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sábado, 4 de diciembre de 2021

Cine y Pediatría (621): “Listen” nos hace oír el ruido de la adopción forzosa


Siempre es emocionante incorporar una nueva filmografía en Cine y Pediatría. Y quizás lo es más si es de un país tan cercano y querido como Portugal. Y es así como hoy presentamos la primera película de este país en nuestro proyecto, y que constituye el primer largometraje de Ana Rocha de Sousa. Una película que golpea fuerte al espectador al tratar el tema de las adopciones forzadas en Reino Unido con un estilo que nos recuerda el mejor cine social inglés y, en concreto, el universo de Ken Loach: Listen (Ana Rocha, 2020).  

Nos encontramos ante un matrimonio portugués que viven como emigrantes en el Reino Unido y que se enfrentan a las adopciones forzadas de aquel país. Bela (Lúcia Moniz) y Jota (Ruben Garcia) tiene tres hijos: Diego con 12 años, Jessy con 12 meses y la mediana, una preciosa niña sordomuda Lu (Lucía) de 6 años que necesita un audífono y se expresa en lenguaje de signos, una niña que se nos presenta con chubasquero rosa y que mira la vida con su cámara de foto de juguetes con el cristal roto. Lu está interpretada por la actriz sorda Maisie Sly, quien ya protagonizara el oscarizado cortometraje La niña silenciosa (Chris Overton, 2017). 

Una familia que lucha a diario para llegar a fin de mes, donde la madre trabaja limpiando hogares y el padre ahora no trabaja y ayuda en casa. Y donde las dificultades se vislumbran pronto cuando Bela intenta arreglar el audífono de Lu, pues no tienen nómina ni los recursos económicos, y su familia no les puede ayudar desde Portugal. Se intuye que están vigilados por Servicios Sociales. Y algo cambia cuando una profesora del colegio de Lu le dice a la madre: “Me gustaría hablar contigo. Hemos intentado localizarte varias veces esta mañana. Lu está en el hospital. Le han encontrado moratones en la espalda. Pero no podían comunicarse bien, porque no tenía el audífono”. Y cuando la madre le pregunta a la niña qué le han preguntado en el hospital, ella le dice en lenguaje de signos: “Me han preguntado si me has pegado. Si papá me pega. Si mi hermano me pega”. Y es entonces cuando la madre se asusta y quiere huir, pero no puede evitar la bajada al infierno que se avecina a su familia. Porque la policía llega con una orden de protección para llevarse a los hijos porque se considera que están en riesgo inminente de sufrir daños y el deber de los Servicios Sociales es protegerlos. Y de nada sirve el grito de desesperación de la madre, en esa escena nuclear de la historia, tan dura como la vida misma: “Somos buena familia. Soy buena madre”. Y allí quedan los padres abatidos y llorando solos en casa, mientras sus tres hijos son retenidos durante un mínimo de 72 horas hasta esclarecer los hechos y las sospechas. 

A partir de ahí, la lucha de los padres frente a las instituciones británicas y sus leyes. Y donde son desgarradoras las escenas de encuentro con los hijos, donde solo se les permite hablar en inglés, ni en portugués ni en leguaje de signos. Y, lo que iba a ser una hora de visita, dura menos de cinco minutos por esa circunstancia. Y la tensión e impotencia se apodera de ellos y del espectador. Entonces encuentran una asistente social retirada que se ofrece ayudarlos y quien les explica: “Puede ser una cuestión de meses convertir un plan de atención en una adopción forzosa. Pero cuando la adopción forzosa se pone en marcha no van a revertir el proceso. Hay que estar preparados emocionalmente…Cada día se toman decisiones basadas en directrices, definiciones vagas del protocolo de Servicios Sociales. Y sin duda se están tomando decisiones muy equivocadas. La lucha que tenemos por delante va a ser dura”. Y les pide tranquilidad a los padres, pero la madre grita que cómo no va a evitar no estar furiosa y deprimida si le han quitado a sus tres hijos. Y la asistente social le responde: “Entiendo muy bien cómo te sientes, pero tienes que guardarte tu ira y tu ansiedad”. 

Y tras esta separación forzosa confirman que Lu vuelve a tener nuevos moratones, pues finalmente descubren que tiene una púrpura y, por tanto, estas lesiones se ocasionan por su enfermedad y no por malos tratos. Pero aún así, el proceso de adopción forzosa sigue adelante. Los padres nunca pusieron una mano encima a su hija, de ahí la desgarrada declaración de la madre ante el juez: “Nosotros la queremos... Señoría, mi hija está asustada. Espero que nos dé la oportunidad de arreglar esto y de ayudarla a recuperarse. Quiero irme de este país. Pero solo lo haré cuando haya reunido a mi familia. ¡Mis hijos no están en venta! Gracias, señoría”. 

Y todo nos aboca a ese final lleno de interrogantes, donde parece que recuperan a Lu por la ley, Diego logra escapar con la ayuda de la asistente social, pero el proceso de la pequeña Jessy parece que ha seguido adelante. Y al final esa imagen fija con la puerta que se cierra y nos cierra el alma, un alma llena de pesar sobre lo que ha ocurrido a esta familia que por su condición de pobres perdieron todo, hasta la presunción de inocencia. Y ello, mientras suena la melancólica canción ”Hold My Hand” de Nessi Gomes, cantante inglesa de origen portugués, como la propia película. 

