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sábado, 24 de septiembre de 2016

Cine y Pediatría (350). "El Principito", cuando lo esencial es invisible a los ojos


En el año 1943 se publicó uno de los mejores libros del siglo XX en Francia y uno de los libros de cabecera más apreciados por muchas personas (y varias generaciones) en el mundo: hablamos de "Le Petit Prince (El principito)" una novela corta e ilustrada, la más famosa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry. Uno de los libros más leídos y traducidos en el mundo, pues se cuentan más de 250 los idiomas y dialectos. Y quizás por ello, uno de los libros más vendidos de todos los tiempos. Sería difícil encontrar a alguien que no lo conozca y que, incluso, no recuerde algunas de sus muchas frases míticas. Pues este libro, considerado como un libro infantil por la forma en la que está escrito (y aprovechando su experiencia como aviador en el desierto del Sáhara), es un libro para todos - pero especialmente para adultos - por el fondo de su contenido, pues aborda con imaginación y aparente sencillez temas clave en esta vida como el amor, la amistad, la soledad, la pérdida y la muerte. 

Algunas de sus frases las llevamos con nosotros: 
"Todas las personas mayores han sido primero niños (pero pocos lo recuerdan)". 
"Cuando uno está muy triste son agradables las puestas de sol". 
"Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada; compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existe ningún comerciante de amigos, los hombres ya no tienen amigos"
"Las palabras son fuente de malentendidos". 
"Esto que veo aquí no es más que una corteza. Lo verdaderamente importante es invisible".
"Caminando en línea recta, uno no puede llegar muy lejos". 
"Nosotros, que comprendemos la vida, nos burlamos de los números". 
"A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial". 
"Se debe pedir a cada cual lo que está a su alcance realizar". 
"Si tú me domesticas, entonces nos necesitaremos el uno del otro. Para mí serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo". 
"Lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo". 
"No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo". "Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante". 
"Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio". 
"He aquí mi secreto: solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos". 

Con mensajes así, no es de extrañar que la novela haya dado lugar a diversas adaptaciones a lo largo del tiempo, entre las que se incluyen grabaciones de audio, obras de teatro, ballets, obras de ópera, serie animada y películas. Y nunca es un reto fácil intentar enfrentarse a una novela con este halo de buenas vibraciones. 
Y varias han sido las películas basadas en esta novela, algunas de cinematografías poco conocidas en nuestro medio. Así tenemos desde la URSS a Malenkiy prints (Arūnas Žebriūnas, 1966), desde la República Federal Alemana a Der Kleine Prinz (Konrad Wolf, 1966), hasta llegar a una de las más destacadas, ya en Hollywood, The Little Prince (Stanley Donen, 1974), en formato de película musical, aunque con escaso éxito. Y también Francia se atrevió a realizar su adaptación con Le Petit Prince (Jean-Louis Guillermou, 1990). Y así llegamos al año 2015 (pero recién estrenada en España) cuando aparece esta versión de El Principito dirigida por Mark Osborne (el director nominado al Oscar por Mejor película animada en por su película del 2008, Kung Fu Panda) y con una banda sonora compuesta por el gran Hans Zimmer. 

Por encima de cualquier otra cosa, esta película que acaba de estrenarse es una historia sobre la amistad que envuelve a dos seres antagónicos, ahora vecinos: una pequeña niña que atraviesa los delicados momentos de su integración en el mundo de los adultos (por obra y gracias de su milimétrica madre: "Un día serás una adulta maravillosa", le dice mientras le program la vida en un tablero en busca de su entrada en la Academia Werth), y un excéntrico anciano piloto que ha vivido un sinfín de aventuras en su vida que ahora, con un entusiasmo envidiable, trata de contar a la pequeña. Una relación que evoluciona de la incomprensión al afecto a medida que se produce una compenetración evidente entre los dos personajes y que adquiere su verdadero sentido mágico en el momento en que el piloto, que mantiene su avión en el patio de su casa preparado para cualquier emergencia, invita a la niña a visitar el universo del Principito, un lugar en donde todo es posible y que le facilita volver s un pasado que sigue vivo en su mente y en el que contactará, condicionado por el desierto, con seres sorprendentes como la Serpiente, el Zorro, los Baobabs y la Rosa. 

Comienza la película con la frase "Se me olvidó lo que era ser niño", pues nuestro personaje ya adulto al reencontrarse con su infancia acaba comprendiendo que lo más importante son las relaciones humanas, y que sólo se ve bien con el corazón porque lo esencial es invisible a los ojos. Pues como bien nos dice, "crecer no es el verdadero problema, el problema es olvidar". 

Y así transcurre la historia, con la loable solución estética que se ha dado a las imágenes: cuando el relato cuenta el presente de nuestra pequeña tienen un formato propio del cine normal animado, pero se transforma por completo en diseño y colorido al sumergirse de lleno en el marco de la fantasía del Principito y su vida en el asteroide B-612 y su viaje al Sahara, con dibujos que respetan los originales del libro. Y es así como combina animación por computadora y la bellísima técnica stop-motion. Otro acierto es el elenco que pone las voces en su versión original: Mackenzie Foy (la niña), Jeff Bridges (el Aviador), Benicio Del Toro (La Serpiente), Marion Cotillard (La Rosa), James Franco (El Zorro), Ricky Gervais (El Vanidoso), Paul Rudd (Mr. Prince) y Rachel McAdams (La madre). 

No era fácil atreverse con la enésima adaptación de este icono cultural que es "El Principito". Pero 73 años después, se consigue una digna adaptación para la gran pantalla... y lo esencial sigue siendo invisible a los ojos con esta bella historia en dibujos animados para toda la familia, pero que aprovecharemos sobre todo los adultos. Porque así se nos dice en el libro y en la película: "Definitivamente, los adultos son muy raros". Y no hay que perder el niño que llevamos dentro. 

sábado, 20 de febrero de 2016

Cine y Pediatría (319). ¿En qué lado de la estadística te encuentras... "ma ma"?


Julio Medem es un director vasco cuyo apellido es un palíndromo, casi como su cine. Un cine de universos casi cósmicos, símbolos de mundos plegados en sí mismos con el nexo de los contrarios, allí donde sus relatos se enfrentan a la vida, a la muerte y al amor. Desde su primera película, Vacas (1992) hasta la última, ma ma (2016) que hoy nos convoca, nos ha dejado cintas de corte romántico como La ardilla roja (1993), Tierra (1996), Los amantes del círculo polar (1998) o Lucía y el sexo (2000) y otras más experimentales como Caótica Ana (2007) y Habitación en Roma (2010). A diferencia, no obstante, de sus anteriores trabajos, aquí en ma ma Medem trata de sostener su relato de vida, muerte y amor como el nexo de ambos contrarios a partir de una historia más terrenal, cotidiana y común. Dos almas pierden el rumbo en dos momentos críticos de su vida en que su vida coincide y ello es el motivo para poner en escena sempiternas cuestiones: la familia, la pareja, los hijos, el sentido de la vida. De eso y mucho más versa ma ma (en mínúscula y separado), una obra con algunas sombras, pero con muchas luces, igual que los frecuentes fundidos en blanco de la película.

