momento y lugar de la historia: “1945. Un pueblo minero escocés. Prisioneros de guerra alemanes trabajan en los campos”. Niños y niñas cantan en clase, mientras uno de ellos debe salir porque su abuela le espera fuera. Esta abuela cuida de Jamie, de unos 9 años, y de su primo Tommy, de unos 13. Jamie encuentra en un prisionero de guerra alemán la figura paterna que no tiene y es el único con el que puede esbozar una sonrisa. Cuando llega el padre de Jamie, la abuela no le reciben con aprecio y le echa “porque no es bueno ni para los hombres ni para las bestias”, mientras luego visita a su madre, ingresada en un lejano hospital. 

La violencia campea en este crudo entorno, también contra los animales. Con la muerte de la abuela, queda poco refugio para Jamie. Y se marcha sobre el carbón que transporta el tren de vapor. Y se desvanece la historia como el humo del tren. 

- Segunda parte. My Ain Folk (1973) 

Tras la muerte de su abuela materna, Jamie es separado de Tommy (a quien lo llevan a un internado) y debe empezar a vivir con su pusilánime padre, que le ignora, y la abuela paterna, una mujer alcohólica que le someterá a numerosos maltratos psicológicos. Para empezar, le dice a Jamie: “Tu madre ha arruinado la vida de mi hijo… ¿Qué te hizo pensar que podías venir aquí”. Entre duros silencios (e imágenes), apreciamos que esa abuela cuida más al galgo que al nieto, salvo cuando se emborracha y entonces le abraza y Jamie reza: “Por favor, Jesús, haz que mi abuela se emborrache cada noche”. Pero al día siguiente todo sigue igual: “Han llamado del sanatorio. Tu madre ha muerto”. No es de extrañar que Jamie desee la muerte de su abuela y le haga maleficios. 

Y Jamie huye a menudo a la casa vecina de su primera abuela, ahora vacía. Porque su propia gente le rechaza y le maltrata, lo que también le provoca una profunda apatía en el colegio. Y todo esto lo observa y vive acurrucado en muchas ocasiones. Y solo tiene el apoyo de un abuelo también maltratado y apartado, quien le dice: “¿No estarías mejor en un hogar de acogida? Al abuelo ya no le quedan fuerzas para luchar por ti”. Y con la muerte del abuelo, regresa al internado. 

- Tercera parte. My Way Home (1978) 

La última parte de la trilogía autobiográfica de Douglas se centra en el final de la adolescencia. De nuevo en el internado, allí donde todos reciben el mismo regalo (una armónica) por Navidad. Pero su padre vuelve a por él, ahora con una nueva esposa, y se encuentra con su abuela deteriorada, quien le regala el libro "David Copperfield" de Dickens. Sigue desadaptado y les refiere que quiere ser artista, lo que molesta con esa decisión de querer ser mejor que ellos y no conformarse con trabajar en la mina de carbón. Y regresa al internado, desanimado dice al director: “Corra o camine lo mismo da. Al final, siempre voy a parar al mismo punto”. Hasta que es adoptado por una nueva familia que le respeta, pero él prefiere vivir como un mendigo junto a los mendigos, y repite “Me quiero morir. Me quiero morir. Me quiero morir,…”. 

Sin lugar a donde ir, se alista en el servicio militar y se traslada a Egipto. Tampoco se adapta a esa vida inicialmente, donde realiza tareas sin trascendencia en una casa en medio del desierto y junto con otro recluta, Robert. Y cuándo le preguntan qué quiere hacer a la vuelta, responde, con el fondo del cartel de Marilyn Monroe en la película Niágara (Henry Hathaway, 1953): “Yo quiero ser artista. Puede que hasta sea director de cine”. Y cierra con una imagen de cerezos en flor mientras suena el motor de un avión, posiblemente el que le trae de regreso a su país. Y un fundido en negro finaliza esta historia en tres partes de una infancia y adolescencia más negra que el carbón. 

Y esta magnífica trilogía de Bill Douglas se constituye en visión artística única sobre la infancia y adolescencia, su infancia y adolescencia. El diálogo es rebajado al mínimo, y las casas de cooperativas del pueblo minero, los campos, la nieve, la pobreza, las sucias calles, el frío, el carbón, la carestía, el desapego familiar y el maltrato infantil están rodadas en un desolado blanco y negro. Y con un uso especial de la cámara, de los primero planos de los objetos (puertas, manos,…) y esas dos figuras que se repiten en su trilogía: el uso de las imágenes de las manzanas en cada una de sus tres partes (y cada una con un significado) y el tren. 

Quien quiera profundizar en esta película, con un análisis exhaustivo por escenas, puede revisar el gran análisis realizado por Santiago Zunzunegui en la revista EU-topías, revista de interculturalidad, comunicación y estudios europeos publicada conjuntamente por la Universitat de València y l’Université de Genève.

Un buen colofón cinematográfico a este año 2023, una historia tan negra la que nos muestra Bill Douglas como el año que ahora termina, con dos guerras en ciernes (la que enfrenta a Ucrania y Rusia, y a Palestina e Israel) y con “polarización” como la palabra del año según Fundéu en España, lo que muestra a las claras la situación política y social que vivimos.