Y es así como esta contundente película de tan solo 73 minutos de metraje, por título Listen, funciona perfectamente con el mensaje, que no es otro que invitarnos a oír el ruido de la adopción forzosa británica. Porque la justicia no es igual para todos y en los temas de asuntos sociales, a los que los pediatras nos enfrentamos un día sí y al otro también, debe haber una crítica reflexión al respecto de este sistema. 

Porque la lucha contra la violencia en la infancia es un imperativo de derechos humanos y que precisa la implicación de todos. La protección de las personas menores de edad es una obligación prioritaria de los poderes públicos, reconocida en el artículo 39 de la Constitución Española y en diversos tratados internacionales, entre los que destaca la mencionada Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 y ratificada por España en 1990. Los principales referentes normativos de protección infantil circunscritos al ámbito de Naciones Unidas son los tres protocolos facultativos de la citada Convención y las Observaciones Generales del Comité de los Derechos del Niño, que se encargan de conectar este marco de Derecho Internacional con realidades educativas, sanitarias, jurídicas y sociales que atañen a niños, niñas y adolescentes. En el caso de esta ley orgánica, son especialmente relevantes la Observación General número 12, de 2009, sobre el derecho a ser escuchado, la Observación General número 13, de 2011, sobre el derecho del niño y la niña a no ser objeto de ninguna forma de violencia y la Observación General número 14, de 2014, sobre que el interés superior del niño y de la niña sea considerado primordialmente. 

La Unión Europea, por su parte, expresa la «protección de los derechos del niño» a través del artículo 3 del Tratado de Lisboa y es un objetivo general de la política común, tanto en el espacio interno como en las relaciones exteriores. El Consejo de Europa, asimismo, cuenta con estándares internacionales para garantizar la protección de los derechos de las personas menores de edad como son el Convenio para la protección de los niños contra la explotación y el abuso sexual (Convenio de Lanzarote), el Convenio sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica (Convenio de Estambul), el Convenio sobre la lucha contra la trata de seres humanos o el Convenio sobre la Ciberdelincuencia; además de incluir en la Estrategia del Consejo de Europa para los derechos del niño (2016-2021) un llamamiento a todos los Estados miembros para erradicar toda forma de castigo físico sobre la infancia. En España se ha publicado recientemente la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia.  

Porque no creo que nadie dude sobre lo anterior, pero quizás Listen nos plantea el dilema de que, como cualquier sistema, no es infalible y cabe evitar los errores por exceso y por defecto en la activación de una situación de malos tratos en la infancia. Porque la presunción de inocencia también es un derecho fundamental que garantiza a toda persona, contra la que se haya dirigido un proceso, ser inocente hasta que no se declare lo contrario mediante una sentencia judicial firme. Y eso es frente a lo que luchan, y quieren ser oídos, nuestros padres de hoy.

 

sábado, 10 de agosto de 2019

Cine y Pediatría (500). "Pelle el conquistador", el desarraigo y la tierra prometida


En Dinamarca se hace un cine de alta calidad, innovador y comprometido, pero el cine danés es poco conocido en nuestro ámbito. A finales del siglo XX apareció un movimiento fílmico vanguardista conocido como Dogma 95 (tan alabado como criticado), iniciado con Lars von Trier y Thomas Vinterberg, y alrededor del cual se sumaron otros directores como Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen. Y de cuya estela, ya en el siglo XXI, se nos han presentado otros directores como Susanne Bier, Lone Scherfig, Nicolas Winding Refn, Christoffer Boe, Nikolaj Arcel o Christian Madsen. Y a estos, sin duda, hay que añadir dos nombres propios esenciales: en la primera mitad del siglo XX una de las mayores figuras del cine europeo, Carl Theodor Dreyer, con obras como La pasión de Juana de Arco (1928), La palabra/Ordet (1955) o Gertrud (1965); y en la segunda mitad del siglo, Bille August, con obras como Las mejores intenciones (1992), La casa de los espíritus (1993), Smila: misterio en la nieve (1997) o Los miserables (1998). Y este director comenzó a ser conocido y reconocido con la película que hoy nos convoca: Pelle el consquistador, una película del año 1987, cuyo guion está basado en la novela homónima del escritor danés Martin Andersen, “Pelle Erobreren “, publicada en cuatro volúmenes (entre 1906 y 1910), y considerada parcialmente autobiográfica. 

Tres son las películas de Dinamarca que ya forman parte del proyecto Cine y Pediatría, tres películas muy comprometidas: Princess (Anders Morgenthaler, 2006), En un mundo mejor (Susanne Bier, 2010) y La caza (Thomas Vinterberg, 2012).  Y para celebrar los 500 post de Cine y Pediatría, una cifra que he conquistado y que me parece imposible cuando uno echa la vista atrás - desde aquel enero de 2010 donde todo empezó -, qué mejor forma que hacerlo con esta película de Bille August, Pelle el conquistador, la película danesa que conquistara la Palma de oro en Cannes, el Globo de Oro y el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. La mejor película europea de aquel año, una especial combinación de los conflictos morales y religiosos de Ingmar Bergman, la fisicidad de Victor Sjöstrom y la austeridad de Carl Theodor Dreyer. Una hermosa y dolorosa película. 