La película comienza con una niña caminando desde lo lejos sobre la nieve y, cuando alcanza su primer plano, aparecen sobreimpresas en la pantalla las palabras "ma ma". Y a continuación la primera frase de la película que ya nos marca el camino: "Cuándo se notó ese bulto?" le dice el ginecólogo a la paciente. Y tras la tensa espera en la sala de mamografías, la pregunta de ella: "¿Qué porcentaje de mujeres tienen cáncer de mama?" y la respuesta del médico: "Una de cada ocho están en riesgo".
Poco a poco reconocemos a nuestra protagonista, Magda (Penélope Cruz en estado de gracia), una joven madre que vive dos pequeños varapalos: su marido se acaba de marchar a pasar el verano con una joven alumna y acaba de perder su trabajo como maestra. Y ahora recibe la noticia de que padece una cáncer de mama, y todo son dudas, temor y preguntas: "¿Y qué significa estadio III?", "¿No me va a dejar ni el pezón, ni como un recuerdo?", "¿Y por qué iba a pasarme al lado bueno de la estadística...?".
Con todo el dolor a cuestas, Magda acude a ver a Dani (Teo Planell), su único hijo de 10 años, al partido de fútbol, pues es su gran afición. Y allí conoce a Arturo (Luis Tosar, siempre grande), un ojeador del Real Madrid, quien en ese momento recibe una trágica noticia: un grave accidente de tráfico provoca la muerte de su hija y de su mujer. Es el encuentro de dos personas tocadas por el dolor que fundamenta su relación a partir de estructuras geométricas y que dibujan esas conexiones invisibles que tanto le gustan al director. Y se activa en la película un juego constante de paralelismos y antagonismos y que activan una dinámica de la atracción que les acaba convirtiendo en pareja: "Hemos venido a estar juntos, a acompañarnos". Una nueva familia, una nueva vida. Y, en breve, Magda vivirá en ella misma la lucha entre dos estados contrarios: se queda embarazada, y con ello su cuerpo alberga tanto el tumor que la puede llevar a la muerte, como la nueva vida de la hija que ha engendrado con Arturo, y a quien le dice "Es una niña. Es mi regalo para Dani y para ti".

Durante la película acompañamos a Magda en la historia de una mujer con cáncer de mama: la sistemática aplicación de la quimioterapia en el Hospital de Día, los primeros signos de alopecia y el inicio de la distorsión de la imagen corporal (se llega a rapar la cabeza y le comunica a su marido por teléfono: "Por cierto, ahora no so y morena; ahora soy calva"), el paso por el tubo de resonancia, la mastectomía radical y su propia visión mutilada en el espejo, el rechazo de su hijo ante la enfermedad (a Dani le cuesta mirar a los ojos a su madre y, además, tiene que criarse entre dos padres), el valor de un simple peluca, las revisiones ginecológicas... y la temida recaída, en esta ocasión la palabra fatídica de la estadística: "Ya no es curable. Es un estadio IV avanzado". Y entonces surgen de nuevo muchas preguntas en Magda: "¿Cuánto tiempo me queda?", "¿Y quién se lo va a decir al niño?".

Perdón, esperanza, fe, vida y muerte se dan cita en esta película que avanza en su nudo gordiano, tan inverosímil como asombrosamente real, y donde Medem se otorgar el derecho de posibles excesos, en compañía de la fotografía de Kiko de la Rica y la música de Alberto Iglesias: el personaje de Julián, el ginecólogo perfecto, con una empatía casi excesiva que le lleva a cantar a su paciente, la referencia al partido de la Final de la Eurocopa 2012 (con ese mítico España 4 - Italia 0), las recurrentes referencias al corazón latiendo (distintos latidos en momentos puntuales de la historia) y la niña que vimos al inicio de la película y que aparece como una foto en el mesa del despacho de Julián (una niña de nombre Natasha y que quiere ser adoptada).

Es ma ma una de las pocas películas que uno recuerda que la sanidad (pública y privada) salen tan bien parada, así como los propios sanitarios, con médicos y enfermeras empáticos, asertivos, que proporcionan una adecuada información al paciente y que se ponen en el lugar del paciente, con esa frase tan significativa de la enfermera, "No tengas miedo", y esa dedicatoria del ginecólogo, "Por todo lo que nos has dado y lo que nos vas a dejar".

Y es ma ma un drama que se aproxima a la muerte para proclamar bien alto su reivindicación de la vida, y es algo más que una historia que nos habla del cáncer de mama. Baste recordar la grabación que Magda le deja a la hija que va a nacer y a quien dedica el nombre de Natasha, la niña nunca adoptada y que sigue pasando frío en Siberia, una grabación que es todo un palíndromo: "Vamos rectas, juntas, tú con mi principio y yo con mi final". Y esa dedicatoria que le dedican a Magda en el primer cumpleaños junto a Arturo: "Eres nuestra vida. Natasha, Dani y Arturo". Y Arturo le dice "Tus hijos son mis hijos" y Magda le responde "Y tú eres mi único Dios".

La canción final que Julián le dedica resume parte de esa reivindicación a la vida: "Hablar, pensar, soñar, llorar, luchar, reír, sentir, amar, sufrir,... eso es vivir". Y un fundido final en blanco y una dedicatoria: "A las mujeres".

En el mundo occidental el cáncer de mama es el más frecuente en la mujer (en el hombre es el cáncer de próstata y en ambos sexos, el cáncer colorrectal). La supervivencia global a los cinco años en el cáncer de mama es del 60 %, pero depende del estadio clínico: 82% en estadio I, 70% en  estadio IIB, 65% en IIA, 47% en IIIB, 44% en  IIIA y al final solo un 15% en estadio IV. Y ese es el lado más trágico de la estadística, saber dónde nos encontramos y cómo un porcentaje afecta a la persona, a su entorno familiar y a sus hijos. 

 

sábado, 16 de mayo de 2015

Cine y Pediatría (279). La progeria de Benjamin Button y una sabia reflexión sobre la vida


“Algunos nacen para sentarse junto a un río. 
A algunos les cae un rayo. 
Algunos tienen oído para la música. 
Algunos son artistas. 
Algunos nadan. 
Algunos entienden de botones. 
Algunos saben de Shakespeare. 
Algunas son madres. 
Y otras personas... bailan.” 