Nos encontramos a finales del siglo XIX. En aquel tiempo numerosos inmigrantes suecos llegaban en barco a la isla danesa de Bornholm buscando una vida mejor. Y entre ellos se nos presenta, en un comienzo de película que marca el tono triste de la película, al joven Pelle (Pelle Hvenegaard) y a su anciano padre Lasse Karlsson (Max von Sydow). El padre le justifica el por qué de la importancia de emigrar hacia un futuro mejor: “Allí el brandy es casi tan barato como el agua. Y los salarios son tan altos, que los niños no tienen que trabajar y pueden jugar todo el día con sus amigos”. Pero una vez en el puerto nadie les da trabajo, y así lo justifican: “Eres demasiado viejo y el crío muy pequeño”

Finalmente consiguen trabajo en la granja Stone, pero en condiciones similares a la esclavitud, un lugar donde pronto desaparecen todos los sueños de nuestros protagonistas, padre e hijo. Una vieja granja de una sociedad feudal cuyo patrón es un mujeriego casado con una frustrada esposa alcohólica, con un capataz indeseable que maltrata por vocación. Y ahí resuenan las palabras de Lasse a su hijo, intentando aliviar sus vivencias: “Tu madre estaba muy preocupada antes de morir. Creía que podía ocuparme de ti”, “Lasse es pobre y viejo… Y tú eres joven y aún puedes conquistar el mundo". Y Pelle crece y va descubriendo poco a poco todas las facetas de la vida bajo un doble frío, el externo del clima y el interno de los sentimientos, donde la violencia impera y el rigor de la religión protestante no es alivio. Sentimos ese frío con Pelle en la casa, en la escuela, en el establo, en el campo, en el invierno y en la primavera, en la vida y en la muerte... Y cuando contempla cómo navegan los grandes veleros, entonces sueña con las tierras lejanas que algún día conquistará, tal como le narra Erik, el criado rebelde de la granja: “Me marcharé y conquistaré el mundo. Primero América. Luego China, España y Australia. Está ahí fuera, conquistaré el mundo entero. Todo lo de ahí fuera está esperando ser conquistado. ¡El hombre puede vivir de verdad! Está ahí fuera esperándonos”

Y somos partícipes de los sueños imposibles de Pelle. Porque hasta imposible se le antoja tener una casa, una familia o no tener que trabajar y tener tiempo para jugar con otros niños. Pero imposibles cuando el desarraigo y la pobreza nos acompañan, y a padre e hijo les acompaña en una granja donde se acumulan todos los pecados capitales, desde los amos a los sirvientes. Por ello, cuando su padre le regala una navaja por su cumpleaños, le dice: “Es el regalo de un hombre pobre, Pelle". Y somos partícipes de dos seres que buscan - y no encuentran -: el padre busca una esposa, el hijo busca la libertad. 

El padre casi lo consigue, cuando conoce a la Sra. Olssen: “Ya está todo arreglado, tendrás una casa, un hogar y una madre muy guapa, la señora Olssen. Serás muy feliz… y a lo mejor nos trae el café a la cama los domingos por la mañana”. Incluso proclama a las Sagradas Escrituras para justificarse: “Isaías, Daniel, Ezequiel y Jeremías… en aquel tiempo tenían dos mujeres”. Pero no es así, cuando regresa el marido perdido en el mar: “Yo solo quería un hogar para pasar mi vejez. Encontrar a alguien que me hiciera libre”. 

Y el hijo no sabemos si lo conseguirá. Pues al final padre e hijo se despiden en la nieve. Y Pelle avanza en la escena final por la playa helada y por el mar helado. Y se nos queda el corazón helado… algo así como cuando nos toca conquistar la vida desde abajo, solos y sin nada. Bello y poético final, donde se mezclan la poesía de lo soñado y la prosa de lo que a partir de ahí el joven Pelle comenzara a vivir. 

Es Pelle el conquistador una bella y emotiva película que está basada en un clásico mayor de la literatura danesa, una película necesaria que apuesta por la imaginación como escape a la irracional realidad, un elogio a la aventura de los sueños por cumplir y a la tierra prometida por conquistar. Doloroso aprendizaje de la vida bajo el desarraigo, en una obra cargada de aliento épico y poético que nos deja este fresco cinematográfico de Bille August. 

Y todo ello con una hermosísima y elegante partitura que contrasta con el dramatismo del filme. Bellas y bucólicas melodías, dotadas de un elevado sentido de la nostalgia, para conquistar el mundo de Pelle. ¡Como Cine y Pediatría ha conquistado su post 500!

sábado, 14 de octubre de 2017

Cine y Pediatría (405). "Quinceañera", no siempre es una fiesta...


Tras regresar de mi viaje de México, han sido muchas coincidencias alrededor de la Fiesta de 15 años (también conocida como Fiesta de Quinceañera, Fiesta de Quince o simplemente Quince) y que viene a ser una fiesta en la cual se celebra el momento en una chica ha alcanzado la madurez (que no la mayoría de edad) y es presentada a la sociedad. Y la palabra quinceañera hace referencia a la propia niña que cumple 15 años de vida (también se da con los varones, pero es quizás menos significativo).

Pero esta fiesta no solo ocurre en México, sino que es común en América Latina, en países tales como Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay o Venezuela. Y la celebración se hizo popular también en Estados Unidos primero durante la década de 1930 y en ocasiones combinada con la costumbre estadounidense de "sweet sixteen", que celebra el decimosexto aniversario de la muchacha, también con el sentido de presentación en sociedad de la joven. 

La celebración de los 15 años de una mujer tiene varios orígenes. La más probable es la costumbre proveniente de las grandes culturas precolombinas de México, aztecas y mayas, que realizaban los ritos de pubertad para indicar la entrada a la vida adulta y la aceptación de responsabilidades de las mujeres. En estas culturas, al llegar a la fecha de 15 años, las jóvenes salían de la familia a la escuela telpochcalli donde aprendían la historia y tradiciones de su cultura y se preparaban para el matrimonio. Luego, regresaban a la comunidad para celebrarles la fiesta de quinceañera. Con la conquista de los españoles se incluyó en la tradición indígena la inserción de la misa, y en el siglo XIX, el emperador de México, Maximiliano, y su esposa Carlota introdujeron el vals y los vestidos. 

Actualmente, las fiestas de 15 años constituyen un gran evento religioso y social, y que bien pudiera estar al nivel de otros momentos tradicionales en nuestro país como el bautizo, la comunión o la boda. Y así, en el día grande, la quinceañera luce un vestido muy elegante, generalmente de colores pasteles (rosa, azul claro, blanco), una corona en su peinado elegante y zapatos de tacones. La celebración empieza en la iglesia, continúa a ritmo de vals en una gran fiesta, donde tras bailar con el papá la quinceañera, también baila con los quince muchachos invitados a su cumpleaños (miembros de familia, amigos, compañeros del colegio) y cada uno de ellos le regala una rosa roja. En México el punto culminante de esta celebración es una orquesta de mariachis vestidos en los llamados trajes de charro, y la canción tradicional cantada a la hora del pastel, “Mi niña bonita”. Y es así como cuando una niña llega a los 15 años, los padres le dan nuevos privilegios y responsabilidades tanto en su vida personal como social. 

Y con una fiesta así comienza la película Quinceañera, película indie dirigida al alimón por Richard Glatzer y Wash Westmoreland en el año 2006. Toda la trama gira en torno a tres personajes, los adolescentes Magdalena y Carlos, que son primos, y el tío abuelo de ambos, Tomás. 
Magdalena (Emily Rios) es la hija de una familia mexicana afincado en Estados Unidos, cuyo padre dirige una iglesia en una zona comercial en el barrio de Echo Park en Los Ángeles. Se acerca su decimoquinto cumpleaños y solo piensa en su novio, su vestido para la fiesta de Quinceañera y la limusina Hummer que su padre alquilará para ese día tan especial. Pero su inesperado embarazo, del que su novio se desentiende, va a suponer un trauma para toda la familia, hasta el punto de que se marcha de casa para vivir con su anciano tío Tomás. Mientras avanza el embarazo ("Ya no quepo en la ropa", nos dice) continúa con sus estudios y en el tiempo libre pasea perros, pero alejada de su familia, pues como le dijo su padre: "Cuando esté lista para confesar su pecado, hablaremos"
Carlos (Jesse García) es un joven problemático y poco expresivo, trabaja en un lavadero de coches (aunque pierde el trabajo), es aficionado a fumar droga y se va reconociendo como homosexual, hasta tener sus primeras experiencias homosexuales con una pareja de gays, vecinos del tío Tomás, con quien también vive. Inicialmente Carlos no ayuda demasiado a Magdalena y sus afirmaciones son hirientes: "Embarazada a los 14. Reconócelo, tu vida está acabada". Pero, poco a poco, Magdalena y Carlos se sienten más unidos, hasta llegar a un final casi inesperado. 
Tomás (Chalo González), es el tío abuelo de Magdalena y Carlos, un buen hombre, religioso (con su altar y su Vírgen de Guadalupe), natural de Jalisco y que vive de preparar el champurrado (una comida mexicana) para vender en la calle. Fue el hijo 13, su número de la suerte, de una madre que tuvo 22 hijos, y ahora le toca vivir en una pequeña casa alquilada, pero que le obligan a abandonar.

Esta historia de tres personajes con raíces mexicanas en Los Ángeles que intentan encontrar salida a su vida es hacia donde nos adentra el film de Glatzer y Westmoreland, película que nació de una experiencia personal, cuando recibieron el encargo de un reportaje fotográfico de la fiesta de una quinceañera. Los cineastas, una pareja homosexual que vive en el mismo barrio de Echo Park, quedaron fascinados por la vitalidad de los hispanos y sus fiestas, por su spanglish, esa mezcla espontánea sin normas del español y el inglés, hasta el punto de que hacen aparecer un cartel en la película que pone "Se enseña con acento americano". Y, de hecho, es obvio que la pareja de vecinos homosexuales en la película es un evidente reflejo de los propios directores. Lo cierto es que la película ganó los premios del Público y del Jurado en el prestigioso festival de cine independiente de Sundance, y desde entonces se sigue viendo como agrado, no como la mejor película que trate el embarazo en adolescentes, pero sí como una película para la reflexión. 

Cabe no confundir esta película estadounidense, con otra mexicana del año 1960, con el mismo título y dirigida por Alfredo B. Crevenna.  Pero nuestra Quinceañera respira México por los cuatro costados. Como esa escena de la celebración del 5 de mayo con fuegos artificiales, y en donde Tomás, Magdalena y Carlos brindan: "5 de mayo y abajo los franceses" (en referencia el triunfo del ejército mexicano sobre el invasor francés tras la Batalla de Puebla un 5 de mayo de 1862).