Así termina una película muy especial. Y con un reloj cuyas manecillas van en dirección contraria. Porque así es esta historia, una historia que van en dirección contraria de las edades de un hombre: un hombre que nace anciano y muere niño

La historia fue un relato breve escrito en los años 20 del siglo pasado por F. Scott Fitzgerald quien, a su vez, se inspiró en una cita de Mark Twain: "La vida sería infinitamente más alegre si pudiéramos nacer con 80 años y nos acercáramos gradualmente a los 18". El relato se tituló como “The Curious Case of Benjamin Button” y fue un capricho de Fitzgerald, una especie de fantasía, y su adaptación a la pantalla se consideró durante mucho tiempo como demasiado ambiciosa, demasiado fantástica. El proyecto permaneció en una especie de limbo durante cuatro décadas hasta que llegó a buen puerto (pero no fue fácil), tras la conjunción de tres nombres: Eric Roth (como guionista, quien ya nos regalara en Cine y Pediatría un guión de Oscar con Forrest Gump), David Fincher (como director, quien ya nos regalara en Cine y Pediatría una película de Oscar como La red social) y Brad Pitt (como intérprete, quien ya nos regalara en Cine y Pediatría una obra tan especial como El árbol de la vida). Y la película vio la luz en el año 2008 con un título homónimo a la obra literaria: El curioso caso de Benjamin Button… y con un personaje especial: la música de Alexander Desplat, una baza ganadora en cualquier banda sonora. Técnicamente es un prodigio de película (que le valieron tres Oscars por la dirección artística, maquillaje y efectos visuales), cinematográficamente es emocionante y hasta logra vencer el aparente hándicap de su largo metraje (167 minutos).

Con la frase "Nací en circunstancias inusuales" comienza la historia, que profundiza en los temas que más abordan al ser humano: el amor, la amistad, la vida y la muerte, y el paso del tiempo. El curioso caso de Benjamin Button se rodó en distintas localizaciones, incluido Montreal y el Caribe, y la ciudad natal del personaje es Nueva Orleans, que se estaba recuperando tras el devastador huracán Katrina cuando llegó el equipo de producción: de ahí el continuo homenaje de la película cuando Daisy, muy anciana y enferma, pide a su hija que le lea el diario de Benjamin.

Benjamin nace en Nueva Orleans en 1918, al final de la I Guerra Mundial. Cuando su madre fallece en el parto, su padre, horrorizado por su aspecto, lo abandona en la puerta de Nolan House, un asilo atendido por Queenie (Taraji P. Henson), quien le adopta y le cuida como un hijo, pese a su aspecto de anciano, no muy diferente a los que vivían en el asilo (con cataratas, sordera, artritis, etc.), quienes también le cuidan y le dan lecciones de vida. Y Queenie le dice a ese recién nacido el día que le acoge aquello de “Eres más feo que el hambre, pero eres hijo de Dios” y le recuerda durante toda su vida: "Nunca sabes lo que va a pasarte". Tizzy (Mahershalalhashbaz Ali), el amor de toda la vida de Queenie, es uno de los primeros "padres" de Benjamin, quien le enseña a leer y escribir y le habla de Shakespeare. Su capacidad de escuchar y de observar, como si de una persona de 80 años se tratara, junto al entorno en el crece, hacen que llegue a ser un joven sabio. Su sabiduría se potencia gracias a su capacidad de escuchar y aceptar y esto le convierte en un joven viejo lleno de paz y de luz interior.
Benjamin conoce a Daisy Fuller cuando ambos son niños y ella va a visitar a su abuela a Nolan House. Daisy ve más allá de la incapacidad que le produce su edad el niño que Benjamin lleva dentro. Porque aunque todos los que le rodean van haciéndose mayores, Benjamin va rejuveneciendo.
Pero Benjamin deja atrás a Queenie, a Tizzy, a Daisy, y a todos sus amigos del único hogar que haya conocido, el asilo donde “la muerte nos visitaba con frecuencia”. La persona que le hace esa invitación a la aventura es el Capitán Mike (Jared Harris) y la variopinta tripulación de su remolcador. Y el propio Capitán se convierte en otro "padre" para Benjamin, antes de descubrir a Thomas Button (Jason Flemyng), quien le revela un tiempo después que es su verdadero padre.
Benjamin cumple su mayoría de edad en una remota ciudad portuaria rusa donde conoce a Elizabeth Abbott (Tilda Swinton), quien sueña con poder cruzar a nado el Canal de la Mancha y es quien le da su primer beso. Y, mientras tanto, los caminos de Benjamin y Daisy se separan y convergen varias veces durante su vida, hasta que llegan a lo que Fincher denomina el "punto dulce", cuando convergen en la mitad de sus vidas, destinados a permanecer juntos durante un tiempo: “Amarte, hace que todo merezca la pena”, le declara Daisy. Una compleja y paradójica relación de pareja con la edad y la muerte como compañeros (como el último abrazo de Daisy a una anciano recién nacido) y esa reflexión entre ellos: “Cielo, todos acabamos con pañales”. Porque Benjamin es, al mismo tiempo, significado y significante, protagonista y observador pasivo, metáfora y parábola, contenido y continente, razón de ser y excusa narrativa, consciente de su paradójica existencia y confrontado a la vida y a la muerte.
La historia de Benjamin Button (un increíble y transformado Brad Pitt) es una historia de superación, amistad y, sobre todo, de amor imposible con Daisy (Cate Blanchett) y con la muerte como eterna compañera: baste recordar esa frase como leit motiv, la de ese anciano del asilo que repite durante toda la película aquello de “¿Te he contado que me ha caído un rayo siete veces?”.

Se ha relacionado los primeros años de vida de Benjamin Button con un enfermedad genética extraordinariamente rara (se dice que afecta a uno de cada 8 millones de recién nacidos vivos) denominada progeria (del griego pro, "hacia, a favor de" y geron, "viejo") y que se caracteriza por presentar envejecimiento brusco y prematuro en niños entre su primer y segundo año de vida. Los síntomas incluyen piel seca y arrugada, calvicie prematura, canas, crecimiento lento, extremidades muy delgadas y deterioro de las articulaciones, tempranos problemas cardíacos, de forma que su esperanza de vida se sitúa en los primeros años de la adolescencia.

Hay distintas formas de progeria, pero la más clásica se conoce como síndrome de Hutchinson-Gilford y fue descrita por estos autores a finales del siglo XIX en Inglaterra. La provoca una mutación en el gen LMNA encargado de producir una proteína estructural de las células, de forma que cuando esta proteína es defectuosa, se acelera el proceso de envejecimiento. Hay otras variedades de síndrome progeroides como el síndrome de Werner (que afecta a los adultos y acorta la vida a unos 40 a 50 años), el síndrome de Mulvill-Smith (en el cual existe retardo de crecimiento intrauterino, talla baja, microcefalia, hipodontia, entre otros) y el síndrome de Cockayne (presente en la segunda década de la vida, con fotosensibilidad cutánea y defectos oculares).

Es tal la relación que se ha hecho de esta enfermedad con esta película, que un paciente de Massachusetts recientemente fallecido con 17 años, Sam Berns, se le conocía como el “Benjamin Button de la vida real”. Por desgracia, los niños afectados de progeria no van descumpliendo años como Benjamin. Pero otras películas han tenido a la progeria como personaje clave, más que en ésta si cabe, y cabe recordar dos: una de Hollywood, Jack (Francis Ford Coppola, 1996) con Robin Williams, y otra de Bollywood, Paa (R Balki, 2009) con Amitabh Bachchan, dos estrellas de ambas filmografías en homenaje a esta enfermedad tan extraordinaria.