Finalmente el tío abuelo Tomás fallece y en el entierro Carlos le dedica estas palabras: "Todos le conocían. En la calle se paraba cada momento para saludar. Todos se alegraban de verle. Tenía mucho amor dentro. Le salía por los ojos como una luz dorada. Todos lo veían porque amaba a todo el mundo y no juzgaba a nadie, Al final de mi vida, será un privilegio saber que conocí a un santo. Porque Tomás Álvarez era un santo. No nos dejará. Su espíritu sigue presente. Estará con nosotros hasta el final". 

Y el final de esta película termina con una gran sonrisa que se cruza entre padre e hija, señal de perdón. Porque ser quinceañera no siempre es una fiesta, porque el embarazo en una adolescente suele implicar un riesgo en la trayectoria vital de las jóvenes, un serio y prevalente problema médico-social. Según la organización Save the Children, cada año nacen 13 millones de niños de mujeres menores de 20 años de edad en todo el mundo, más del 90% en los países denominados en desarrollo. Muchos de estos embarazos son considerados como no deseados y provocados por la práctica de relaciones sexuales sin métodos anticonceptivos. En los países desarrollados estos embarazos ocurren en población con niveles educativos más bajos, con mayores tasas de pobreza, así como otras situaciones de inestabilidad familiar y social.

 

sábado, 15 de agosto de 2015

Cine y Pediatría (292). “Amerrika”, la tierra prometida


El cine ha reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos la necesidad de dejar la propia tierra para sobrevivir en otras regiones u otros países. Múltiples títulos coronan el séptimo arte alrededor de la emigración, películas de muchas nacionalidades, algunas son todo un clásico, otras menos conocidas: El emigrante (Charles Chaplin, 1917), Toni (Jean Renoir, 1934), Las uvas de la ira (John Ford, 1940), Rocco y sus hermanos (Luchino Visconti, 1960), O salto (Christian de Chalonge, 1968), La nueva tierra (Jan Tröell, 1972), Mi hermosa lavandería (Stephen Frears, 1985), Pelle, el conquistador (Billw August, 1987), Avalon (Barry Levison, 1990), Cheb (Rachid Bouchared, 1990), Bwana (Inmanol Uribe, 1995), Mi familia (Gregory Nava, 1995), La canción de Carla (Ken Loach, 1996), Said (Llorens Soler, 1998), Cosas que dejé en La Habana (Manuel Gutiérrez Aragón, 1999), Oriente es Oriente (Daniel O´Donell, 1999), Poniente (Chus Gutiérrez, 2002), En el mundo (Michael Winterbottom, 2002), Quiero ser como Beckham (Gurinder Chadha, 2002), Extranjeras (Helena Taberna, 2003), Un franco, 14 pesetas (Carlos Iglesias, 2005), Ghosts (Nick Broomfield, 2006), 14 kilómetros (Gerardo Olivares, 2007), Retorno a Hansala (Chus Gutiérrez, 2008),… y un largo etcétera. 
Algunas de estas películas llevan en su título un denominador común, como son Un sueño americano (King Vidor, 1944), América, América (Elia Kazan, 1963), L`America (Gianni Amelio, 1994) o En América (Jim Sheridan, 2002), película que ha formado parte de Cine y Pediatría como esos recuerdos de la infancia de una familia irlandesa desde la Gran Manzana. 

Y hoy traemos a esta sección la película canadiense Amerrika (Cherien Dabis, 2009), basada a grandes rasgos en la experiencia de la propia directora, opera prima en el largometraje de esta directora de nacionalidad palestino-estadounidense y que se asoma, en tono autobiográfico, a la aventura de una madre palestina y su hijo adolescente que se trasladan con unos familiares al Illinois rural durante la invasión de Irak de 2003. 

Porque, como nos explica la directora, su familia palestino/jordana fue inmigrante y, como la mayor parte de los inmigrantes, llegaron a Estados Unidos esperando lograr el sueño americano. Pero lo que encontró fue algo totalmente diferente y es precisamente esta lucha de los inmigrantes la que le empujó a escribir y dirigir Amerrika. Y como nos explica su directora: "Cuando me preguntan de dónde soy, para mí siempre es una pregunta confusa. Mis padres inmigraron a los Estados Unidos antes de que yo naciera, pero regresábamos a Jordania todos los veranos. No era suficientemente americana para los americanos, ni suficientemente árabe para los árabes. Mi propio deseo de encontrar un lugar al que llamar hogar, un lugar al que perteneciese... siempre formó una parte importante de mi identidad”. Su padre (como en la película) fue médico y necesitó 14 años para lograr un consultorio éxito, pero bastaron unos días para que todo se derrumbase cuando sus pacientes lo abandonaron durante la Guerra del Golfo de 1991 (momento en que muchos árabes se sintieron como chivos expiatorios y cuya xenofobia se acrecentó tras los atentados del 11S del 2001, momento en que la persecución al árabe se institucionalizó en Estados Unidos). 

Amerrika nos cuenta la historia de Muna (Nisreen Faour), una mujer separada (su marido se marchó con una mujer más joven) cuya difícil vida transcurre en Cisjordania, y que, tras obtener un permiso de trabajo y residencia en Estados Unidos, emigra junto a su hijo adolescente Fadi (Melkar Muallen), hasta una pequeña ciudad del estado de Illinois donde vive su hermana Raghta (Hiam Abbass) junto a su marido, el doctor Nabeel (Yussef Abu Warda), y sus tres hijas. Allí comenzará para ellos una nueva vida en la que deberán enfrentarse a las dificultades de adaptarse a una nueva cultura, de no perder sus señas de identidad, y de enfrentarse a un entorno hostil hacia todo lo que suena a árabe y musulmán. Rahta le dice a Muna: “A pesar del tiempo que llevo aquí, todavía lo echo de menos. Ese sentimiento no se va. Es como si arrancan un árbol de raíz y lo plantan en otro sitio”. La propia Muna, ante la suspicacia que presiente por su origen nos refiere: “Ni siquiera somos musulmanes… Somos una minoría aquí y allí también”
Allí, en la soñada América, Fadi sobrevive al muro de la incomprensión de una parte del instituto de la misma manera en que solía hacerlo a través de los puestos de control militar en la frontera y el muro de la vergüenza hacia Cisjordania, y la indomable Muna combina su vida cocinando falafel con las hamburguesas de White Castle, haciendo creer a todos que ha recuperado su puesto del banco que tenía en su país de origen. Al descubrirse la verdad, una sobrina pequeña le dice a Muna:“Tía, ¿de verdad que trabajas en White Castle?... Al menos podrías haber elegido Wendy´s”. Mientras Fadi congenia con su prima rebelde y se mete en líos en el instituto, la indomable Muna no pierde la esperanza y, a pesar de tener que llevar una doble vida en la hamburguesería local, afronta con optimismo esta nueva etapa, enseñándole a su hijo una lección que nunca olvidará. 
Pero aún en un ambiente de cierta hostilidad, apreciamos la solidaridad de algunas personas a su alrededor como el joven compañero de la hamburguesería, la empleada del banco o el profesor del instituto de origen judío. A este último le dice: “¿Sabe que nosotros, los árabes, inventamos el ajedrez? Sí, cuando se dice jaque mate, viene del árabe “skeikg mat”, que significa “el rey está muerto”… Habla árabe sin saberlo”. 

Una película que trata de ese tema ya universal que son las historias de emigración e inmigración, la búsqueda humana de la aceptación y de la pertenencia; una búsqueda profunda y eterna, aunque en ocasiones difícil de alcanzar fuera de las raíces de cada uno. Una búsqueda que acompaña a una madre y su hijo adolescente. Aunque Amerrika no obtuvo una crítica favorable unánime, lo cierto es que obtuvo el Premio Integración de la SEMINICI de Cine de Valladolid y el Premio Fipresci en el Festival de Cine de Cannes. Amerrika aborda temas esperables en este tipo de narraciones: el desarraigo, la nostalgia, el choque de culturas, el sentimiento de no pertenencia, el exilio, la tolerancia, la reivindicación de las tradiciones, y la ilusión de creer haber llegado a la tierra prometida de las oportunidades.

Una película que, de alguna forma, siento cerca... porque mi familia también fue emigrante y porque sigo siendo nómada.

 

sábado, 18 de julio de 2015

Cine y Pediatría (288). “Guten Tag, Ramón”…¿vivir o sobrevivir?


Las cosas ocurren por algo más que la casualidad. Posiblemente por la confabulación de energías positivas que se conjugan para cerrar círculos. Algo así es lo que entiendo que ocurrió cuando, tras dos semanas intensas y extensas en México (entre D.F. y Monterrey, entre una semana de descanso y aventura y otra de ciencia y congreso pediátrico), en el viaje trasoceánico de regreso, Aeroméxico nos regaló la película Guten Tag, Ramón (Jorge Ramírez Suárez, 2013), una película mexicana con coproducción alemana. Y es que cuando viajo a países de la Unión Europea suelo regresar contento, pero cuando viajo a países de Latinoamérica, a la alegría se suma un sentimiento de mayor emoción, posiblemente por la sintonía ancestral (incluso precolombina) que nos une a estos países y que, sin querer, hace que todo lo viva y recuerde con mayor intensidad. Por ello, tras la reciente experiencia humana y cultural en México, visionar la película Guten Tag, Ramón a miles de pies de altura, ha sido una experiencia muy especial. 

Posiblemente sea la emigración hacia los Estados Unidos uno de los temas más tratados en el cine mexicano, emigración desde cualquiera de los estados limítrofes de México (Baja Califormia, Sonora, Chihuahua, Cohauila, Nuevo León o Tamaulipas), pero con Ciudad Juárez como bandera y con la pobreza, la delincuencia y el narcotráfico como pasaporte y salvoconducto. Pero con Guten Tag, Ramón se nos proyecta una perspectiva muy singular sobre los emigrantes mexicanos que habitan diferentes partes de Europa. De hecho, Jorge Ramírez Suárez, director de la película, lleva algunos años viviendo en Alemania y, basándose en algunas vivencias personales, ha podido llegar a crear una película diferente sobre jóvenes mexicanos emigrantes bajo otra perspectiva, una obra conmovedora, entrañable y refrescante que nos hace sonreir y también llorar, pero, sobre todo, que nos hace pensar. La película fue filmada en Durango (México) y en Weisbaden y Fráncfort (Alemania), lo que le ha dado pasaporte europeo e impacto internacional. 