Pero finalizamos con algo más que nos regala El curioso caso de Benjamin Button, algo más allá de la anécdota de esta semejanza con la progeria, que es la sabia reflexión sobre la vida de una película que se fundamenta en la voz en off de su pesonaje:

“No sé si es importante, pero nunca es demasiado tarde para ser quienes queremos ser. No hay límite en el tiempo, puedes empezar cuando quieras. Puedes cambiar o seguir siendo el mismo. No hay reglas para tal cosa. Podemos aprovechar oportunidades o echar todo a perder. Espero que hagas lo mejor. Espero que veas cosas que te asombren. Espero que sientas cosas que nunca sentiste antes. Espero que conozcas a gente con un punto de vista diferente. Espero que vivas una vida de la que estés orgullosa. Y si te das cuenta de que no es así, espero que tengas el valor de empezar de cero”
“Oh Benjamin, debemos perder a las personas que amamos, ¿De qué otra manera podríamos saber que tan importante son para nosotros?”
“Estaba pensando que nada es para siempre, y lo triste que resulta”
“Las oportunidades definen nuestra vida. Incluso las que se nos van” 
“La vida no se mide en minutos, se mide en momentos” 
“No hay límite de tiempo, puedes empezar cuando quieras” 

Y es así como esta película comienza con el final y termina por el principio. Un curioso caso…para reflexionar sobre la vida.

 

sábado, 14 de febrero de 2015

Cine y Pediatría (266). “Alma salvaje”, una historia de superación personal


Hace tres meses tuvimos la oportunidad de comentar en Cine y Pediatría Hacia rutas salvajes (Sean Penn, 2007), una de las películas que mejor reflexionan sobre la libertad y la búsqueda de la identidad personal, basada en una historia real y en una novela (“Into the Wild” de Jon Krakauer narra la historia real del joven Christopher McCandless), con el eterno conflicto entre civilización y naturaleza como telón de fondo. Y hoy viene a este foro una película similar, pero en tono femenino: hablamos de Alma salvaje (Jean-Marc Vallée, 2014), basada en una historia real y en el libro autobiográfico de Cheryl Strayed, “Wild”.

Pero además, cuenta como director con uno de esos nombres del cine canadiense que vale la pena recordar, pues va camino de convertirse en uno de los grandes, aunque no sea del gusto de todos: Jean Marc-Vallée. Un director con tres señas de identidad: sus personajes en búsqueda permanente, la fragmentación de sus historias y el buen uso de la música, ese tercer protagonista invisible. Al menos en Cine y Pediatría ya es uno de los grandes, pues de él ya hemos disfrutado de dos obras: C.R.A.Z.Y. (2005), que la definimos como algo más que una locura, todo himno a la tolerancia,  y Café de Flore (2012), una odisea amorosa con dos triángulos de personajes separados por el tiempo y por el espacio.

Y ahora nos regala Alma salvaje, una historia real de lucha y superación personal, una aventura física pero, sobre todo, un viaje espiritual, una pequeña y conmovedora película con unas desgarradoras interpretaciones de Reese Whiterspoon y Laura Dern, ambas nominadas al Oscar, como protagonista y actriz de reparto, respectivamente. Y este director consigue lo anterior por segundo año consecutivo, tras lograrlo el año pasado con Dallas Buyers Club, con unos Jared Leto y Matthew McConaughey que salieron victoriosos de la empresa, el segundo resurgido de sus cenizas.

Alma salvaje cuenta la historia de Cheryl Strayed (Reese Whiterspoon, muy implicada en el proyecto, hasta el punto que se hizo con los derechos cinematográficos de la novela) una mujer que, tras la dolorosa pérdida de su madre (Laura Dern), cae en una espiral de autodestrucción, de adicción a las drogas y de comportamiento irresponsable que acaba destruyendo su matrimonio y casi su propia vida. Para redimirse (e intentar reconciliarse con la vida), Cheryl recorre en solitario, cargada con una pesada mochila, los 1.600 kilómetros del Sendero del Macizo del Pacífico (el Pacific Crest Trial, el PCT por sus siglas en inglés), un viaje de tres meses por una de las rutas de trekking más extremas y exigentes del planeta, en un intento de encontrarse a sí misma y rehacer su vida. De nuevo civilización y naturaleza, el hombre (o la mujer) y la naturaleza, en esta ocasión por el PCT, el equivalente estadounidense a nuestro Camino de Santiago, una de esas grandes rutas del mundo creadas para un viaje interior (como muchas otras y en todos los continentes, desde el Camino Inca de Perú hasta el Macizo Ruwenzori de Uganda, desde la Huella Andina de Argentina hasta el National Trails de Reino Unido).

Una historia de superación personal, tal como confiesa la propia Cheryl Strayed: "Para mí supuso una enorme aventura física recorrer el PCT durante 94 días, pero también tuvo mucho de viaje espiritual. Enfilé el sendero al igual que muchas personas se adentran en territorio salvaje; en un momento en que me sentía perdida y desesperada, cuando me hallaba en un punto desde el que no sabía cómo avanzar. De muchas formas, el sendero me enseñó literal y sencillamente a volver a poner un pie delante del otro". Una historia fragmentada que no cae en la monotonía, pues nos presenta dos viajes: el físico a través del sendero y el personal a través de los recuerdos, en una historia de superación personal y de redención a través de los recuerdos, especialmente de los problemas derivados de un padre maltratador que abandonó pronto el hogar, la muerte de su madre por cáncer a la temprana edad de 45 años o el fracaso de temprano matrimonio. Un viaje de superación al interior de uno mismo, un viaje (y una película) llena de pensamientos reflexivos y positivos:
“Si tu valor te rehuye supera tu valor”.
“Si hay algo que puedo enseñarte es a encontrar lo mejor de ti, y cuando lo hagas, aférrate a ello hasta el final".
“He estado preguntándome algunas cosas. ¿Y si me perdono a mi misma? ¿Y si me arrepintiera? Pero si pudiera volver atrás en el tiempo no haría nada de forma distinta. ¿Y si todas esas cosas que hice fueron las que me trajeron aquí?”.
“Tengo que empezar a vivir, pero no sé si estoy lista”.

Nos podemos quedar con estas frases, con las imágenes de la naturaleza o con una banda sonora que incluye canciones de artistas varios, en su mayoría ya clásicos como Wings, Billy Swan, The Hollies, Bruce Springsteen y el casi “leit motiv” de “El cóndor pasa” de Simon & Garfunkel. Y así es, el cóndor pasa… y la vida también. No la desaprovechemos.