La historia se centra en Ramón (Krystian Ferrer, un joven que debuta con solvencia en la gran pantalla), un adolescente de 19 años que vive en una ínfima ranchería en Coahuila con su madre (Arcelia Ramírez) y su abuela (Adriana Barraza). Las condiciones de vida son difíciles y para ganarse la vida Ramón sólo tiene un par de opciones: participar en el narcotráfico local (lo que no quiere) o emigrar a los Estados Unidos (lo que ha intentado dos veces sin éxito, y baste la impactante escena inicial para darse cuenta de ello, con la miseria y la muerte como compañeras de viaje). Y es así como el dueño de la tienda local le cuenta de lo bien que le va a su tía como emigrante en Alemania, por lo que emprende toda una aventura: una aventura que vivimos en primera persona al enfrentarse a un idioma que no entiende y a una sociedad aparentemente fría como el frío invierno de centroeuropa. 
Nada le será fácil en Weisbaden hasta que conoce a Ruth (Ingeborg Schöner), una anciana que lo ayudará a salir adelante y se volverá su gran amiga, aunque se comunican a través de símbolos, dibujos y mímicas, ya que ninguno habla el idioma del otro. Y en su difícil adaptación sentimos con Ramón el olor del chile que encuentra en una tienda de alimentación, o el primer sorbo de tequila, o llegar a cocinar sus tacos… o la felicidad de poder escuchar la música latina de su México querido y lindo (pese a todo). 
El encuentro de estas dos personas solitarias culmina en la conversación que sostienen sin entender una palabra del otro, porque Ramón y Ruth comulgan no en el lenguaje de la palabra, sino de la emoción y del cariño: ”Hoy mi espalda está peor que nunca. Si no me doliera... no te pediría ayuda otra vez. Aunque esto no es un contrato. Tú me ayudas... y yo te ayudo”. Y esa comunión puede surgir entre los seres humanos a pesar de un idioma, una cultura y una generación diferente, siempre que estemos dispuestos a abrirnos al otro, a dejar atrás el miedo y los prejuicios ante quienes son diferentes a nosotros. Esa es la diferencia entre abrir fronteras y crear fronteras, entre una visión amplia de la vida y el mundo y el rancio nacionalismo, un nacionalismo que perdura como una pesadilla en la mente de Ruht: ”La guerra les quitó el habla a los que la recuerdan”. Porque en el fondo nadie somos mejores a nadie, sino que resta dar gracias si uno ha nacido en esa quinta parte del mundo que no tiene grandes penurias para vivir y no tiene que sobrevivir cada día como esas cuatro quintas parte de ciudadanos del mundo. 

Guten tag, Ramón se convirtió en la gran ganadora de los premios Canacine (premios al mejor cine exhibido en México), al obtener las estatuillas a Mejor Película y Director. Y ello, quizás, porque aborda temas como la familia, la amistad verdadera o el amor, y nos confirma que en el planeta no todo está perdido. 

Viajamos a México, un país con una amplia filmografía, pero que hoy en día se encuentra representado principalmente por tres cineastas chicanos para el mundo, que iniciaron sus pasos en su país, pero que su éxito les trasladó a Gringolandia: Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu. Un cine mexicano que ya ha formado parte de la familia Cine y Pediatria, como Voces inocentes (Luis Mandoki, 2004), Abel (Diego Luna, 2010) y Después de Lucía (Michel Franco, 2012). 
Y hoy, este adolescente llamado Ramón viene a darnos los buenos días y recordarnos que en México (y en el mundo) algunas personas viven y la mayoría sobreviven. 

jueves, 19 de marzo de 2015

Enfermera española: ¡El National Health Service" te necesita!




Los seguidores más veteranos de este blog ya saben que tengo un amigo pediatra al que le suelen suceder cosas curiosas. Algunas de ellas las he publicado aquí  ("Érase una vez... una historia verdadera sobre "antivacunas"", "Lorazepam, pañales y "do not disturb"", "Prevención cuaternaria, o cómo proteger a los pacientes del exceso de celo diagnóstico-terapéutico de sus médicos"). Hablo mucho con él. Vamos, a diario. Y ayer me contó la historia de su hija mayor. Una chica de 24 años recién cumplidos. Enfermera de profesión, con la carrera acabada hace dos años. Una chica - la conozco perfectamente - trabajadora, laboriosa y con las ideas claras. Una vez acabado el Grado de Enfermería decidió que lo suyo era hacer una especialidad de enfermería mediante oposición presentándose al EIR ("Enfermero Interno Residente"). Me consta su perseverancia, su determinación, sus diez horas de estudio diarias... Pero, ay, la competencia en España es mucha. Unas 900 plazas al año para miles de aspirantes. Muchos miles, demasiados. Con gente muy bien preparada ya que las oposiciones en España han generado negocios paralelos como las academias de preparación. La situación laboral en España es mala para muchos colectivos profesionales, enfermería entre ellos. En resumen: tras presentarse dos veces al examen EIR, no logró su objetivo. En ambas ocasiones se quedó en puertas.

Mi amigo me cuenta que tampoco es que las tuviera todas consigo. Que esto del EIR, según tuvo tiempo de sondear, es "pan para hoy y hambre para mañana". Ese mañana son justo dos años, los que dura hacer una especialidad de enfermería. Me cuenta también que, salvo excepciones, ser una "enfermera - o enfermero - EIR" no te garantiza nada. No te cuenta en la mayoría de las oposiciones. No suma puntos en la mayoría de las bolsas de trabajo.