 

lunes, 29 de diciembre de 2014

Efecto Rosenthal para regalar en Navidad… y en cada día del año


Uno puede presumir de pocas cosas en la vida (salvo que uno no sepa leer lo que significa fluir por la misma), pero hay dos bastante comunes para todos: la familia (especialmente los hijos, ese puente entre el ayer, el hoy y el mañana) y los amigos (esas personas "milagro", ángeles con una sola ala que llegan a nuestra vida cuando menos te lo esperas y como un regalo). Gracias a Dios, de ambos temas voy bien servido y saber leerlo me hace sentir feliz.

Uno de estos amigos que te hacen mejores es el Prof. Jaime Merino, Catedrático de Medicina Interna de la Universidad Miguel Hernández, médico, profesor y mil cosas más (como le gusta definirse). Desde hace un tiempo escribe una sección los domingos en Diario Información, bajo el título de “Área de descanso”. Hace un tiempo destaqué una de estas secciones en el blog, con el título de "La motivación en la vida, la motivación en el trabajo". Hoy destacamos la del pasado domingo, que él tituló como “Conocer la realidad y fijar metas realistas ayuda a ser feliz”. Y cuenta verdades como éstas…

“Los prejuicios nos engañan sobre la realidad. Acéptelo, y eso vale para las personas, las cosas o las circunstancias. Si está convencido que una ciudad es muy sucia, siempre que vaya a ella encontrará razones para reafirmarse en su idea. Si actúa pensando respecto a alguien: contigo no hay nada que hacer, no le quepa duda que con él nunca lo habrá. Si es persona no le gusta, la mirará peor, y la sentencia. La actuación de ser al revés: busque algo bueno en ella. Si le gusta interactuará de forma positiva con ella, le dará un feed back adecuado, y al final mejorará. 
¿Conoce qué es el efecto Rosenthal? Es un hallazgo basada en un experimento de un profesor americano. Define que actuar en positivo con los demás le ayuda a mejorar. Ese profesor, tras realizar unos exámenes en su clase hizo saber a todos quiénes eran los tres mejores alumnos (y lo hizo sin haber corregido los exámenes). Esos tres estudiantes, estimulados por lo dicho, y con la ayuda y/o la estima o buena valoración supuesta de los profesores del curso siguiente (que habían conocido esa información) se esforzaron y los demás les estimularon, lo que favoreció que este año si fueran realmente los mejores. La realidad es que cuando corrió los exámenes esos tres alumnos eran de la media. Este efecto se conoce como efecto Rosenthal. Y básicamente supone que actuar con alguien tratándole mejor de lo que es, le ayuda a ser mejor. Y donde quiero llegar es a que no etiquete en negativo. No haga el Rosenthal al revés…."

Decía Goethe: “Si tratas a un hombre como es, siempre será igual. Trátalo como debería ser y crecerá”. Cuanto más desarrolle su potencial más crecerá como persona, y cuanto más confías en él, más crece. Con frecuencia las metas son desafíos. Pero dice Edwin Lodge que "el desafío es clave para la satisfacción”.

Sin duda, pienso que en cada aspecto de la vida (y, sin duda, en el trabajo) hay que practicar el efecto Rosenthal.
Regalemos efecto Rosenthal en Navidad y en cada día del año… Como nos regala la vista estas preciosos fotografías (casi pinturas) del ruso Eduard Gordeev.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Cine y Pediatría (253). “Hacia rutas salvajes”, en busca de la identidad


“Hay placer en los bosques sin hollar.
Hay éxtasis en las costas solitarias.
Hay sociedad donde nadie se inmiscuye.
Junto al hondo mar. Y música en su rugir.
No amo menos al hombre, sino más a la naturaleza”

Con este poema de Lord Byron nos recibe una de las películas que mejor reflexionan sobre la libertad y la búsqueda de la identidad personal. Hablamos de Hacia rutas salvajes, basada en el notable libro del alpinista y escritor Jon Krakauer, “Into the Wild” y que narra la historia real del joven Christopher McCandless, alias "Alexander Supertramp", quien a sus 24 años fue hallado muerto en 1992 en un antiguo autobús abandonado a modo de refugio en las desoladas tierras de Alaska. La narración de la tragedia y las primeras investigaciones realizadas por Krakauer y publicadas en la revista Outside en el mismo año suscitaron un gran interés por la historia y aventura de este joven y derivaron, posteriormente en 1996, en la publicación del libro "Into de Wild" con una investigación mucho más profunda y elaborada, que lo convirtió en un best seller. 

Y es en el año 2007 cuando aparece la película Hacia rutas salvajes, una de las siempre interesantes incursiones que el actor Sean Penn ha hecho en el mundo de la dirección cinematográfica. Porque Sean Penn es uno de esas personas hechas para la gran pantalla, y que ya ha visitado Cine y Pediatría varias veces, bien como protagonista principal en Yo soy Sam ( (Jessie Nelson, 2001), una lección de amor con los Beatles de testigo, o en Mystic River (Clint Eastwood, 2003), ese drama sobre los traumas de la infancia y el dolor de la pérdida, bien como protagonista secundario en El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011), esa oración desde la infancia al sentido de la vida. 
Y ahora nos visita en su papel de director para intentar con esta película responder a preguntas del estilo: ¿quién no ha sentido alguna vez la necesidad de liberarse de las ataduras de lo material, de huir de toda regla y compromiso, de estar a solas con uno mismo y con la Naturaleza?, ¿quién no se ha sentido insatisfecho tras conseguir algo que se había propuesto, pero que después resulta insuficiente en la búsqueda de felicidad?, ¿quién no ha deseado tener aventuras y experiencias nuevas que calmen la inquietud del corazón y sirvan para medir las propias posibilidades?
Y Penn se atreve a acompañarnos en el camino del aprendizaje y de la maduración personal de cualquier individuo necesita experimentar para acabar adquiriendo la sabiduría de la vida. Es la nueva vida de Chris MacCandless (interpretado por Emile Hirsch) que nos será contada en la película en varios capítulos, con saltos temporales que toman como referencia el momento en que encontró su casa en un “autobús mágico”, abandonado en la inmediaciones del bosque McKinley en Alaska, con el objetivo (lleno de idealismo) de encontrar el sentido y la verdad de la existencia. Recorremos los cuatro capítulos de la película: Capítulo 1: Mi propio nacimiento, Capítulo 2: Adolescencia. Capítulo 3: Madurez y Capítulo 4: Encuentro con la sabiduría. Y todo ello con una estructura narrativa muy literaria que es reforzada aquí por la voz en off de su hermana Carine (Jena Malone), única que realmente le comprendió y que evoca para el espectador las desventuras y anhelos de este nuevo idealista de espíritu aventurero. 
La historia puede enganchar al espectador porque está construida a partir de elementos muy físicos y de sentimientos universales, plasmada con una belleza fotográfica impresionante y con una música de tono nostálgico y lírico muy conseguida (a cargo de Eddie Vedder, el vocalista y uno de los compositores del grupo de grunge estadounidense Pearl Jam). aunque es posible que se aprecie cierta discontinuidad narrativa en algún momento. 

Cristopher McCandless es un joven norteamericano de 22 años recién graduado en la Emory University y, en contra de cualquier previsión de futuro, decidió hacer algo inaudito: dejó de lado su carrera de Derecho, donó todo su dinero ahorrado (24.000 dólares) a una ONG y abandonó a su familia (que ya hasta su muerte no tuvieron más noticias de él) y su estilo de vida para embarcarse en un largo recorrido por tierras norteamericanas (California, Oregón, Dakota del Sur, etc.) en las cuales fue tomando figura el impulso de vivir una temporada sólo en la Naturaleza, eligiendo para ello las complicadas tierras de Alaska, en una zona conocida como la Senda de la Estampida. Al llegar a estas tierras encontró un autobús abandonado a modo de refugio (el “autobús mágico”) del que hizo su morada. La realización de este proyecto le costó la vida al complicarse su salida, debido al deshielo, por la crecida del río Teklanika que le cortó el paso. La Naturaleza que debía albergarle fue, poco a poco, mostrando también su faz más hostil hasta fallecer por inanición por lo que parece que fue la intoxicación debida a la ingestión de alguna semilla tóxica. 

Estamos ante la particular odisea de un joven desconcertado interiormente, que ha perdido el norte de su existencia. Con la radicalidad del empuje juvenil, decide romper con todo al no poder seguir conviviendo con lo que le rodea: la tensa relación con sus padres, el afán de bienes materiales, las necesidades impuestas por una sociedad de consumo, etc. Chris es un magnífico estudiante y un apasionado lector, entre ellos de filósofos como Jean-Jacques Rousseau o Henri David Thoreau, o escritores como Leon Tolstói, Jack London o Boris Pasternak. Y un buen día, Chris desaparece: “La libertad y la belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar” o, citando a Thoreau: “Ante que amor, dinero, fama… dadme la verdad”

La historia de Cristopher nos ofrece un marco más allá del psicológico, pues también nos regala otro marco de reflexión que se enmarca dentro del conflicto entre Civilización y Naturaleza y el alejamiento progresivo que para el ser humano implica la una de la otra. Para muchos resultará una tontería de un joven arrogante enfrascado en una loca y peligrosa aventura, pero quién sabe si para otros pueda acercarnos a las reflexiones de sus autores favoritos. Porque la vida del hombre como sujeto social y cultural a través de la historia nos muestra un hombre progresivamente más y más desarraigado de la Naturaleza y más sometido a las "leyes de la civilización" cuanto más esta se desarrolla, leyes que progresivamente se han ido construyendo sobre y en detrimento de la Naturaleza y de nuestra propia pertenencia a ella. Y es así como nuestro protagonista decide la soledad y el vivir con lo mínimo: “Lo único que nos brinda el mar son golpes duros y a veces la posibilidad de sentirnos fuertes. Bueno, no sé gran cosa del mar, pero sé que aquí es así y también sé lo importante que es en la vida no ser necesariamente fuerte, sino sentirse fuerte, medir tu capacidad al menos una vez, hallarte, al menos una vez, en el estado más primitivo del ser humano, enfrentarte a la piedra ciega y sorda sin nadie que te ayude, salvo las manos y la cabeza”

Es evidente que la película pone de relieve las dificultades de la relación de Cristopher con sus padres (William Hurt y Marcia Gay Harden) y sólo la relación con su hermana Carine le mantiene unido a la familia, pero a pesar de ello incluso con ella cortó todo tipo de comunicación durante estos dos años y cuatro meses que duró su aventura. Una auténtica odisea de supervivencia, huida de la civilización o road movie interior, porque nuestro protagonista es, en el fondo, un adolescente con una herida sangrante desde la infancia: desde entonces, las desavenencias y falta de cariño de sus padres, sus mentiras y planteamientos materialistas han ido metiendo presión a un espíritu sensible que ha terminado por explotar hasta huir buscando aire fresco en la Naturaleza, sin dejar señal alguna tras de sí. El último libro que tuvo oportunidad de leer nuestro joven protagonista fue Doctor Zivago y al lado de un pasaje del libro Chris anotó: "La felicidad sólo es real cuando es compartida"

Sean Penn se arriesgó con esta historia, a medio camino entre el esquema de Una historia verdadera (David Lynch, 1999) y el documentalismo de Grizzly Man (Werner Herzog, 2005), pero sin alcanzar el dominio de la imagen ni el dramatismo requerido. Pero nos quedamos con la honesta interpretación de los autores, su fotografía, su música y su mensaje, próximo al “autobús mágico”. Y al final: ”En memoria de Christopher Johnson McCandless, 12 febrero de 1968 a 18 de agosto de 1992. Dos semanas después de su muerte le encontraron unos cazadores en el autobús. Este autorretrato estaba en su cámara. El 19 de septiembre de 1992 Carine McCandless voló con las cenizas de su hermano desde Alska al este. Las llevó en el avión con su mochila”

Y nos queda su mensaje, mensaje en busca de la identidad: “Si quieres algo en la vida, ve a por ello”. 

 

viernes, 24 de octubre de 2014

La motivación en la vida, la motivación en el trabajo


Uno elige los amigos. O los amigos eligen a uno. Sea como sea, es un tesoro que cabe abrillantar. Y yo tengo la suerte de tener muchos amigos que brillan, como el Prof. Jaime Merino, Catedrático de Medicina Interna de la Universidad Miguel Hernández y Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario San Juan de Alicante. Como él se autodefine, médico, profesor y mil cosas más. 

Y entre esas mil cosas más de Jaime, escribe en Diario Información los domingos una sección que denomina “Área de Descanso”. Y hace unas pocas semanas compartió un artículo con el título "La motivación ayuda a crecer en la vida". Y, sinceramente, creo que es un mensaje que debe ser compartido. Y dado que tengo su permiso, hago suyas (y mías) sus palabras. 

Porque decía Tolstoi que “algunas personas son tan listas que hace que les guste hacer casi todo, incluso las cosas que tienen que hacer”. Y Virgilio remarcaba aquello de que “pueden porque creen que pueden”. Y así es, la motivación ayuda a crecer en la vida, también en el trabajo. Y eso crea felicidad. 

Y Jaime nos regala estos consejos para motivar en el trabajo, para ser verdaderos líderes de equipos más que jefes. 