Mi querido amigo siempre pensó, ya mientras su hija iba al colegio, que su futuro podía no estar en España. La crisis, el paro, la falta de respeto a los profesionales sanitarios por parte de la administración... Un panorama poco o nada halagüeño. Así que tuvo en su día el empeño de que su hija supiera inglés. Y lo aprendió.

Retomando el hilo post-EIR. Además del EIR hay oposiciones de enfermería en algunas Comunidades Autónomas. Muy pocas plazas para miles de aspirantes. En Aragón se convocaron 170 plazas... y se presentaron 8.000 personas. Panorama negro aunque estudies. Porque mucha gente estudia. De hecho, la hija de mi amigo se presentó a estas oposiciones y, aunque no sabe la nota, sí sabe que no entra.

Así que un día su padre le dijo: "Hija, ¿y si miras por ahí fuera? En muchos países de la Unión Europea piden enfermeras formadas en España". Su hija, ni corta ni perezosa, se aplicó a la tarea. Respondió solicitudes varias del National Health Service británico. Se presentó a varias entrevistas de trabajo. En todas la aceptaron y se dio el gustazo de elegir la mejor opción para sus intereses.

¿Condiciones de trabajo? Un sueldo inicial de algo más de 2.200 euros al mes con posibilidades de mejorarlo a medio plazo, una carrera profesional de varios niveles por la que podrá ascender (y estoy seguro de que lo hará), dos meses iniciales de estancia pagados hasta que encuentre un piso, dos billetes de avión de ida y vuelta España-Reino Unido (ida y vuelta) durante el primer año, estabilidad laboral...

Cuando mi amigo supo que a su hija la habían aceptado en un hospital del sur de Inglaterra le dio un vuelco el corazón. Por un lado la alegría del trabajo logrado y de sus expectativas de progresar. Por otro lado, la pena de verla marchar al extranjero. Pero mi amigo, pasados unos días, está contento como unas castañuelas. Sólo ve ventajas. Y yo también.

Y yo me pregunto: ¿España es una ONG? Sí, una ONG que forma excelentes profesionales para - literalmente - regalarlos a otros países que saben que se están llevando lo mejor de nuestra tierra. Me pregunto también: ¿Por qué pasa esto? ¿Sobran facultades de enfermería o, verdaderamente, hacen falta enfermeras pero debido a la crisis no hay dinero para contratarlas? No tengo las respuestas pero la planificación a corto, medio y largo plazo en este tema es nefasta. Los servicios autonómicos de salud son auténticas empresas de trabajo temporal que a las enfermeras recién salidas sólo les ofrecen contratos de días, de horas incluso, como mucho cubrir alguna baja... Y encima hay que dar las gracias por esta miserable precariedad. Llevo demasiados años trabajando y viendo cómo excelentes enfermeras recién graduadas se "adaptaban" a este modo de vida durante uno, dos, cinco, diez años... y ahí siguen. Sin saber qué será de ellas en el futuro. 

Poco más que añadir. Bueno, sí: si eres enfermero o enfermera, tienes nivel de inglés y estás harto/a de la vida que llevas en España, consulta la web en la que la hija de mi amigo encontró trabajo: "Enfermería 21". Aunque no seas profeta en tu tierra... puedes serlo en otra. Hasta que las cosas mejoren por aquí (o no).

martes, 9 de noviembre de 2010

La "paradoja epidemiológica" de las madres inmigrantes


La inmigración se ha considerado como un factor de riesgo para la mujer embarazada. Diversos estudios observan resultados perinatales adversos en gestantes inmigrantes (mayor mortalidad perinatal, bajo peso al nacimiento, dificultad respiratoria en el recién nacido, etc) y mayores complicaciones obstétricas (aumento de las hemorragias en el período posparto, mayor riesgo de laceración perineal, etc). Pero en la última década aparecen nuevos datos que hablan de mejores resultados perinatales en las gestantes inmigrantes y se observan unos resultados no tan negativos como cabría esperar por su situación social. Incluso se ha llegado a hablar de una «paradoja epidemiológica», al encontrar resultados perinatales más favorables entre las embarazadas inmigrantes que entre las nativas.

El reciente estudio de Mur y cols estudia la repercusión neonatal de la inmigración en dos periodos temporales (2003-4 frente a 2007-8) en el Hospital del Mar en Barcelona, en donde la población de recién nacidos de gestantes inmigrantes es superior al 50% del total de nacimientos. Establecieron 7 regiones geográficas: España (incluida la etnia gitana), Europa del Este, resto de Europa, África, Asia, América Latina y otras regiones (Oceanía, Estados Unidos, etc.).
Aunque el artículo merece una detenida lectura (por los muchos datos que aporta), en resumen afirman que la población inmigrante del último período estudiado presenta similares resultados perinatales respecto a la población autóctona y se equiparan al peso al nacimiento. Las gestantes autóctonas de nuestra población presentan más riesgo de infección por VHC y por VIH, así como de consumir drogas ilegales. En cambio, las gestantes inmigrantes y las de etnia gitana tienen más riesgo de ser portadoras de HbsAg y de presentar uno o más factores de riesgo de infección, y la etnia gitana presenta unos comportamientos más similares a la población inmigrante.

Estos datos son interesantes de conocer, máxime en un país como España en el que un 12% de la población residente es inmigrante (y en algunas comunidades autónomas este porcentaje se acerca al 20%).