1. Tener en cuenta sus opiniones, escucharles. 
2. Demostrarles el máximo respeto (cuidar las formas, no llamarles a gritos, consensuar agendas, temas, tiempos y contenidos) 
3. Tener reglas de juego claras: qué pasa si algo no se cumple según lo pactado. 
4. Si es preciso, censurarles la tarea, pero no a la persona. 
5. Motiva compartir la información: hay que explicar, explicar, explicar… sin desfallecer, cada uno debe saber lo que se espera de él. 
6. Motiva tener sentimiento de equipo, tu piensa: ¿trabaja contigo o para ti? 
7. Motiva hablar en plural: de mi equipo, tanto en público como en privado. 
8. Motiva demostrarles que ellos y su trabajo son importantes. 
9. Motiva delegar, pedir iniciativas y dar responsabilidades, de hecho a todos nos gusta que “nos den cancha”, por ello no se debe supervisar en exceso, no hacerlo es una muestra de confianza. 
10. Ayuda confirmarles que crees en ello y dejar espacio para la libertad de acción. 
11. El buen jefe utiliza a todos y reparte los éxitos, especialmente ante terceros y no, como es a veces habitual, usa a los demás para justificar los fracasos. 
12. Motiva ofrecer elogios sinceros, ellos es una gran herramienta para motivar y se usa poco o mal. Conviene saber que los elogios crean adicción. Si se tienen se necesitan más y se buscan. Si quieres motivar, recuerda: no te vayas hoy sin elogiar a alguno de los que trabajan contigo. Pero esos elogios deben ser sinceros, de corazón, no de “paripé”, eso se capta; deben ser oportunos, ofrecerlos en el momento adecuado, también ser proporcionados a lo conseguido o, mejor por el esfuerzo realizado, y concretos, ceñidos a los hechos. 

MOTIVACIÓN, una palabra que deberíamos escribir siempre en mayúsculas. Gracias por los consejos, Jaime, gracias por tu amistad.

sábado, 4 de octubre de 2014

Cine y Pediatría (247). “Boyhood, momentos de una vida”, momentos de nuestras vidas


En el año 2011 Terrence Malick, un director especial, nos regaló una película muy especial, no para todos los gustos (de hecho es la única película que conozco que a la entrada de algunos cines ponían un cartel que decía “si no le gusta la película, le devolvemos el dinero”): hablamos de El árbol de la vida, su peculiar reflexión que va del microcosmos de la infancia y la familia al macrocosmos del origen de la vida, una oración desde la infancia al sentido de la vida en que nos habla de Dios, del hombre y de las relaciones que surgen. Una película especial que me regalé como homenaje a un cumpleaños muy especial. 

Y es ahora, en el año 2014, cuando Richard Linklater, otro director especial nos regala otra película para recordar, y que algunos ya han definido como un hito del cine, pues el director la ha rodado durante 12 años con los mismos personajes y que actúa como una epopeya en la vida de un niño. Hablamos de Boyhood (momentos de una vida), una película sencilla, pero una hazaña épica del séptimo arte. Y en paralelo con la anterior, también me tomo la libertad de dedicármela, tres años y tres cumpleaños después. 

Porque este tejano, conocido principalmente por su trilogía Antes (Antes del amanecer en 1995, Antes del Atardecer en 2004 y Antes del Anochecer en 2013), protagonizada por Ethan Hawk y Julie Delpie a lo largo de 18 años, es capaz de levantar proyectos casi imposibles. Y en esta ocasión se lanza a una película de larga duración (165 minutos) y de larga ejecución (12 años en la vida de sus personajes, en la realidad y en la ficción) y que, sin embargo, te puede atrapar desde el primer minuto y, si entras en empatía, puede lograr sacarnos dividendos emocionales durante mucho tiempo. Pues como declara el propio director: “Ha sido una experiencia mágica, la vida y el arte aunados en el proyecto de mi vida”. Y lo declara al recoger en Berlín el Oso de plata al Mejor Director y cuando ya resuenan ecos del Oscar a su alrededor. Sin duda, una de las películas del 2014…, y quizás para Linklater su última película, su testamento. 

¿Cómo capturar la esencia del tiempo cotidiano en la pantalla?, ¿cómo seguir a Mason desde los 6 a los 18 años en las distintas etapas de su vida y con un solo actor?, ¿cómo ser el Marcel Proust del séptimo arte sin morir en el intento… y con él los actores, que envejecerían a la vez que sus personajes? A los actores, principalmente a su actor fetiche, Ethan Hawk, y a Patricia Arquette les gustó la idea (menos a los productores, claro). El pacto fue juntarse en Texas una semana una vez al año y rodar un nuevo capítulo en la vida de Mason, para un total de 39 días de rodaje desde julio de 2002 a octubre de 2013: la producción más larga de la historia. Pero para ello se necesitaba una pieza clave, el niño Mason que sería el centro de la historia y del tiempo: Ellar Coltrane, quien aceptó el juego y el pacto.  
Aunque cinematográficamente hablando, la idea no es nueva, él la ejecutó. Ya Stanley Kubrick pensó hacer Napoléon filmando a Al Pacino durante 12 años, pero no llegó a buen puerto. Y tampoco es similar a la serie de películas de Antoine Doinel con François Truffaut a lo largo de 20 años, pues fueron cuatro películas y no una (esa idea es más próxima a su trilogía Antes). 

Boyhood es la vida (la historia) de Mason (Ellar Coltrane) desde los 6 hasta los 18 años, de la niñez a la adolescencia, un periodo lleno de épica cotidiana y de cambios, momentos que van de su primer día de colegio al divorcio de sus padres, de su primer amor a sus desamores, de sus momentos de euforia a sus momentos de miedo, del instituto a la universidad,… retazos de una vida. En definitiva, la vida normal de un niño estadounidense y lo que supone crecer y empezar a entender quién eres, quienes somos, pero en la historia de otro. 

Richard Linklater nos hace espectadores de la intimidad de una familia año tras año y sin necesidad de enseñarnos minuto a minuto sus vidas. La sencillez de lo que nos está contando se fusiona con la complejidad de lo que es crecer en la vida. A la vez, tan simple y tan extraordinario, y bañado por una banda sonora original brutal, y que resulta un pequeño homenaje a la cultura pop de los años 80 y 90. Porque la B.S.O es en sí misma ya no sólo una razón para ver Boyhood, sino para escuchar Boyhood, porque la música evoluciona con el tiempo y la edad de nuestro protagonista: Bob Dylan, Paul Mccartney & Wings, Coldplay, Family of the Year, Blink 182, Sheryl Crow, Arcade Fire, Foster the People, Daft Punk, Phoenix, Kings Of Leon, entre otros muchos. 

Porque Boyhood es una experimento cinematográfico y hay que atreverse a experimentarlo. Porque Boyhood es un retrato de familia que recae en un planeta, Mason (Ellar Coltrane), y en tres satélites: su padre (Ethan Hawke), su madre (Patricia Arquette) y su hermana (Lorelai Linklater, la propia hija del director). Dos padres que se divorcian y siguen vidas paralelas con encuentros frecuentes a través de sus hijos. El tiempo en el padre apacigua el ímpetu de los primeros años: así, de conducir un deportivo, recorrer Alaska y ser un músico medio callejero, pasa a vender seguros, conducir un monovolumen y tener una segunda familia. El tiempo en la madre, tras la separación, se dibuja en intentar rehacer su vida con varios maridos (y varios divorcios) y rehacer su profesión de profesora, gracias a su inteligencia y capacidad de lucha. 

Un abrumador experimento (y milagro) cinematográfico. Porque Boyhood es un canto al poder de la infancia y al milagro de lo cotidiano que será recordado y que, para bien y para mal, no dejará indiferente. Por mucho tiempo que pase. "Decimos que hay que atrapar el momento, pero en realidad creo que son los momentos de la vida los que nos atrapan a nosotros", nos recuerda la película. Ahora bien, leeréis otras críticas con las razones para no ver Boyhood. Es cuestión de gustos… y de colores. Pero mientras os decidís o no, vale la pena escuchar el tema “Hero”, modesto pero titánico tema de Family Of The Year que refleja perfectamente el espíritu de la película. 

Porque en realidad, con Boyhood solo experimentaréis momentos de una vida, con un final sorprendente, un final realmente abierto a otras vidas. Y, de paso, llevarnos el mensaje de otro maestro del cine, Charlie Chaplin: "Lo realmente importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla, perder con dignidad y atreverse de nuevo, La vida es maravillosa si no se le tiene miedo".

 

sábado, 18 de enero de 2014

Cine y Pediatría (210): “El milagro de Carintia”, el milagro de cada día en una guardia


Carintia es un estado federado en el sur de Austria, cuya capital es Klagenfurt. En ese estado y ese hospital tuvo lugar un hecho real médico hace pocos años y que, desde entonces, se conoce como “el milagro de Carintia”. Basándose en esos hechos reales, pero con personas, nombres y acontecimientos ficticios, el austriaco Andreas Prochaska dirigió en 2011 un telefilm con ese mismo nombre: El milagro de Carintia
Y se constituye este hecho y esta película en todo un documental sobre cómo se viven las tragedias médicas entre familias y sanitarios, con un hospital de guardia como telón de fondo, y muchos temas bioéticos en la retaguardia. 

En las primeras escenas aparece esta reflexión mientras un atleta (que luego descubrimos que es el cirujano cardiovascular Dr. Höchstman) corre por el campo: “Emile Zatópek dijo una vez: si quieres correr, corre una milla; si quieres conocer una vida nueva, haz un maratón”. Y a continuación una fecha (3 de mayo de 1998) y una dulce escena campestre, con la familia preparándose para ir a los oficios de domingo a la iglesia. La llamada a la niña de 4 años, Katharina, que no contesta… y la intuición de una madre, que se hace realidad. La niña flotando en el estanque y todo el indescriptible dolor y confusión que se desencadena desde que su hija es sacada del agua hasta el interminable tiempo que pasa hasta llegar a un centro sanitario…, con el Servicio de asistencia médica urgente que llega por helicóptero en medio de la campiña austriaca. Angustia visual, emocional y más… Los padres tienen que acudir en su vehículo en busca del hospital, en busca de su hija… que no saben si llegará viva o muerta. Porque en un mínimo espacio de tiempo, toda tu vida cambia en un abrir y cerrar de ojos. Y no es ficción, es la realidad de nuestro a día a día… frente a la pantalla. 

Y la llegada a urgencias del hospital de Klagenfurt: “Mujer, 4 años, con una grave hipotermia, 18,4ºC de temperatura corporal. Se ha ahogado. No sabemos cuánto tiempo ha podido estar bajo el agua. Puede ser que media hora”. Y una pregunta: “¿Qué pediatra está de guardia…?” y la duda bioética de si procede continuar con la reanimación cardiopulmonar de la paciente… Y la información del pediatra a los padres: “Sr Breidnard, Sra Breidnard, buenos días. Dr. Beninger, soy jefe de pediatría. Miren, su hija se ha ahogado, su corazón ha dejado de latir, pero… puede que haya una opción. Normalmente un cerebro puede sobrevivir sin oxígeno 4 ó 5 minutos máximo. Sin embargo, si la temperatura corporal cae por debajo de cierto valor y antes de que comience el ahogamiento, el cuerpo cambia a una especie de hibernación en la que el cerebro puede llegar a sobrevivir hasta 30 minutos”

La larga espera de los padres: las culpas y autoculpas, su soledad en la sala de espera y los pasillos vacíos y fríos, la búsqueda de una capilla, el consuelo de Dios… La tensión del quirófano en el recalentamiento cardiopulmonar…. y el primer latido al alcanzar los 24 ºC. Y una escena de alarde cinematográfico, mientras hay que prorrogar la atención de un diputado… y la disculpa del cirujano: “Siento tener la decencia de no sacrificar la vida de una niña de 4 años para ponerle un marcapasos, una operación que no necesitaría si comiera menos y moviera más el culo”

Y la búsqueda de nuevas soluciones para la niña, con remembranza a los cuidados empleados habitualmente en el recién nacido: “La máquina cardiopulmonar no puede abastecer la sangre con suficiente oxígeno y las cánulas son demasiado pequeñas, y va muy despacio.. Oscilación de alta frecuencia, eso también se utiliza para partos prematuros. No podemos insuflarle aire, así que debemos hacerle llegar oxígeno de otra manera. Necesitamos más presión respiratoria… y surfactante… y luego ECMO”

Una película casi en tiempo real…ideal para quien no conozca esta realidad de cada día, para revivir lo que es una guardia ante un caso grave (y no es ficción)…, la lucha frente a la vida y la muerte, frente a la vida con o sin secuelas, frente al dolor de las familias, frente a los dilemas bioéticos,… en nuestro caso el debate entre un pediatra, un cirujano cardiovascular y una anestesista con la responsabilidad y la duda de la adecuación del esfuerzo terapéutico. Y las frases del pediatra: “El primer niño siempre resulta doloroso… Y algo me quedó claro: los niños tienen una dignidad mayor a la nuestra” (en referencia a la primera muerte de un niño que vivió como doctor) o “La respuesta es por qué no puede rendirse: por la niña o por su ambición”

Cabe decir que el ruido del oscilador de alta frecuencia es tal cual se percibe en la película…, así como la obsesión por los monitores y es búsqueda de un valor de saturación de oxígeno por encima del 92%. Y las complicaciones… y solucionar cada una. Y la soledad de las noches interminables de guardia en un hospital, para todos: para familiares y para sanitarios. 

Y tras todo este periplo, con crítica incluida al poder del sistema sanitario que se apunta a lo bueno (olvidando hipócritamente el camino de críticas y falsedades), la película termina con el mismo pensamiento de Emile Zatópek, conocido como la “locomotora checa”. Y un colofón: “Y el 4 de junio de 1998, exactamente un mes después de la operación, le dieron el alta hospitalaria a Katharina. Su salvación pasó a la historia de la medicina moderna como el Milagro de Carintia. Katharina tiene ahora 16 años. Vive en la granja de sus padres y rebosa salud. Markus Höchstman vive y trabaja en Viena con su mujer y su hijo”

El milagro de Carintia nos devuelve el milagro de cada día en una guardia, cuanto todo el trabajo en equipo, toda la preocupación personal asociado al agotamiento físico, mental y emocional… ha valido la pena, cuando salvas una vida… Gracias a todos los que hacen esto posible. 

(Nota final: cuando se rebusca en la hemeroteca, encontramos que el caso real ocurrió un 29 de agosto en similares circunstancias, pero a un niño de 11 años llamado Paul).